El chavismo o la f¨¢brica del descontento
El hartazgo de millones de venezolanos impulsa el desaf¨ªo de Guaid¨®. El abismo econ¨®mico de los barrios populares genera un caldo de cultivo propicio para los opositores
El giro de guion que desde el pasado mi¨¦rcoles vive Venezuela fue solo en apariencia repentino. El movimiento del l¨ªder opositor Juan Guaid¨®, que desafi¨® a Nicol¨¢s Maduro al jurar como presidente durante una masiva movilizaci¨®n en Caracas, no refleja una mera estrategia de los cr¨ªticos con el Gobierno para forzar la renuncia del mandatario con el apoyo de las principales instancias internacionales. Ese fue un paso determinante desde el punto de vista pol¨ªtico, pero llega despu¨¦s de a?os de hartazgo, cada d¨ªa m¨¢s profundo, de millones de venezolanos. Y el descontento encierra tambi¨¦n una paradoja, porque sobrevuela los barrios populares que desde hace dos d¨¦cadas sostienen al Gobierno y que son precisamente los m¨¢s castigados por su gesti¨®n, de la cat¨¢strofe econ¨®mica a la calidad de los servicios.
Las noches previas a las marchas de esta semana se produjeron violentos choques entre manifestantes y las fuerzas especiales de la polic¨ªa. En todo el pa¨ªs murieron en medio de los estallidos sociales al menos 29 personas, seg¨²n la ONG Observatorio de Conflictividad Social. Nueve de ellas en Caracas. Protestaron los vecinos de Petare, del sector de Catia y tambi¨¦n de la parroquia 23 de Enero, ac¨¦rrimo basti¨®n del chavismo.
Antes de llegar a esa zona del municipio Libertador se pasa delante de una monumental escalinata, llamada El Calvario, presidida por un gigantesco mosaico con los ojos de Hugo Ch¨¢vez. El expresidente prometi¨® rescatar a las clases populares, pero, 20 a?os despu¨¦s de su llegada al poder sus habitantes siguen haciendo equilibrios con la pobreza. Cerca del Cuartel de la Monta?a, su mausoleo, 16 huevos se vend¨ªan ayer por 4.200 bol¨ªvares (1,6 d¨®lares al cambio no oficial) y un pollo costaba 3.600 (1,4 d¨®lares). Muchas de las decenas de personas que aguardaban en la distribuidora estatal de alimentos? PDVAL o acud¨ªan en busca de medicamentos a un centro de Farmapatria perciben un salario m¨ªnimo que apenas supera los siete d¨®lares mensuales.
As¨ª se entiende mejor por qu¨¦ miles de vecinos del mismo municipio participaron en alguna de las asambleas organizadas en las ¨²ltimas semanas para dar a conocer el plan opositor.
Gustavo Misle, profesor jubilado de 73 a?os, trabaja con la asociaci¨®n Muchachos en la calle en barrios como La Pastora, cerca de donde el pasado lunes el Gobierno detuvo a un grupo de 27 militares que intentaron rebelarse. O m¨¢s bien trabajaba, ya que la iniciativa tuvo que cerrar programas por falta de recursos. ¡°De todos los procesos sociales que he vivido, este me parece muy interesante porque hay una gran esperanza¡±, asegura. ¡°Una de las ¨²ltimas reuniones la tuvimos fue por una se?ora que se muri¨® y nosotros le conseguimos la urna [ata¨²d], porque no hay urnas en Caracas¡±, sigue.
Misle, que lamenta tener que elegir entre comprar medicinas o comida, se acerc¨® el viernes a otro municipio, el m¨¢s acomodado Chacao, para escuchar a Guaid¨®, quien llam¨® a la poblaci¨®n a resistir en la calle frente a Maduro hasta el restablecimiento de la democracia. El cansancio, cada vez m¨¢s a menudo la rabia, son generalizados. No importa la clase social. ¡°Esto est¨¢ sucediendo aqu¨ª y en los barrios populares¡±.
Pero, ?puede ese clima repercutir en la agenda pol¨ªtica y alentar el proceso de transici¨®n que busca Guaid¨®? ¡°Ya [los datos de] diciembre mostraban el descontento popular y el deseo de cambio claramente. Incluso el aumento de la aprobaci¨®n a acciones cada vez m¨¢s duras para provocar los cambios¡±, opina Luis Vicente Le¨®n, director de la encuestadora Datan¨¢lisis. ¡°Lo que pasa es que la oposici¨®n institucional no ten¨ªa el respaldo popular por desconfianza y esa parte debe haber cambiado con el tema de Guaid¨®¡±, explica. Seg¨²n su lectura, en cualquier caso, de momento la movilizaci¨®n popular es m¨¢s un hecho simb¨®lico que un arma real que pueda preocupar seriamente al Gobierno de Nicol¨¢s Maduro.
El oficialismo tiene de su parte el control de los votos a trav¨¦s de los subsidios, los bonos y sobre todo las bolsas de comida repartidas con frecuencia mensual conocida como cajas de los CLAP (Comit¨¦s Locales de Abastecimiento y Producci¨®n, una ayuda introducida en 2016). EL PA?S lleva meses haciendo un seguimiento de las entregas de alimentos en el sector Valle Alto de Petare, el barrio popular m¨¢s extenso de Venezuela. Incluso los responsables de esa tarea encomendada por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Romina Oporte y Pedro Key, lamentan las dificultades por las que pasa la poblaci¨®n. A menudo, no hay para todas las familias, con frecuencia las bolsas ¡ªque contienen algunos paquetes de pasta, arroz, harina, az¨²car y aceite¡ª no llegan a tiempo. No obstante, siguen apoyando al aparato chavista convencidos del argumento esgrimido por sus dirigentes y el propio Maduro, el de la guerra econ¨®mica. Es decir, que las penurias se deben al bloqueo de Estados Unidos y de las principales potencias de Am¨¦rica Latina.
Grupos de milicias
Eso es lo que opinaba el grupo de milicianos que ayer por la ma?ana desfilaban por la plaza Diego Ibarra. Ch¨¢vez y Maduro armaron a cientos de miles de civiles para que defendieran todas las aristas de su discurso por pol¨¦micas que resulten algunas decisiones. Por ejemplo, el rechazo a la apertura de un canal humanitario que permita la entrada de comida y medicamentos.
Seg¨²n la oposici¨®n, eso era lo m¨¢s urgente, aunque supone una admisi¨®n directa del fracaso del modelo chavista. Por esta raz¨®n, una de las primeras medidas anunciadas por Guaid¨® fue la concesi¨®n de 20 millones de d¨®lares en ayudas que llegar¨¢n de Estados Unidos y que van dirigidas a los m¨¢s necesitados.
La hiperinflaci¨®n, que seg¨²n el Fondo Monetario Internacional (FMI) alcanzar¨¢ la estratosf¨¦rica cifra del 10.000.000% en 2019, y la dolarizaci¨®n de facto de la econom¨ªa golpean a los sectores m¨¢s vulnerables de la poblaci¨®n. El caldo de cultivo perfecto para una nueva ola de indignaci¨®n.
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