Donald Triumph
A Trump tambi¨¦n le han votado los hispanos, los j¨®venes, los afroamericanos, las mujeres
No cabe mayor contradicci¨®n sociol¨®gica que una mujer negra, joven y marginada votando a Donald Trump. O no cabr¨ªa si no fuera porque la idea de una Am¨¦rica partida en dos a los pies del gran hombre blanco se antoja m¨¢s una vieja superstici¨®n pol¨ªtica que una nueva realidad electoral.
La victoria del republicano Donald Trump, tan alarmante como inequ¨ªvoca, resulta inconcebible sin el predicamento que ha alcanzado el magnate entre las minor¨ªas que parec¨ªan refractarias a su mensaje discriminatorio.
A Trump le han votado los hispanos, los j¨®venes, los afroamericanos, las mujeres. Y puede que lo hayan hecho hasta unos cuantos dem¨®cratas, precisamente porque el nuevo presidente americano ¡ªproduce escalofr¨ªo escribirlo¡ª ha sobrepasado el paradigma del burro y el elefante, adquiriendo una transversalidad cuyas evidencias ¡ªun 43% de mujeres lo votaron en el Estado clave de Ohio¡ª contradicen la simplificaci¨®n ¨¦tnica de la Am¨¦rica blanca del Winchester frente a la Am¨¦rica en ebullici¨®n del melting pot.
Ya dec¨ªa Susan Sarandon que no pensaba votar con la vagina. Era la manera de sustraerse a la candidatura de Hillary Clinton, insistiendo en que la afinidad al g¨¦nero no bastaba para adherirse a la l¨ªder dem¨®crata, como no bastaba el machismo y la xenofobia de Trump para excluir al candidato republicano en las inclinaciones de las minor¨ªas.
Hay hispanos que han votado a Trump porque ya han adquirido los derechos que el magnate les niega a los inmigrantes ilegales. Y porque se han alineado con la fascinaci¨®n al caudillismo que prolifera en otros pa¨ªses latinoamericanos. Y porque reconocen en Trump una garant¨ªa de la idiosincrasia conservadora, m¨¢s a¨²n cuando Donald promete extirpar los miedos que ¨¦l mismo ha difundido, sugestionando los instintos del electorado con el terrorismo, la inmigraci¨®n, la identidad, la desigualdad, el muro.
Sosten¨ªa Trump en uno de sus ¨²ltimos m¨ªtines que no era pol¨ªtico ni aspiraba a serlo. Llevaba al extremo la sinceridad que le agradecen sus votantes y llevaba m¨¢s lejos todav¨ªa la propia diferencia, asumiendo por a?adidura que la adversidad de los medios le hab¨ªa proporcionado el p¨²lpito del telepredicador a contracorriente. M¨¢s obst¨¢culos le opon¨ªan, m¨¢s energ¨ªa ten¨ªa para saltarlos. Trump se hab¨ªa emancipado de quienes lo acunaron como experimento televisivo. Y se hab¨ªa percatado de que los mensajes apocal¨ªpticos o pedag¨®gicos eran inocuos en la sensibilidad de los votantes.
Trump ha logrado exactamente la victoria que le hab¨ªamos augurado y atribuido preventivamente a Clinton. Puede resultar indignante e inquietante el desenlace, pero la idea de refutar un resultado en funci¨®n del desagrado que pueda suscitarnos ¡ªya sucedi¨® con el Brexit y con el refer¨¦ndum colombiano¡ª tanto pervierte el rito elemental de la democracia como predispone, parad¨®jicamente, a la devoci¨®n del antisistema.
Si no nos gustan los resultados, renegamos de las urnas y repetimos las elecciones. O modificamos el censo de manera que pueda forzarse o acomodarse el paradigma conveniente. Ya lo dec¨ªa Carolina Bescansa. Si no votaran los mayores de 45 a?os, Pablo Iglesias ser¨ªa presidente del Gobierno.
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