El viejo traje del presidente Xi
El enaltecimiento de Xi Jinping como emperador vitalicio recupera la sombra ideol¨®gica de Mao, emblema de la autoridad total del Partido
¡°Los pa¨ªses extranjeros han hecho guerras de religi¨®n o se han peleado por la libertad. En China, desde hace miles de a?os, nos hemos peleado perpetuamente por una sola cuesti¨®n: llegar a ser emperador¡±.
El autor de esta reflexi¨®n es Sun Yat-sen, revolucionario y fundador de la primera rep¨²blica china, que sucedi¨® a la ca¨ªda del ¨²ltimo emperador manch¨² en 1912. Considerado como el padre de la China moderna, experiment¨® los desastres que desencadenaban las peleas por el poder en el seno de su propio partido, el Kuomintang, hasta el punto de que, seg¨²n escribi¨®, ¡°seis o siete de cada diez entre quienes se a?ad¨ªan a la idea revolucionaria albergaban el sue?o de llegar a emperador¡±. La primera tarea pol¨ªtica de quienes quer¨ªan sustituir el imperio por una rep¨²blica consist¨ªa en ¡°desembarazar a estos individuos de sus ambiciones imperiales¡±.
Xi Jinping hab¨ªa conseguido hasta ahora la mayor concentraci¨®n de poder conocida desde Mao Zedong, el fundador de la Rep¨²blica Popular, destacando especialmente por su condici¨®n de comandante en jefe del Ej¨¦rcito Popular, pero a partir de la pr¨®xima semana cruzar¨¢ el ¨²ltimo l¨ªmite que le quedaba para igualarse con el Gran Timonel. Desaparecer¨¢ la limitaci¨®n de mandatos para la presidencia, de forma que se instalar¨¢ como un l¨ªder vitalicio, reconocido como tal en la propia Constituci¨®n, una condici¨®n que solo han ostentado Mao y Deng Xiaoping, aunque este ¨²ltimo siempre en la sombra como emperador de facto sin ser ni jefe de Gobierno ni de Estado.
Para obtener el m¨¢ximo trofeo del poder imperial absoluto, justo cuando acaba de iniciar su segundo mandato de cinco a?os, Xi ha protagonizado una largo ascenso que ha incluido una de las purgas m¨¢s extensas y severas que se haya conocido desde 1989, que le ha servido para desembarazarse de los rivales y disciplinar las distintas facciones internas del Partido Comunista, en esta ocasi¨®n con la excusa de la lucha contra la corrupci¨®n en vez de la pureza ideol¨®gica marxista-leninista de anta?o.
Tambi¨¦n como Mao, el pensamiento de Xi est¨¢ ya inscrito en el texto constitucional desde el Congreso del pasado oto?o, una condici¨®n que le sit¨²a por encima de Deng Xiaoping, cuyo nombre consta meramente como el autor de una teor¨ªa, la de la adaptaci¨®n del socialismo a las caracter¨ªsticas chinas. Mao fund¨® el r¨¦gimen y emancip¨® a China de la dependencia colonial. Deng fue el emperador oficioso que sac¨® al pa¨ªs de la pobreza optando por la apertura y el mercado capitalista. Mientras que Xi constituye la promesa de convertir a China en la primera superpotencia a mitad del siglo XXI y a este t¨ªtulo ha querido que se le reconozca su aportaci¨®n ideol¨®gica y su liderazgo absoluto.
El sistema instaurado por Deng Xiao-Ping de limitaci¨®n de mandatos, junto a la rutinaria jubilaci¨®n de todos los pol¨ªticos a los 68 a?os, era una forma de acotaci¨®n y control del poder. Con el a?adido de que eliminaba el car¨¢cter tr¨¢gico e incierto de la pelea sucesoria en el momento en el que el l¨ªder muere o queda incapacitado f¨ªsicamente o, lo que es peor, pol¨ªticamente.
El reforzamiento de los poderes de Xi es la respuesta china al auge de las figuras autoritarias y al declive de la democracia en el mundo
El sistema sucesorio abolido ahora era previsible, gradual y estable, virtudes todas ellas apreciadas por los inversores y los mercados. Se caracterizaba tambi¨¦n por su colegialidad, representada por el comit¨¦ permanente del Politbur¨®, el organismo m¨¢ximo del partido integrado por un grupo de entre cinco y siete hombres, que permit¨ªa reflejar los equilibrios y alianzas entre las distintas facciones y superaba el desastre del culto a la personalidad mao¨ªsta.
