?C¨®mo evitar que un cliente meta 23 rifles en su habitaci¨®n de hotel?
La matanza en Las Vegas impulsa un debate en una ciudad que promueve la libertad de movimientos y el desenfreno
¡°Siempre es un buen d¨ªa¡±, suena a todo volumen por los pasillos del hotel Mandalay Bay. El estribillo de esa canci¨®n pop es uno de los muchos que se reproducen en cascada por los altavoces. La fachada de una forzada felicidad y diversi¨®n permanente invade todos los hoteles de Las Vegas. Tambi¨¦n el Mandalay, desde el que Stephen Paddock mat¨® el pasado domingo a 58 personas, el peor tiroteo de la historia de Estados Unidos. La normalidad se impone poco a poco en el hotel. La gente sigue jugando en el casino, bebiendo, comprando y riendo¡ Pero nada volver¨¢ a ser como antes.
La entrada principal del monumental hotel, con m¨¢s de 3.300 habitaciones, est¨¢ cerrada. En la planta baja, varias puertas est¨¢n clausuradas por cinta policial y hay tiendas con la persiana bajada. Se ve a un agente del FBI y a muchos de seguridad privada. El hotel ha reforzado su protecci¨®n. Se respira una calma tensa.
Ning¨²n trabajador quiere dar su nombre porque no est¨¢n autorizados a hablar con la prensa. ¡°Deber¨ªamos tener m¨¢s seguridad pero eso puede asustar a los clientes¡±, dice una empleada en una tienda de souvenirs dentro del Mandalay. Asegura que no ha notado un descenso de clientes y se alegra de no haber estado en el hotel durante el tiroteo.
Otro trabajador, en la barra de un bar de cocktails, tambi¨¦n se hab¨ªa marchado a su casa cuando Paddock, un jubilado de 64 a?os, rompi¨® dos ventanas en su suite en la planta 32 del hotel y empez¨® a abrir fuego a los congregados en un festival de m¨²sica al aire libre al otro lado de la calle. Antes de que llegara la polic¨ªa a su habitaci¨®n, se suicid¨®. Ten¨ªa 23 armas. ¡°Si tiene este arsenal, ?qu¨¦ puedes hacer?¡±, se pregunta el empleado mientras mira en televisi¨®n las ¨²ltimas noticias del tiroteo. Cuenta que muchos trabajadores pidieron tomarse libre el lunes y que la conmoci¨®n persiste.
Paddock lleg¨® al hotel el 28 de septiembre, tres d¨ªas antes de la matanza. Nunca m¨¢s sali¨® de su habitaci¨®n, a la que hab¨ªa conseguido llevar 10 maletas en las que escond¨ªa sus armas pese a que el Mandalay no permite entrar con fusiles. Como tras cada matanza, ha aflorado la misma pregunta: ?Se podr¨ªa haber evitado?
¡°El mundo ha cambiado. ?Qui¨¦n se hubiese podido imaginar esta situaci¨®n?¡±, aleg¨® esta semana el jefe de la polic¨ªa de Las Vegas, Joe Lombardo. ¡°La seguridad del Mandalay fue fant¨¢stica¡±.
El tiroteo, sin embargo, ha abierto un debate en una ciudad que vive del turismo y de venderse como la meca del desenfreno. Las ¨¢reas de los casinos cuentan con centenares de c¨¢maras para evitar irregularidades. Pero en los hoteles la seguridad es laxa precisamente porque se busca que el cliente se sienta c¨®modo y se mueva libremente de un hotel a otro, conectados por puentes. Nevada es, adem¨¢s, uno de los Estados con la ley m¨¢s flexible en la compraventa de armas.
Fred Del Marva, un asesor de seguridad de hoteles y casinos en Las Vegas, coincide en que el tiroteo no se podr¨ªa haber evitado. ¡°Lo que falta es un elemento disuasivo. Pero no puedes crear un fort¨ªn¡±, se?ala. Propone poner carteles en la entrada sobre la prohibici¨®n de entrar armado y desplegar perros policiales. Tambi¨¦n recomienda instalar detectores de metales escondidos en las puertas de las habitaciones y tecnolog¨ªa que permita descubrir si se rompe una ventana.
Pero a¨²n as¨ª podr¨ªa ser insuficiente. Instalar detectores podr¨ªa incomodar a muchos clientes. Y casi nada hubiera impedido que Paddock, armado hasta los dientes, hubiera decidido abrir fuego en el vest¨ªbulo del Mandalay Bay o ante las cientos de personas en el casino o en el paseo central de la ciudad. Adem¨¢s, se ha sabido que el asesin¨® hab¨ªa vigilado en el pasado al menos dos festivales de m¨²sica desde habitaciones de hotel.
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