Lula, el inconciliable
?Qu¨¦ relaci¨®n hay entre el odio de una parte de los brasile?os contra el mayor l¨ªder popular de la historia reciente y la fractura del proyecto de conciliaci¨®n que represent¨® durante los a?os que ocup¨® el poder?
Recuerdo dos escenas de la conciliaci¨®n que Lula promovi¨® en Brasil durante la primera d¨¦cada del siglo.
En la primera, que sucedi¨® durante la campa?a presidencial de 2002, solo hab¨ªa 3 tres testigos. Uno de ellos soy yo. Es una escena peque?a, pero siempre fue una enormidad para m¨ª, porque no creo ni en dios ni en el diablo, pero creo que ambos viven en los detalles.
Estaba entrevistando a una mujer de la ¨¦lite de S?o Paulo que sal¨ªa con uno de los principales industriales del pa¨ªs. Juntos, fueron decisivos para que Lula conversara con una parte de la ¨¦lite, aquella con la que se pod¨ªa conversar, y tejiera un apoyo fundamental para la victoria del Partido de los Trabajadores (PT) en 2002, tras tres derrotas consecutivas. Apoyo que se concret¨® en la ¡°Carta al Pueblo Brasile?o¡±, en la que Lula se comprometi¨® no con el pueblo, sino con el mercado, a mantener las principales l¨ªneas de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Hay que recordar que, en aquellas elecciones, Lula visti¨® trajes de Ricardo Almeida y circul¨® por los salones de la ¨¦lite de S?o Paulo, una puerta dorada abierta por la entonces alcaldesa Marta Suplicy, hoy en el partido del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (MDB). No solo circul¨®, sino que encant¨®. Lula se hizo popular para millonarios que cre¨ªan ser cultos, emprendedores, modernos y cosmopolitas. Hab¨ªa algo muy seductor en un obrero, en un l¨ªder sindical, que simpatizaba con ellos.
Y hab¨ªa una presi¨®n social creciente en Brasil. Tras deslumbrarse con la redemocratizaci¨®n, el pa¨ªs hab¨ªa vivido el impeachment del expresidente Fernando Collor, con los caraspintadas en las calles, y viv¨ªa el final de una segunda legislatura penosa de Fernando Henrique Cardoso, del Partido de la Social Democracia Brasile?a (PSDB). Ciudad de Dios, la pel¨ªcula de Fernando Meirelles y Katia Lund, era la expresi¨®n del Brasil de 2002.
Una parte de la ¨¦lite econ¨®mica de S?o Paulo pase¨® a Lula por sus salones para demostrar a sus iguales que era tan agradable como su caviar
Una parte de la ¨¦lite econ¨®mica del pa¨ªs entendi¨® la delicadeza del momento y teji¨® apoyos y acuerdos, paseando a Lula por sus salones para demostrar a sus iguales que era tan agradable como su caviar. Y Lula, inteligente como es, interpret¨® su papel con brillantez.
Yo estaba en una de esas mansiones de Jardim Europa, el barrio donde solo viven los ricos muy ricos de S?o Paulo, y los ricos muy ricos de S?o Paulo son muy ricos en cualquier lugar del mundo. Estaba entrevistando a una de las principales anfitrionas de Lula. Y ella me contaba lo fascinante que era Lula y c¨®mo Brasil ten¨ªa que cambiar.
De repente, se interrumpi¨®. Y llam¨® a alguien. En un tono elegante, pero imperativo. La empleada del hogar estaba en el piso de arriba, pero la inst¨® a bajar para cerrar la cortina del sal¨®n donde nosotras dos nos encontr¨¢bamos. Me di cuenta de que, de hecho, a la due?a de la casa no se le hab¨ªa ocurrido que ella misma pod¨ªa levantarse del sof¨¢ y dar algunos pasos. Su vida era as¨ª, siempre lo hab¨ªa sido. No podr¨ªa ser de otra manera.
En eso radicaba la magia de Lula. Esa mujer pod¨ªa circular por los salones con el candidato del PT enfundado en trajes de marca y al mismo tiempo llamar a la empleada para que cerrara la cortina. Con el toque alqu¨ªmico de Lula, las contradicciones se borraban por un momento.
Salto al 2006.
