La persecuci¨®n de gais en Chechenia y la expansi¨®n de la cultura machista de Mosc¨²
El hostigamiento a homosexuales no es un residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino el ¨²ltimo cap¨ªtulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federaci¨®n Rusa
En las sociedades tradicionales del Norte del C¨¢ucaso se mantienen a¨²n, con diversos grados de arraigo, costumbres arcaicas que sobrevivieron a las campa?as de la Uni¨®n Sovi¨¦tica contra los ¡°vestigios del modo de vida tribal¡±. Alguno de esos ¡°vestigios¡±, como las venganzas trasmitidas de generaci¨®n en generaci¨®n, los raptos de novias, las bodas forzadas o el cruel castigo de la ¡°deshonra¡± familiar, todav¨ªa se dan en las comunidades aut¨®ctonas del sur de Rusia. Seg¨²n los usos ancestrales, el var¨®n cabeza de familia ten¨ªa potestad, por ejemplo, para juzgar a una hija o una hermana por su ¡°comportamiento ligero¡± (como relaciones sexuales extramatrimoniales) o a un hijo o hija de orientaci¨®n sexual no reconocida.?Los ¡°castigos¡± para salvar el ¡°honor¡± de la estirpe se ejecutaban en secreto en la familia, que mataba a la (el) culpable de la deshonra y manten¨ªa sobre ello un silencio sepulcral. El poder sovi¨¦tico, si llegaba a descubrir los cr¨ªmenes, los persegu¨ªa en el marco del C¨®digo Penal. Lo mismo pueden (y deben) hacer hoy las autoridades rusas.
Por ocurrir fuera del entorno familiar arcaico, la persecuci¨®n de gais en Chechenia, tal como denunciaron distintas fuentes en las ¨²ltimas semanas, no puede considerarse como residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino m¨¢s bien como el ¨²ltimo cap¨ªtulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federaci¨®n Rusa (con independencia de su orientaci¨®n sexual) a manos de quienes ejercen el poder en aquella rep¨²blica del C¨¢ucaso y lo hacen, de forma arbitraria y a menudo en contra de la ley de la Federaci¨®n Rusa, seg¨²n explican dos fuentes chechenas.
¡±En el pasado persegu¨ªan a los muchachos para obligarles a confesar que eran radicales isl¨¢micos, en parte para mejorar las estad¨ªsticas policiales y ascender en la jerarqu¨ªa y en parte para conseguir un rescate de sus familiares por liberarlos. Ahora, que los radicales isl¨¢micos se fueron a luchar a Siria, los ¨®rganos policiales siguen haciendo lo mismo y apresan a j¨®venes acus¨¢ndoles de ser homosexuales, algo que la sociedad local considera una verg¨¹enza y un tab¨²¡±, manifestaban las fuentes antes mencionadas.
Como ejemplo, contaban el caso de?un joven de 19 a?os,?Vaja (nombre ficticio), y tres amigos suyos, detenidos hace unos meses cuando jugaban con ordenadores en un local en Grozni. Ninguno de ellos era homosexual, pero fueron torturados para que confesaran serlo, afirman los interlocutores. Vaja fue liberado gracias a las influencias de su familia, que no est¨¢ dispuesta a denunciar el caso por miedo a sus dirigentes y a la opini¨®n p¨²blica local. ¡°La gente calla porque vivi¨® los horrores de la guerra ¡ªla suma de las arbitrariedades de los representantes de Mosc¨² y de los dirigentes locales que temporalmente aplicaron la ley isl¨¢mica¡ª?y teme el retorno de aquella ¨¦poca, pero mientras tanto se ha creado un r¨¦gimen que se inmiscuye en la vida del ciudadano, que entra en su casa y le impone su voluntad¡±, afirmaban las fuentes, que recordaban c¨®mo hace unos a?os los milicianos, acompa?ados de mul¨¢s (sacerdotes isl¨¢micos), allanaban la morada de las chicas que les gustaban y las obligaban a contraer matrimonio, el cual era registrado de inmediato por el mul¨¢ acompa?ante.
Hubo bandas que se dedicaron a ¡°cazar¡± mujeres con la cabeza descubierta para obligarlas a ponerse el pa?uelo y la normativa vigente hasta hoy en la Universidad de Grozni impone falda larga y pa?uelo a las estudiantes, recuerdan las fuentes consultadas. Tambi¨¦n evocaban a las mujeres que aparecieron muertas en los alrededores de la capital chechenia en 2008 ¡°castigadas¡± aparentemente por su ¡°vida disoluta¡±. Todos estos sucesos responden, seg¨²n los interlocutores, a la selecci¨®n negativa que ha encumbrado al poder a gente inculta, pero prepotente y codiciosa.
