?Por qu¨¦ romper el silencio?
En la naci¨®n jud¨ªa siempre ha habido muchos valientes dispuestos a denunciar las distorsiones sociales y las injusticias
A menudo me pregunto por qu¨¦ organizaciones [israel¨ªes] como Romper el Silencio, B¡¯Tselem y Paz Ahora suscitan sentimientos de miedo, rabia y hostilidad en tantas personas. No solo gente de extrema derecha, sino tambi¨¦n otros que se consideran en el centro del espectro pol¨ªtico. Esa hostilidad no puede explicarse solo diciendo que todos los que se oponen a Romper el Silencio son racistas. Ni que est¨¢n intentando callar nuestras voces; la gran mayor¨ªa de nuestros adversarios no lo hace. Ni siquiera podemos decir que todos nuestros oponentes odian a los ¨¢rabes, porque, en su mayor parte, no es as¨ª.
?Cu¨¢l es el problema entonces? Muy sencillo: la gente quiere sentirse a gusto consigo misma, y Romper el Silencio se lo impide. La gente quiere que el Estado de Israel tenga una buena imagen y, a su juicio, Romper el Silencio y B¡¯Tselem hacen que la tenga mala. Es algo completamente humano. No tenemos por qu¨¦ despreciar la necesidad natural del ser humano de sentirse bien.
Es muy comprensible que la mayor¨ªa de los israel¨ªes sienta bochorno e incomodidad cuando el Estado de Israel no tiene una buena imagen. Creen, equivocadamente, que los que promueven esa mala imagen son los que denuncian las distorsiones morales del pa¨ªs, del Gobierno y del Ej¨¦rcito. Les cuesta aceptar que el Estado de Israel, a veces, da muy mala imagen, no por culpa de los que denuncian esas distorsiones morales, sino por culpa de los que incurren en ellas.
Una de las maravillas secretas de la tradici¨®n jud¨ªa, una de las razones de que el pueblo jud¨ªo no haya sido erradicado despu¨¦s de miles de a?os, mientras que otras naciones m¨¢s grandes han desaparecido, es que en la naci¨®n jud¨ªa siempre ha habido muchos valientes dispuestos a romper el silencio y a luchar para curar la degeneraci¨®n moral y denunciar las distorsiones sociales y las injusticias.
Amo Israel por su larga tradici¨®n de acalorados debates internos y b¨²squeda de la justicia
Podemos empezar por hablar del profeta Nat¨¢n, el ejemplo por antonomasia de lo que es romper el silencio, y de c¨®mo ensuci¨® la fama del rey David, el autor de los salmos, el antepasado del futuro Mes¨ªas. Aquel peque?o profeta se alz¨® y dijo al mundo ¡ªy a las futuras generaciones¡ª que David hab¨ªa asesinado mediante artima?as y enga?os a un hombre inocente, solo porque quer¨ªa acostarse con su mujer.
El profeta Jerem¨ªas, el profeta Amos y otros profetas tambi¨¦n censuraron sin piedad a la familia real, a los ministros, a los grandes de su ¨¦poca, y muchas veces al pueblo en general, a toda la naci¨®n: mancillaron nuestro pa¨ªs, sin la menor duda.
No tuvieron miedo de llamar a la injusticia, injusticia, y al derramamiento de sangre inocente, derramamiento de sangre inocente. Nunca se detuvieron a preguntarse si estaban proporcionando excusas a los que odiaban a Israel.
En sus poemas, Hayim Nahman Bialik arroj¨® fuego y azufre sobre los dirigentes, los funcionarios y toda la naci¨®n jud¨ªa. Tambi¨¦n Nathan Alterman y S. Yizhar rompieron el silencio y nunca vacilaron a la hora de condenar la injusticia y los asesinatos cometidos por los soldados de las Fuerzas Armadas israel¨ªes, ni siquiera durante las celebraciones y la euforia que siguieron a la gran victoria en la guerra de los Seis D¨ªas. Lo mismo que A. B. Yehoshua, Hanoch Levin, David Grossman, Yitzhak Laor, Meir Shalev y una larga lista.
Todos los que odian a Romper el Silencio deber¨ªan reflexionar sobre una cosa, al menos por un instante: que la fortaleza moral no es un lujo ni un mero adorno. La fortaleza moral es necesaria para la supervivencia de una naci¨®n, una sociedad y una persona. La fortaleza moral no es una especie de joya que guardamos en la caja fuerte y que nos ponemos solo en los d¨ªas buenos para tener un aspecto mejor. La fortaleza moral no es una mercanc¨ªa producida para la exportaci¨®n, que se guarda en un caj¨®n, por lo menos hasta que termine la guerra, hasta que vuelva la normalidad y el pa¨ªs viva 40 a?os de paz, de forma que solo entonces podremos blandir nuestra reluciente grandeza moral, exhibirla en el pecho y revelar al mundo lo maravillosos que somos.
