Despu¨¦s de Miriam, el exilio
Tres activistas cuentan su huida del norte de M¨¦xico tras el asesinato de su compa?era Miriam Rodr¨ªguez. Lo ¨²nico que hicieron las cuatro fue buscar a sus desaparecidos
Salieron de all¨ª volando, con las prisas que el miedo confiere. Acababan de matar a Miriam y qui¨¦n sabe qu¨¦ ser¨ªa de ellas, que compart¨ªan inquietudes con la muerta, que se hab¨ªan atrevido a levantar la voz.
Hac¨ªa apenas unos meses que hab¨ªan empezado a juntarse. Despacio, como un desperezo a media tarde, los colectivos de familiares de desaparecidos de Tamaulipas, en el norte de M¨¦xico, organizaban reuniones, concretaban acciones y todo para que las autoridades sintieran que all¨ª estaban, que tendr¨ªan que investigar quisieran o no.
Pero todo se torci¨® el 10 de mayo, el d¨ªa que mataron a Miriam Rodr¨ªguez. Se torci¨® porque Miriam lideraba uno de los 14 colectivos que funcionan en el estado.
Era una mujer, recuerdan, valiente. Hab¨ªa perseguido a los secuestradores y asesinos de su hija y no hab¨ªa descansado hasta verlos en prisi¨®n. Valiente, a¨²n, cuando un pu?ado de presos escaparon de la c¨¢rcel, del mismo centro donde estaban encerrados los secuestradores de su hija.
Todo se torci¨® porque las dem¨¢s tomaron su muerte como un aviso. Y ahora, ?qu¨¦? ?Qui¨¦n va despu¨¦s? Las dem¨¢s eran, como Miriam, madres, hermanas, esposas de desaparecidos. Igual que Miriam, exig¨ªan justicia, que buscaran a los suyos, que las autoridades dieran con los responsables. Que los encerraran.
Como no quer¨ªan saber qu¨¦ pod¨ªa pasar, huyeron. Lo dejaron todo y ahora viven en una casa que no es la suya, en un tiempo ajeno, contando los d¨ªas para un regreso que carece de fecha, un tiempo que va al rev¨¦s, una cuenta atr¨¢s: ?Cu¨¢ndo podr¨¦ volver?
Lo que sigue son los testimonios de tres mujeres que eligieron el exilio a la muerte. Tres personas que sufrieron el despojo. A una le quitaron un hijo, a otra una hija y a la tercera, su marido.
Son mujeres que decidieron buscar por su cuenta, cosa que ocurre en todo M¨¦xico. Pero lo hicieron en Tamaulipas, quiz¨¢ el lugar m¨¢s complicado de todos, la regi¨®n con m¨¢s casos de personas desaparecidas -secuestradas, privadas de la libertad- de todo el pa¨ªs. El ¨²ltimo caso, uno de alto perfil, ha sido el de la espa?ola Pilar Garrido, que desapareci¨® el pasado 2 de julio y nadie ha vuelto a saber de ella.
Tamaulipas, parece, las condena de alguna manera. Porque el secuestrador, el asesino, adem¨¢s de hacer lo que hace, se enfada con quien pide justicia.
1. Balacera en el restaurante
"Nosotras sabemos c¨®mo los quemaban", dice una de ellas. No s¨®lo que los quemaban, sino c¨®mo. La manera en que lo hac¨ªan, el lugar, los detalles. Y luego, tambi¨¦n, el tono que empleaban para contarlo, las risas, el desprecio. Ellas saben c¨®mo lo hac¨ªan porque los escuchaban.
El otro d¨ªa, su hijo estaba viendo "una de esas series de narco" en la tele. Ella le dijo que no le gustaba que la viera. Le dol¨ªa. Y ¨¦l contest¨®: 'no quieres que miremos nada, ?todo te molesta!'.
Yo le dije, '?sabes por qu¨¦?', yo ya llorando. ?Te gusta ver lo que les hacen a esas personas, c¨®mo les torturan? ?Acaso no ves que eso igual es lo que le hicieron a tu hermano?
