El naufragio del capit¨¢n
M¨¢rquez era (o es, si hemos de creer en sus declaraciones de inocencia) un sujeto al que admirar sin ambig¨¹edad, lo que en la vida p¨²blica mexicana resulta cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil
Lo primero: el Gobierno de Donald Trump no le ahorra una sola humillaci¨®n al de Enrique Pe?a Nieto. Unas pocas horas despu¨¦s de que el presidente mexicano subiera a sus redes una fotograf¨ªa en la que aparec¨ªa acompa?ado, entre otros, por el cantante Juli¨®n ?lvarez, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos dio a conocer una lista de presuntos ¡°lavadores¡± de dinero del crimen organizado (l¨¦ase, el narcotr¨¢fico) en la que destacaba la presencia de (ya lo adivina usted) Juli¨®n ?lvarez, al que Pe?a Nieto, siempre ducho en el error, hab¨ªa exaltado alguna vez como ¡°ejemplo de la juventud mexicana¡± (los manejadores de las cuentas presidenciales se apresuraron a borrar la imagen, que, sin embargo, recorre ahora las redes bajo la forma de miles de capturas de pantalla: el en¨¦simo fracaso de la comunicaci¨®n social del mandatario y el en¨¦simo coscorr¨®n que le inflige Trump).
Juli¨®n (debo aceptar aqu¨ª que me parece sensacional que alguien se llame Juli¨®n) sali¨® a desmentir la acusaci¨®n y sostuvo que era producto de ¡°la envidia o los celos¡±. Es decir que, desde su punto de vista, alg¨²n alto funcionario gringo (?o, por qu¨¦ no, el propio Trump?) quiso destacar en la llamada ¡°m¨²sica regional mexicana¡± y, al haberse visto frustrado, embisti¨® sin mayor motivo en contra de una estrella reconocida del g¨¦nero. Por fortuna, lo siguiente que dijo Juli¨®n tuvo un poco m¨¢s de sentido: acept¨® que necesitaba asesorarse. Lo animamos a ello.
Pero lo segundo, me parece, es mucho peor: entre la veintena de acusados se encuentra un tipo m¨¢s importante, para muchos mexicanos, que Pe?a Nieto o el mism¨ªsimo Juli¨®n: el futbolista Rafael M¨¢rquez, excampe¨®n de clubes en Europa con el Barcelona y capit¨¢n, por muchos a?os, de la selecci¨®n nacional. Un ¨ªdolo deportivo, hasta ayer, incontestable. Un futbolista fino en el campo, con temple (sus mayores pifias han provenido, hist¨®ricamente, de arranques de ira que contradicen su t¨¦cnica superlativa y un temperamento, por lo general, mesurado) y que, a contrapelo del promedio de capacidad verbal del futbolista mexicano, resulta incluso un tipo elocuente cuando toma la palabra.
La prensa y las redes en el pa¨ªs (y, sobre todo las calles, ese espacio que se olvida, desde hace tiempo, en favor del incansable monitoreo de tuits) se han llenado de chismes, lamentaciones y crujir de dientes. Porque Rafa M¨¢rquez no es un ¨ªdolo con pies de barro. Era (o es, si hemos de creer en sus primeras declaraciones de inocencia absoluta) un sujeto al cual se pod¨ªa admirar sin ambig¨¹edad alguna, lo que en la vida p¨²blica mexicana resulta cada d¨ªa un poco m¨¢s dif¨ªcil.
El escenario se ha oscurecido. En correspondencia con el anuncio gringo sobre la inmovilizaci¨®n de los bienes de los acusados en territorio de Estados Unidos, la Secretar¨ªa de Hacienda mexicana ya particip¨® que congelar¨ªa las cuentas bancarias del deportista (tambi¨¦n las del incombustible de Juli¨®n). Y la detenci¨®n, el 20 de julio pasado, de Ra¨²l Flores Hern¨¢ndez, el presunto capo con quien Rafa tendr¨ªa negocios turbios, abri¨® un proceso judicial al cual estar¨¢ ligado por a?os, lo quiera o no. Las pruebas que se presenten ser¨¢n, todas, como piedras arrojadas contra el vitral del prestigio de nuestro capit¨¢n.
Me parece una tragedia enorme que alguien a quien he respetado tanto, alguien al que tantos en M¨¦xico admiramos y al que hubi¨¦ramos querido abrazar con cada gol, con cada barrida providencial que realiz¨® con la camiseta verde, sea acusado de formar parte de esa trama espantosa de complicidades entre el poder institucional, el criminal y cierta parte de la sociedad que tiene al pa¨ªs en la lona.
Y me parece mucho peor que Donald Trump, ese tipo dedicado d¨ªa y noche a humillarnos, consiga hacerlo no con las usuales mentiras sobre lo que no somos (esos fantasmag¨®ricos ¡°mexicanos violadores¡± de la campa?a electoral), sino con la exhibici¨®n de lo que s¨ª: un pa¨ªs a merced de los narcos, de los corruptos, de los lavadores de dinero.
Ay, capit¨¢n, nuestro capit¨¢n.
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