No. La fortaleza moral, especialmente en tiempos de guerra, es tan urgente como los primeros auxilios en un campo de batalla. El papel del acusador, a veces, es similar al del m¨¦dico o el enfermero: su labor es como la del m¨¦dico que abre un absceso y extrae el pus, para que no se extienda ni contamine todo el cuerpo.
La fortaleza moral es necesaria para la supervivencia de una naci¨®n, una sociedad y una persona
No debemos menospreciar a quienes desean sentirse bien. Pero quiz¨¢ convendr¨ªa familiarizarlos con algo que sabe casi el mundo entero, salvo los que quieren acallar la cr¨ªtica aqu¨ª, en Israel: que una de las pocas razones por las que los israel¨ªes pueden seguir sinti¨¦ndose un poco bien consigo mismos y ante otros pa¨ªses es que tenemos Romper el Silencio, B¡¯Tselem y Paz Ahora, que hay una lucha permanente para alcanzar la justicia social y que seguimos teniendo una prensa m¨¢s o menos libre o, por lo menos, seguimos peleando para mantenerla. Y sigue habiendo libertad de expresi¨®n, cada vez m¨¢s amenazada, pero sigue habi¨¦ndola. Estas son las cosas que dan una buena imagen de Israel. Estas son las cosas que permiten que Israel siga teniendo defensores en todo el mundo, gente que todav¨ªa nos mira con esperanza e incluso admiraci¨®n.
A pesar de la fealdad y de la injusticia, a pesar de la ocupaci¨®n y la explotaci¨®n de los pobres y desfavorecidos de la sociedad israel¨ª, yo sigo amando Israel. Lo amo incluso en los momentos en los que no puedo soportarlo. Lo amo por su larga tradici¨®n de acalorados debates internos y b¨²squeda de la justicia. Es una tradici¨®n que ahora est¨¢ en peligro, es cierto, pero que se mantiene viva.
Cu¨¢nta gente dice: ¡°Muy bien, pero ?por qu¨¦ no podemos resolver nuestras diferencias discretamente? ?Por qu¨¦ tenemos que hacerlo ante los ojos de todo ese mundo hostil?¡±. Pues bien, porque los tiempos han cambiado, y los ¡°ojos del mundo¡± ya no lo son. Atr¨¢s quedan los d¨ªas en los que uno pod¨ªa susurrar algo en la cocina sin que todo el mundo se enterara de todo al d¨ªa siguiente. Al contrario: cualquier esfuerzo por enterrar la verg¨¹enza, disimular el crimen u ocultar la injusticia acabar¨¢ acumulando pus, tarde o temprano, y estallar¨¢ en la cara de los ocultadores con el doble o el triple de intensidad.
Es beneficioso abrir las heridas lo antes posible, delante de la naci¨®n y delante del mundo, no solo por las v¨ªctimas, sino por el bien de todos. Por el bien de la sociedad israel¨ª. Incluso por el bien de la imagen de Israel en la comunidad internacional.
A veces ¡ªno siempre, pero a veces¡ª, en la historia, algunos a los que la mayor¨ªa de su pueblo calificaba de traidores acabaron, con el paso de los a?os, siendo considerados maestros. No siempre; no todo el que alguna vez ha sido llamado traidor puede estar seguro de que al cabo de uno o dos siglos le van a dar las gracias y a aplaudir. Pero ha habido ocasiones en las que las futuras generaciones se pusieron de parte de los acusadores y de quienes romp¨ªan el silencio.
Es muy comprensible que la mayor¨ªa de los israel¨ªes sienta bochorno e incomodidad cuando el Estado de Israel no tiene una buena imagen
Se pusieron de parte del profeta Jerem¨ªas, que dijo a los hijos de Jerusal¨¦n, ya fueran reyes o plebeyos: ¡°No cre¨¢is que vuestro eterno aliado es verdaderamente vuestro eterno aliado, porque de pronto puede no ser de fiar. Cuidaos y no os emborrach¨¦is de poder¡±.
Los contempor¨¢neos de Jerem¨ªas le despreciaban. Le llamaron ¡°izquierdista¡± y ¡°traidor¡±, y las autoridades lo arrojaron a un pozo. Sin embargo, hoy, el pueblo de Israel recuerda con afecto a Jerem¨ªas, no a sus acusadores.
