Los desheredados de Trump
Un a?o despu¨¦s de la victoria electoral, las pol¨ªticas del nuevo presidente ya han dejado perdedores

Una gran historia para los periodistas, un elemento de estudio inacabable para los acad¨¦micos, un quebradero de cabeza para sus compa?eros de partido y un personaje endiabladamente curioso para medio planeta. Donald Trump es, aparte de todas esas cosas, el presidente de Estados Unidos y sus casi 10 meses de mandato han tenido efectos en personas de carne y hueso. Soterradas por todo ese ruido de tuits extravagantes, amenazas de holocausto nuclear y pol¨¦micas por las protestas de futbolistas negros al himno nacional, decisiones sobre la cobertura sanitaria, la inmigraci¨®n, la pol¨ªtica medioambiental o los transg¨¦nero ya han creado una ristra de desheredados en el pa¨ªs. Estos son algunos testimonios.
¡°Me prepar¨¦ para ser militar, ya no me aceptan¡±

A Riley Dosh le ha cambiado la vida dos veces en el transcurso de un a?o. En julio de 2016 y en el mismo mes de 2017. La primera vez, cuando el entonces jefe del Pent¨¢gono, Ashton Carter, anunci¨® un cambio hist¨®rico en el Ej¨¦rcito de Estados Unidos: los militares transg¨¦nero podr¨ªan desde ese mismo momento servir abiertamente, comunicarlo y proceder a su transici¨®n sin renunciar a su carrera. Y adem¨¢s, a partir del a?o siguiente, el muro se levantaba tambi¨¦n para los civiles transg¨¦nero que quisieran incorporarse ya en dicha condici¨®n. Dosh vio el cielo abierto, le quedaba un curso para graduarse en la emblem¨¢tica academia de West Point y, con la nueva pol¨ªtica, podr¨ªa dejar de esconderse, podr¨ªa contar que era una mujer y que pretend¨ªa iniciar el tratamiento m¨¦dico para que su cuerpo dijera lo mismo.

Se gradu¨® el 27 de mayo de 2017. En el diploma ya figura con el nombre de la cadete Riley. ¡°Mi verdadero nombre¡±, recalca la joven, de 23 a?os. Se quedar¨ªa unos meses en tierra de nadie, pero en teor¨ªa, cuando entrase en vigor la segunda fase de la de normalizaci¨®n de los transg¨¦nero, lo que se esperaba para julio, ya podr¨ªa obtener un destino. Pero a finales de ese mes, en un tuit de 140 caracteres, Donald Trump anunci¨® que daba marcha atr¨¢s y cerr¨® las puertas de Riley. Entonces volvi¨® a cambiar su vida.
Ahora se encuentra en Austin (Texas), buscando trabajo en el mundo civil con su t¨ªtulo de Ciencias Matem¨¢ticas bajo el brazo. ¡°Yo quer¨ªa ser militar, me prepar¨¦ para ello, pero dejaron de aceptarme¡±, lamenta. El Pent¨¢gono debe decidir ahora si los militares transg¨¦nero que ya est¨¢n sirviendo pueden permanecer en el Ej¨¦rcito. Una juez federal, adem¨¢s, acabar de fallar en contra de que se les expulse Pero para los de fuera, no se prev¨¦n cambios. A Riley le cuesta ilusionarse en un cambio de pol¨ªtica, con que dentro de un tiempo vuelva la pol¨ªtica de apertura: ¡°Es que no se sabe cu¨¢ndo podr¨ªa ser y para entonces yo a lo mejor ya estoy muy involucrada en un empleo civil, no es que haya cambiado mi sue?o, yo me prepar¨¦ para ello, es que ya no me aceptan¡±. El transg¨¦nero que quiera entrar en el Ej¨¦rcito, deber¨¢ ocultar su condici¨®n. Vuelven los tiempos del Don¡¯t ask, don¡¯t tell (Preguntes, no cuentes).
¡°No somos cifras, somos gente¡±

