Volver a caminar despu¨¦s del hurac¨¢n Mar¨ªa
El desamparo es la constante en cada rinc¨®n de una isla arrasada
Escasez. Domingo 24 de septiembre. Cuatro d¨ªas despu¨¦s del hurac¨¢n Mar¨ªa, Carmen Navedo, 69 a?os, estaba sentada en su casa sin techo de Villa Calma esperando alguna ayuda.
Domingo 1 de octubre. Carmen Navedo segu¨ªa sentada en su casa sin techo esperando algo m¨¢s de ayuda oficial que la que le hab¨ªa llegado: una bolsa con un surtido variado de comida chatarra provista por su municipio, Toa Baja.
Aparte de eso ten¨ªa arroz y habichuelas que hab¨ªa comprado antes del hurac¨¢n, y un resto de bombona de gas para cocinarlos. El d¨ªa antes ¨Cs¨¢bado 30¨C lo hab¨ªa pasado mal porque no hab¨ªa bebido agua: "Ten¨ªa la garganta seca, los labios resecos. Por la noche me puse a llorar de sed".
Su hija Ana, 49 a?os, a su lado, la rega?¨®: "?Mam¨¢, est¨¢n repartiendo agua en la escuela, tienes que salir a la calle a buscar si ves que yo no llego!".
La madre asumi¨® el rapapolvo, pero dijo que le costar¨ªa cargar cosas con el hombro operado hace un mes por una fractura. Ana cuida a su madre cuando puede. Vive a media hora en coche. No todos los d¨ªas tiene gasolina. [Desde el hurac¨¢n, todo Puerto Rico busca combustible. Hace una semana las colas en las estaciones eran de cientos de carros. Poco a poco se van reduciendo]. Carmen Navedo se queja de la cicatriz: "Creo que la tengo envenenada". Le da miedo que se infecte. Ning¨²n m¨¦dico ha aparecido por el barrio.
Al ver llegar al periodista, Ana pens¨® que era un agente de FEMA, la Agencia Federal para la Gesti¨®n de Emergencias de EE UU. Pero no era as¨ª. Nada se ans¨ªa m¨¢s hoy en cualquier casa de Puerto Rico que ver llegar a un agente de FEMA. Antes de entrar a casa de Carmen, sali¨® al paso una vecina llamada Rosa ?lamo que reclamaba con vehemencia que la escuchasen: "Nadie ha venido a Villa Calma. Solo dos muchachas del grupo comunitario para dar terapia a asm¨¢ticos. Ni gobierno ni alcalde ni militares de EE UU ni FEMA han venido por aqu¨ª. Si quiere, mi coraz¨®n, se lo firm¨® ah¨ª mismo en la libreta con mi nombre: lo ¨²nico que tenemos es agua corriente, aunque viene sucia y cada vez el chorrito es m¨¢s delgado. Escr¨ªbalo. Esto lo dice Rosa ?lamo".
En Villa Calma la inundaci¨®n lleg¨® a un nivel delirante. Tres metros de altura. La tormenta perfecta: una marejada cicl¨®nica ¨Cdesborde de mar¨C choc¨® con la crecida del r¨ªo. El barrio ha quedado como un escenario de Mad Max. Mont¨ªculos de basuras. Restos de casas de madera destrozadas. Riachuelos de aguas negras. Todo cubierto de lodo reseco. Los vecinos caminando noqueados de un lado para otro, como zombies embarrados. Un caballo blanco, enflacado, mordisqueaba el canto de un muro de cemento.
