El papa Francisco reivindica a Lutero, el ¡°peor de los herejes¡±
Bergoglio, jesuita, dice comprender la reforma de Lutero, causa de tantas guerras y divisiones, en su viaje a Suecia
El papa Francisco y el presidente de la Federaci¨®n Luterana Mundial, Munib Younam, firmaron este lunes una declaraci¨®n conjunta en la que rechazan todo tipo de violencia en nombre de la religi¨®n. Francisco viaj¨® a Suecia para participar en los actos conmemorativos del 500 aniversario de la Reforma protestante, promovida por Mart¨ªn Lutero el 31 de octubre de 1517. La firma se produjo despu¨¦s de la ceremonia que abre en Suecia el ¡®A?o Lutero¡¯, celebrada en la catedral de Lund.
Los historiadores podr¨ªan juzgar la sangrienta historia de Europa por c¨®mo se han celebrado los centenarios del nacimiento de Mart¨ªn Lutero (Eisleben, Alemania, 1483-1546). Si las conmemoraciones sirven para algo, esta de los 500 a?os de la Reforma abre un boquete para el encuentro entre las diferentes iglesias cristianas. El concilio Vaticano II sembr¨® en 1962 la semilla del ecumenismo, pero poco se ha avanzado. Al contrario, Juan Pablo II y su ide¨®logo principal, el cardenal Ratzinger (entonces inquisidor, m¨¢s tarde Benedicto XVI) agriaron de mala manera el proceso abierto por Juan XXIII. Lo hicieron el a?o 2000 con la declaraci¨®n Dominus Iesus?sobre la unicidad de la Iglesia cat¨®lica como ¨²nica religi¨®n verdadera. El documento ten¨ªa "expresiones ofensivas para las personas creyentes de otras religiones", reaccionaron entonces 75 de los mejores te¨®logos cristianos del momento. Aquel volver a la idea de que "fuera de la Iglesia no hay salvaci¨®n" (lo proclam¨® el obispo Cipriano de Cartago, en el siglo III), hiri¨® de muerte el ecumenismo, echando por tierra los logros de varias d¨¦cadas.
Este viaje de Francisco a Suecia, para asistir en una bas¨ªlica luterana a la apertura del ¡®A?o Lutero¡¯, que culminar¨¢ dentro de un a?o cuando se cumpla el V Centenario de la Reforma, es todo un s¨ªmbolo, de manera especial porque quien da el paso por la parte de Roma es nada menos que un jesuita, la congregaci¨®n que combati¨® en primera fila aquella reforma tomando incluso un nombre militar (la Compa?¨ªa de Jes¨²s). ¡°El peor de los herejes¡±, hab¨ªa sentenciado Roma en el decreto de excomuni¨®n. Guerras que se prolongaban a veces por treinta a?os, torturas, quema de herejes y la divisi¨®n de Europa en varios bandos hace mucho tiempo que son historia. El conflicto fue religioso, pero sobre todo pol¨ªtico. Las v¨ªctimas fueron los pueblos. Cuius regio, eius religio, es decir, la religi¨®n del rey ser¨¢ la religi¨®n de su s¨²bditos, fue una manera de sobrevivir cuando las iglesias luteranas se libraron del yugo romano y el poder papal (los pont¨ªfices como brutales comandantes militares) fue reemplazado por el de los reyes, no menos totalitarios.
Se discute si Francisco prepara una rehabilitaci¨®n de Lutero. El Vaticano no podr¨¢ levantar la excomuni¨®n al fraile agustino (eso solo puede hacerse en vida), pero s¨ª reconocer que las intenciones del famoso fraile no estaban erradas. Francisco habl¨® del tema en el avi¨®n de vuelta del viaje a Armenia y ha insistido la semana pasada en una entrevista con La Civilt¨¤ Cattolica. Dijo: ¡°Lutero fue un reformador en un momento dif¨ªcil y puso la palabra de Dios en manos de los hombres. Tal vez algunos m¨¦todos no fueron correctos, pero si leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar: hab¨ªa corrupci¨®n, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder".
Lutero colm¨® el vaso de su paciencia el 31 de octubre de 1517 cuando se enter¨® de que el enviado papal, el predicador dominico Juan Tetzel, estaba vendiendo indulgencias en Wittenberg, donde el monje agustino era profesor de la universidad. Esa misma noche redact¨® sus 95 tesis y clav¨® el manuscrito en la puerta de la catedral local. Wittenberg, a orillas del Elba, era entonces la capital del peque?o ducado de Sajonia, una ciudad pr¨®spera gracias al comercio y a sus muchas riquezas mineras. Hoy tiene apenas 50.000 habitantes y vive sobre todo del turismo cultural y religioso que atrae la fama de su hu¨¦sped m¨¢s famoso.
Aunque el gran reformador cont¨® m¨¢s tarde que la conversi¨®n le lleg¨® mientras estaba en el retrete del convento, la suya no fue una pataleta. Owen Chadwick, profesor de historia en Cambridge, empez¨® as¨ª su tomo sobre la Reforma: ¡°A principios del siglo XVI, todas las personas importantes dentro de la Iglesia Occidental estaban clamando por reformas.Hab¨ªa corrupci¨®n y superstici¨®n. Los puestos eclesi¨¢sticos se pod¨ªan comprar y vender. Muchos sacerdotes eran ad¨²lteros, borrachos e ignorantes de las Escrituras. Por eso confes¨® Maquiavelo: "Nosotros los italianos somos m¨¢s irreligiosos y corruptos que otros, porque la iglesia y sus representantes nos han dado el peor ejemplo".
Aquella noche de hace 500 a?os germin¨® el segundo gran cisma de la cristiandad, despu¨¦s de la separaci¨®n en 1054 de cat¨®licos y ortodoxos. Lutero abr¨ªa, adem¨¢s, nuevas maneras de ver el mundo. La Reforma marc¨® la historia de Europa y Estados Unidos, y tambi¨¦n el devenir de Espa?a, que se convirti¨® en abanderada de la Contrarreforma. Si la Reforma fue el antecedente necesario de la Ilustraci¨®n y el comienzo del mundo moderno, la Contrarreforma cierra a Espa?a y sus colonias al mundo moderno. Ocurri¨® pese a que el emperador Carlos V (y Carlos I de Espa?a) fue un protector de Lutero, a quien Roma quer¨ªa quemar vivo cuanto antes. La escena es famosa. Lutero se presenta frente al joven emperador en la Dieta de Worms (28 de enero de 1521) y mantiene su doctrina con la famosa respuesta ¡°No puedo de otra manera¡±.
La larga inquina entre el emperador y el papado culmin¨® el 6 de mayo de 1527 con el terrible saco de Roma?por tropas al mando del duque de Borb¨®n. Durante siglos, los reyes de Espa?a fueron m¨¢s papistas que el Papa para hacerse perdonar aquel episodio de pillaje y muerte en el coraz¨®n del Vaticano. As¨ª vio la historia nacional Marcelino Men¨¦ndez Pelayo, empezado ya el siglo XX: ¡°Espa?a, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de san Ignacio; ¨¦sa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra¡±.
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