Diego Qui?ones tiene 28 a?os y trabaja con su padre y su hermano en el negocio familiar, una empresa de construcci¨®n de tarimas de madera en Bentonville (Arkansas). Es mexicano pero no conoce M¨¦xico. Sus amigos, su familia, su educaci¨®n, su trabajo y su novia est¨¢n en Estados Unidos. Su permiso de trabajo, concedido en el marco del programa DACA para indocumentados que llegaron siendo menores, caduca el pr¨®ximo octubre. Donald Trump ha suspendido el programa. A la espera de que el Congreso apruebe alguna ley para regular su situaci¨®n y la de otros 800.000 dreamers, Diego, angustiado, vive en la incertidumbre.
¡°No somos datos, somos gente con sue?os. Pagamos impuestos, abrimos empresas. Contribuimos a la econom¨ªa local, estatal y federal. No tiene sentido que el Gobierno quiera perder esos ingresos¡±, afirma Diego. El negocio le va bien y hasta que Trump anunci¨® el pasado septiembre la suspensi¨®n de DACA, gozaba de cierta estabilidad. No siempre fue as¨ª.
Antes de eso, Diego se gradu¨® del colegio p¨²blico de su distrito y pas¨® a?os buscando la manera de entrar en la Universidad de Arkansas. Como indocumentado, antes de enrolarse en DACA, la universidad le exig¨ªa pagar las alt¨ªsimas tasas que cobran a estudiantes provenientes del extranjero, casi el doble de los 24.000 d¨®lares que cuesta para residentes del Estado. En 2016 se gradu¨® en Historia y consigui¨® una beca para proseguir sus aspiraciones pol¨ªticas en Washington, trabajando temporalmente en la oficina de un senador en el Capitolio. Trump le cambi¨® los planes y decidi¨® regresar a casa el pasado junio.
¡°Se me ha complicado la vida¡±, lamenta. Pese a que sigue enviando solicitudes de trabajo espor¨¢dicas en Washington, Diego centra sus esfuerzos en ahorrar dinero, aumentar el volumen del negocio y estar cerca de su familia. Cuando no trabaja en la oficina se transforma en un activista por su causa y la de otros cientos de miles en EE UU. Ayuda a organizar marchas, se re¨²ne con el representante de su distrito en el Congreso y realiza llamadas para presionar a otros pol¨ªticos.
¡°Si el Congreso no act¨²a antes del pr¨®ximo octubre, no podr¨¦ trabajar, no podr¨¦ conducir. Da un poco de p¨¢nico. El Gobierno tiene mis datos, mi domicilio y podr¨ªan deportarme con relativa facilidad¡±, dice. Tambi¨¦n teme por otros familiares. Su padre sigue indocumentado y su madre est¨¢ en proceso de convertirse en ciudadana.
Atrapados en la incertidumbre sanitaria

El goteo de personas con carpetitas llenas de documentos es constante en esta ma?ana de lunes en una oficina de seguros de salud en Huntington Beach, al sur de Los ?ngeles. El 1 de noviembre empez¨® el plazo de este a?o para comprar seguros a trav¨¦s de Obamacare. En 2017, sin embargo, el ritual se realiza bajo la mirada hostil del presidente, Donald Trump, y de la mayor¨ªa republicana en Washington, que ha intentado eliminar Obamacare pero no logra consensuar un programa sustituto.
Nelly Londono, de 60 a?os, ense?a los c¨¢lculos de su cuota. El 2016 fueron 609 d¨®lares al mes. Gracias a la ayuda federal de Obamacare, paga 82. Tras la renovaci¨®n, este lunes por la ma?ana, ser¨¢n 111. Su seguro tiene un deducible (franquicia) de 1.500 d¨®lares que salen de su bolsillo en caso de hospitalizaci¨®n. Londono es peluquera y gana 1.500 d¨®lares al mes. Es republicana. ¡°Si Trump tuviera un plan mejor, me valdr¨ªa¡±, afirma. Pero no lo tiene. Trump ha prometido ¡°dejar que Obamacare implosione¡±. No ocurrir¨¢ este a?o. Pero sin incrementar el apoyo p¨²blico, y ante la incertidumbre de que todo el sistema depende de un voto, el mercado se va desestabilizando poco a poco.
Londono, como todos los beneficiarios, se queja del aumento en las primas. Subidas de 50 o 100 d¨®lares puede no significar mucho para cierta gente, pero hay un momento en que lo asequible, deja de serlo.La llamada Ley de la Sanidad Asequible (Affordable Care Act) fue el gran legado pol¨ªtico de Barack Obama. Es un mercado de seguros nuevo en el que es obligatorio contratar seguro (el principal problema ideol¨®gico de la derecha con el programa), a cambio de importantes subsidios para ayudar a las rentas medias a contratar seguros privados. Se calcula que m¨¢s de 20 millones de personas consiguieron cobertura gracias a Obamacare, justo esa clase media que no califica para beneficencia pero no puede pagarse un plan privado.Trump ha dejado el programa sin fondos de publicidad y mucha gente ignora que ha empezado el periodo para apuntarse. Adem¨¢s, pretende eliminar deducciones de impuestos para grandes gastos m¨¦dicos y parte de los subsidios que ayudan a estabilizar el mercado.