El rapero MV Bill, uno de los creadores de la ONG Central ?nica de las Favelas (CUFA), est¨¢ en la Villa Daslu, que entonces se llamaba el ¡°templo del lujo¡± o la ¡°meca de los estilistas¡±. Una construcci¨®n de 20.000 metros cuadrados y columnas neocl¨¢sicas donde se vend¨ªa desde ropa de marcas internacionales a helic¨®pteros. En aquella ¨¦poca, Eliane Tranchesi, la propietaria, ya estaba envuelta en denuncias de evasi¨®n fiscal, pero apostaba por la conciliaci¨®n con el otro lado de los muros.
Si en 2002 la expresi¨®n cultural de Brasil era Ciudad de Dios, la pel¨ªcula, en 2006 la expresi¨®n cultural fue Halc¨®n, ni?os del narcotr¨¢fico, el documental de MV Bill y Celso Athayde. Lo hab¨ªan dado tres semanas antes en el programa Fant¨¢stico, de la TV Globo, en la franja de m¨¢xima audiencia del domingo. Al mostrar la vida ¡ªy la muerte¡ª de los ¡°soldados¡± del narcotr¨¢fico en las favelas de Brasil, Halc¨®n caus¨® un impacto enorme en personas que no sol¨ªan impactarse con el genocidio de los ni?os negros y pobres de las periferias: de los 17 entrevistados, todos muy j¨®venes, solo uno hab¨ªa sobrevivido para ver el programa aquella noche de domingo.
Hac¨ªa casi cuatro a?os que Lula estaba en el poder, se presentaba a la relecci¨®n y el PT ya enfrentaba las denuncias del mensal?o, sistema de compra de votos de parlamentarios que Lula afirmaba desconocer. La ¡°conciliaci¨®n¡± todav¨ªa era una tesis en vigor, con un presidente que no solo hab¨ªa cumplido rigurosamente lo acordado en la ¡°Carta al Pueblo Brasile?o¡±, al no tocar el rumbo de la econom¨ªa, sino que conservaba mucha de su m¨ªstica a pesar de las primeras denuncias de corrupci¨®n del PT en el poder.
¡°No estamos aqu¨ª para culpar a nadie de la tragedia que viven esos ni?os (muertos por el narcotr¨¢fico). Estamos aqu¨ª para juntar a ricos y a pobres¡±, dijo la due?a de Daslu
Para lanzar el libro Halc¨®n, ni?os del narcotr¨¢fico en la Villa Daslu, MV Bill subi¨® al cuarto piso con 30 habitantes de favelas. La rub¨ªsima Eliana Tranchesi resumi¨®, con una claridad pocas veces vista, el tono de la conciliaci¨®n tejida en el Brasil de Lula: ¡°No estamos aqu¨ª para culpar a nadie de la tragedia que viven esos ni?os. Estamos aqu¨ª para juntar a todo el mundo, ricos y pobres, las fuerzas de todo el mundo¡±.
Esa era la magia. Juntos, el rapero negro de la Ciudad de Dios, la favela de R¨ªo de Janeiro, y la rubia empresaria de S?o Paulo que defraudaba al fisco celebraban la posibilidad de conciliar dos pa¨ªses apartados. Brasil, uno de los lugares m¨¢s desiguales del mundo, deber¨ªa conciliarse sin mirar qu¨¦ causaba la desigualdad. O, el tema m¨¢s sensible, sin tocar la renta de los m¨¢s ricos ni hacer cambios estructurales que afectaran a sus privilegios.
Estaban, como anunci¨® Eliana Tranchesi, ¡°todos juntos, ricos y pobres¡±. Y cada uno en su lugar. En la Villa Daslu, los negros eran trabajadores uniformizados y los habitantes de las favelas que entraron all¨ª aquella noche volver¨ªan enseguida a sus casas sin alcantarillado y jam¨¢s podr¨ªan comprar ni siquiera un bot¨®n en el ¡°templo del lujo¡±. Pero, desplazados por un momento de su lugar solo para reafirmarlo, eran bienvenidos y hasta queridos. La imagen que se produc¨ªa se vend¨ªa como si fuera realidad. Era una escena poderosa y posiblemente muchos creyeron en ella. Brasil viv¨ªa un momento muy particular.
