El fantasma del Watergate persigue a Trump
El despido del director del FBI acent¨²a las similitudes con el caso de espionaje que acab¨® con Nixon
El origen del caso Watergate tiene estos d¨ªas un aspecto desolador. El antiguo hotel Howard Johnson est¨¢ abandonado a la espera de iniciarse las obras para reconvertirlo en un edificio de apartamentos. Desde una habitaci¨®n de ese hotel, se prepar¨® y supervis¨® el asalto a la sede del Partido Dem¨®crata, ubicada a la misma altura al otro lado de la calle, en el complejo Watergate, en Washington. La incursi¨®n de cinco ladrones en 1972, frustrada por la polic¨ªa, destap¨® un esc¨¢ndalo de espionaje que acab¨® dos a?os despu¨¦s con la presidencia de Richard Nixon.
Pese a la decadencia del viejo hotel, el caso Watergate est¨¢ m¨¢s vivo que nunca en Washington. Nunca ha habido un presidente m¨¢s nixoniano que Donald Trump, ni una trama m¨¢s watergatiana que la investigaci¨®n a la presunta conexi¨®n con Rusia del entorno del mandatario estadounidense. Hay similitudes notables entre ambos seriales, acentuadas esta semana con el despido del director del FBI, James Comey, y la sugerencia de Trump de que graba sus encuentros en la Casa Blanca. Pero tambi¨¦n hay divergencias de calado. Y, sobre todo, en el caso del presidente actual no hay pruebas, por ahora, de ilegalidad.
El epicentro de ambas tramas es el Partido Dem¨®crata y el nudo gordiano es si el presidente trata de bloquear una investigaci¨®n. En el Watergate, el detonante fue la instalaci¨®n de micr¨®fonos ocultos en la sede de la formaci¨®n. Ahora, es el ataque inform¨¢tico por parte de Rusia, seg¨²n EE UU, del servidor del Partido Dem¨®crata para robar correos electr¨®nicos que difundi¨® Wikileaks antes de las elecciones de noviembre para ayudar a Trump.
Como entonces, hay un reguero constante de revelaciones y la mayor¨ªa publicadas por el diario The Washington Post. Hay muchas inc¨®gnitas por resolver, l¨ªneas que no unen, pero se consolida un paisaje. Crecen las investigaciones del FBI y del Congreso, y una sospecha generalizada de que el presidente trata de ocultar algo. A Trump, republicano e impopular como Nixon, le carcomen las filtraciones a la prensa, por ejemplo sobre las reuniones secretas de su equipo con el embajador ruso antes de su investidura. Igual que Nixon, ha declarado la guerra a los periodistas y a sus rivales pol¨ªticos. No tiene reparos en despedir a investigadores amenazantes. Y sus portavoces, como hace cuatro d¨¦cadas, no articulan explicaciones coherentes sobre los hechos.
¡°Lo que estamos viendo de muchas maneras es una repetici¨®n a c¨¢mara r¨¢pida del Watergate¡±, dice en una entrevista telef¨®nica Tim Weiner, experiodista del diario The New York Times y autor de dos libros de cabecera sobre la historia del FBI y la presidencia de Nixon.
Weiner recuerda que no fue hasta 1973 ¡ªen el quinto a?o de su presidencia¡ª que Nixon destituy¨® a John Dean, consejero en la Casa Blanca, y a Archibald Cox, el fiscal especial designado para indagar en el caso Watergate.
En sus menos de cuatro meses en el Despacho Oval, Trump ha despedido al director del FBI, a la fiscal general interina y a su asesor de seguridad nacional. Todos est¨¢n relacionados con las pesquisas sobre si el entorno del republicano coordin¨® con Rusia la injerencia en la campa?a electoral.
