Los albaceas May y Trump
Ambos l¨ªderes parecen ejecutar la ¨²ltima voluntad de un mundo que se va, inexorablemente transformado por el empuje de tecnolog¨ªa, ciudades y j¨®venes
El gran pulso del Brexit empieza por fin, y lo hace precisamente despu¨¦s de que las legislativas brit¨¢nicas asestaran un nuevo contragolpe a las fuerzas nacionalistas de Occidente. Tras haber contenido a Norbert Hofer en Austria, Geert Wilders en Holanda y Marine Le Pen en Francia, los defensores de las sociedades abiertas recibieron nuevo oxigeno con el voto brit¨¢nico. Los tories y su proyecto de Brexit duro quedan debilitados; el UKIP desapareci¨® del mapa. Como en las elecciones francesas y estadounidenses, en las brit¨¢nicas tambi¨¦n se divisa un vigoroso choque de ideas entre ciudades y periferias, y otro parecido entre j¨®venes y mayores. Los primeros favorecen sociedades abiertas, los segundos, el repliegue.
A medida en que este escenario se aclara y consolida, figuras como Donald Trump y Theresa May cobran cada vez m¨¢s el semblante de albaceas pol¨ªticos de un mundo que se muere; de un tiempo que no volver¨¢. Ejecutan la voluntad pol¨ªtica de un cuerpo en lenta, pero inexorable descomposici¨®n.
El anhelo de recuperar soberan¨ªa que estos dirigentes abanderan va indisolublemente ligado a la nostalgia de otro tiempo. Pero ese mundo no volver¨¢. Los vertiginosos avances de la tecnolog¨ªa y el dinamismo socioecon¨®mico de las ciudades son fuerzas motrices que empujan incansablemente hacia adelante. Por mucho que se entone el America First, los empleos que se fueron no regresar¨¢n. En parte, porque ya no existen, fagocitados por avances tecnol¨®gicos que los hicieron obsoletos. Tampoco regresar¨¢n las tiendas de ultramarinos viejo-estilo en la esquina del barrio.
La pugna actual es solo la en¨¦sima reencarnaci¨®n de un pulso viejo de siglos. En la Florencia del siglo XIII, Dante defend¨ªa ardientemente la conservaci¨®n del viejo esp¨ªritu de la ciudad. Calificaba como ¡°la parte salvaje¡± las nuevas fuerzas que entraban en la urbe. Pronto, ¨¦l y los suyos resultar¨ªan vapuleados por esas fuerzas renovadoras que, por cierto, despu¨¦s hicieron grand¨ªsima a la ciudad. Posteriormente, florecieron ah¨ª los bancos y una primavera cultural que destaca entre las cumbres de la humanidad. Incluso un hombre de la inteligencia y cultura de Dante qued¨® entrampado en el espejismo de la defensa de un pasado que se desvanec¨ªa. Florencia, prototipo del rumbo que tomar¨ªan las ciudades tras la Edad Media, empujaba hacia otro lugar. Con altibajos, con conflictos, el avance de Florencia prosigui¨® y con ella el de las dem¨¢s urbes que han definido los paradigmas del tiempo moderno.
Quiz¨¢ no sea casual que Estados Unidos y Reino Unido afronten el mismo trance tras un recorrido hist¨®rico especular: democracias veteranas y honorables; ausencia de invasiones extranjeras; revoluciones hiperliberales. Elementos que pueden haber generado, a la vez, fuertes sentimientos de seguridad en s¨ª mismos y gran rechazo a los elementos m¨¢s dolorosos de su capitalismo, bien diferente, por ejemplo, del capitalismo renano.
Pero sea cuales sean las causas y las razones de las insurrecciones que Trump y May abanderan, su fuerza motriz parece, vistos en perspectiva hist¨®rica, declinante y minoritaria. J¨®venes y urbes se oponen. Hoy, las ciudades americanas se rebelan abiertamente contra las pol¨ªticas migratorias y clim¨¢ticas de Trump; las brit¨¢nicas, como se not¨® en las legislativas, rechazan el Brexit que abandera May (por mucho que se le disfrace con ret¨®rica librecambista, el Brexit es un voto nacionalista y antiinmigraci¨®n).
Ambos l¨ªderes ejecutan las voluntades de un mundo que inexorablemente se va. De la sociedad herida de los Apalaches; de la Inglaterra profunda. Ello no significa que ese mundo no siga reteniendo una capacidad de influencia pol¨ªtica. Entre otras cosas porque, si bien las fuerzas que empujan hacia la globalizaci¨®n son imparables, la rabia contra las elites que la gobiernan con grandes fallos e injusticias puede mantener viva una pertinaz resistencia. Nuevos Le Pen y Farage podr¨¢n comparecer en el horizonte con nuevos estandartes. Pero la suya es una batalla in¨²til: el reto es acompa?ar a la poblaci¨®n m¨¢s fr¨¢gil y menos formada hacia un lugar digno en el nuevo mundo, no resucitar el viejo.
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