Ante la mistificaci¨®n, una voz se levant¨® de entre el p¨²blico: ¡°El consumismo es una de las causas de esa tragedia. Estamos en un templo de consumo. Esto de aqu¨ª es el responsable. Si pienso en el pa¨ªs y en la desigualdad en que vivimos, este lugar es una violencia¡±.
El malestar se instal¨®. El idilio se hab¨ªa acabado de romper. ¡°Para satisfacer el sue?o de consumo de comprar unas zapatillas deportivas, los que viven en la favela a veces tienen que matar. Pero no para comprar unas zapatillas en Daslu, porque entonces tendr¨ªan que matar mucho m¨¢s¡±, se sum¨® otra voz. Hubo intercambio de exabruptos, el p¨²blico blanco hizo una se?al para que cortaran el micr¨®fono.
Entonces, la l¨ªder de la favela Coliseu, una mujer negra y desempleada, se levant¨® para defender a la anfitriona: ¡°Ella es rica porque ha trabajado mucho para ser rica¡±.
Apoteosis. Gritos y aplausos. Se hab¨ªa salvado la conciliaci¨®n en el Brasil de Lula. Tiempos despu¨¦s, Eliana Tranchesi ser¨ªa detenida por evasi¨®n fiscal y otros cr¨ªmenes y condenada a 94 a?os de prisi¨®n, y la Villa Daslu dejar¨ªa de existir. Otros ¡°templos de consumo¡± tan selectos como aquel, pero m¨¢s discretos, se irguieron en S?o Paulo. Incluso donde sol¨ªa estar la entonces gloriosa Villa Daslu.
La m¨ªstica de la conciliaci¨®n sobrevivir¨ªa durante m¨¢s tiempo.
El Brasil gobernado por Lula tuvo un aumento real del salario m¨ªnimo, una reducci¨®n significativa de la miseria, una ampliaci¨®n del acceso a la universidad, mejoras importantes en la sanidad p¨²blica, el Estatuto de Igualdad Racial, garant¨ªa de cr¨¦dito para los m¨¢s pobres. Eso no es poco y marc¨® una diferencia enorme en la vida de quien no siempre pod¨ªa comer.
En parte, solo fue posible mejorar la renta de los m¨¢s pobres, sin tocar la renta de los m¨¢s ricos, por la exportaci¨®n de materias primas a China: y qui¨¦n lo pag¨® fue la Amazonia
En gran parte, solo fue posible mejorar la renta de los m¨¢s pobres, sin tocar la renta de los m¨¢s ricos, por la exportaci¨®n de materias primas a China, que viv¨ªa a?os de crecimiento acelerado. Pero este tipo de desarrollo tuvo un coste alto para la Amazonia, un tipo de coste que no se puede recuperar justo en un momento en que el planeta vive el cambio clim¨¢tico provocado por la acci¨®n humana. Es el coste-naturaleza, que algunos autores definen como ¡°el trabajo no remunerado de la naturaleza¡±.
Por ese motivo, las contradicciones aparecieron primero en la Amazonia, en la construcci¨®n de las grandes hidroel¨¦ctricas y, con m¨¢s impacto, en la mayor de todas ellas: Belo Monte. En Altamira y la regi¨®n del r¨ªo Xing¨², todo el huevo de la serpiente ya estaba trazado desde hac¨ªa a?os, pero estaba convenientemente demasiado lejos. Lula y despu¨¦s Dilma Rousseff, as¨ª como el PMDB, siempre podr¨ªan contar con la desconexi¨®n del centro-sur urbano con relaci¨®n a la selva. Y el centro-sur urbano tampoco decepcion¨® esa vez. Ni la parte de la izquierda vinculada al PT, que mostr¨® la selectividad de su preocupaci¨®n con los derechos humanos y su ignorancia con relaci¨®n al cambio clim¨¢tico y al medio ambiente. Una parte del PT y de la izquierda est¨¢ anclada en el siglo XX. Ni siquiera ha llegado a mayo de 1968.
En las regiones amaz¨®nicas afectadas por las grandes obras del Programa de Aceleraci¨®n del Crecimiento (PAC), los pueblos ser¨ªan sacrificados en nombre de algo presuntamente mayor, el desarrollo. La conciliaci¨®n ten¨ªa sangre, sudor y l¨¢grimas, pero muy lejos de las capitales.