Toa Baja es un suburbio de la zona metropolitana de la capital, San Juan, el ¨¢rea donde m¨¢s recursos se concentran. A¨²n as¨ª, el auxilio llega a cuentagotas. En la monta?a y la costa, el asunto empeora. No es que no se est¨¦ haciendo un esfuerzo por reactivar infraestructuras y atender a los desamparados. Es que la respuesta se demor¨® y a¨²n ahora, acelerando en intensidad y recursos, resulta irregular, parcheada, insuficiente para frenar una crisis humanitaria que se est¨¢ viviendo a c¨¢mara lenta pero que en cualquier momento, en cualquier punto de los muchos puntos descosidos de la isla, puede agudizarse. El Gobierno de la isla no estaba preparado para reaccionar r¨¢pido y con eficacia a una cat¨¢strofe del tama?o del hurac¨¢n Mar¨ªa, el mayor aqu¨ª desde 1929. Y el Gobierno de EE UU ¨Cdel que Puerto Rico es Estado Libre Asociado¨C tard¨® en socorrerlo. Hasta el d¨¦cimo d¨ªa de crisis no se nombr¨® un encargado de la operaci¨®n militar de auxilio. A Washington se le reprocha haber repetido el error del hurac¨¢n Katrina en 2005 en Nueva Orleans, donde la tragedia se ceb¨® en la poblaci¨®n afroamericana de bajos ingresos: falta de reflejos ¨Co falta de inter¨¦s en reaccionar con premura¨C. Hasta un allegado a la Casa Blanca como el poderoso republicano Marco Rubio, que aspira a ser el primer latino en presidir EE UU, ha dejado caer con la insidiosa elegancia de los primeros espadas de la pol¨ªtica que se tard¨® en actuar: "A todos nos gustar¨ªa poder recuperar esos tres o cuatro d¨ªas". Este martes Trump aterriza en San Juan para escenificar su respaldo a la isla.
Se espera que este mes el Congreso de EE UU apruebe un fondo de ayuda para Puerto Rico. No se ve otra manera de que la isla ¨Cque cargaba ya con una deuda de 73.000 millones de d¨®lares por la que se hab¨ªa declarado en quiebra¨C pueda levantarse de la lona. "Ahora para poder poner un plato de comida caliente a los desamparados, a las v¨ªctimas del desastre, nuestro gobierno depender¨¢ en esencia del gobierno de EE UU", dice Joanisabel Gonz¨¢lez, reportera de negocios de El Nuevo D¨ªa, principal diario de Puerto Rico. "Estamos hablando de unos 40.000 hogares destruidos, de reconstruir el sistema el¨¦ctrico, de mejoras en carreteras, de la infraestuctura de agua. Pero no creo que Washington vaya a poner todo el dinero. El Gobierno de Puerto Rico va a tener que aportar", prev¨¦ la periodista.
¨C?Y con qu¨¦ dinero?
¨C?Ah! Esa es la gran pregunta.
Breve charla de acera. Una ma?ana en San Juan, junto a la entrada del Caf¨¦ Puerto Rico, con varios d¨ªas de hast¨ªo post-Mar¨ªa acumulado.
¨CAqu¨ª nunca ha habido un plan de pa¨ªs. Cada cuatro a?os se elige un gobierno y se improvisa un pa¨ªs. No tenemos un proyecto, y vuelve otra vez la idea de que sin EE UU, no podemos ¨Cdijo Alejandro Santana, 58 a?os.
¨CMa?ana tengo reuni¨®n en la facultad para ver qu¨¦ hacer con el semestre y no tenemos ni idea ¨Cdijo Tari Beroszi, 35 a?os¨C. Y mi mam¨¢ que tiene 70 a?os vive en el ¨¢rea metropolitana y no tiene una gota de agua.
¨CNos est¨¢n diciendo que somos incapaces sin EE UU y se est¨¢ volviendo a militarizar Puerto Rico. Ahora manda el general [Jeffrey] Buchanan [a cargo de las tropas de EE UU] ¨Cprotest¨® Charles Juhasz, 52 a?os.
La crisis del hurac¨¢n est¨¢ reavivando el debate sobre la relaci¨®n con EE UU. Si seguir como Estado Libre Asociado, convertirse en el estado 51 de EE UU o independizarse, una opci¨®n de preferencia minoritaria.
El acad¨¦mico Jorge Duany, profesor de la Florida International University y autor de Puerto Rico. What Everyone Needs to Know (Oxford University Press, 2017) considera que "una vez que la isla se recupere del desastre ecol¨®gico y la vida diaria vuelva poco a poco a la normalidad, lo cual tomar¨¢ meses o quiz¨¢s a?os, es posible que se replantee el eterno tema del status pol¨ªtico de Puerto Rico. Hasta ahora, la falta de consenso en la opini¨®n p¨²blica puertorrique?a y el escaso inter¨¦s del Congreso estadounidense y de la Casa Blanca no auguran una soluci¨®n a corto plazo del dilema colonial de la isla".
