Alepo tambi¨¦n perdi¨® su pasado
Una cuarta parte de la ciudad vieja, que atesoraba un gran patrimonio hist¨®rico, ha quedado totalmente destruida
Los mapas tur¨ªsticos acumulan polvo en la estanter¨ªa de un hotel sin clientes ni trabajadores. Los viejos folletos destacan como atractivo tur¨ªstico las joyas de la ciudad vieja, esos rincones a donde llegaba el eco de los muecines llamando a la oraci¨®n. El problema es que muchos de esos lugares han dejado de existir tras el paso de la guerra. "M¨¢s del 25% de la ciudad vieja de Alepo ha quedado totalmente destruida", dice Maamoun Abdulkarim, director general de Antig¨¹edades y Museos en Siria.
Las escasas familias que se aventuran esta semana entre las ruinas del casco antiguo se echan las manos a la cabeza, como si no pudieran aceptar el grado de destrucci¨®n que les rodea. Tres cuartos de los 13 kil¨®metros cuadrados con los que contaba el zoco medieval, considerado el mercado cubierto m¨¢s extenso del mundo, est¨¢n calcinados. Uno apenas pod¨ªa colarse entre las tiendas y el gent¨ªo. El olor a p¨®lvora reemplaza hoy el del incienso y de las especias que se mezclaba con el de los famosos jabones de Alepo. Sus puestos han sido saqueados.
Aunque algo de m¨²sica queda. A las puertas de la ciudadela entornan las caderas un grupo de j¨®venes al son del timbal, mientras que un risue?o vendedor ambulante distribuye caf¨¦ amargo a los soldados. La fortaleza, que se mantuvo en manos del Ej¨¦rcito sirio, ha sido preservada. Pero desde sus torres las vistas difieren de las de seis a?os atr¨¢s. La estructura del hotel Carlton, datada de finales del siglo XIX, ha desaparecido por completo. Tan solo se divisa un mont¨ªculo de escombros entre ¨¢rboles retorcidos. V¨ªctima entre bandos, la vieja Alepo es una sombra de su pasado.
El diagn¨®stico de Alepo es demoledor. Partida por la mitad desde que comenzara la guerra, esta ciudad con 4.000 a?os de antig¨¹edad se duele despu¨¦s del asedio. ¡°El 40% est¨¢ medianamente preservado y poco m¨¢s del 30% puede ser restaurado¡±, a?ade Abdulkarim en Damasco. ¡°La reconstrucci¨®n costar¨¢ miles de millones de euros¡±.
Volver a rezar en Alepo
Cargados de recuerdos, el goteo de vecinos cruza las puertas de la Mezquita Omeya por primera vez en un lustro. Llegan ansiosos por volver a orar en la joya de su ciudad, del siglo XII, pero acaban y¨¦ndose cabizbajos y con los ojos vidriosos. El pueblo entiende que la guerra implica destrucci¨®n, puede encajarlo, pero que insurrectos y yihadistas hayan convertido esta reliquia de su historia y religi¨®n en una arsenal militar es algo que no perdonan. Los sacos de arena se apilan contra los muros, aqu¨ª hay un casquillo de bala, all¨¢ una pintada en la pared. ¡°Los que han hecho esto no son musulmanes¡±, murmura indignado Hamil Kenefati, arquitecto en la cuarentena que acude a rezar acompa?ado por sus dos hijos. Los hombres terminan asimilando la cat¨¢strofe y buscan un rinc¨®n tranquilo donde extender sus alfombrillas y rezar.
El minarete, de mil a?os de antig¨¹edad y ¨²nica estructura original intacta desde su construcci¨®n, no ha sobrevivido al siglo XXI. Sin embargo, Maamoun Abdulkarim se muestra optimista dispuesto a levantarlo de nuevo con las piedras originales que yacen apiladas en el suelo. Todav¨ªa se pueden ver bombonas de gas atadas a un manojo de cables sobre la sala de rezo listas para explotar.
Las secuelas del conflicto pesan tambi¨¦n sobre sus vecinos, los mismos que con orgullo afirman vivir en la ciudad m¨¢s antigua de Oriente Medio. ¡°Cada piedra tiene una historia para nosotros. Ahora cada piedra es una herida¡±, dice en Alepo Rania Gazour, de 34 a?os y campeona nacional de culturismo. Gazour tambi¨¦n arrastra sus heridas, con la mano derecha salpicada de puntos, recuerdo de la metralla de un mortero. ¡°Como todo pueblo, ten¨ªamos nuestras quejas antes de la guerra, pero hoy, gracias a los armados y terroristas estamos m¨¢s unidos que nunca a un Gobierno que ha sabido defender a las minor¨ªas del pa¨ªs¡±.
Estas navidades acudi¨® a la misa de Navidad en la iglesia maronita, donde los fieles rezaron de pie entre bancos carbonizados. Lo hicieron a cielo abierto, pisando la techumbre que se precipit¨® sobre el suelo tras el impacto de una bomba casera.
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