Perderemos la batalla
El consumo de marihuana no se acabar¨¢ a balazos ni con arrestos. Aceptemos la realidad
Cuando en d¨ªas pasados el expresidente Ernesto Zedillo afirm¨® que M¨¦xico debe regular las drogas para bajar los ¨ªndices de corrupci¨®n y violencia, e hizo un llamado a favor de la eliminaci¨®n de la prohibici¨®n, aplaud¨ª la declaraci¨®n por dos razones: la primera, porque finalmente se dise?aba con valent¨ªa una nueva estrategia de combate al narcotr¨¢fico y segunda, porque un antiguo titular de la Presidencia de la Rep¨²blica, reconoc¨ªa p¨²blicamente haberse equivocado en algo¡
Nada m¨¢s cierto que el siguiente p¨¢rrafo que resume su pensamiento: ¡°Las pol¨ªticas que tenemos en Estados Unidos y M¨¦xico han sido consecuencia de posiciones ideol¨®gicas, conveniencia pol¨ªtica de coyuntura y han estado inspiradas en la discriminaci¨®n y en el desprecio a la salud p¨²blica y los derechos humanos¡±, declar¨® en el informe Regulaci¨®n: El control responsable de las drogas.
Es imprescindible reconocer que nunca en la historia de la humanidad una pandilla de delincuentes hab¨ªa tenido tanto dinero como para poder comprar autoridades, periodistas y pa¨ªses enteros, si as¨ª lo decidieran. Todo ello gracias a que Estados Unidos pone los d¨®lares para que esto sea posible. ?Qu¨¦ prefieren los capos a cambio de la hero¨ªna: mexican pesos or american dollars? Est¨¢ clar¨ªsimo, ?no¡?
Tarde o temprano perderemos la batalla contra el tr¨¢fico y consumo de la marihuana. Aprehender¨¢n a los grandes capos, los deportar¨¢n para ser juzgados en Estados Unidos. M¨¦xico colaborar¨¢ en la lucha antinarc¨®ticos con la ayuda econ¨®mica, polic¨ªaca y militar del T¨ªo Sam. Nos prestar¨¢n o donar¨¢n sofisticados helic¨®pteros, aviones equipados con complejos sistemas de radar con la capacidad t¨¦cnica necesaria como para detectar el vuelo de las moscas en nuestro pa¨ªs; cubriremos con barcos y acorazados nuestros mares patrimoniales; trabajaremos en concierto con polic¨ªas internacionales y sus DEAS y sus FBIS; emplearemos lo m¨¢s selecto y honorable del Ej¨¦rcito mexicano para perseguir a poderosos delincuentes, quienes cuentan con un poder econ¨®mico en ocasiones superior al de muchos estados sudamericanos; se instaurar¨¢, si acaso, la pena de muerte, para quien trafique con enervantes; se cambiar¨¢n una y mil veces las legislaciones promulgadas con el objeto de impedir el lavado de dinero, s¨ª, s¨ª, todo ello y sin embargo, perderemos la batalla tal y como, por la v¨ªa de los hechos, lo reconoci¨® Roosevelt al cancelar la famosa prohibici¨®n que solo les conven¨ªa a los grandes g¨¢nsters. La prohibici¨®n era un espl¨¦ndido negocio para unos cuantos.
Por cada narcotraficante arrestado aparecer¨¢n otros cinco maleantes m¨¢s especializados. Por cada cartel que se desmantele surgir¨¢n otros 10. Por cada helic¨®ptero o avi¨®n equipado con complejos sistemas de radar, barcos y acorazados, se construir¨¢n 10 pistas clandestinas y los narcotraficantes adquirir¨¢n 10 o m¨¢s aviones camuflados. Mientras m¨¢s se trate de impedir el lavado de dinero, m¨¢s billones de d¨®lares se lavar¨¢n de acuerdo con las m¨¢s decantadas t¨¦cnicas para lograrlo.
Los poderosos representantes de los intereses econ¨®micos que controlan el mercado se opondr¨¢n con todos los recursos y medios a su alcance a que concluya este multibillonario negocio clandestino dotado de un inmenso poder capaz de adquirir y corromper cualquier estructura creada para oponerse a sus criminales designios, un poder desconocido y sin precedentes en la historia econ¨®mica y pol¨ªtica de la humanidad.
En casi la mitad de Estados de la Uni¨®n ya est¨¢ autorizado el consumo de la marihuana l¨²dica o recreativa. Muy pronto se podr¨¢ adquirir a trav¨¦s de las mensajer¨ªas, mientras que en M¨¦xico contamos con 180.000 personas recluidas en las c¨¢rceles acusadas de consumirla.
Invirtamos en centros de adicci¨®n en lugar de cuarteles, c¨¢rceles y escuelas polic¨ªacas. Invirtamos en m¨¦dicos y enfermeras y no en soldados. Invirtamos en la creaci¨®n de conciencia en la infancia de la misma forma en que se ha hecho con el tabaco. Empecemos en la escuela. La batalla est¨¢ perdida. El consumo no se cancelar¨¢ a balazos ni con arrestos. Aceptemos la realidad.
Cuando Roosevelt decidi¨® acabar con la famosa prohibici¨®n, Estados Unidos no se convirti¨® en un pa¨ªs de ebrios. Se construyeron hospitales para atender a los adictos, en lugar de m¨¢s cuarteles de polic¨ªa. Se acab¨® la violencia. Ese el camino al d¨ªa de hoy o perderemos la batalla¡
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