Unos de vuelta y otro de ida
En la guerra contra las drogas en M¨¦xico y en Colombia, el crimen organizado es m¨¢s letal
Filipinas, lejana de Latinoam¨¦rica y Espa?a, estuvo, sin embargo, muy cerca en la historia. Josecito P¨¦rez ¡ªo cualquier nombre parecido¡ª podr¨ªa ser el nombre de miles de filipinos en Manila, Ceb¨² o Quezon City. Seguramente hablan hoy s¨®lo tagalo o ingl¨¦s y no castellano, pero en nombres hisp¨¢nicos regados entre sus 100 millones de habitantes est¨¢ la huella de la historia.
El Gobierno de Washington est¨¢ ante un dilema m¨¢s: la ley o la barbarie para enfrentar a las drogas il¨ªcitas.
Colonizada por Espa?a en el siglo XVI, pas¨® a ser gobernada una etapa a trav¨¦s de la Capitan¨ªa General de Guatemala del americano Virreinato de Nueva Espa?a. Esa cercan¨ªa de anta?o qued¨® luego en la distancia de la historia. Hoy, el discurso pol¨ªtico que sale de Manila y el que, simult¨¢neamente, emerge desde Latinoam¨¦rica sobre ciertos temas fundamentales est¨¢ en las ant¨ªpodas y pone al nuevo Gobierno de Washington ante un dilema m¨¢s: la ley o la barbarie para enfrentar a las drogas il¨ªcitas.
De un lado, el realismo y la sensatez que sale de la experiencia. Juan Manuel Santos, al recibir el Nobel de la Paz, enfatizaba hace unos d¨ªas que era necesario ¡°replantear la guerra contra las drogas [...] igual o incluso m¨¢s da?ina que todas las guerras juntas que hoy se libran en el mundo¡±. ¡°Esto no se resuelve a balazos¡±, dec¨ªa casi simult¨¢neamente en M¨¦xico el general Salvador Cienfuegos, secretario (ministro) de Defensa, enf¨¢tico en que esa no es tarea del Ej¨¦rcito y que ¨¦ste debe ¡°regresar a sus tareas constitucionales¡±.
Ser¨ªa muy grave la condescendencia con las ejecuciones extrajudiciales alentadas p¨²blicamente desde el poder
Mientras, en otro lado del globo, el nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, levanta la consigna de la muerte. Este mismo lunes declaraba orgulloso que ¨¦l como alcalde de Davao hac¨ªa rondas en moto para matar ¨¦l mismo a ¡°sospechosos¡±. Como presidente inici¨® en julio su propia ¡°guerra contra las drogas¡± desde el Gobierno incentivando a la polic¨ªa y a los ciudadanos a matar a sospechosos de comerciar o usar drogas; m¨¢s de 3.000 personas han sido ya asesinadas.
Mientras unos van de regreso otro va letalmente de ida. Si hay dos pa¨ªses que podr¨ªan enrostrar al mundo los dram¨¢ticos efectos de la guerra contra las drogas, con sus decenas de miles de muertos, ser¨ªan, precisamente, Colombia y M¨¦xico.
Mientras ser¨ªan m¨¢s de 100.000 los muertos de la guerra contra el narco en M¨¦xico y otro tanto en Colombia, despu¨¦s de tres d¨¦cadas la producci¨®n y tr¨¢fico de drogas il¨ªcitas no s¨®lo se ha mantenido ¡ªo aumentado¡ª sino que se han hecho m¨¢s letales e intrincadas las redes del crimen organizado. El tel¨®n de fondo de la ¡°guerra que nadie gan¨®¡± est¨¢, como se sabe, en l¨ªneas de pol¨ªtica generadas desde Washington b¨¢sicamente por Nixon, primero, y Reagan, despu¨¦s. Esta fue gradualmente revisada al punto de que las palabras y el concepto ¡°guerra contra las drogas¡± desapareci¨® totalmente del lenguaje de la pol¨ªtica exterior estadounidense en la gesti¨®n de Barack Obama.
?Qu¨¦ viene ahora con Trump? Dif¨ªcil saberlo en alguien tan err¨¢tico en afirmaciones y juicios. Para Duterte, desde las Filipinas, la pel¨ªcula parecer¨ªa estar clara. Ha contado de una supuesta conversaci¨®n telef¨®nica el 2 de diciembre con Trump en la que ¨¦ste le habr¨ªa manifestado apoyo a sus pol¨ªticas. Transcurridos m¨¢s de 10 d¨ªas, esas afirmaciones de Duterte no han sido desmentidas por Trump o sus asesores.
Si bien no cabe especular sobre el tema, la falta de reacci¨®n en el equipo de Trump frente a esa conversaci¨®n con Duterte, as¨ª como el ¨¦nfasis reiterado de Trump en su campa?a a la ¡°ley y orden¡± (law and order), lema principal de la campa?a presidencial de Nixon, abren interrogantes sobre si Washington desde enero ser¨¢ silentemente c¨®mplice de la sangrienta guerra contra las drogas de Duterte.?
Ser¨ªa muy grave la condescendencia con las ejecuciones extrajudiciales alentadas p¨²blicamente desde el poder. No s¨®lo por lo que tiene de distorsi¨®n de las funciones de la autoridad, sino por la dificultad que le crear¨ªa a pa¨ªses que, habiendo pagado con la sangre de miles de sus compatriotas el mayor precio de la guerra contra las drogas, pugnan hoy por revisar el camino recorrido.
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