Naturaleza muerta. De camino al municipio de Salinas, en el sur de Puerto Rico, costa Caribe, la carretera es un cementerio de iguanas.
En la zona explican que el hurac¨¢n dej¨® sin hojas la foresta donde se guarecen estos reptiles ¨Cconocidos aqu¨ª como gallinas de palo¨C. Desorientados, salen a las v¨ªas y son atropellados. Llegados en los a?os setenta como mascotas, se han convertido en una plaga contra la que no existe en la isla ning¨²n depredador natural que la contenga, excepto los veh¨ªculos de los boricuas, que en su mayor¨ªa no suelan simpatizar con ellos ¨Cy no son los ¨²nicos: en Las Islas Encantadas, el novelista Herman Melville las describ¨ªa como "esa broma pesada de la naturaleza conocida con el nombre de iguana"¨C. Un paisano de Salinas enemigo de los desdichados reptiles, exagerando, anunciaba desde dentro de su carro que ya hab¨ªa sido aplastado "medio mill¨®n".
En general, el golpe del hurac¨¢n a la naturaleza, animales y vegetaci¨®n, ha sido violent¨ªsimo. Con sus vientos de m¨¢s de 200 kil¨®metros por hora, abrasadores, han dejado los bosques de Puerto Rico ¨C"La tierra de Borinquen / donde he nacido yo / es un jard¨ªn florido / de m¨¢gico primor", ensalza el himno oficial puertorrique?o¨C como si hubiera ocurrido un gran incendio.
En Salinas, adem¨¢s, la agricultura se ha perdido en un 80%. Se ven plantaciones enteras de pl¨¢tano y de papaya tumbadas por completo. A eso se suma la devastaci¨®n de unos 3.000 hogares construidos con madera y zinc, seg¨²n la alcaldesa Karylin Bonilla. A sus 38 a?os, la regidora recorr¨ªa el jueves la zona casa por casa repartiendo agua y comida, abrazando a las madres de familia ¨Criendo y llorando a la vez, con jeans, gorra, una sonrisa espl¨¦ndida y los labios pintados de rosa¨C. Bajo un sol de justicia, la calles de tierra hed¨ªan a aguas negras afloradas por el colapso del alcantarillado.
En Salinas cada vecino ten¨ªa una visi¨®n del problema. A Nydia Rosario, 51 a?os, le preocupaba que sin insecticidas ni ventiladores por falta de electricidad no pudiera proteger a sus dos ni?as de las picaduras de mosquito. "Los zancudos traen zika y dengue y chikungu?a", dijo. Esta es una de las grandes preocupaciones en este momento en toda la isla. Que la gente empiece a enfermar por beber agua sucia, comer alimentos pasados o por las infecciones v¨ªricas de mosquitos. El miedo a las epidemias es may¨²sculo. Seg¨²n una estimaci¨®n del s¨¢bado Pent¨¢gono, un 55% de los 3,4 millones de puertorrique?os permanec¨ªa sin acceso a agua potable.
Julio Ramos, un se?or de 65 a?os con la camisa desabrochada, estaba impaciente porque FEMA llegase a la zona con toldos para tapar las casas. El de su vivienda "se fue", la expresi¨®n m¨¢s corriente estos d¨ªas en Puerto Rico para referirse a las cosas ¨Ctrozos de casas, casas enteras, veh¨ªculos, l¨¢mparas, postes de electricidad, ¨¢rboles y un interminable etc¨¦tera¨C que el hurac¨¢n Mar¨ªa hizo desaparecer o dej¨® inutilizables. "Mire", explic¨® Julio, "el problema es que yo con mis dos pr¨®tesis de rodilla no me puedo trepar a arreglar el techo porque me coje el seguro social y me descojona".
Los restaurantes de primera l¨ªnea del borde costero de Salinas ¨Cruta tur¨ªstica gastron¨®mica¨C han quedado arrasados, y los de segunda l¨ªnea estaban da?ados y clausurados. Como un milagro, el restaurante La Barquita estaba abierto y serv¨ªa un mojo de mero extraordinario por su fresqura, su sabroso saz¨®n casero y por encima de todo porque resultaba inveros¨ªmil ver una casa de comidas abierta con normalidad en medio de la demolici¨®n ambiental.
