Nacer, vivir y morir entre los muros de L¨ªbano y Palestina
En el campo de refugiados de Ein el Helwe, de 1,5 kil¨®metros cuadrados, se hacinan 75.000 personas
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Desperdigados entre los 11 campos de refugiados palestinos que alberga L¨ªbano, el de Ein el Helwe, cercano a la sure?a ciudad de Sid¨®n, parece a primera vista un centro penitenciario. En esta microciudad de kil¨®metro y medio cuadrado se hacinan 75.000 personas en uno de los pedazos del mundo m¨¢s densamente poblados.
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Construido en 1948 tras la creaci¨®n unilateral del Estado de Israel, lo que en este lado de la frontera se conoce como la Naqba (cat¨¢strofe), los refugiados y sus descendientes viven cercados por muros y vallas. Las cuatro ¨²nicas entradas y salidas del campo son custodiadas por soldados libaneses. En este agujero y dependientes de las ayudas de la ONU, conviven hasta cuatro generaciones fruto del ¨¦xodo forzado.
Hay ancianos que han nacido, vivido y muerto entre sus muros. Los barrios han sido bautizados mimetizando las regiones de origen de los refugiados. Las dos ¨²nicas calles transitables por veh¨ªculos parten el campo en dos y reflejan la misma divisi¨®n pol¨ªtica que separa Gaza de Cisjordania. En la calle de arriba gobiernan Fatah y sus aliados. En la de abajo lo hacen Ham¨¢s y los grupos islamistas.
Los muros, legales, sociales y f¨ªsicos, torpedean la vida de los 400.000 refugiados palestinos que habitan en el diminuto pa¨ªs (representado un 10% de la poblaci¨®n total). Conscientes de que nunca podr¨¢n franquear los 62 kil¨®metros que separan Ein el Helwe de Palestina, las nuevas generaciones truecan el sempiterno discurso del derecho al retorno por la m¨¢s factible h¨¦jira.
Saben que su ¨²nica oportunidad para pisar la tierra que solo conocen por boca de sus abuelos, es cruzar ilegalmente los 1.600 kil¨®metros de fronteras que les separan de las costas europeas, y una vez all¨ª, so?ar con un pasaporte que les permita viajar como turistas a la tierra de sus ancestros.
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