M¨¦xico frente al muro de Trump
Erigir un muro fronterizo es un acto hostil. El sentimiento antiinmigrante se ha instalado en Estados Unidos. El Gobierno de Pe?a Nieto debe ser firme en sus respuestas
Al amenazar con deportar a los inmigrantes indocumentados ¡ªla mitad mexicanos¡ª, construir un muro en la frontera con M¨¦xico y acabar con el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte (NAFTA, en ingl¨¦s), Donald Trump convirti¨® a M¨¦xico en un asunto central de su campa?a. El vecino del sur no pudo, no supo, no quiso responder.
Se ha generado de manera expl¨ªcita un sentimiento antimexicano en Estados Unidos que no exist¨ªa antes o no daba la cara. Hoy d¨ªa, dentro de amplios sectores de la sociedad norteamericana es aceptable ser abiertamente antimexicano. No antilatino ni antichicano, sino antimexicano: de all¨ª vienen los violadores, los narcotraficantes, los asesinos, los ¡°bad hombres¡±.
Asimismo, ha adquirido derecho de ciudad un sentimiento anti libre comercio. Se volvi¨® razonable ser cr¨ªtico con los acuerdos de libre comercio pasados y futuros. Conviene recordar el tercer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, cuando en varias ocasiones este le espet¨® a su adversaria que ¡°el NAFTA es el peor acuerdo de la historia de Estados Unidos y tu marido lo firm¨®¡±. Hillary guard¨® silencio.
En tercer lugar, se ha legitimado un sentimiento antimigrante, distinto al antimexicanismo. Se refleja en el deseo de muchos de llevar a cabo deportaciones masivas, no s¨®lo de mexicanos. La ira antimigrante que desemboca en la promesa de deportaciones masivas se aplica a todos.
?C¨®mo deben reaccionar los mexicanos? No disponemos de una opci¨®n seria de diversificaci¨®n: ni China, ni Europa, ni Am¨¦rica Latina. La respuesta es m¨¢s integraci¨®n, no menos. Una relaci¨®n m¨¢s estrecha, m¨¢s intensa entre M¨¦xico y Estados Unidos y, en la medida de lo posible, con Canad¨¢.
Hoy d¨ªa, en amplios sectores de la sociedad norteamericana es aceptable ser antimexicano
Primero, en materia de comercio, de salarios y de empleos, es preciso entender que s¨ª hay muchos perdedores con el NAFTA. Tal vez en ambos pa¨ªses sean minoritarios, pero se trata de minor¨ªas significativas. Para ellos, existen pol¨ªticas de mitigaci¨®n, de compensaci¨®n, de apoyo, de capacitaci¨®n que no se han puesto en pr¨¢ctica. Mientras su aplicaci¨®n no ocupe un lugar primordial, se extender¨¢ a¨²n m¨¢s el citado sentimiento anti libre comercio. Esto abarca tambi¨¦n el tema de los salarios en M¨¦xico y de los empleos en Estados Unidos.
La l¨®gica del NAFTA es infernal: que se mantengan bajos los salarios en M¨¦xico para que los empleos de Estados Unidos se desplacen a M¨¦xico y se incremente la competitividad de las empresas en Am¨¦rica del Norte. Esto beneficia a ambos pa¨ªses, pero tambi¨¦n los perjudica. En Estados Unidos hay quien pierde un buen empleo y lo ve sustituido con uno malo. En M¨¦xico se comprimen los salarios para atraer inversi¨®n norteamericana. A la larga, los dos pa¨ªses ganan en un registro, pero pierden en otro.
Parar a los centroamericanos o dejarlos pasar hacia el norte deber ser una ficha en la negociaci¨®n con EEUU
Debe haber una negociaci¨®n entre M¨¦xico y Estados Unidos para alcanzar salarios m¨¢s elevados mediante acuerdos m¨ªnimos en determinadas industrias o regiones, una por una. Se lograr¨¢ una menor y m¨¢s pausada hemorragia de empleos, fomentando la convergencia salarial de ambas sociedades.
El caso m¨¢s obvio es la industria automotriz. Ocupa a m¨¢s de 700.000 trabajadores en M¨¦xico, desde componentes hasta el ensamble final. Perciben salarios inaceptables: de 300 a 400 d¨®lares al mes de promedio y al comienzo. Un empleado de la misma empresa en Michigan gana casi 30 d¨®lares la hora: dependiendo del tipo de cambio y de horas extra, hasta 30 veces m¨¢s. Esta din¨¢mica es insostenible. Para cambiarla es indispensable saber con qu¨¦ canicas contamos.
Tal vez resulte m¨¢s sensato buscar aliados entre las fuerzas opositoras, como el Partido Dem¨®crata
El presidente Enrique Pe?a Nieto ha optado por un acercamiento no contencioso con Trump. Desde su bochornosa invitaci¨®n al entonces candidato, ha intentado satisfacer sus exigencias. Ha aceptado reabrir las discusiones del NAFTA y ha limitado el debate acerca del ¡°muro¡± a qui¨¦n pagar¨¢ por ¨¦l¡, no si debiera construirse. Ha dicho que ayudar¨¢ a los mexicanos deportados, pero no ha esgrimido una postura firme contra las deportaciones en s¨ª mismas. M¨¦xico no tiene por qu¨¦ apaciguar a Trump as¨ª. Puede contraatacar. No ganar¨¢ todas las batallas, pero puede elevarle el coste de sus pol¨ªticas antimexicanas.