Ellas lo saben porque coincid¨ªan con ellos. Era muy dif¨ªcil no hacerlo. Hubo una ¨¦poca, no hace tanto tiempo, en que los ve¨ªan a cada rato. Aparec¨ªan "enchalecados", dice, con sus armas largas, sus balas colgando del pecho. Se sentaban a comer y hablaban. Dec¨ªan lo que dir¨ªa un ingeniero, un gestor, un contador, cosas de trabajo. Pero qu¨¦ cosas. Su trabajo: extorsionar, matar, torturar, robar.
Seria, de movimientos lentos, la mujer cuenta la historia con la cadencia de quien la sabe de memoria. Y sin embargo, pese a la costumbre, no pudo evitar las l¨¢grimas. Como si fueran parte del camino. Dice que? viv¨ªa en un pueblo del sureste de Tamaulipas, casi en la costa. No quiere que aparezca su nombre, ni el del pueblo, ni detalle alguno que pueda exponerla. Las dem¨¢s tampoco.
Trabajaba en un restaurante en la carretera. Era el a?o 2007. "Ah¨ª fue donde yo empec¨¦ a ver a esa clase de gente", cuenta. "Me dec¨ªa mi hermana, 'va a venir 'la gente', o 'los ma?osos'. Ya me llamaron, hay que atenderlos r¨¢pido, porque si llegan los marinos, se va a armar la balacera". A veces, cuenta, llegaban con personas secuestradas, amarradas en la caja de la camioneta.
De 2010 a 2014, grupos de criminales se llevaron, por este orden, a su expareja (2010), su sobrino (2013) y su hijo (2014). Solo ha aparecido el segundo, medio muerto. Seg¨²n se recuper¨® de la tremenda paliza, el sobrino se fue y ya no ha vuelto.
Cuando pas¨® lo de su hijo, ella dej¨® todo para buscarlo. El muchacho trabajaba entonces en una tienda en el pueblo. Un s¨¢bado, cuenta la madre, tres hombres armados llegaron y se lo llevaron. ?Por qu¨¦? No sabe.
Se fue a Tampico, denunci¨® su desaparici¨®n ante la Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica, PGR, y esper¨®. En enero de 2015, cuatro agentes visitaron al restaurante para pedirle copia de unos documentos. No hab¨ªan pasado 10 minutos cuando llegaron 20 hombres armados en camionetas. Los de PGR, dice, salieron. "?Qu¨¦ pas¨® muchachos?", dice que dijo uno de ellos. "Somos afis (agentes federales de investigaci¨®n)". "Qu¨¦ afis ni qu¨¦ su puta madre. Aqu¨ª se los carg¨® la chingada". Y empez¨® la balacera. Dos de los cuatro no han vuelto a aparecer.
Ella y los dem¨¢s se escondieron como pudieron y escaparon cuando par¨® el tiroteo. Luego fueron a Tampico y pasaron all¨ª unos meses. A finales de a?o volvi¨® al rancho. Empez¨® a buscar. Sal¨ªan caminando, con costales. Disimulaban. Si les paraban, dec¨ªan que estaban cosechando chiles. Iban por el monte y la gente en los ranchos le dec¨ªa, 'por ah¨ª andaban esos'. Y por ah¨ª iba, pensando que igual encontraba algo, una pista.
En marzo de 2016 se dio cuenta de que uno de los halcones del grupo que atac¨® a los afis estaba libre. Le daba miedo, pero aguant¨®. De hecho, dice, trataba de reunir el valor para preguntarle. "Pero me da miedo. No tanto que a mi me haga algo, sino porque le diga a ellos. Porque yo se que todo esto -la balacera en el restaurante, la cacer¨ªa posterior de las autoridades- se desat¨® por estar buscando yo a mi hijo".
Luego pas¨® lo de Miriam. Y sali¨®. "Estaba demasiado riesgoso", dice.
2. La Wera Soto
El 29 de noviembre de 2016 fue un d¨ªa especial en Tamaulipas. Es la fecha de la primera reuni¨®n de los colectivos de familiares de desaparecidos del estado, en total 14. "Quer¨ªamos", dice otra de las tres mujeres, compa?era de la primera, "presionar a las autoridades estatales para que jalaran una unidad de b¨²squeda de la federal". Es decir, para que igual que ocurr¨ªa en otros estados, un grupo de polic¨ªas federales viajara a Tamaulipas a liderar la b¨²squeda de los desaparecidos, a la fecha m¨¢s de 5.500.
