Los que mantienen vivo el sue?o americano
Erie, una ciudad de Pensilvania que integra con ¨¦xito a refugiados, muestra a la parte de la sociedad estadounidense que ignora la ret¨®rica xen¨®foba de Trump
Cuando Ferki Ferati lleg¨® a Erie en 1999 con sus padres y hermanos, su primera impresi¨®n fue decepcionante. ¡°?D¨®nde demonios est¨¢n los rascacielos?¡±, se pregunt¨®. Ten¨ªa 16 a?os y, huyendo de la guerra en su pa¨ªs, Kosovo, llegaba a esta ciudad a orillas de uno de los Grandes Lagos, en el noroeste de Pensilvania. La segunda impresi¨®n fue mejor. Vecinos de Erie llevaron a la casa donde viv¨ªa la familia Ferati todo tipo de regalos: helados, televisores, vajilla, bicicletas.
Hoy Ferati dirige la Sociedad Jefferson, un laboratorio de ideas que cada a?o organiza una conferencia en Erie con invitados de renombre mundial. Cuando habla de Erie, dice ¡°mi casa¡± o ¡°nosotros¡±. En su despacho tiene bustos de Jefferson y Madison (y un retrato de Teresa de Calcuta, albanesa como ¨¦l). Su historia no tiene nada de particular. ?l podr¨ªa ser uno de los sirios que, dos d¨¦cadas despu¨¦s del estallido de los Balcanes, vuelven a repetir la experiencia: huyen de otra regi¨®n en guerra y encuentran refugio en EE UU en lugares como Erie: una ciudad sin rascacielos ni atractivos tur¨ªsticos y que, como otras en esta regi¨®n, ha sufrido los embates de la globalizaci¨®n y ha visto c¨®mo en las ¨²ltimas d¨¦cadas cerraban f¨¢bricas y los residentes se marchaban.
La poblaci¨®n roza los 100.000 habitantes. No alcanzar¨ªa esta cifra, que le permite acceder a una serie de fondos p¨²blicos en calidad de gran ciudad, si no acogiese a refugiados. En un momento en que la hostilidad al extranjero y la denigraci¨®n del refugiado se han normalizado en el discurso p¨²blico en EE UU de la mano del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, Erie abre las puertas. Los conflictos son m¨ªnimos y la actitud de los locales ¡ªellos mismos, como la inmensa mayor¨ªa de residentes en este pa¨ªs, descendientes de inmigrantes y, en algunos casos, de refugiados¡ª ha sido ejemplar. ¡°Me gusta la libertad de opini¨®n aqu¨ª. Y que cada uno se ocupa de lo suyo¡±, dice Manan Mohamad, un hombre de 25 a?os de Alepo que lleg¨® en agosto junto a su esposa Aisha Suleiman, de 19. ¡°Los refugiados sirios: no tenemos ni idea de qui¨¦nes son, de donde vienen¡±, dice Trump en sus m¨ªtines. La afirmaci¨®n es falsa. Para cualquier terrorista ser¨ªa mucho m¨¢s f¨¢cil entrar como turista que como refugiado.
Hay una desconexi¨®n entre la ret¨®rica virulenta contra los refugiados musulmanes en la campa?a electoral, y la realidad de un sistema de acceso muy selectivo y una adaptaci¨®n sin sobresaltos.
Fadel Machal, que ejerce de int¨¦rprete en la entrevista con los dos refugiados, tambi¨¦n es sirio, aunque ¨¦l lleg¨® en los a?os ochenta para estudiar. Recuerda c¨®mo hace unos meses, en el aeropuerto, una mujer desconocida dio dinero a unos refugiados que acababan de llegar.
Machal trabaja para el Instituto Internacional de Erie, la rama local del Comit¨¦ de EE UU para los Refugiados y los Inmigrantes. Esta organizaci¨®n ayuda a los reci¨¦n llegados a instalarse, desde el alojamiento hasta la escolaridad de los hijos, la cobertura sanitaria y la b¨²squeda de empleo.
¡°Algunos sirios ven las noticias y preguntan: ¡®?Por qu¨¦ nos odian los americanos?¡±, dice Dylanna Jackson, la directora. ¡°Pero Erie ha sido acogedora y se dan cuenta. Aqu¨ª hay seguridad¡±.
¡°Mi punto de vista, no s¨¦ el de los dem¨¢s, es que EE UU no es un pa¨ªs para un grupo particular¡±, dice Devi Subedi, que lleg¨® como refugiado de But¨¢n y trabaja en el Instituto Internacional y tambi¨¦n en una farmacia. ¡°Todo el mundo deber¨ªa tener la oportunidad de venir¡±.
El liberiano James Barclay lleg¨® en 2004 y ahora trabaja de ch¨®fer para los reci¨¦n llegados. Esta ma?ana lleva a una mujer somal¨ª y a su hija al m¨¦dico. En la consulta les espera un int¨¦rprete, pero es de suajili y no de ¨¢rabe, que era lo que necesitaban. ¡°A los dos o tres meses, cuando te ense?an a conducir y encuentras un trabajo, todo es m¨¢s f¨¢cil¡±, dice.
Valores fundacionales
Algunos restan importancia a la posibilidad de que Trump gane las elecciones. Otros, como Barclay, se lo toman m¨¢s en serio. Admite que tiene miedo. ¡°No me gusta¡±, dice. Pero a?ade: ¡°No le odio¡±.
Kathy Dalhkemper, jefa ejecutiva del condado de Erie, no ha visto en la ciudad la ret¨®rica del miedo hacia los refugiados que se escucha en los discursos electorales. ¡°Hemos visto la llegada de los refugiados como activo m¨¢s que algo perjudicial¡±, dice Dalhkemper. ¡°Traen un esp¨ªritu emprendedor, nos han ayudado a mantener nuestra poblaci¨®n elevada en n¨²mero, y tienen una buena ¨¦tica del trabajo, cosa que nuestras empresas y f¨¢bricas aprecian¡±.
Esta es la Am¨¦rica tranquila, conservadora en el sentido tradicional, un lugar que experimenta a diario valores fundacionales de la patria: la capacidad de acoger a los perseguidos, darles la oportunidad de rehacer su vida de cero y transformarlos en estadounidenses. A los refugiados de Erie, Dahlkemper les llama ¡°nuevos americanos¡±. En un momento de sensaci¨®n de declive de Estados Unidos, ellos son quienes m¨¢s creen en el sue?o americano.
El presidente republicano Ronald Reagan us¨® en su discurso de despedida la met¨¢fora de ¡°la ciudad radiante sobre la colina¡±. Se trataba de ¡°una ciudad (¡) repleta de personas de todo tipo viviendo en harmon¨ªa y paz¡ con puertas abiertas a cualquiera con la voluntad y el coraz¨®n para llegar aqu¨ª¡±. Para los refugiados la met¨¢fora sigue siendo v¨¢lida, aunque la ¡°ciudad radiante sobre la colina¡± sea en la realidad una ciudad postindustrial sin m¨¢s ¨¦pica que la de la vida cotidiana.
?¡°Si eres desplazado de tu pa¨ªs, Am¨¦rica es el lugar¡±, dice Ferki Ferati. ¡°Aqu¨ª en Erie, de mis 11 mejores amigos, 9 se graduaron en la universidad y tienen empleos profesionales. En cambio, tengo un hermano en Eslovenia y otro en Alemania. All¨ª son extranjeros y sus hijos ser¨¢n extranjeros¡±.
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