Los brasile?os a quienes les importa de hecho la Amazonia, m¨¢s all¨¢ de los chovinismos de ocasi¨®n, son una minor¨ªa. Y un n¨²mero menor todav¨ªa consigue establecer la relaci¨®n entre el malestar cotidiano en las ciudades y la destrucci¨®n de la selva y de otros ecosistemas. Los brasile?os, al igual que la mayor¨ªa de los habitantes del planeta, viven la cat¨¢strofe ambiental pero le dan otros nombres.
Si el agua est¨¢ sucia o si falta, creen que basta que les suban el sueldo para poder comprar agua en el supermercado, o que el gobierno del momento haga una obra para que el agua vuelva a los grifos. Todav¨ªa no han entendido que el agua ser¨¢ la mayor preocupaci¨®n de sus hijos y nietos.
La derecha ha secuestrado el tema de la corrupci¨®n y la izquierda vinculada al PT se ha inhibido en la violaci¨®n de derechos humanos en Belo Monte y otras grandes obras del PAC y del Mundial de 2014
Tambi¨¦n por eso Belo Monte y otras grandes obras han sido posibles y pocas veces se citan como un pasivo de Lula y Dilma, ni siquiera sus odiadores lo hacen. Excepto cuando aparecen relacionadas a la corrupci¨®n denunciada en la Operaci¨®n Lava Jato. La derecha ha secuestrado el tema de la corrupci¨®n y la izquierda vinculada al PT ha preferido inhibirse en las violaciones de derechos humanos en las grandes obras del PAC, como Belo Monte, y tambi¨¦n del Mundial de 2014.
La conciliaci¨®n de Lula solo pod¨ªa ser provisional. En un pa¨ªs tan desigual como Brasil, no se puede hacer justicia social a largo plazo sin hacer cambios estructurales, o sin, por lo menos, tocar la renta de los m¨¢s ricos, redistribuyendo la riqueza existente.
Una pregunta se repite siempre, y tras la prisi¨®n de Lula se vuelve todav¨ªa m¨¢s ruidosa: ?por qu¨¦ odian tanto a Lula?¡±.
Es una pregunta leg¨ªtima. Y que con frecuencia es respondida por el prejuicio de las ¨¦lites con relaci¨®n a lo que Lula representa: el nordestino, el obrero, el pobre. Tiene sentido. Pero creo que hay algo m¨¢s. Por varias razones, y tambi¨¦n porque, si esa fuera toda la explicaci¨®n, Lula no habr¨ªa terminado la segunda legislatura ¡ªocho a?os en el poder y el esc¨¢ndalo del mensal?o en curso¡ª con casi un 90% de aprobaci¨®n.
Sospecho que incluso a los m¨¢s ricos les molesta la miseria. A no ser que seas un psic¨®pata, es duro ver a personas destruidas en las calles. O, siendo m¨¢s c¨ªnica, la imagen de la miseria puede ser perturbadora porque contamina el escenario de los d¨ªas, en los sem¨¢foros y en las aceras. Y puede ser perturbadora porque, por m¨¢s guardias de seguridad que se pongan en la puerta, por m¨¢s cristales blindados en los coches, la miseria acaba traspasando los muros y amenazando la paz armada de Brasil.
Que la conciliaci¨®n que Lula vendi¨® era provisional solo qued¨® claro en el gobierno de Dilma Rousseff: la p¨¦rdida de esa ilusi¨®n tuvo un gran impacto subjetivo en el pa¨ªs
Aunque los brasile?os, y no solo los m¨¢s ricos, hayan alcanzado una desconexi¨®n sorprendente con relaci¨®n a la vida torturadora de los m¨¢s pobres, en especial la de los negros, no creo que a alguien le guste que Brasil tenga tanta miseria y desesperaci¨®n. Y tambi¨¦n creo que incluso los m¨¢s ricos disfrutaron de la popularidad internacional del Brasil de Lula, visto c¨®mo el pa¨ªs hab¨ªa superado el pasado y se transformaba en una potencia del presente. Sin contar que los m¨¢s ricos se hicieron m¨¢s ricos en ese mismo Brasil.