Diferencias
Hay, sin embargo, dos diferencias de fondo entre la trama rusa y el Watergate. La primera es que los republicanos ostentan la mayor¨ªa en ambas c¨¢maras del Congreso. Durante el Watergate, los dem¨®cratas ten¨ªan un ampl¨ªsimo control, lo que fue determinante en ejercer presi¨®n y crear un comit¨¦ especial de investigaci¨®n, algo a lo que los republicanos por ahora se oponen.
La segunda es que no hay un investigador especial. Tras destaparse en marzo que se reuni¨® en secreto con el embajador ruso, el fiscal general, Jeff Sessions, se inhibi¨® de las pesquisas sobre Mosc¨². Pero, a¨²n as¨ª, abog¨® ante Trump por el despido del director del FBI, que unos d¨ªas antes hab¨ªa pedido m¨¢s recursos para esa investigaci¨®n.
Nixon dimiti¨® en agosto de 1974 tras constatar que carec¨ªa de apoyos para superar el impeachment que preparaba el Congreso para destituirle tras saberse que hab¨ªa obstruido a la justicia. Todo cambi¨® en julio de 1973 cuando un exasesor revel¨® ante el comit¨¦ del Congreso que Nixon instal¨® un sistema de grabaci¨®n en la Casa Blanca.
El presidente despidi¨® a Cox, el fiscal especial, tras pedirle que entregara las cintas. El Tribunal Supremo forz¨® a Nixon a facilitar las grabaciones y una confirm¨® c¨®mo ordenaba frenar la investigaci¨®n del FBI al caso Watergate, lo que precipit¨® su renuncia. Adem¨¢s, se destap¨® que, desde 1969, hab¨ªa pedido espiar a funcionarios para evitar filtraciones, as¨ª como a periodistas y rivales pol¨ªticos. El republicano fue indultado, pero 25 personas fueron encarceladas.
Luke Nichter, profesor de historia en la Universidad de Texas A & M, subraya que lo m¨¢s parecido es el ¡°clima¡± pol¨ªtico. ¡°Como en el Watergate, no vemos qu¨¦ hay en la siguiente esquina, cu¨¢l ser¨¢ el siguiente titular. Hay una sensaci¨®n de aceleraci¨®n, de que el esc¨¢ndalo contin¨²a girando¡±, dice Nichter, coautor de un libro sobre las 3.000 horas de grabaciones desclasificadas de Nixon en la Casa Blanca.
Las cintas y los despidos se acabaron girando en contra de Nixon. Lo mismo puede ocurrirle a Trump. Al sugerir que hay grabaciones de su cena en enero con el exdirector del FBI, el presidente ha alentado a los investigadores a solicitar copias. La destituci¨®n de Comey ha alimentado nuevas filtraciones y el debate en el Congreso sobre la creaci¨®n de un comit¨¦ especial de investigaci¨®n sobre Trump y Rusia. Y tambi¨¦n ha avivado la especulaci¨®n de si el mandatario, como Nixon, podr¨ªa ser objeto de un impeachment.
El periodista Weiner recuerda que solo es necesario el apoyo de tres senadores republicanos para aprobar, junto a los dem¨®cratas, la creaci¨®n de un comit¨¦ de investigaci¨®n. Y varios republicanos han reaccionado con inquietud al despido de Comey, que Trump atribuy¨® inicialmente a su papel en las pesquisas a los correos de Hillary Clinton pero luego tambi¨¦n a la trama rusa.
Weiner sostiene que la crisis en el FBI aumenta el riesgo para Trump de que el esc¨¢ndalo se le vaya de las manos. Enfatiza que Nixon ten¨ªa mucha m¨¢s experiencia pol¨ªtica que ¨¦l: hab¨ªa sido congresista, senador y vicepresidente, y sab¨ªa c¨®mo usar y abusar del poder. Trump solo acumula experiencia empresarial. Pero ve una similitud muy n¨ªtida con Nixon y que puede marcar el destino de Trump: ¡°una relaci¨®n d¨¦bil con la verdad¡±.
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