Sobre el NAFTA, M¨¦xico debe decirle a Washington que no quiere renegociarlo. Se pueden crear acuerdos secundarios para complementar el tratado y abordar nuevos temas o algunos viejos que no se incluyeron. Pero la renegociaci¨®n deber¨ªa ser inaceptable: abrir un proceso de esa naturaleza detendr¨ªa el flujo de inversiones a M¨¦xico por un buen tiempo.
Si el Gobierno de Trump decide abandonar el TLCANen respuesta, que as¨ª sea. Trump ser¨ªa responsable de terminar con un acuerdo que ha durado 22 a?os y que, a pesar de sus defectos y decepciones, ha funcionado razonablemente bien. Muchos intereses comerciales estadounidenses y diversas fuerzas pol¨ªticas, incluyendo numerosos republicanos, se resentir¨ªan. El da?o a la econom¨ªa mexicana ser¨ªa significativo, pero superable. Una renegociaci¨®n prolongada del NAFTA ser¨ªa peor.
En cuanto a las deportaciones, tambi¨¦n hay alternativas: seguir el ejemplo de la legislativa de California y la ciudad de Los ?ngeles, que asignaron varios millones de d¨®lares para apoyar a personas en v¨ªas de deportaci¨®n con abogados, traductores y trabajadores sociales. Las probabilidades de ganar en una audiencia de deportaci¨®n si se cuenta con un abogado se multiplican. El proceso es largo y doloroso, pero los californianos apuestan por la congesti¨®n del sistema jur¨ªdico migratorio para combatir las deportaciones. M¨¦xico debe hacer lo mismo. El Congreso debe aumentar el presupuesto de nuestros 50 consulados en Estados Unidos para m¨¢s personal local, abogados, espacio en los medios para instar a los mexicanos en v¨ªas de deportaci¨®n a pelear ante jueces de migraci¨®n. El prop¨®sito: sobrecargar el sistema para disuadir a las autoridades norteamericanos de su locura.
Enseguida, de la mano de Honduras, El Salvador y Guatemala, M¨¦xico puede recibir s¨®lo a deportados que Estados Unidos compruebe que en efecto son mexicanos. Los pa¨ªses del Tri¨¢ngulo del Norte pueden hacer lo mismo. Esto tendr¨ªa que llevarse a cabo en Estados Unidos. Como muchos migrantes mexicanos no autorizados carecen de documentos, esta medida trasladar¨ªa el coste pol¨ªtico y econ¨®mico de la deportaci¨®n de M¨¦xico a su vecino del norte. Las redes sociales transmitir¨ªan escenas de ni?os separados de sus padres atrapados en el limbo legal.
Pero al igual que con el rechazo a la repatriaci¨®n voluntaria, la comparaci¨®n no debe hacerse con el statu quo. Debe realizarse con los millones de deportaciones prometidas por Trump. A sus simpatizantes no les importar¨¢ la consumaci¨®n de esa amenaza, pero a muchos otros estadounidenses s¨ª. Podr¨ªa Trump abandonarla.
Sobre el muro, es absurdo que M¨¦xico diga que no le importa mientras no lo pague. El Gobierno mexicano debe oponerse a su construcci¨®n. Erigir un muro fronterizo es un acto hostil. El coste y el peligro de cruzar sin documentos se elevar¨ªan, lo que aumentar¨ªa el lucro y las rentas extraordinarias para las mafias del crimen organizado.
Una vez que M¨¦xico anuncie su oposici¨®n al muro, debemos recurrir a todas las herramientas legales, ambientales, pol¨ªticas, sociales, culturales y regionales para detener la construcci¨®n. Hay que movilizar a las comunidades binacionales en Arizona, California, Nuevo M¨¦xico y Texas contra la construcci¨®n del muro, hasta que el coste de perseverar con esa idea absurda se eleve.
Asimismo, M¨¦xico puede aprovechar la reciente decisi¨®n de California de legalizar la marihuana recreativa. Dicha decisi¨®n en el Estado m¨¢s poblado de Estados Unidos vuelve rid¨ªcula nuestra guerra contra las drogas. ?Cu¨¢l es el prop¨®sito de enviar soldados mexicanos a quemar sembrad¨ªos y ubicar narcot¨²neles si cuando la marihuana llega a California se vende en cualquier dispensario? El Gobierno de M¨¦xico no tiene por qu¨¦ cooperar con un r¨¦gimen hostil en Washington; las autoridades deber¨ªan hacer la vista gorda frente a nuestras exportaciones de marihuana.
Contamos con otra ficha: la frontera sur. A partir de las elecciones en Estados Unidos, se ha producido un incremento significativo en el n¨²mero de migrantes centroamericanos emprendiendo el peligroso camino hacia ese pa¨ªs. Ahora se trata de familias enteras. Trump ha dicho que va a construir su muro, y ser¨ªa sensato que personas con la intenci¨®n de irse a Estados Unidos desde Centroam¨¦rica adelanten su viaje.