Que la conciliaci¨®n que Lula vendi¨® era provisional solo qued¨® claro en el gobierno de Dilma Rousseff. Y quiz¨¢s sea el hecho de haber perdido la ilusi¨®n lo que los m¨¢s ricos y parte de la clase media no le perdonan a Lula, acentuado por el empeoramiento de la econom¨ªa cuando se cre¨ªa que Brasil ya no pod¨ªa retroceder. Las protestas que irrumpieron en 2013 tuvieron muchos sentidos, muchos de ellos contradictorios. Uno de los sentidos ¡ªsolo uno¡ª puede haber sido este, el de la p¨¦rdida de la ilusi¨®n, que se materializ¨® en esa calle polif¨®nica donde lo ¨²nico que quedaba claro era una furiosa y confusa insatisfacci¨®n.
La ilusi¨®n de que se puede reducir la pobreza sin perder privilegios, que estuvo en vigor durante la primera d¨¦cada de este siglo y que el mayor l¨ªder popular de la historia reciente difundi¨® ampliamente, es muy, pero muy seductora. Hay que incluir en el an¨¢lisis de este momento hist¨®rico el peso subjetivo que esta idea de conciliaci¨®n ejerci¨® durante esos a?os de magia, cuando lo que era imposibilidad se vendi¨® como posibilidad en ejercicio. Y cu¨¢nto esa subjetividad impact¨® en los hechos objetivos que transformaron Brasil en un pa¨ªs espasm¨®dico.
Una imagen s¨ªntesis de este momento ocurri¨® en 2010, en el ¨²ltimo a?o de la segunda legislatura de Lula. El entonces multimillonario Eike Batista, s¨ªmbolo del poder¨ªo del Brasil de la primera d¨¦cada, compr¨® el traje que Lula llev¨® en la investidura, en 2003, en una subasta con una puja de medio mill¨®n de reales. El dinero se destin¨® a un proyecto de alfabetizaci¨®n en la favela de Parais¨®polis, en S?o Paulo. Y el multimillonario don¨® el traje al acervo de Lula.
La subasta se realiz¨® en la Villa Daslu y fue promovida por Wanderley Nunes, el peluquero de la entonces primera dama, Marisa Let¨ªcia. Ella y Eike compartieron mesa. Estas im¨¢genes tambi¨¦n forman parte de los ocho a?os de gobierno de Lula, del mismo modo que aquellas en las que aparece con el pueblo de la regi¨®n semi¨¢rida del nordeste. Una parte no se completa sin la otra.
El poder de esta conciliaci¨®n provisional sobre la subjetividad de la vida brasile?a no puede subestimarse. La subjetividad se olvida continuamente en los an¨¢lisis de los contextos hist¨®ricos, pero en general es tan o m¨¢s importante que los sucesos objetivos, y los determina.
La reacci¨®n a la mayor presencia de negros en los espacios de poder marc¨® el momento en que las fisuras del proyecto de conciliaci¨®n se hicieron expl¨ªcitas
Es posible que parte del odio que destinan a Lula las ¨¦lites que en 2015 bajaron a la Avenida Paulista para protestar con la camisa de la selecci¨®n puesta, siguiendo a centenas de miles de brasile?os, pueda atribuirse a la suspensi¨®n de esa ilusi¨®n. La conciliaci¨®n no ser¨ªa posible sin que hubiera p¨¦rdida de privilegios. Y los privilegios, desde los m¨¢s evidentes a tener una empleada del hogar que acepte bajar para cerrar la cortina del sal¨®n, la ¨¦lite brasile?a ¡ªecon¨®mica, pol¨ªtica, intelectual¡ª no est¨¢ dispuesta a perderlos. La corrupci¨®n era la justificaci¨®n perfecta, porque elevaba moralmente al portador de la cr¨ªtica y lo salvaba de preguntas cuyas respuestas le devolver¨ªan una imagen menos l¨ªmpida.
En los ¨²ltimos a?os de Lula y en los primeros de Dilma Rousseff, los efectos de algunas medidas sociales empezaron a hacerse notar. La ampliaci¨®n del acceso de los negros a las universidades quiz¨¢ haya sido el momento en que se pusieron en peligro los privilegios. Se estaba tocando algo estructural en Brasil, el racismo. Y en aquel momento, la tensi¨®n se hizo expl¨ªcita y mostr¨® que hab¨ªa fisuras en el proyecto de conciliaci¨®n.
