Portugal frena el acoso inmobiliario a sus mayores
El Parlamento paraliza los desahucios de vecinos mayores de 65 a?os expulsados por la presi¨®n tur¨ªstica de los barrios t¨ªpicos de Lisboa
¡°Me llamo Maria Martins, tengo 49 a?os, los mismos que llevo viviendo en Alfama. Recib¨ª una carta para salir dentro de un mes¡±. ¡°Me llamo Eduardo Correia, vivo hace 60 a?os en una casa del Castelo, donde naci¨® mi mujer hace 82; en agosto nos tenemos que ir, pero solo saldremos muertos¡±. ¡°Me llamo Diana Silva, nac¨ª en Alfama y vivo en una casa que se cae. El due?o no hace obra¡±. Estos testimonios los ha recogido Miguel Coelho, concejal de Alfama, Baixa, Chiado, Castelo y Mouraria, barrios humildes de Lisboa que viven la presi¨®n inmobiliaria que trae el turismo de masas. Un mes despu¨¦s de la medi¨¢tica campa?a Los rostros de los desahucios, un movimiento vecinal para evitar la invasi¨®n de los pisos vacacionales, ya hay una ley para frenarlos. Lo que durante a?os no se pod¨ªa hacer de repente se consigui¨® en d¨ªas.
Esta semana, el Parlamento aprob¨® la paralizaci¨®n durante un a?o de los desahucios de personas mayores de 65 a?os o con discapacidad que lleven m¨¢s de 15 a?os en la misma casa, una ley extraordinaria hecha a medida de los barrios de Coelho, aunque se aplicar¨¢ en todo el pa¨ªs. Los contratos de alquiler tendr¨¢n una duraci¨®n m¨ªnima de tres a?os ¡ªla mitad de los firmados en 2017 eran de uno¡ª y en los de larga duraci¨®n habr¨¢ rebaja fiscal para el arrendador. La excusa de obras en el edificio dejar¨¢ de ser causa justificada para el fin del contrato de alquiler.
¡°Mis compa?eros socialistas me miraban como a un extraterrestre cuando les advert¨ªa de lo que se nos ven¨ªa encima. Cre¨ªan que era un problema m¨ªo, de mi barrio, pues ahora ya es un problema de todos, ya es un problema nacional¡±, dice el concejal. ¡°El problema no se acaba, se aplaza¡±, dice la psic¨®loga Leonor Duarte. ¡°El tiempo corre contra los vecinos y a favor de los fondos inmobiliarios. Les llega la carta del fin del contrato para el a?o pr¨®ximo y del estr¨¦s que les genera muchos mueren antes de ese plazo¡±.
Rodrigo, v¨ªctima y verdugo
Ya se sabe que en cuestiones inmobiliarias lo que un d¨ªa es "especulaci¨®n" al siguiente se llama "proyecto de vida"; esa doble faceta la vive el brasile?o Rodrigo Azambuja. Acaba de recibir una carta que le conmina a salir de su piso antes de 120 d¨ªas. "Mi primer alquiler en los a?os 80 fue de 300 euros, el ¨²ltimo de 2.200; como pod¨ªa permit¨ªrmelo, siempre prefer¨ª pagar antes que mudarme, pero ya no dan opci¨®n, el propietario vende el edificio". Azambuja reside en pleno Chiado lisboeta, en la calle Emenda, reconvertida en un enjambre de hostales. Su problema se triplica porque en la planta baja tiene su oficina y en el primer piso, a su madre, que ha recibido la misma carta.
Antes de que lloremos por ¨¦l -que no pretende-, Azambuja cuenta que adem¨¢s de sufrido arrendatario es propietario de un edificio unas calles m¨¢s abajo. "Lo compr¨¦ en 2012 en una subasta municipal, una ruina que convertir¨¦ en seis apartamentos y una tienda".
Su aventura inmobiliaria ha pasado por un a?o de par¨®n a causa de la burocracia y por la subida imparable del precio de la mano de obra. "Aparte de que ahora no se encuentran obreros, sus jornales han subido igual o m¨¢s que el precio de los pisos; muchos contratistas se han pillado los dedos al firmar con precio cerrado. Los que se est¨¢n forrando son los fondos inmobiliarios que con la crisis compraron todo a precios de saldo. Hoy ya es tarde para entrar en el negocio".