El ingenio cotidiano de los boricuas ¨Cde por s¨ª desarrollado¨C se ha agudizado para responder a la cat¨¢strofe. En El Cocal, municipio de Santa Isabel, vecino a Salinas, han encontrado una manera de suplir las carencias de agua que mortifican a toda la isla. Un vecino emigrante, Mike Irisarri, 53 a?os, lleg¨® despu¨¦s del hurac¨¢n desde EE UU con una bomba extractora y han logrado sacar un chorro continuo de agua ¨Climpia en apariencia¨C de un pozo que no se usaba hace a?os. "Es agua pura", asegur¨® Irisarri. Varios j¨®venes atardec¨ªan bajo el tubo que manaba agua riendo y chupando whisky a morro. El Cocal arrastra la fama de ser un barrio de trapicheo de droga. "Este sitio es m¨¢s caliente que el culo del diablo", coment¨® un conocedor de la zona.
Fe y tragedia. A mediados de la semana pasada, conduciendo por una carretera del centro de Puerto Rico, en la estaci¨®n de radio 96.8 FM dos predicadores hablaban sobre el hurac¨¢n Mar¨ªa. Afirmaban que se hab¨ªa cumplido un designio divino, lo intepretaban como una bendici¨®n. Uno de ellos dijo: "Dios lleva unas semanas haciendo grandes cosas. Primero nos libr¨® de Irma [el hurac¨¢n borde¨® Puerto Rico, no lo golpe¨® de lleno]. Eso fue sobrenatural. Y de Mar¨ªa nos guard¨® [aludiendo a que la cifra de v¨ªctimas mortales en ese momento ¨Cigual que hasta hoy, pese a que se supone que aumentar¨¢¨C no pasaba de 16]. Eso hace Dios: a veces nos libra y a veces nos guarda. Ha hecho algo hist¨®rico. Ha hecho pasar en un mes tres huracanes categor¨ªa 5 por el Caribe y con eso se han enfriado las aguas. Lo que Dios est¨¢ haciendo es maravilloso, y va a ser a¨²n mejor". Puerto Rico es uno de los pa¨ªses con un porcentaje mayor de poblaci¨®n cristiana en todo el mundo (m¨¢s de un 90% seg¨²n un estudio de Pew Research de 2012). El predicador prosigui¨®: "Dios tiene una agenda con Puerto Rico, y desde esta tierra va a seguir saliendo luz para el resto del mundo". Los pastores estaban en vena, exultantes y encontraban en cada texto religioso una alusi¨®n directa a la tragedia, asomos prof¨¦ticos: "?Verdad que hoy sabe diferente la palabra?".
[Otro ejemplo de religiosidad. En Salinas, en una casa con destrozos, colgaba este cartel: "Dios m¨ªo, Dios m¨ªo, ?por qu¨¦ me has desamparado? Aunque mi padre y mi madre me dejar¨¢n, Jehov¨¢ me recoger¨¢"].
En la radio tambi¨¦n se oyen a todas horas mensajes de empresas que se preocupan por c¨®mo se encuentran sus empleados y los convocan a reincorporarse a sus labores. "La compa?¨ªa [...] espera que todos sus empleados se encuentren bien. Solicitamos a los empleados del primero y segundo turno y del turno administrativo que se reporten a trabajar este pr¨®ximo lunes 2 de octubre en el horario de ocho de la ma?ana a cinco de la tarde. Exhortamos a todos los empleados que residan en ¨¢reas intransitables que no tomen riesgos innecesarios. Su seguridad es primordial". Otros ofrecen cr¨¦dito a quienes quieran reponer colchones y muebles: "?La empresa [...] est¨¢ comprometida con nuestro pueblo y con la recuperaci¨®n de Puerto Rico! ?Nuestras tiendas en Plaza Las Am¨¦ricas y tiendas almac¨¦n en Toa Baja reanudan operaciones el jueves 28 de septiembre! ?Tendremos disponible recogida de matres [de matress, colch¨®n en ingl¨¦s] y estufas de gas. Estamos ofreciendo nuestra oferta de financiamiento por 50 meses sin intereses y sin compra m¨ªnima requerida en todos los muebles y matres!".
Y poco a poco suena de nuevo reguet¨®n. Los locutores se muestran con fuerza, animan a sus oyentes: "Estamos ready para seguir con el show".
