Estrategia o improvisaci¨®n: la diplomacia telef¨®nica de Trump
El presidente electo se adentra en el tablero internacional con gestos desconcertantes
Donald Trump prometi¨® en campa?a hacer de su imprevisibilidad un arma pol¨ªtica, y lo est¨¢ cumpliendo. Trump ha roto con tradiciones de d¨¦cadas al hablar con la presidenta de Taiw¨¢n, una isla cuya soberan¨ªa no est¨¢ reconocida oficialmente por EE UU. Se ha deshecho en halagos hacia uno de los pa¨ªses con los que la primera potencia mantiene una relaci¨®n m¨¢s complicada, Pakist¨¢n, y ha incomodado a su rival, India. O ha invitado a la Casa Blanca a un l¨ªder controvertido como el filipino Rodrigo Duterte. ?Improvisaci¨®n fr¨ªvola? ?O giro estrat¨¦gico? El mundo recibe las primeras lecciones de diplomacia made in Trump.
El presidente-electo tambi¨¦n ha usado la red social Twitter como instrumento para lanzar mensajes que afectan a las relaciones internacionales de su pa¨ªs. Este domingo, dos d¨ªas despu¨¦s del desaire a China por la llamada con la presidenta taiwanesa, escribi¨® varios mensajes desafiantes dirigidos a este pa¨ªs. En ellos se pregunta, en tono de queja, si China pide permiso a EE UU para devaluar su moneda, imponer aranceles o expandirse militarmente en su ¨¢rea de influencia. "?No lo creo!", se responde ¨¦l mismo.
Desde que gan¨® las elecciones presidenciales el 8 de noviembre, el republicano Trump y el vicepresidente-electo, Mike Pence, han llamado a una cuarentena de l¨ªderes extranjeros. Las llamadas no parecen haber seguido un orden ni un protocolo.
Trump, que debe jurar el cargo el 20 enero, ha renunciado al asesoramiento de los funcionarios del Departamento de Estado que en estas ocasiones suelen ocuparse de preparar al presidente electo con el contexto adecuado. No est¨¢ claro, dada la poca informaci¨®n que ha suministrado el equipo de Trump, que haya habido en todo momento alguien tomando nota de las conversaciones. Algunas han ocurrido por canales informales y quiz¨¢ no protegidos. El primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, por ejemplo, felicit¨® a presidente electo de EE UU con una llamada a su tel¨¦fono m¨®vil personal, cuyo n¨²mero obtuvo por medio del golfista australiano Greg Norman.
La teor¨ªa del loco
Su origen se encuentra en el estudio de la teor¨ªa de juegos en pleno terror nuclear de los a?os cincuenta y sesenta. Pero fueron el presidente Richard Nixon, y su consejero Henry Kissinger quienes en los a?os setenta aplicaron la llamada teor¨ªa del loco (madman theory) ante la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Vietnam del Norte. Se trataba de intimidar al adversario, o negociar con ¨¦l, haci¨¦ndole creer que el presidente era un hombre impredecible e inestable, capaz de actuar irracionalmente y de acabar lanzando la bomba nuclear. La teor¨ªa del loco se ha recupera para explicar el comportamiento err¨¢tico de Donald Trump. Entonces era una t¨¢ctica muy meditada. No est¨¢ claro si ahora es el caso.
Los escuetos res¨²menes de las llamadas en los comunicados del equipo de transici¨®n presidencial, encargado de organizar el traspaso de poderes, han dejado en manos de los interlocutores del presidente-electo el control del mensaje. Ocurri¨® hace unos d¨ªas en la llamada de Trump con el primer ministro de Pakist¨¢n, Muhammad Nawaz Sharif. El Gobierno pakistan¨ª describi¨® con gran detalle la llamada en un comunicado. ¡°Eres un tipo genial. Est¨¢s haciendo un trabajo impresionante que es visible de muchas maneras¡±, le dijo Trump a Sharif, seg¨²n el comunicado.
Despu¨¦s se ofreci¨® a ¡°tener cualquier papel que [el primer ministro de Pakist¨¢n quiera] para abordar y encontrar soluciones¡± a los problemas del pa¨ªs. Y acept¨® una invitaci¨®n a visitarle. Pakist¨¢n es una potencia nuclear, el pa¨ªs en el que Osama bin Laden se refugi¨® hasta que un comando estadounidense lo mat¨® en 2011. En cada movimiento respecto a Pakist¨¢n, EE UU suele tener en cuenta a India. Obama no ha visitado Pakist¨¢n. Su antecesor, George W. Bush, s¨ª lo hizo, pero en un mismo viaje que le llev¨® a India.
Contacto con Filipinas
La misma semana, Trump habl¨® con Duterte, el nuevo presidente filipino, cuyo estilo histri¨®nico y provocador ha suscitado comparaciones con Trump. De nuevo, fue Duterte quien resumi¨® la llamada diciendo que el presidente-electo de EE UU apoyaba su campa?a antidrogas, bajo sospecha por posibles violaciones de derechos humanos. El equipo de Trump no confirm¨® estos detalles ni tampoco la supuesta invitaci¨®n a visitarle a Washington.
El ¨²ltimo caso, y el m¨¢s ruidoso, fue la llamada el viernes con Tsai Ing-wen, la presidenta de Taiw¨¢n. Es la primera conversaci¨®n conocida entre un presidente o un presidente-electo de EE UU, y su hom¨®logo taiwan¨¦s desde que en 1979 EE UU decidi¨® reconocer a la Rep¨²blica Popular de China como ¨²nico interlocutor oficial chino y rompi¨® las relaciones diplom¨¢ticas con Taiw¨¢n. La llamada sembr¨® dudas sobre la Pol¨ªtica de Una China. Vigente desde los a?os setenta, esta pol¨ªtica reconoce a la Rep¨²blica Popular de China como el ¨²nico gobierno chino legal, y a Taiw¨¢n como parte de este pa¨ªs.
La conversaci¨®n entre Trump y Tsai, iniciada por esta seg¨²n el presidente electo, puede interpetarse como un acto fruto de la improvisaci¨®n, una llamada de cortes¨ªa sin mayor significado geoestrat¨¦gico. En este caso, podr¨ªa quedar como un tropiezo propio de un presidente inexperto, y nada m¨¢s. Si responde a un giro estrat¨¦gico, a un cambio en la relaci¨®n con China ¡ªuna l¨ªnea defendida por muchos republicanos¡ª, las implicaciones son mayores.
En ambos casos, la nueva pol¨ªtica de EE UU est¨¢ envuelta en una nebulosa, sujeta a interpretaciones e hip¨®tesis que tradicionalmente se aplicaban a actores considerados irracionales, como Corea del Norte, o a reg¨ªmenes opacos como la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Si los primeros pasos anticipan la gesti¨®n de Trump, mundo deber¨¢ acostumbrarse a tratar con una primera potencia m¨¢s imprevisible que de costumbre.
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