Las ganancias eran ¨®ptimas cuando algunos sectores de la ¨¦lite combatieron con furia el Estatuto de la Igualdad Racial, todav¨ªa en fase de elaboraci¨®n. Los negros, cada vez m¨¢s presentes en los espacios de poder, avanzaban sobre lugares simb¨®licos muy queridos tambi¨¦n para parte de la clase media. Habr¨ªa algo a perder: objetivamente, plazas para blancos en las universidades y en las oposiciones; subjetivamente, mucho m¨¢s. Las reacciones fueron inmediatas.
En los ¨²ltimos a?os, el avance del protagonismo negro ha mostrado que tocar los privilegios m¨¢s subjetivos, como el de hablar solo en los espacios de poder, es un tema explosivo en Brasil. Incluso personas que se consideran de izquierda reaccionan mal, en especial cuando el privilegio que se puede perder es el de considerarse blancos.
La ampliaci¨®n de las acciones afirmativas contra el racismo, as¨ª como el programa social Bolsa Familia, que prioriza a las mujeres como titulares, pusieron en movimiento algo muy potente en Brasil, algo que seguir¨¢ movi¨¦ndose mucho m¨¢s all¨¢ de los hechos del momento. Eso pertenece a los gobiernos del PT. En este sentido, si por un lado Lula manten¨ªa los bolsillos de las oligarqu¨ªas y de los rentistas llenos, por el otro iba minando algunas bases a la chita callando.
La cuesti¨®n m¨¢s profunda de Brasil sigue siendo la misma: para que haya conciliaci¨®n de hecho, ser¨¢ necesario perder privilegios
Al mismo tiempo, no podemos olvidarlo, su partido se corromp¨ªa. La corrupci¨®n no es un dato m¨¢s, en la medida en que define elecciones de desarrollo. No hay nada m¨¢s eficiente para generar sobornos y contabilidad B que las obras, en especial si son grandes. Como Belo Monte.
Los programas sociales y las acciones afirmativas de los gobiernos del PT acabaron poniendo en peligro la conciliaci¨®n que vend¨ªa Lula. Esta fisura entre tantas expuso lo obvio. No hab¨ªa f¨®rmula m¨¢gica. La cuesti¨®n m¨¢s profunda de Brasil segu¨ªa siendo la misma: para que haya conciliaci¨®n de hecho, es necesario que una parte de la poblaci¨®n pierda privilegios. Y eso, para las ¨¦lites y tambi¨¦n para parte de la clase media, era ¡ªy lo sigue siendo¡ª inaceptable.
No me refiero aqu¨ª a cualquier privilegio. Lo que no cuesta perder no es un privilegio. Los privilegios cuestan. E incluso quien tiene muy pocos se aferra a los suyos, lo que explica cierta cantidad de odio incluso entre pobres urbanos. Siempre hay algo que perder, aunque sea una peque?a superioridad sobre tu vecino.
As¨ª, Lula tiene alguna raz¨®n cuando dice que lo persiguen por haber puesto ¡°a los negros en la universidad¡±. Pero lo que tiene que decir tambi¨¦n es que esa fue la conciliaci¨®n que vendi¨® a Brasil y en la que se regode¨® durante varios a?os. Esa fue la conciliaci¨®n que lo eligi¨® y reeligi¨® incluso despu¨¦s del mensal?o, una conciliaci¨®n que tiene su expresi¨®n bien acabada en la arquitectura pol¨ªtico-financiera que construy¨® en la segunda legislatura, que el PT denomin¨® ¡°gobernabilidad¡±. Esa fue la ¡°paz¡± por la que posiblemente tambi¨¦n ¨¦l se haya dejado seducir. Y que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª.
El mago tiene que saber que su magia es un truco, no la realidad.
No podemos saber cu¨¢l es el tama?o del Lula que ha ido a prisi¨®n. La memoria se construye despu¨¦s, la memoria la da tanto el futuro como el pasado. Todav¨ªa vivimos el ahora. Y est¨¢ furioso.
Para entender el legado de Lula, el conciliador, hay que enfrentar lo inconciliable en Lula.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - O avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n: Meritxell Almarza
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