Para entonces, esta buscadora ya no viv¨ªa en su pueblo, al norte de Ciudad Victoria, camino a San Fernando. La situaci¨®n se hab¨ªa complicado, "zetas y golfos" se buscaban y armaban "esc¨¢ndalo" con cualquier excusa. Negocios aparte, se dedicaban a depurar. Unos se llevaban gente de los otros y viceversa. A veces, parece, se equivocaban. En 2013, unos levantaron al t¨ªo de la mujer. En enero de 2014, al marido. Despu¨¦s de esto ¨²ltimo, agarr¨® a la hija peque?a y se fue a Victoria. Ya no ha vuelto.
Aunque no les hicieran caso, aquella primera reuni¨®n les hizo entender que no estaban solas. "La que hablaba m¨¢s", recuerda la mujer, "la que aventaba m¨¢s al Gobierno era Miriam. Ella ve¨ªa mucho por todo lo de San Fernando".
Del amplio pu?ado de nombres asociados al horror en M¨¦xico, San Fernando es uno de los m¨¢s c¨¦lebres. En agosto de 2010, Los Zetas secuestraron all¨ª a 72 migrantes. Luego los mataron. Al a?o siguiente, las autoridades encontraron casi medio centenar de fosas clandestinas con 148 cuerpos. Al siguiente, en 2012, secuestraron y asesinaron a Karen Salinas, hija de Miriam. Todo en una poblaci¨®n de poco m¨¢s de 50.000 habitantes.
En una regi¨®n caracterizada por el m¨¢s absoluto de los silencios, Miriam Rodr¨ªguez acusaba a voz en grito. Arm¨® un colectivo de personas que sufr¨ªan la desaparici¨®n de un ser querido y empez¨® su cruzada. No par¨® hasta que los criminales que mataron a su hija cayeron. Y luego sigui¨® ayudando a sus compa?eros.
El 23 de marzo hubo una fuga masiva en el penal de Ciudad Victoria, la capital estatal. Miriam se espant¨®. Se hab¨ªan escapado 29 reos y dos ten¨ªan que ver con el caso de su hija. Dos hombres, recuerda la mujer, que la propia Miriam hab¨ªa ayudado a meter en prisi¨®n.
El 6 de abril, Miriam viaj¨® a la Ciudad de M¨¦xico para reunirse con funcionarios de la Comisi¨®n Ejecutiva de Atenci¨®n a V¨ªctimas, CEAV y de la Polic¨ªa Federal. Necesitaba ayuda. No se fiaba de buena parte de los funcionarios estatales y menos ahora, con la fuga. Necesitaba ayuda y protecci¨®n. El Gobierno de Tamaulipas hab¨ªa encargado su seguridad a la polic¨ªa estatal, pero Miriam conoc¨ªa los nexos del cuerpo con los grupos delictivos y desconfiaba.
A finales de abril, la buscadora cuenta que Miriam persigui¨® a otra de las personas que, pensaba, tuvo que ver con el secuestro y el asesinato de su hija. Era La Wera Soto. Miriam, dice, la persigui¨® porque La Wera trat¨® de escapar. Al parecer, alguien le dijo que Miriam iba detr¨¢s de ella. La buscadora sospecha que agentes estatales la avisaron. Sospecha porque Miriam sospechaba.
La persigui¨® de San Fernando a Ciudad Victoria y no par¨®, dice la mujer, hasta que llegaron polic¨ªas a detener a La Wera. "Tuvo que batallar con el juez para que ordenara la aprehensi¨®n", dice, "mis respetos para la se?ora".
El 1 de mayo hubo una reuni¨®n de los colectivos en Victoria y Miriam acudi¨®. "Fue con representantes de un organismo internacional", dice.
