Los secretos del caso Kennedy: el aviso deso¨ªdo del FBI y la conspiraci¨®n que vieron los sovi¨¦ticos
Los documentos liberados sobre el asesinato del presidente de EE UU en 1963 est¨¢n destinados a ahondar el enigma
Las sombras se resisten a abandonar el crimen que hizo temblar el Siglo XX americano. La liberaci¨®n de 2.891 informes secretos sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy est¨¢ destinada a ahondar las inc¨®gnitas. No s¨®lo porque a¨²n se mantienen ocultos 200 documentos considerados demasiado sensibles para la seguridad nacional, sino porque los expedientes sacados a la luz destapan las contradicciones del tenebroso mundo de los servicios de inteligencia. Un viaje turbio y subterr¨¢neo donde, entre mucha chatarra informativa y memoriales desfasados, figuran las obsesiones de una ¨¦poca: el odio a Fidel Castro, la pol¨ªtica de bloques, la extra?a vida del magnicida y las sospechas de una conspiraci¨®n.
La URSS cre¨ªa en la teor¨ªa de la conspiraci¨®n
La muerte de Kennedy el 22 de noviembre de 1963 puso en guardia a los comunistas americanos y a los propios sovi¨¦ticos. El asesino, el exmarine Lee Harvey Oswald, hab¨ªa vivido en la URSS y profesaba el credo marxista-leninista. Por ello, nada m¨¢s se conoci¨® el atentado se aprestaron a mostrar su repudio. No bast¨®. Durante a?os, los servicios de inteligencia estadounidenses sondearon en aguas comunistas en busca de alg¨²n indicio. Uno de los puntos m¨¢s escrutados fue la Embajada de Cuba en M¨¦xico. All¨ª se hab¨ªa dirigido Oswald, 54 d¨ªas antes del magnicidio, en busca de un visado para la URSS. Un esp¨ªa estadounidense en la legaci¨®n cubana, el prol¨ªfico Litamil 9, despej¨® muchas dudas al describir la preocupaci¨®n que el atentado gener¨® entre el personal y el rechazo que el estadounidense hab¨ªa inspirado en todos ellos.
Esto tranquiliz¨® a EE UU, pero no a los rusos. En aquellos a?os confusos, la rueda de la sospecha gir¨® de tal modo que al final fueron los propios sovi¨¦ticos quienes empezaron a poner en duda la versi¨®n oficial estadounidense. Un memor¨¢ndum clasificado como alto secreto y fechado el 1 de diciembre de 1966 establece: ¡°De acuerdo con nuestra fuente, los altos cargos del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica creen que se trat¨® de una conspiraci¨®n bien organizada por la ultraderecha de Estados Unidos para dar un golpe. Est¨¢n convencidos de que el asesinato no fue la obra de un solo hombre sino de un cuidadoso operativo¡±.
En esta l¨ªnea, el informe recoge el miedo de Mosc¨² a que el crimen fuese utilizado para ahondar ¡°los sentimientos anticomunistas en EE UU, cerrar las negociaciones con la URSS, atacar a Cuba y desencadenar una guerra¡±. Para apuntalar esta tesis, Mosc¨² consideraba a Oswald un ¡°maniaco neur¨®tico desleal a su pa¨ªs y a cualquier cosa¡±. Un desertor que en su estancia en la URSS ni siquiera hab¨ªa sido reclutado por la inteligencia sovi¨¦tica.
Esa fue de hecho la impresi¨®n que dio a los agentes del KGB que le hab¨ªan recibido en la Embajada rusa en M¨¦xico un mes antes del atentado. "Me reun¨ª con Oswald cuando vino a buscar la forma de ir a la URSS. ?l no pudo ser el ejecutor material del asesinato. Es imposible. Era un hombre desgastado, extremadamente flaco y pobremente vestido. Le temblaba todo, de las manos a los pies. Ni siquiera le pude estrechar la mano", declar¨® este viernes a Efe Nikolai Le¨®nov, quien posteriormente fue subdirector del KGB.
Matar a Castro
Muerto. EE UU lo quer¨ªa muerto y enterrado. En la ¨¦poca del magnicidio, Fidel Castro era la pesadilla de los servicios de inteligencia. Los planes para liquidarlo se multiplicaron y ocuparon una parte considerable de las posteriores investigaciones. No s¨®lo por la adhesi¨®n de Oswald a la causa comunista, sino por la sospecha de que el asesinato de Kennedy hubiese podido deberse a una respuesta de La Habana o Mosc¨² a las intentonas americanas para acabar con Fidel.
Entre los planes descritos en los informes figura un operativo (ya conocido) dise?ado con apoyo del mafioso Sam Giancana para acabar con Castro mediante la bacteria del botulismo. Dos veces fracas¨® esta trama. Una por el temor del agente que recibi¨® las pastillas con el t¨®xico y otra porque Castro dej¨® de acudir al restaurante donde le esperaba el camarero que deb¨ªa verter las bacterias en su comida.
Otro proyecto, que no pas¨® de la fase larval, consist¨ªa en aprovechar la afici¨®n de Castro al submarinismo para regalarle un equipo de buceo contaminado de hongos y bacilos de la tuberculosis. Tampoco lleg¨® muy lejos la descabellada idea de suministrar a un infiltrado un bol¨ªgrafo-bala. El mismo esp¨ªa lo vio imposible, dada la escolta que acompa?aba a Castro, y pidi¨® armas convencionales. Nunca fueron utilizadas.
El aviso deso¨ªdo del FBI
Oswald siempre ser¨¢ una inc¨®gnita. Su muerte a manos del mafioso Jack Ruby es el principal puntal de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Entre los papeles liberados hay uno destinado a hacer las delicias de los amantes de las sombras. Un informe secreto del legendario director del FBI, J. Edgar Hoover, en el que se?ala que su agencia avis¨® del riesgo de asesinato de Oswald. Escrito el 24 de noviembre de 1963, el mismo d¨ªa en que el magnicida fue liquidado, Hoover recuerda: ¡°La noche pasada recibimos una llamada en nuestra oficina de Dallas de un hombre que, hablando con voz calmada, dijo que era un miembro de un comit¨¦ organizado para matar a Oswald. Lo notificamos al jefe de la estaci¨®n policial y este nos asegur¨® que Oswald tendr¨ªa suficiente protecci¨®n. Esa ma?ana llamamos otra vez avis¨¢ndole de la posibilidad de alguna tentativa contra Oswald y nos volvi¨® asegurar que le ser¨ªa dada la protecci¨®n adecuada. Sin embargo, esto no ocurri¨®¡±.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.