Este tipo de relevo ordenado en la c¨²pula china solo ha funcionado en su esquema completo entre 2002 y 2012, con la generaci¨®n reconocida como la cuarta, formada por Hu Jintao como presidente y Wen Jiabao como primer ministro. Ahora puede verse que para Xi ha sido un par¨¦ntesis de laxitud y liderazgos d¨¦biles y de componendas y equilibrios entre grupos de poder, que se corresponde mundialmente con la ¨¦poca de la globalizaci¨®n feliz, mientras que el actual regreso al autoritarismo absoluto tiene su correspondencia en el despliegue de liderazgos fuertes en muchos pa¨ªses, el repliegue nacionalista y el declive de la democracia.
El imperio vitalicio, que no es una buena noticia para nadie, no lo es tampoco para los comunistas chinos, que pod¨ªan aspirar a una evoluci¨®n lenta hacia un r¨¦gimen cada vez m¨¢s pautado legalmente y socialmente m¨¢s abierto y liberal, despu¨¦s de haber conseguido la apertura econ¨®mica, y se encuentran ahora con el peligro de la dictadura perfecta, facilitada por la tecnolog¨ªa digital y especialmente por los sistemas de control social mediante Inteligencia Artificial y el Big Data.
La opci¨®n por la dictadura total, con su apariencia de m¨¢xima disciplina y autoridad del Partido Comunista, es un s¨ªndrome de inseguridad ante la inestabilidad de la sociedad china y de incapacidad para aceptar su vitalidad y su pluralismo. Tambi¨¦n es el anuncio a plazo fijo de graves turbulencias cuando se produzca la desaparici¨®n del actual emperador. Si Xi quer¨ªa el mandato vitalicio es porque intu¨ªa los peligros que le acechaban en caso de dejar el poder en 2022 como correspond¨ªa al esquema ahora obsoleto.
El poder absoluto entronca con la tradici¨®n imperial china, naturalmente, pero tiene lazos de parentesco tambi¨¦n con el modelo econ¨®mico y pol¨ªtico calcado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el momento de la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular en 1949. Stalin fue para Mao una obsesi¨®n en la que se combinaban la emulaci¨®n y el desprecio. A pesar de que le detestaba, no perdon¨® al l¨ªder sovi¨¦tico Nikita Jruschev cuando denunci¨® en 1956 el culto a la personalidad y los cr¨ªmenes estalinistas, pues a fin de cuentas descalificaba a quien hab¨ªa sido y sigui¨® siendo su modelo de dirigente comunista infalible.
El regreso de China al liderazgo sin l¨ªmites es un retorno a los or¨ªgenes modelados en el estalinismo y en la negaci¨®n del pluralismo
El mao¨ªsmo, que tanta admiraci¨®n bobalicona produjo entre los intelectuales europeos y que ahora Xi ha convertido en su inspiraci¨®n, tuvo un soberbio cr¨ªtico en el escritor belga Simon Leys, especialmente en su libro El vestido nuevo del presidente Mao sobre la revoluci¨®n cultural. Publicado en su edici¨®n original en franc¨¦s en 1971 y reeditado el pasado a?o en Espa?a, est¨¢ inspirado en el famoso cuento de Andersen en el que es un ni?o quien descubre la desnudez del rey que se enga?a a s¨ª mismo respecto al vestido invisible que le cubre.
Mao adopt¨® el nuevo vestido de la revoluci¨®n cultural, que le sirvi¨® para lanzar a los estudiantes contra la c¨²pula del partido, es decir, sus propios compa?eros, para consolidarse en el poder. Xi Jinping adopta ahora el viejo vestido del mao¨ªsmo estalinista para terminar con las componendas entre facciones, superar la direcci¨®n colectiva y hacerse con un poder absoluto que le permite escapar a todo escrutinio y convertirse as¨ª en el hombre m¨¢s poderoso del planeta para una larga ¨¦poca.
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