El 10 de mayo, todas se felicitaron por el grupo de whatsapp. Era el d¨ªa de la madre y aunque hab¨ªa bastantes que no ten¨ªan nada que celebrar, lo hicieron. La mujer, Miriam y otras ten¨ªan pendiente un viaje a la Ciudad de M¨¦xico al d¨ªa siguiente. Reuniones. Pero como el dinero para los pasajes no llegaba, decidieron posponerlo al 15. "A ella desde la tarde la estaban siguiendo. Habl¨¦ con ella a las 18.30 y le estaban cerrando el paso varios carros. Estaba bien enojada. Debe haberlos reconocido por como hablaba de ellos. Me dijo 'ahorita te hablo otra vez'. Ese d¨ªa estaba muy contenta porque hab¨ªa ayudado a una familia que le hab¨ªan matado a su hijo en Guanajuato. Era una familia de San Fernando, que su hijo hab¨ªa aparecido en Guanajuato. La idea era que llegara a Victoria el domingo, el 14, y ya festejar el dia de la madre y mi cumplea?os".
Esa misma noche, dice, alguien del grupo escribi¨®: "algo pas¨® en San Fernando". Enseguida supo qu¨¦ pasaba. Qued¨® en shock d¨ªa y medio, no fue ni al sepelio. El d¨ªa 13, con ayuda de la CEAV, sali¨® de all¨ª con su hija peque?a.
3. Brechas viejas y nuevas
Despu¨¦s de Miriam, el exilio. "Y el estigma", dice la mujer, compa?era de las otras dos. "All¨¢ hay gente que no contesta el tel¨¦fono". Se refiere a su casa, a Ciudad Victoria. A gente que, por miedo a que le vinculen con ella, evitan todo contacto.
La mujer sali¨® de Tamaulipas cinco d¨ªas despu¨¦s del asesinato de Miriam. Ya hac¨ªa meses que sent¨ªa una sombra, una incomodidad, algo. Como amenazas veladas, acusaciones en medios raros. No sab¨ªa c¨®mo podr¨ªa evolucionar aquello. Y luego, un noche, mataron a Miriam. De alguna forma, su muerte funcion¨® de cierre. Ten¨ªa que salir de all¨ª.
"Todo empez¨® en diciembre, cuando nos acusaron de lucrar con las v¨ªctimas", cuenta. La mujer lidera uno de los colectivos y asociaciones de la entidad. Conoce el estado y conoce sus instituciones: trabaja para el Gobierno desde hace 22 a?os. Un puesto t¨¦cnico. En 2014, la invitaron a trabajar en el Instituto de v¨ªctimas, un organismo estatal creado para atender casos como el suyo.
Dos a?os antes hab¨ªa pasado lo de su hija. Desapareci¨®. Fue a un pueblo cerca de la capital y ya no volvi¨®. Empez¨® la b¨²squeda sin saber c¨®mo empezar. Las autoridades no respond¨ªan, las pesquisas no sal¨ªan del escritorio de los fiscales... "Aquello fue como una epidemia", dice, "el crimen organizado abri¨® brechas por todos lados". Se refiere a caminos de tierra, caminos donde antes solo hab¨ªa pasto, arbustos. "Estaban las brechas viejas, las que hab¨ªan usado para el ganado y los carros chocolate -de contrabando- y ahora, tambi¨¦n, las nuevas".
Las nuevas eran las que abr¨ªa el crimen para sus actividades: drogas, armas, personas... "Los lugares ol¨ªan a muerto, a p¨®lvora, como si fuera una pel¨ªcula, como si uno no estuviera all¨ª".
Y busc¨®, como las otras dos, por esas brechas nuevas, por las viejas, por todas. Luego se junt¨® con otras y otros en su situaci¨®n, armaron su organizaci¨®n y trabaj¨®, cuando se pudo, con el Gobierno estatal.
"En diciembre pasado empezamos a ver situaciones que nos asustaban. Nos expon¨ªan en redes sociales, en blogs. El crimen organizado dec¨ªa que lucramos con las v¨ªctimas... Nos acusaban a mi, a Miriam y a otra compa?era", dice. Pidieron protecci¨®n y, como en el caso de Miriam, se pasaron la pelota. Que si la comisi¨®n estatal de derechos humanos, que si la procuradur¨ªa. Luego mataron a Miriam y salieron. Incluso les dio tiempo a preguntar que qu¨¦ hab¨ªa de la protecci¨®n. "A¨²n estamos esperando", zanja.
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