Trump apuesta por la ¡°m¨¢xima cooperaci¨®n militar¡± con Egipto y olvida las violaciones de derechos humanos
¡°Quiero dejar claro que respaldamos a Al Sisi, ha hecho un trabajo fant¨¢stico¡±, proclama el presidente de EE UU
Los derechos humanos no son la prioridad de Donald Trump. Poco importan las c¨¢rceles repletas de opositores, las denuncias de torturas y la supresi¨®n de libertades civiles. El presidente de EEUU recibi¨® hoy con los brazos abiertos a su hom¨®logo egipcio, Abdelfat¨¢ Al Sisi, y trat¨® de reactivar una relaci¨®n bilateral que Barack Obama, ante los abusos del r¨¦gimen, hab¨ªa puesto en el congelador. ¡°Quiero dejar claro que respaldamos a Al Sisi, ha hecho un trabajo fant¨¢stico¡±, clam¨® Trump, quien ofreci¨® un futuro com¨²n basado la ¡°m¨¢xima cooperaci¨®n militar¡± y la lucha contra el terrorismo.
El mariscal Al Sisi logr¨® una victoria con solo entrar en la Casa Blanca. Como ¨¦l mismo record¨® euf¨®rico, desde hac¨ªa ocho a?os ning¨²n mandatario egipcio hab¨ªa sido recibido oficialmente en el Despacho Oval. La Administraci¨®n Obama lo hab¨ªa evitado cuidadosamente. Ante la inestabilidad zonal y los abusos, Washington cultiv¨® la distancia. Y cuando Al Sisi derroc¨® en julio de 2013 con un golpe de Estado al presidente Mohamed Morsi, l¨ªder de los Hermanos Musulmanes, opt¨® por alejarse a¨²n m¨¢s: limit¨® la asistencia militar y deneg¨® la venta de armamento de gran alcance.
Parte de las restricciones fueron levantadas en 2015, pero la frialdad ha subsistido. El motivo es bien conocido. El general, un hombre taciturno y con un amor ilimitado por los fastos, ha desencadenado una feroz represi¨®n contra los Hermanos Musulmanes. La desaparici¨®n de disidentes y las torturas y los asesinatos pol¨ªticos, seg¨²n informes del Departamento de Estado, se han vuelto moneda com¨²n.
Pero en su ataque al islamismo radical, ha ido mucho m¨¢s all¨¢ de la persecuci¨®n del movimiento opositor. El r¨¦gimen ha puesto contra las cuerdas los derechos civiles, la independencia de la prensa y la libertad religiosa. Bajo el mando de Al Sisi, Egipto con 130 millones de habitantes, vive d¨ªas oscuros.
Escudo anti-iran¨ª
El presidente egipcio es una pieza fundamental en el tablero que Donald Trump est¨¢ dise?ando para Oriente Pr¨®ximo. El mandatario estadounidense impulsa un esfuerzo diplom¨¢tico, con apoyo de Israel, para que pa¨ªses de mayor¨ªa sun¨ª como Egipto, Arabia Saud¨ª o Jordania se sumen a un frente anti-iran¨ª, el gran enemigo zonal. Con este objetivo, tanto el multimillonario como su yerno y asesor, Jared Kushner, han desplegado en los ¨²ltimos intensos contactos con los mandatarios ¨¢rabes. Hasta el momento, la respuesta de Al Sisi, seg¨²n la Casa Blanca, ha sido buena.
Todo ello ha desaparecido hoy de la agenda. Como ya hab¨ªa advertido la Casa Blanca, Trump prefiere no ventilar p¨²blicamente las cuestiones de derechos humanos, sino llevarlos a un ¡°plano m¨¢s discreto¡±. Retiradas las espinas, en la mesa de negociaci¨®n se sentaron ¡°dos grandes amigos y aliados¡± dispuestos a revisar los dos puntos que m¨¢s interesan al presidente de Estados Unidos: el terrorismo y la compra-venta de armas al ¡°m¨¢ximo nivel¡±.
Ambos mandatarios tienen en el punto de mira al ISIS y Al Qaeda. Es un territorio estrat¨¦gico. Para Trump representan el gran enemigo y m¨¢s de una vez, con su habitual grandilocuencia, ha prometido barrerlos de la faz de la Tierra. Al Sisi tambi¨¦n se ha movilizado en la caza y captura de terroristas, pero no oculta un deseo dif¨ªcil de satisfacer: quiere que Washington declare organizaci¨®n terrorista a los Hermanos Musulmanes.
La Administraci¨®n estadounidense es reticente. Aunque el secretario de Estado, Rex Tillerson, lleg¨® a equipararlos a Al Qaeda en sus sesiones de confirmaci¨®n, la propia CIA ha desaconsejado la medida por miedo a un viaje sin retorno. El movimiento rechaza oficialmente la violencia y no acepta al ISIS. Pero la fractura interna es fuerte. La represi¨®n y su propia gen¨¦tica la han radicalizado. Y los analistas temen que una prohibici¨®n les embarque en la violencia extrema.
Al Sisi sabe que esta demanda tardar¨¢ en lograrse. Pero, de momento, ha dado un primer y valioso paso. Deseoso de lograr legitimidad exterior y recuperar el terreno perdido con Obama, no s¨®lo ha sido aceptado como un igual por la Casa Blanca., sino que ha encontrado a un mandatario dispuesto a escuchar su m¨¢s ardiente deseo: la compra de armamento pesado (cazas F-16 y tanques M1A1) destinado supuestamente a combatir al ISIS en la explosiva pen¨ªnsula del Sina¨ª.
Trump es un firme partidario de incrementar la producci¨®n militar y reactivar las ventas. Y as¨ª lo hizo ver hoy cuando tom¨® el guante lanzado por el egipcio y anunci¨® que estaba dispuesto a llevar la colaboraci¨®n militar al nivel ¡°m¨¢s alto¡± de la historia. El resultado de esta cooperaci¨®n a¨²n est¨¢ por verse. Como es habitual en la zona, ninguna pieza se mueve sin que afecte a otra. Un rearme, como han alertado numerosos especialistas, puede acarrear nuevos y peligrosos desequilibrios. Trump no parece temerlos. En la ecuaci¨®n egipcia ha elegido el camino de la militarizaci¨®n. Los defensores de la democracia tendr¨¢n que esperar.
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