Estalinismo tard¨ªo
Castigar al cr¨ªtico m¨¢s implacable de Maduro es hacerse c¨®mplice de sus cr¨ªmenes
La transici¨®n post-comunista signific¨® un reto para la identidad de la izquierda: c¨®mo desvincularse de la tradici¨®n estalinista. El socialismo realmente existente hab¨ªa resultado ser a¨²n peor que aquel sistema burocr¨¢tico que el Eurocomunismo criticaba desde los a?os setenta. Con lo cual la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y el colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no fue una completa sorpresa en Roma y en Par¨ªs.
Donde sorprendi¨® fue en Am¨¦rica Latina, dada una izquierda con una historia de foquismo y dependencia intelectual con La Habana. All¨ª, s¨ª, desembarazarse del estalinismo¡ªy del vanguardismo leninista¡ªconstituy¨® un desaf¨ªo existencial. No hab¨ªa, como en Europa Occidental, un debate instalado acerca de la construcci¨®n de una identidad de izquierda en un sistema competitivo democr¨¢tico. Tampoco exist¨ªa un acervo cultural socialdem¨®crata reformista como en Escandinavia, capaz de concebir la equidad social dentro del capitalismo.
Por ello, la experiencia uruguaya del Frente Amplio fue una de las m¨¢s ricas a este lado del Atl¨¢ntico. Primero, por el ingreso de una tercera fuerza dentro de un sistema bipartidista centenario, lo cual ocurri¨® sin trauma, sin siquiera una crisis. Segundo, porque los Tupamaros se dedicaron a la pol¨ªtica de los votos, abandonando los m¨¦todos violentos. Tercero, porque todo ello se hizo por medio de una amplia alianza electoral de centro-izquierda. De este modo, la tradici¨®n dem¨®crata-liberal uruguaya se combin¨® con los ideales de igualdad del socialismo reformista. De la Suiza de Am¨¦rica a ser la Suecia del R¨ªo de la Plata, el Frente Amplio gan¨® la presidencia en tres periodos consecutivos.
Con tanto ¨¦xito dentro del pluralismo de una democracia competitiva, llama hoy la atenci¨®n el regreso a un estalinismo rancio y por definici¨®n autoritario. Ocurre que su ¡°Tribunal de Conducta Pol¨ªtica¡±¡ªn¨®tese el concepto¡ªsancion¨® a varios dirigentes, entre ellos el ex canciller y actual Secretario General de la OEA, Luis Almagro, quien fue expulsado por sus posiciones frente a Venezuela.
Un ¡°tribunal¡± de este tipo no tiene cabida en un partido democr¨¢tico, mucho menos en una alianza electoral que es, inevitablemente, heterog¨¦nea. El Frente Amplio es precisamente eso, ¡°un frente amplio¡±, pero sus dirigentes intentan homogeneizarlo como si fuera un Partido Comunista y, para peor, uno de la Guerra Fr¨ªa.
Una purga estalinista, tard¨ªa y perif¨¦rica, la misma impugna el hist¨®rico pluralismo republicano uruguayo, robusto como pocos en el hemisferio. Dicha tradici¨®n tambi¨¦n es mancillada por el apaciguamiento timorato que practica el gobierno de Uruguay, una posici¨®n que en definitiva absuelve a la dictadura venezolana. Ocurre que castigar al cr¨ªtico m¨¢s implacable que tiene Maduro en el planeta es hacerse c¨®mplice de sus cr¨ªmenes. Las casualidades no abundan en la pol¨ªtica.
Esta t¨¢cita justificaci¨®n de Venezuela no comenz¨® hoy, aseguran los conocedores, argumentando que Tabar¨¦ V¨¢zquez es reh¨¦n del chavismo y no necesariamente por cuestiones ideol¨®gicas. Se remiten a una serie de contratos de desarrollo de software con el Gobierno de Hugo Ch¨¢vez y que habr¨ªan tenido a su hijo como beneficiario directo, hecho ocurrido durante la primera presidencia de V¨¢zquez. Se habla de millones de d¨®lares y del suicidio de un testigo del caso, persona vinculada a esa industria en Uruguay. No hay m¨¢s que hacer una b¨²squeda en Google de los medios period¨ªsticos m¨¢s serios del pa¨ªs.
Y, sin embargo, dos aspectos de este ¡°esc¨¢ndalo¡±¡ªeufemismo acostumbrado¡ªasombran. Uno es que el Frente Amplio no aclara el caso ni explica jam¨¢s sus curiosas posiciones diplom¨¢ticas. Con frecuencia, el gobierno de Uruguay se alinea con Venezuela a¨²n a costa de distanciarse de sus propios aliados naturales de Mercosur. No priman los principios, pero tampoco el inter¨¦s estrat¨¦gico.
El segundo aspecto es que el debate p¨²blico uruguayo de hoy pasa por alto el tema en cuesti¨®n. Uno no puede dejar de pensar en la otra orilla del R¨ªo de la Plata, donde la corrupci¨®n, que abunda, se ha instalado en la conversaci¨®n pol¨ªtica y en las actuaciones judiciales, incluyendo la muerte de Alberto Nisman, fiscal del caso AMIA convertido en testigo del hecho de corrupci¨®n m¨¢s grave, el acuerdo con Ir¨¢n.
Toda esta introducci¨®n porque corrupci¨®n y estalinismo se retroalimentan. La usina intelectual del estalinismo, el Estado-partido cubano, justifica la corrupci¨®n en su discurso. Es que nadie lograr¨ªa perpetuarse en el poder con escasez de recursos. El pueblo es pobre, los que gobiernan son ricos, pero el objetivo es la lucha anti-imperialista. Notable alquimia ret¨®rica, vieja y gastada, esa es la escuela de La Habana pero con un agregado: la corrupci¨®n est¨¢ tercerizada, dentro de Cuba la ley y el orden¡ªdel Partido Comunista, esto es¡ªimperan.
La Habana ha decidido disciplinar a sus sat¨¦lites, entonces, dejando en claro que ninguno de ellos abandonar¨¢ el poder y en consecuencia ordenando la homogeneizaci¨®n del mensaje. Ello incluye a Venezuela, desde luego, pero tambi¨¦n a Bolivia y Nicaragua, esta ¨²ltima con la represi¨®n desatada desde abril y que ahora se ha convertido en crimen de lesa humanidad, tal como lo present¨® la CIDH en la OEA esta semana.
Y al respecto, cuando el Embajador de Nicaragua tom¨® el micr¨®fono fuera de script dijo dos cosas notables, o m¨¢s bien una sola. Cit¨® al ¡°Comandante Fidel Castro¡±, textual, eso cuando su discurso le¨ªdo ten¨ªa numerosas referencias a la soberan¨ªa, a resistir la injerencia externa. Y se refiri¨® a la OEA como ¡°Ministerio de Colonias¡±.
De pronto fue como volver a Punta del Este, a prop¨®sito del Frente Amplio, pero en 1962, la edad de oro del estalinismo latinoamericano. El despotismo siempre duele, pero cuando se expresa de manera melanc¨®lica se convierte en una patolog¨ªa absurda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.