El mundo ¨¢rabe, una ¡°naci¨®n futbol¨ªstica¡±¡¯
Los torneos de f¨²tbol se han convertido en uno de los pocos escenarios de solidaridad pan¨¢rabe
A medida que se acercaban las ocho de la tarde, hora de inicio de la final de la Copa de ?frica entre Egipto y Camer¨²n, iban desapareciendo las sillas libres en un bar popular del centro de la capital tunecina. Los m¨¢s tardones se tuvieron que conformar con ver el partido de f¨²tbol de pie desde la calle. Dentro, el aire era cada vez m¨¢s denso y cargado, pocos eran los clientes que no daban ¨¢vidos sorbos a una shisha, o pipa de agua. Una explosi¨®n de alegr¨ªa y aplausos quebr¨® la tensi¨®n inicial gracias el gol de Mohamed Elneny que pon¨ªa a ¡°los faraones¡± por delante en el marcador.
Al comienzo de la segunda parte, Camer¨²n empez¨® a achuchar la porter¨ªa del incombustible Essam al-Hadary ¡ªa sus 44 a?os, el ¨²ltimo h¨¦roe de Egipto¡ª, y el ambiente se fue tornando cada vez m¨¢s sombr¨ªo en el bar. Empate en el minuto 59, y desenlace cruel a falta de dos minutos para el final. ¡°?Un robo, ha sido un robo!¡±, se desga?itaba un adolescente con un peinado psicod¨¦lico sentado en primera fila. El locutor estrella de Al Yazira ¡ªtunecino, por cierto¡ª tambi¨¦n acus¨® con vehemencia al ¨¢rbitro de no haber visto una clar¨ªsima mano de Vincent Aboubacar. Sin embargo, la prensa internacional vio en la misma jugada un golazo del delantero camerun¨¦s, que solt¨® un certero latigazo despu¨¦s de un acrob¨¢tico control con el pecho.
Hubo un tiempo en el que las masas ¨¢rabes so?aron con crear un gran Estado ¨¢rabe entre el Tigris y el Atl¨¢ntico. Entonces, trav¨¦s de su radio Saut al-arab, el carism¨¢tico ra?s Gamal Abdel N¨¢sser arengaba a las masas del mundo ¨¢rabe y todo parec¨ªa posible. Luego vino la humillante derrota frente a Israel de 1967, y el fracaso de la uni¨®n entre Egipto y Siria. En los a?os ochenta, la fratricida guerra del L¨ªbano puso el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d del nacionalismo ¨¢rabe.
Muerta la naci¨®n pol¨ªtica ¨¢rabe, su esp¨ªritu, en una versi¨®n m¨¢s l¨²dica, resucita cada dos a?os en la Copa de ?frica y el Mundial. Seg¨²n varios aficionados tunecinos, la raz¨®n de su apoyo a Egipto no se debe a la compasi¨®n con el m¨¢s d¨¦bil. De hecho, antes de la final, Egipto hab¨ªa alzado siete veces el trofeo de campe¨®n de ?frica, por solo cuatro de Camer¨²n. Ambos equipos fueron unos finalistas improbables. Los leones indomables porque no contaban con varias de sus estrellas, que pusieron por delante sus clubes a la selecci¨®n. Y los faraones, porque despu¨¦s de la tragedia del estadio de Port Sa?d, su liga fue suspendida durante dos a?os, y a¨²n hay restricciones a la entrada a los estadios, con el consiguiente baj¨®n en el nivel del combinado nacional.
¡°Apoyamos a Egipto porque es un pa¨ªs ¨¢rabe. Siempre es as¨ª cuando T¨²nez no juega, ya sea un mundial o una copa de ?frica¡±, afirma An¨ªs Debchi, un peque?o empresario. Recuerdo o¨ªr unas parecidas opiniones en El Cairo, durante el Mundial del 2014. Ausente Egipto, las preferencias de los hinchas dibujaban una especie de composici¨®n de anillos identitarios conc¨¦ntricos: primero, los ¨¢rabes; luego, los africanos; y por ¨²ltimo los pa¨ªses musulmanes no ¨¢rabes. Se equivocan pues aquellos que aseguran que el mundo ¨¢rabe. desgarrado hoy por varias guerras intestinas, es una invenci¨®n. Al menos, existe como ¡°naci¨®n futbol¨ªstica¡±.
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