Jill Kummer, de 56 a?os, ha acudido a la gestor¨ªa Quote Selection a sacar a su hija del plan que ten¨ªa. ¡°Creo que el sistema se va a ir al garete. Las primas est¨¢n subiendo muy deprisa¡±. Tiene un plan de 250 d¨®lares al mes que este a?o superar¨¢ los 300. Kummer ha encontrado un buen trabajo en una empresa de construcci¨®n hace poco y si pone a su hija en su seguro m¨¦dico le cuesta 245 d¨®lares. Lo justo para que ya no le merezca la pena Obamacare. ¡°El sistema entero es un desastre¡±, afirma. ¡°La gente ya no se puede permitir las cuotas m¨¢s bajas¡±. El hundimiento de Obamacare ser¨¢ la profec¨ªa autocumplida de Trump.
"Si Trump no piensa que el cambio clim¨¢tico es una amenaza, yo tampoco"
"Yo soy Billy The Kid", bromea, "Billy The Kid Queen". Tiene 48 a?os. Fue bombero. Es un americano rubio, alto, fuerte, como esos soldados de ¨¦lite de EE UU que hacen cosas inveros¨ªmiles como cazar a Bin Laden. Vive solo en Islamorada, en los Cayos de Florida. Perdi¨® su casa prefabricada por el hurac¨¢n Irma y mientras espera la ayuda de FEMA (siglas en ingl¨¦s de la Agencia Federal para la Gesti¨®n de Emergencias) vive en casa de un vecino, la misma casa en la que ¨Csabiendo que la suya ser¨ªa arrrasada¨C pas¨® el impacto de Irma. Fue de los pocos que se quedaron a esperar a ese monstruo de la naturaleza al borde de la costa. "Ten¨ªas que haber visto aquello", dice. "Yo ve¨ªa una ola detr¨¢s de otra viniendo y las palmeras dobladas en un ¨¢ngulo recto. Durante ocho horas seguidas as¨ª. Me preguntaba: "?C¨®mo no se rompen esas palmeras?".

Harvey, Irma y Mar¨ªa (que se ceb¨® en Puerto Rico, Estado Libre Asociado a EE UU) han sido los tres huracanes de nivel extremo que han azotado esta temporada al pa¨ªs dirigido por Donald Trump, una serie de intensidad inusitada. Estudios cient¨ªficos apuntan a la relaci¨®n entre calentamiento global y huracanes m¨¢s fuertes, pero Trump no cree en el cambio clim¨¢tico ¨Clo ha llegado a calificar de "cuento chino"¨C y tras el paso de Irma dijo: "Hemos tenido tormentas peores". Contra el consenso mundial, ha decidido sacar a EE UU de los Acuerdos de Par¨ªs contra el calentamiento. Y adem¨¢s, ha propuesto un recorte de casi 700 millones de d¨®lares a los fondos de FEMA.
Billy Queen, que lo vot¨®, conf¨ªa en su criterio: "Yo creo que es un tipo sensato, y si no piensa que el cambio clim¨¢tico sea una amenaza directa , yo tampoco lo creo". Al mismo tiempo, reconoce que si Irma llega a alcanzar los Cayos con fuerza m¨¢xima ¨Ccomo llegaron a prever los meteor¨®logos¨C la casa en la que estaba hubiera quedado bajo el agua por la subida del mar: "Me habr¨ªa tenido que subir al techo", dice, lo que tampoco le hubiera garantizado mucho entre vientos de 150 kil¨®metros hora. Queen, cuyo abuelo instal¨® hace medio siglo en Islamorada la casa prefabricada que ha perdido, quiere seguir viviendo en el mismo sitio, bajo palmeras y a unos pasos del agua, en este para¨ªso natural donde sue?a con hacerse viejo saliendo a pescar y tocando la bater¨ªa. "Llevamos mucho tiempo aqu¨ª y no nos ha pasado nada. Pero bueno, nunca sabes. La vida es como tirar un dado. No sabes qu¨¦ numero va a salir".
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