Las ambulancias villeras salvan vidas en Argentina

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In English: How shanty town ambulances are saving lives in Argentina

Octavio no puede moverse. Una enfermedad degenerativa lo mantiene postrado en una silla de ruedas en el coraz¨®n de la villa 1-11-14, en el Bajo Flores de Buenos Aires, uno de los asentamientos m¨¢s grandes de la capital argentina. Cerca de all¨ª naci¨® el Papa Francisco, qui¨¦n alimento buena parte de su conciencia pastoral en esas calles angostas, rodeadas de casas precarias de dos plantas de ladrillo a la vista. Para Octavio, el barrio es su peor enemigo. No porque sea inseguro, sino porque las ambulancias que deben trasladarlo al tratamiento que realiza se niegan a entrar en sus callejuelas. No entran para ayudar a Octavio ni a ning¨²n otro vecino. Dicen que los asaltan, se sienten inseguros. Por eso desde hace dos a?os funciona la Central de Emergencias Villeras. Con los rostros del Che Guevara y el cura Carlos Mugica, asesinado en 1974 por su militancia a favor de los pobres, estampados en la carrocer¨ªa, cinco m¨®viles recorren 20 asentamientos de la capital para llegar all¨ª donde el Estado no llega.

En un galp¨®n lindante con la villa hay un centro de la Corriente Villera Independiente, un movimiento piquetero de izquierda que realiza acciones de calle para hacer o¨ªr sus reclamos. La Corriente cre¨® hace dos a?os la Central de Emergencias con vecinos y vecinas que se cansaron de esperar y estudiaron para enfermer¨ªa y conducci¨®n de ambulancias. Hoy atienden los llamados que le llegan desde la 1-11-14. La mayor parte de los viajes de las ambulancias son ¡°programados¡±, como el de Octavio, pero tambi¨¦n atienden emergencias. Ha sido una cuesti¨®n de supervivencia. Los ch¨®feres y las enfermeras viven en la villa y conocen cada metro del laberinto de calles donde trabajan.

¡°El problema era que para llamar a una ambulancia hab¨ªa que contactar con la polic¨ªa. Eso demoraba mucho tiempo y los vecinos se mor¨ªan de cosas evitables, como un simple ataque de epilepsia¡±, dice Marina Joski, coordinadora de la Central. ¡°Otro problema es que nuestras casas tienen dos o tres pisos unidos por escaleras caracol. Un obeso m¨®rbido, por ejemplo, que tiene que ir al hospital a cambiarse una sonda deb¨ªa quedarse en su casa porque ninguna ambulancia quiere bajarlo¡±, explica. Ah¨ª es donde entra la segunda pata de la atenci¨®n primaria de la Central: los bomberos.

Formado por j¨®venes del barrio, el cuerpo de bomberos de la Central asiste a las ambulancias en el traslado de casos ¡°complicados¡±. Y tambi¨¦n apaga incendios. ¡°Al principio corr¨ªamos por los pasillos con un matafuego en cada mano, mientras repart¨ªamos volantes con nuestro tel¨¦fono para que nos conocieran¡±, explica Humberto Quispe. Hace 7 meses lograron comprar una peque?a autobomba usada, bien equipada e ideal para las calles angostas de los barrios. ¡°Llegamos antes porque conocemos las calles. Damos la primera asistencia y luego dejamos que trabajen los bomberos de la polic¨ªa¡±, explica Augusto, de 19 a?os. A su lado, Harold dice que el principal problema son los cortocircuitos, porque en la villa el cableado informal es un peligro que se acrecienta sobre todo en invierno, cuando las casas encienden los calefactores el¨¦ctricos. La Central tiene un gimnasio para mantener en forma al personal y los equipos necesarios para el trabajo, todo financiado a pulm¨®n, sin ayuda estatal ni de empresas. Y los empleados forman parte de una cooperativa donde todos cobran el mismo salario.

Joski aclara que el trabajo de la Central va mucho m¨¢s all¨¢ de las ambulancias y bomberos, gracias a una red que incluye tambi¨¦n centros de salud primaria y hasta unidades de asistencia toxicol¨®gica. El sistema se sostiene gracias a 500 personas, que trabajan cada d¨ªa con una l¨®gica que busca cambiar la pol¨ªtica del reclamo por la de la acci¨®n. Como cuando decidieron resolver el problema de la trata de menores. ¡°Nos dimos cuentas que nuestras chicas eran cooptadas a la salida de la escuela secundaria, afuera del barrio¡±, dice Joski. ¡°Entonces compramos dos buses y las llevamos al colegio. Las esperamos cuando salen de la escuela y las dejamos en el ingreso de la villa¡±, dice. Los buses est¨¢n guardados en el galp¨®n de la central, junto a un enorme cami¨®n atmosf¨¦rico, utilizado para vaciar las c¨¢maras s¨¦pticas de miles de casas que no tienen cloacas. El rebalse de esos pozos es uno de los principales problemas de salubridad del barrio.

El m¨®vil de Joski no deja de sonar para recibir pedidos de ambulancias y al final de mes la Central habr¨¢ realizado unos 700 viajes de asistencia en toda la capital, evidencia de la demanda que han satisfecho. Poco a poco los hospitales p¨²blicos han tomado en serio su trabajo e incluso les piden traslados en zonas que consideran conflictivas. Hasta all¨ª llegan las ambulancias villeras.