Problemas hospitalarios. Con la red el¨¦ctrica del pa¨ªs arruinada, una prioridad que ha remarcado el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rossell¨®, es tener los principales hospitales siempre provistos de di¨¦sel para sus generadores. Pero decenas de sanatorios medianos siguen cerrados.
Este fin de semana visitamos un hospital privado a las afueras de San Juan. La sala de espera de urgencias era un cuarto en penumbra con media docena de personas en silencio. Los empleados que hablaron pidieron anonimato. Uno explic¨®: "Las oficinas est¨¢n cerradas porque no hay electricidad para bregar con las computadoras". "Yo trabajo en rayos equis y estamos resolviendo con una m¨¢quina portable que viene con ruedas, porque nuestras m¨¢quinas m¨¢s potentes jalan demasiada luz". "Pero pese a todos los apuros no ha habido problemas entre los pacientes. Que yo sepa, eh", matiz¨®.
Otro trabajador comentaba que hab¨ªa venido al hospital solo a cobrar, porque desde el impacto del hurac¨¢n, con el nivel de atenci¨®n reducido en gran medida en este y tantos otros hospitales de Puerto Rico que tiran como pueden a base de generadores, la direcci¨®n le ha dicho que puede quedarse en casa. "He venido a pie porque tengo poquita gasolina y est¨¢ del carajo hacer esas filas pa coger gasolina, muchacho". Una enfermera que tambi¨¦n hab¨ªa pasado por all¨ª solo a recoger el salario, coment¨®: "Yo llevo una semana fuera, porque donde yo vivo perdimos todo. Mi casa se inund¨® y estamos viviendo en el segundo piso. No s¨¦ por el momento c¨®mo est¨¢ la situaci¨®n adentro del hospital. Lo que me ha dicho una compa?era es que hay pocos pacientes porque no funciona el aire acondicionado".
Por la calle apareci¨® una anciana, dirigi¨¦ndose con un andador a la entrada del hospital. "Tengo los nervios deshechos", dijo. "?Cree que aqu¨ª dan sopa?".
La Perla. En el barrio todo iba mejor de lo acostumbrado hasta que lleg¨® el hurac¨¢n. La Perla es un vecindario humilde de unas 400 personas encajado contra la bella muralla colonial de San Juan, una favela con vistas al mar a un paso del centro hist¨®rico. Con fama de barrio duro. Uno de esos sitios donde los lugare?os, prudentes, dicen que no se debe entrar. Pero el ayuntamiento hab¨ªa pintado las casas de colores, cuenta la vecina Irma Narv¨¢ez, de 54 a?os, y despu¨¦s se hab¨ªa grabado all¨ª el v¨ªdeo de Despacito, el hit de Luis Fonsi que ha conquistado este a?o el mundo entero. "Est¨¢bamos en nuestro apogeo. Hasta hab¨ªamos montado una peque?a empresa de tours ", explic¨®. Otro vecino, Alberto Avil¨¦s, 60 a?os, lament¨®: "El hurac¨¢n se llev¨® los techos de las casas como si fueran galletas. Es una pena. Estaban viniendo muchos turistas a tomarse fotos".
Paseando por el borde mar¨ªtimo destrozado de La Perla, en una casa una mujer sale a la ventana gritando que la alcaldesa les ha llevado bombillas "pero no agua y comida". La vecina se tira un minuto increpando a las autoridades. Durante su intervenci¨®n, otro vecino, a unos metros, como en un teatro de doble proscenio, cantaba partido de la risa una canci¨®n p¨ªcara relacionando con chispa tres nombres de la temporada de huracanes (Irma, Jos¨¦ y Mar¨ªa) como un tragic¨®mico tri¨¢ngulo amoroso de ciclones infieles.
Irma Narv¨¢ez dice que La Perla se llama as¨ª porque cuando pasaban en sus barcos los soldados espa?oles en la ¨¦poca de la colonia, justo en ese borde de la muralla el sol reflejaba de una manera que formaba un destello como el de una perla. "Y as¨ª se qued¨®". La se?ora Narv¨¢ez reconoce que el barrio est¨¢ muy tocado y a?ade: "Nos levantaremos". En la cancha de baloncesto han colocado unas pancartas donde han escrito: "S. O. S. NECESITO AGUA TOLDOS ALIMENTOS LA PERLA. DESPACITO. NO NOS ABANDONES".