Esta ¨¦lite juega a su antojo con tres conceptos: la sharia¡± (ley isl¨¢mica), el adat?(conjunto de usos tradicionales) y la legislaci¨®n de la Federaci¨®n Rusa. Con la ambig¨¹edad del marco legal jugaban tambi¨¦n los dignatarios isl¨¢micos que el pasado fin de semana se reunieron en la mezquita de Grozni para condenar a los periodistas de N¨®vaya Gazeta?por sus informaciones supuestamente difamatorias sobre la persecuci¨®n e internamiento de gais en Chechenia. La actitud de los mul¨¢s, que niegan la existencia misma de homosexuales en la Rep¨²blica, es equiparable a una ¡°bendici¨®n de la venganza¡± seg¨²n Leonid Nikitinski, periodista experto en temas jur¨ªdicos.
El comit¨¦ de investigaci¨®n de la Federaci¨®n Rusa ha abierto un expediente para comprobar si los dignatarios isl¨¢micos chechenos amenazaron de forma delictiva a los periodistas. No obstante, sorprende la tolerancia y la pasividad de las autoridades centrales rusas ante las reinterpretaciones de los ¡°vestigios del pasado¡± en clave del r¨¦gimen de Ramz¨¢n Kad¨ªrov, presidente de la Rep¨²blica de Chechenia y hoy m¨¢ximo representante del poder laico del Estado en Chechenia.
Para explicarlo, las fuentes consultadas hacen hincapi¨¦ en tres puntos. El primero es la influencia de la cultura de corte ¡°macho¡± y ¡°militarista¡± que se difunde desde Mosc¨², con la imagen de Vlad¨ªmir Putin como divisa, y que encuentra terreno abonado en los pueblos de origen guerrero del C¨¢ucaso. En segundo lugar, el encauzamiento de la proyecci¨®n internacional de Chechenia hacia las relaciones con Estados del Golfo, que en cierto modo se han convertido en un modelo nuevo de autorrealizaci¨®n para la ¨¦lite local en sustituci¨®n de la independencia. Para finalizar, el ambiente de corrupci¨®n y otros fen¨®menos negativos que se dan en la Federaci¨®n rusa y en Chechenia en grado acentuado. Este ¨²ltimo punto lleva a los interlocutores a afirmar que Chechenia no es un caso aislado, sino un grado extremo de cuanto sucede en otros lugares del pa¨ªs.
Lucha por los derechos humanos
Svetlana G¨¢nnushkina, directora del comit¨¦ Ayuda Ciudadana, una entidad moscovita que socorre a refugiados y desplazados, afirma que ¡°de forma epis¨®dica acuden a nosotros personas de orientaci¨®n sexual no tradicional¡±. El primer caso que la veterana activista por los derechos humanos recuerda ocurri¨® hace unos cinco a?os, y su protagonista fue un muchacho checheno que hizo pr¨¢cticas como voluntario en el comit¨¦. Cuando el chico tuvo confianza ense?¨® los mensajes que le enviaban su hermano y sus padres. ¡°Le dec¨ªan que volviera inmediatamente, que era un monstruo y un error de la naturaleza y eso que el chico ni siquiera ten¨ªa una pareja, solo que sus familiares entend¨ªan que ten¨ªa una orientaci¨®n diferente y le exig¨ªan que se casara o se suicidara y limpiara la afrenta familiar¡±, cuenta G¨¢nnushkina.
Historias semejantes se repitieron despu¨¦s con otras tres personas que G¨¢nnushkina ayud¨® a trasladar a lugar seguro. Un caso reciente inquieta a la activista: una chica chechena perseguida que ¡°desapareci¨®¡± tras dirigirse hacia la Plaza Roja de Mosc¨², ¡°pensando que all¨ª nadie se atrever¨ªa a tocarla¡±.
¡°Desde octubre de 2016 he tenido que ayudar a cuatro personas perseguidas por su orientaci¨®n sexual; dos de ellas est¨¢n en pa¨ªses seguros y a los otros dos les he perdido la pista¡±, comenta la activista, cuyas exhortaciones a no matar a quienes tienen otra orientaci¨®n sexual han encontrado reacciones preocupantes en Facebook, incluida la comprensi¨®n para el asesinato de gais. ¡°Amigos, colegas y gente pr¨®xima con quienes nunca tuve diferencias sobre la violencia que se ejerc¨ªa en Chechenia durante muchos a?os, consideran ahora que los debates sobre una nueva oleada de violencia son una ofensa para el pueblo checheno, porque se trata de un grupo cuya existencia se niega¡±, escribe G¨¢nnushkina. ¡°Estas personas existen, existen en todas partes y existen en Chechenia, y eso no la convierte en Sodoma y Gomorra¡±, sentencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.