Obligaciones soberanas
La nueva Casa Blanca estar¨¢ llena de guerreros negacionistas del cambio clim¨¢tico
La idea de un mundo gobernado es ajena a la mentalidad de quienes, como Donald Trump, propugnan el regreso de Estados Unidos a una grandeza perdida con la regla de oro de situar el inter¨¦s de su pa¨ªs por encima de cualquier cosa. Aunque America First es lo m¨¢s parecido al espanto del prohibido Deutschland ¨¹ber alles, nada en los nombramientos del presidente electo desmiente hasta ahora este nuevo rumbo guiado por el inter¨¦s de las grandes empresas estadounidenses a costa de sembrar el caos en el resto del planeta.
En la pr¨®xima Administraci¨®n ser¨¢n numerosos y brillar¨¢n los guerreros negacionistas del cambio clim¨¢tico: el secretario de Energ¨ªa, Rick Perry, quer¨ªa eliminar su departamento cuando fue candidato en las primarias republicanas; el de Interior, Ryan Zinke, es un enemigo declarado de los ecologistas; el de Medio Ambiente, Scott Pruitt, nunca ha cre¨ªdo en el objeto que trata su agencia; y el de Estado, Rex Tillerson, presidente de Exxon Mobil, cuenta como bazas su amistad con Vlad¨ªmir Putin y la envergadura de la empresa que ha presidido hasta ahora, capaz de contravenir los intereses de su propio Gobierno, como sucedi¨® en Irak, donde se ali¨® con los kurdos en detrimento del Gobierno de Bagdad.
Soberan¨ªa no es ¨²nicamente dominio, sino sobre todo responsabilidad, especialmente respecto a la poblaci¨®n. Un Estado que no garantiza la vida y las libertades de sus ciudadanos no merece su reconocimiento como leg¨ªtimamente soberano. Se trata de la responsabilidad de proteger que abre la puerta al derecho de injerencia y tuvo su momento culminante, y probablemente ¨²ltimo en muchos a?os, en la intervenci¨®n de la OTAN en Libia, cuando la protecci¨®n de la poblaci¨®n rebelde de Bengasi ante la ofensiva militar de Gadafi llev¨® a un cambio de r¨¦gimen, tarea para la que nadie ten¨ªa autorizaci¨®n legal.
La llegada de Trump a la Casa Blanca ha superado de un manotazo todo el debate sobre el orden internacional y las limitaciones a la soberan¨ªa de los Estados. Con los populismos regresan los deseos de soberan¨ªa nacional en competencia entre Estados dispuestos a perjudicar al vecino en una selva hobbesiana donde se impone la ley del m¨¢s fuerte. Para la diplomacia y la comunidad de las relaciones internacionales, esta regresi¨®n es lo m¨¢s parecido a una cat¨¢strofe. De ah¨ª que la veterana revista Foreign Affairs, surgida en 1922 al calor del internacionalismo wilsoniano, haya querido en su pr¨®ximo n¨²mero ofrecer un abanico de ideas que puedan servir como alternativa al vac¨ªo trumpista. Entre ellas destaca el concepto de obligaciones soberanas, que son las que tiene todo Estado respecto a los otros Estados y a los ciudadanos del resto del mundo. El padre de dicho concepto, que hace responsable del futuro del planeta a quienes emiten m¨¢s gases a la atm¨®sfera y producen m¨¢s combustibles f¨®siles, es Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, la instituci¨®n que edita la revista. Haass es un republicano centrista, que trabaj¨® con George W. Bush. Su nombre, que circul¨® en las listas para ocupar el puesto de secretario de Estado, hubiera sido una enmienda a la totalidad del Trump que estamos conociendo hasta ahora.
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