?Cu¨¢nto vale la fuerza creadora de las mujeres?
?C¨®mo se puede ver el producto de una cari?osa sonrisa, de un beso, de un c¨¢lido abrazo, de una palabra que te da aliento para seguir? ?Se puede pagar?
Las mujeres poseen una incre¨ªble fuerza creadora, que da vida, que construye desde el cuidado y el amor. El cuerpo femenino es un vivo misterio, capaz de formar a otro ser en su interior, lo cual expresa fuerza vital y potencia creadora sin igual. La mujer es fuente de vida humana y esa potencialidad impregna todo su ser tenga o no tenga hijos, y se manifiesta en diversas ocupaciones, obras y creaciones. Esas obras y acciones, por lo general, se dirigen a los otros y a las relaciones con ellos, que son valiosas para las mujeres. Las mujeres no solo creamos hijos, ayudamos a otros, los animamos, los sostenemos, los nutrimos y cuidamos. La mayor parte de nuestras creaciones pasa desapercibida, porque son invisibles, son intangibles. ?C¨®mo se puede ver el producto de una cari?osa sonrisa, de un beso, de un c¨¢lido abrazo, de una palabra que te da aliento para seguir? ?Cu¨¢nto vale en dinero todo eso? ?Se pueden pagar esos productos? ?Qu¨¦ precio se le puede poner a dar vida d¨ªa a d¨ªa a otros? Gracias a las acciones de las mujeres de cuidado y de amor la especie humana ha podido sobrevivir a pesar de tantas guerras y de violencia sin sentido.
Las mujeres creamos mundos constantemente, y son mundos de relaci¨®n con otros con los que convivimos. Solemos ser m¨¢s compasivas, pacientes y sacrificadas que nuestros compa?eros los hombres. Nos es m¨¢s f¨¢cil ponernos en el lugar del otro para entenderlo mejor. Desde su amor, la mujer comprende mejor la vida y la valora m¨¢s, comprende a otros en su humanidad, es m¨¢s humana en relaci¨®n con los otros. Cada mujer crea su mundo y es un mundo que solo ella puede crear, no es reproducible, es ¨²nico y peculiar.
Las mujeres no solemos darle demasiada importancia a lo que hacemos, y entregamos nuestro tiempo a los otros con excesiva facilidad. Ese tiempo representa trocitos de vida, que dedicamos al cuidado de otros, a menudo, posponiendo nuestras propias necesidades y deseos, incluso, sacrificando nuestros planes de realizaci¨®n personal. Las mujeres estamos acostumbradas a hacerlo desde la noche de los tiempos. Es una sagrada entrega de energ¨ªa vital que, sin embargo, no se valora ni por los otros, ni por nosotras mismas. Es importante que las mujeres valoremos nuestro tiempo y que reivindiquemos el derecho a un tiempo propio, tiempo en igualdad de condiciones para ambos sexos. Nuestro tiempo tiene mucho valor, es vida.
Las mujeres tejemos telares, seres, vidas, narraciones, realidades... Nos gusta el proceso de la creaci¨®n instante a instante vivido. Nos abstraemos en el placer del sentir, del so?ar, del recordar; disfrutamos con las peque?as cosas, aunque haya excepciones, claro est¨¢. Solemos ser pacientes y perseverantes. Estamos habituadas a resistir y a sobreponernos a las dificultades y a los impedimentos que encontramos en nuestros caminos simplemente por ser mujeres en un orden social que nos sit¨²a en un segundo lugar, en una posici¨®n social subordinada. Esta injusta disposici¨®n de las cosas no la creamos nosotras, ni la queremos; nos la imponen desde fuera sin que apenas seamos conscientes de ello. Las mujeres aguantamos y seguimos adelante intentando mejorar la vida, la nuestra y la de otros. Somos capaces de soportar el dolor y el sufrimiento, tanto f¨ªsico como emocional, para alcanzar el objetivo marcado. Somos fuertes y fr¨¢giles a la vez, incluso duras en nuestro af¨¢n de supervivencia en un medio que demasiado a menudo resulta hostil para las mujeres.
Las mujeres tenemos que reconocer nuestras propias experiencias y reclamar su legitimidad. Ya no nos contentamos con los discursos de otros sobre nosotras. Tenemos voz y queremos decir nuestras verdades. No nos vale ser un verso mudo que no acaba de encontrar su rima con los vocablos disponibles. Es bueno que comprendamos por qu¨¦ y sobre todo para qu¨¦ construimos nuestras experiencias como mujeres en un orden social dado, en el cual nos relacionamos con otros adecu¨¢ndonos a unas normas internalizadas en nuestro proceso de socializaci¨®n. Conviene no confundir lo innato con lo adquirido, aunque en el ser humano resulte dif¨ªcil diferenciarlo, porque somos profundamente sociales, nos hacemos en continuada relaci¨®n con otros.
Es hora de que las mujeres y los hombres reconozcamos los m¨¦ritos femeninos y el inmenso valor que tienen nuestras experiencias del d¨ªa a d¨ªa. Cada instante vivido es un comienzo. Es una trepidante aventura de creaci¨®n en la que podemos cambiar de actitud en cualquier momento y empezar a andar en la vida de una manera nueva. Cuidemos nuestras experiencias cotidianas para que se graben en nosotras con palabras buenas, bellas y verdaderas, pues lo que creamos nos crea a su vez. Las mujeres podemos cuestionar lo aprendido en el proceso de nuestra socializaci¨®n, podemos reflexionar, eligir con prop¨®sito y decidir con lucidez, sabiendo c¨®mo queremos vivir en relaci¨®n. No nos equivoquemos de objetivo.
La mujer que consiga estar a gusto en su piel crear¨¢ un mundo mejor, porque expresar¨¢ su amor a la vida y la alegr¨ªa de sentirse ella misma en relaci¨®n con otros. Esa mujer influir¨¢ en otros, pues todos lo hacemos. Podemos aprender unos de otros y cuidarnos mejor, y tambi¨¦n cuidar el mundo en que vivimos, pues respiramos su aire, bebemos su agua, cultivamos su tierra... Todos, mujeres y hombres, formamos parte activa de ese mundo constantemente cambiante y todos podemos practicar la ¨¦tica de cuidado para crear un mundo mejor en que vivir.
Anna Arnaiz Kompanietz es m¨¦dica, sex¨®loga y escritora
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