Culto a Franco en ?msterdam
El nieto de un holand¨¦s que combati¨® en la Guerra Civil espa?ola abre las puertas de su casa para ense?ar una colecci¨®n kitsch sobre el dictador
En una ciudad tan tolerante y permisiva como ?msterdam choca encontrarse con un cartel de este tipo en la entrada de una exposici¨®n: ¡°Estrictamente prohibido a rojos¡±. Una vez atravesado el umbral queda claro por qu¨¦. ??
Henk de Groot, el?nieto de un holand¨¦s que combati¨® en la Guerra Civil espa?ola, ha convertido su apartamento en el Jordaan, un barrio bohemio, en un museo dedicado a ensalzar la figura del dictador Francisco Franco. Ah¨ª fuera podr¨¢ ser 2017, esta ser¨¢ la ciudad m¨¢s liberal del mundo, pero en el piso de soltero de este antiguo empleado de la aerol¨ªnea KLM corre el a?o 1936 y huele a golpe de Estado. ? ?
Las piezas exhibidas en esta muestra gratuita, en realidad, no tienen mucho valor, por muy orgulloso que est¨¦ su propietario. Son souvenirs que pueden comprarse en ventas de camioneros de las antiguas carreteras nacionales, junto a casetes de Camela y Junco. M¨¢s que un museo es una sucursal de Casa Pepe, un bar de Despe?aperros repleto de utiler¨ªa kitsch con el sello del yugo y las flechas. ? ? ??
Lo m¨¢s interesante del museo de Henk es el propio Henk, que hace de gu¨ªa a los visitantes y ofrece cerveza y tapas al acabar el recorrido. Cuenta que Henrik de Groot, su abuelo, era un marinero cat¨®lico de Delfzijl, en el norte de Holanda. En 1937 se uni¨® a la brigada irlandesa que combati¨® junto a los golpistas en defensa de la Iglesia: "Mi abuelo no soportaba la violencia contra monjas y curas. En Espa?a hubo mucho terror rojo". ?
Sus dos palabras favoritas en espa?ol son rojo y pajarraco. Los que le caen mal, la gente que le complica la vida, son "pajarracos"; los que piensan diferente son "rojos", en general. ?A menudo, como cuando se cruza con alguien que lleve una camiseta del Che Guevara, convergen las dos circunstancias. Sabe que se encuentra, sin duda, ante un "pajarraco rojo".
Henk tiene 67 a?os y fue boxeador de joven. Visto as¨ª de cerca no es alguien con quien apetezca discutir. Sin embargo, se pasea en bicicleta por el centro de ?msterdam con una camiseta que lleva estampado en el pecho el escudo del ¨¢guila, en honor a su abuelo, y a menudo el d¨ªa acaba en bulla. Los espa?oles ofendidos le gritan "facha de mierda" pero ¨¦l no se molesta en comprobar de d¨®nde le llueven los insultos. Solo levanta el brazo y responde: "Arriba Espa?a". La escena ocurre dos o tres veces en semana frente a un p¨²blico que desconoce el motivo de la disputa. ? ?
En otra ocasi¨®n dice que se vio rodeado de "siete u ocho catalanas, separatistas a buen seguro", de las que tuvo que huir antes de que el asunto pasase a mayores. En un requiebro argumentativo, Henk asegura que es alguien "muy tolerante", que respeta las ideas de los dem¨¢s pero que tambi¨¦n quiere que respeten las suyas, por contradictorio que sea. Es viudo y, "por desgracia", sus hijos son de izquierdas.
En el apartamento debe haber m¨¢s de 1.000 fotograf¨ªas, banderas, libros cuadros, toallas, mecheros, s¨¢banas y otros objetos con la cara de Franco estampada. No es que haya colas en la puerta, dice tener unos 20 visitantes a la semana, pero en el futuro espera tener mayor repercusi¨®n. "Estoy jubilado y no tengo nada mejor que hacer", dice Henk. El tiempo corre a su favor. ? ??
Henk veranea con otros compatriotas en unos apartamentos de Torremolinos, ?pero en los ¨²ltimos meses le ha surgido un peque?o contratiempo. A la nueva gerente del edificio no le hace ninguna gracia que haga apolog¨ªa de un tiempo tan oscuro de la historia de Espa?a. Henk resopla: ?"Es una pajarraca roja".?
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