El pr¨®ximo a?o, Azambuja conseguir¨¢ acabar sus apartamentos y sacarse alg¨²n dinero sin que se le revuelva la conciencia. "Yo edifiqu¨¦ sobre una ruina, no ech¨¦ a nadie".
La oleada de desahucios no es un problema exclusivo de la capital portuguesa, pero en Lisboa y Oporto se concentra el 58% de los desalojos nacionales. Y dentro de la capital, las laderas del Castillo de San Jorge son la imagen m¨¢s cruda del problema, con un vecindario de m¨¢s de 60 a?os de promedio y que vive de subsidios (menos de 400 euros) o del salario m¨ªnimo (580 euros).
Rui Pedro, de 47 a?os, naci¨® en una casa de la Travessa de Jord?o. Su familia regenta una fruter¨ªa desde 1939. ¡°Todo el edificio ha sido vendido, estoy a la espera de la carta de desahucio¡±, explica el frutero.
Portugal vivi¨® hasta 1990 con la ley del dictador Salazar, que proteg¨ªa al inquilino y desproteg¨ªa al propietario. Las rentas no sub¨ªan y las casas no se arreglaban. La nueva ley de 1990 permit¨ªa una actualizaci¨®n, pero se imped¨ªa el desalojo. ¡°Hab¨ªa un equilibrio¡±, explica el socialista Coelho. Lleg¨® la ley de 2008, que permit¨ªa el alquiler libre a t¨¦rmino y, sobre todo, se aplicaba con car¨¢cter retroactivo para todo aquel que no dijera lo contrario en 30 d¨ªas. El desahucio era muy f¨¢cil, aunque ha habido que esperar al paso de la crisis y al crecimiento tur¨ªstico para que los due?os de los edificios lo apliquen a destajo. ¡°Ahora el propietario ya no quiere seguir con alquileres¡±, explica Pedro, el frutero. ¡°Por otra parte, el negocio tampoco da para actualizar rentas. Mi cliente ahora es un turista que compra una pera y una botella de agua¡±. La nueva ley no le consuela. ¡°A los viejos no los pueden echar, ?y el resto? ?No somos gente?¡±.
La nueva ley proh¨ªbe romper contratos con la excusa de las obras y acaba con el arrendamiento anual
M¨¢s licencias
El boom tur¨ªstico se ceba en barrios como Mouraria y Alfama, barrios humild¨ªsimos, donde hist¨®ricamente el propio inquilino se constru¨ªa el ba?o en un rinc¨®n. Aquellas inmundas viviendas, adecentadas con mimo, son hoy el capricho de los extranjeros, que pagan miles de euros.
¡°En 2013 yo pagaba en Alfama 150 euros mensuales por un apartamento de una habitaci¨®n¡±, cuenta el regidor socialista. ¡°Ahora no los hay, todo es Airbnb y si los hubiera el precio estar¨ªa en mil euros. No se trata del turismo, el problema es el alojamiento local; en cuatro a?os las licencias han pasado de 43 a 1.676¡±.
El droguero de Mouraria se llama Eliseo Santos. ¡°Tengo 71 a?os, llevo aqu¨ª m¨¢s de 40. Estoy a la espera de que me echen, ya se han ido casi todos los vecinos. Esto se acaba¡±. Una se?ora le pide tierra para el gato. La venta de la tarde, 1,25 euros.
Calles como Los Remedios en Alfama o Lagares y Marqu¨¦s Ponte de Lima en la Mouraria son desfiladeros de coquetos albergues reci¨¦n pintados. Ha desaparecido la ropa tendida y se echan de menos los gritos de ventana a ventana de la vecindad. El ¨²nico ruido es el del tr¨¢fico, pero el ensordecedor traqueteo no es de un tranv¨ªa sino de las maletas rodantes conducidas por zombis bizcos con el Google Maps del m¨®vil. Los 12.000 vecinos aguantan a diario el paso de 250.000 extra?os.
El socialista Coelho no ceja en su particular guerra, sacando los colores a su partido y a la izquierda radical, inmovilista hasta hace un mes. ¡°No es justo irse de casa al final de la vida; es acelerarles la muerte¡±.
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