El ¡®tsunami¡¯ Fidel Castro
De lo que caben pocas dudas es de que Cuba no era pa¨ªs para periodistas
Todo gobernante latinoamericano que tocara un d¨ªa Fidel, aunque fuera epis¨®dicamente, nos lo tiene que explicar con pelos y se?ales para que se le contagie algo del gran taumaturgo cubano, muerto esta semana a los 90 a?os. Tenemos, sea cual fuere el punto de vista del autor, detractor o entregado, resistir el chaparr¨®n de art¨ªculos que van a alegrarnos la vista durante varios a?os. El que no hubiera hablado nunca con Fidel no era nadie.
Si describimos una geograf¨ªa del inter¨¦s por la muerte del Primer Castro la respuesta es universalidad, todo el mundo opina. Y dentro de esa universalidad, al menos en las redes, son mucho m¨¢s numerosos los que cargan contra el dictador cubano que los que lo defienden; pero eso mayormente en lo que respecta a los particulares en tanto que alguna circunspecci¨®n se suele encontrar entre las organizaciones, aunque no falte la condena irrestricta cuando se habla de "tirano sanguinario", obediente al matiz pol¨ªtico de la misma. Pero as¨ª es como se forma un bloque minoritario de los que hacen equilibrios para dar al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar, por hallar una v¨ªa media entre el reconocimiento y la condena. Y aqu¨ª viene lo tocante al ejercicio del periodismo: la mayor¨ªa de los particulares se expresan convencidos de haber hallado la verdad, la famosa objetividad inexistente de la comunicaci¨®n. Y las organizaciones que se niegan, leg¨ªtimamente, tanto a la absoluci¨®n como a la condena, se muestran igualmente convencidas de que han hallado el equilibrio adecuado para expresar una posici¨®n, no objetiva, pero s¨ª compleja.
Castro ha sido el amo de Cuba al menos durante medio siglo. Eso parece dif¨ªcil de negar, puesto que como dice la disidente Yoani S¨¢nchez, pudo decidir en su infancia y adolescencia lo que pod¨ªa leer y hasta saber del mundo. ?C¨®mo se hace, por tanto, para estar convencidos de que se tiene raz¨®n y opinar, igual entre particulares como organizaciones, desde extremos tan diametralmente opuestos? Tan solo suprimiendo lo que no interese. Los partidarios a ultranza y con alg¨²n matiz menor las organizaciones que se proclaman radicales o antisistema, lo hacen centr¨¢ndose en avances sociales realmente existentes como la medicina, la sanidad, la nivelaci¨®n social, la educaci¨®n en lo que tenga de menos desideologizada como en la ense?anza de la lengua castellana, la mejor de Am¨¦rica Latina, aunque nunca para beneficio del periodismo, que puede que ahora comience a barruntar, pero que no ha existido todos estos a?os en la isla. Es de notar que en la Escuela de Periodismo de este peri¨®dico, hemos recibido a dos alumnas cubanas reci¨¦n saliditas de su pa¨ªs, ambas con un excelente conocimiento acad¨¦mico de la lengua. Pero muy se?aladamente los panegiristas selectivos han encontrado acogedor refugio en un nacionalismo soberanista antinorteamericano, que no ha carecido de eco en Am¨¦rica Latina, incluso en sectores no naturalmente colonizados por el castrismo. Y en el campo opuesto ya se sabe, la tiran¨ªa, el derramamiento de sangre, el sometimiento a un credo todo lo totalitario que el Caribe pudiera soportar.
Si describimos una geograf¨ªa del inter¨¦s por la muerte del Primer Castro la respuesta es universalidad, todo el mundo opina
Para los del grupo intermedio, siempre m¨¢s organizaciones que particulares, la b¨²squeda del equilibrio consist¨ªa en mencionar, aunque siempre con diferente grado y apreciaci¨®n, m¨¦ritos y dem¨¦ritos sin darles un orden especial ni total coherencia de fondo. Castro era alternativamente ¨¢ngel y demonio, no o demonio, y el lector ten¨ªa siempre la ventaja de quedarse con la parte que le interesara m¨¢s.
Pero de lo que pod¨ªa caber poca duda era de que libertad de expresi¨®n no hab¨ªa habido nunca y que Cuba no era pa¨ªs para periodistas. Profesionales de la pluma los hay de todos los matices, pero cuesta creer que a un periodista de oficio pudiera entusiasmarle el "para¨ªso cubano". El castrismo, que en su tiempo ¡ªAlberto Barrera llam¨® a Castro "mago del mercadeo pol¨ªtico"¡ª tuvo un indudable predicamento popular en Am¨¦rica Latina, nunca pudo presumir de sus capacidades de comunicaci¨®n escrita. Granma es lo que nos ha dejado.
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