Cuando se produjo la primera ola de menores de edad no acompa?ados a Estados Unidos, en julio de 2014, el Gobierno de Pe?a Nieto acept¨® la solicitud de la Casa Blanca de contener el flujo. El razonamiento era atendible. Hab¨ªa que evitar que se desatara una histeria antiinmigrante en Estados Unidos, justo cuando parec¨ªa posible legalizar a millones de indocumentados. Se pod¨ªa entender que M¨¦xico apoyara a Obama en ese momento, aunque muchos de los ni?os fueran calificados como refugiados, y Pe?a Nieto no haya pedido nada a cambio.
Hoy no tiene sentido que M¨¦xico le haga el trabajo sucio a Estados Unidos si su presidente construye muros, deporta a mexicanos o revisa el Tratado de Libre Comercio. Detener a los centroamericanos en la frontera sur o dejarlos pasar hacia la frontera norte debe ser una de las fichas de negociaci¨®n que M¨¦xico utilice en la confrontaci¨®n venidera.
Una pen¨²ltima canica consiste en nuestra capacidad de negociar en paquete este conjunto de temas, mientras que los estadounidenses prefieren negociar por partes. La ortodoxia de la canciller¨ªa mexicana ha tendido a optar por la compartimentalizaci¨®n, para que ning¨²n tema contamine a los otros. Hoy nos conviene m¨¢s armar un paquete. En Washington, las agencias involucradas en la relaci¨®n con M¨¦xico suelen ser muchas, independientes y conflictuadas unas con otras. Recordemos que, para los negociadores mexicanos, el tema de Estados Unidos es fundamental y objeto de experiencia y de estudio; para los norteamericanos, el tema mexicano no lo es.
Una ¨²ltima moneda de cambio consiste en las banderas que podemos izar. Con toda la hipocres¨ªa que se quiera, Estados Unidos ha sido la cuna y el baluarte de los valores de Occidente desde hace dos siglos. Estos hoy se ven amenazados por Trump. M¨¦xico puede volverse uno de sus defensores, por ser nosotros los m¨¢s afectados.
?De qu¨¦ valores se trata? Para empezar, los derechos humanos la democracia, y el combate a todas las posturas que los contradicen: el racismo, la xenofobia, la misoginia, la homofobia, el antisemitismo.
La defensa del orden jur¨ªdico internacional existente, de las organizaciones multilaterales y regionales que lo acompa?an, de las ideas de libre comercio y de la libre circulaci¨®n de bienes, capitales y personas, del derecho internacional humanitario, son banderas que M¨¦xico podr¨ªa utilizar en la resistencia contra Trump.
Habr¨¢ muchos pa¨ªses que nos acompa?en, tanto en Am¨¦rica Latina como en Europa. Algunos se preguntar¨¢n qui¨¦nes somos para hablar de derechos humanos. Hay algo de cierto en eso, pero, si dejamos atr¨¢s las guerras absurdas contra las drogas, tal vez s¨ª podamos abordarlos.
Esta ficha se relaciona estrechamente con nuestras opciones dentro de Estados Unidos. En M¨¦xico siempre se ha privilegiado la relaci¨®n con el poder ejecutivo de Estados Unidos, y dentro del poder legislativo, con quienes detentan la mayor¨ªa. Pero en las circunstancias actuales tal vez resulte m¨¢s sensato dejar en una especie de stand by el v¨ªnculo con el Ejecutivo, salvo en lo que sea absolutamente indispensable, y buscar aliados entre las fuerzas opositoras a Trump para poder defendernos.
?Quienes? Primero, al derrotado Partido Dem¨®crata, en sus consagrados liderazgos y en los incipientes. Enseguida, a los sectores hispanos, tanto de segunda o tercera generaci¨®n, as¨ª como los ciudadanos mexicanos en Estados Unidos, con o sin papeles. Otros sectores importantes son las iglesias, la comunidad jud¨ªa y algunos sindicatos aliados nuestros en materia migratoria. Y, en general, todos los dem¨¢s sectores liberales en Estados Unidos: la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n, las universidades, las fundaciones y organizaciones de la sociedad civil norteamericana.
?Se molestar¨¢n los republicanos y el propio Trump con esto? Probablemente, s¨ª. ?Tenemos alternativas? Probablemente, no.
Algo similar ocurri¨® entre M¨¦xico y Estados Unidos a prop¨®sito de Centroam¨¦rica en los a?os ochenta, durante los conflictos centroamericanos. Los Gobiernos mexicanos terminaron hablando m¨¢s y sinti¨¦ndose m¨¢s cercanos a los sectores opositores a las guerras de Ronald Reagan en Centroam¨¦rica que con el Ejecutivo de Estados Unidos. No es una mala lecci¨®n.
Jorge G. Casta?eda, exministro de Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Ciencias Pol¨ªticas y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Armando R¨ªos Piter, licenciado en Derecho y Econom¨ªa, es senador del PRD en M¨¦xico.
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