La historia de la aventura sionista empieza con Benjamin Ze¡¯ev ?Herzl, el visionario que concibi¨® el Estado jud¨ªo, el hombre al que incluso el movimiento de extrema derecha Im Tirtzu ¡ªcuyos miembros critican a los de Romper el Silencio¡ª honr¨®, al utilizar unas famosas palabras suyas como nombre (Im Tirtzu significa ¡°si lo quieres¡±). Quiz¨¢ se olvidan de que fue Herzl quien, en determinado momento, desesperado, pens¨® en Uganda como alternativa a Israel para acoger la patria jud¨ªa, y soport¨® que muchos de sus contempor¨¢neos le llamaran traidor por ello.
David Ben-Guri¨®n, el fundador del Estado jud¨ªo, el hombre que, aunque apretando los dientes, estuvo de acuerdo con dividir la tierra de Israel entre dos naciones y crear dos Estados, fue un traidor para algunos.
Menahem Begin, que se retir¨® del Sina¨ª a cambio de que hubiera paz, fue un traidor para los miembros de su movimiento, que le acusaron de traicionar las ideas del partido y las del propio sionismo.
Simon Peres e Isaac Rabin, que le dieron la mano a Yasir Arafat e intentaron lograr un acuerdo para acabar con el conflicto entre Israel y los palestinos, fueron calificados de traidores por muchos. Los pintaron llevando kufiya [pa?uelo palestino], dieron permiso para derramar su sangre, decretaron el asesinato de Rabin y santificaron ese asesinato.
Por su parte, tambi¨¦n Anuar el Sadat, que fue a Jerusal¨¦n, habl¨® ante la Knesset y firm¨® la paz con Israel, fue y es considerado un traidor por millones de ¨¢rabes, y tambi¨¦n ¨¦l fue asesinado solo por haberse atrevido a romper el consenso de aquel momento.
A Ariel Sharon, cuyas excavadoras arrasaron los asentamientos jud¨ªos de Gaza que ¨¦l mismo hab¨ªa aprobado, tambi¨¦n le representaron con una kufiya y le llamaron traidor.
La lista de personas calificadas de traidoras por su propio pueblo es interminable. Si la comparamos con la lista de los pol¨ªticos, l¨ªderes e intelectuales a quienes nunca llamaron traidores los suyos, no hay la menor duda de que es m¨¢s respetable la primera que la segunda.
Es evidente que los ciudadanos tienen una deuda mucho mayor con aquellos que rompieron el silencio que con todos los que callaron, que mantuvieron en la l¨ªnea oficial y echaron perfume por encima.
Romper el silencio no es necesariamente un asunto de izquierdas o de derechas. Al contrario. Tambi¨¦n en la izquierda israel¨ª sigue habiendo silencios que deber¨ªan romperse de una vez por todas.
Casi cualquier afirmaci¨®n nueva y desafiante es una forma de romper el silencio. El legado jud¨ªo, desde la ¨¦poca de los profetas, ha pasado de generaci¨®n en generaci¨®n sobre los hombros de los valientes que se atrevieron a romper el silencio. Los jud¨ªos tenemos una larga tradici¨®n que nos ha ense?ado que todo el mundo tiene el derecho e incluso el deber de censurar al pueblo y a sus dirigentes, a los ricos y a los sacerdotes, y a todos los que derraman sangre inocente.
Nuestra tradici¨®n nos permite incluso despotricar contra Dios. Existen acusaciones contra Dios desde los tiempos de la Biblia.
?Y entonces? ?El Ej¨¦rcito israel¨ª es el ¨²nico que tiene inmunidad eterna y absoluta? ?Acaso es m¨¢s sagrado que Dios? ?Qu¨¦ nos ha pasado?
No estoy diciendo que, un d¨ªa, la historia vea a los activistas de Romper el Silencio como descendientes de los profetas: puede que s¨ª y puede que no. El tiempo dir¨¢. Pero lo que s¨ª podemos asegurar en estos momentos es que quienes arrojan piedras son descendientes de quienes tiraron piedras contra los profetas de Israel.
Amos Oz (Jerusal¨¦n, 1939) es escritor israel¨ª, autor de ¡®Una historia de amor y oscuridad¡¯ y ¡®Queridos fan¨¢ticos¡¯ (ambos en Siruela), entre otras obras.
Adaptado de un discurso pronunciado durante una conferencia de Romper el Silencio.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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