El puente Sim¨®n Bol¨ªvar, epicentro del caos
La ¡°avalancha humanitaria¡± de Guaid¨® no consigue superar el cord¨®n militar impuesto por Maduro y se consuela con las deserciones de uniformados
La postal de una cadena humana que hiciera ingresar en Venezuela las ayudas solicitadas por Juan Guaid¨® nunca lleg¨®. La ¡°avalancha humanitaria¡± se estrell¨® con las armas y los gases lacrim¨®genos de los militares leales al chavismo y los colectivos que a¨²n respaldan a Nicol¨¢s Maduro. En el puente Sim¨®n Bol¨ªvar, el principal cruce fronterizo entre Colombia y Venezuela, en lugar de un ingreso triunfante, el escenario se descompuso a lo largo de la tarde hasta tornarse sangriento.
El d¨ªa decisivo, en el puente decisivo, comenz¨® muy temprano, cuando dos tanquetas de la guardia venezolana llegaron hasta la propia l¨ªnea lim¨ªtrofe, donde se bajaron tres uniformados, con sus armas en alto, y pidieron auxilio a las autoridades colombianas. En el tumulto, dos personas resultaron heridas y salpicaron de sangre las vallas de Migraci¨®n Colombia. Las tres primeras deserciones de una esquizofr¨¦nica jornada.
La tensi¨®n se acumul¨® a partir de ah¨ª. De un lado, el cord¨®n policial de los agentes de la Polic¨ªa Nacional Bolivariana, inm¨®viles pero nerviosos, cerraba filas ante las decenas de personas que se agolpaban antes de la llegada de las camiones. ¡°Lo vamos a hacer por las buenas¡±, gritaban algunos en un intento por rebajar los ¨¢nimos. ¡°Vamos a ver cu¨¢ntos son ustedes y cuantos somos nosotros¡±, les retaban otros. Cuando se acercaban los suministros, abundaban las invitaciones para que se acogieran a la amnist¨ªa que les ofrece el l¨ªder de la Asamblea Nacional: ¡°V¨¦nganse muchachos, piensen en sus familias¡±. Para entonces empezaban a llegar del lado venezolano el sonido de r¨¢fagas y detonaciones, a¨²n distantes, y las noticias de que se hab¨ªa puesto en marcha la represi¨®n. Pronto los estruendos ser¨ªan mucho m¨¢s cercanos.
La creciente multitud arengaba a los militares a dejar pasar las ayudas prometidas, hasta que lleg¨® la marea humana, la anticipada ¡°avalancha humanitaria¡±. Con banderitas y entonando el himno, se detuvieron ya sobre el espacio encajonado del puente, a menos de 100 metros de los polic¨ªas venezolanos, respaldados por grupos paramilitares armados. De pronto, la marea se lanz¨® a la carga, decidida a avanzar hasta quedar cara a cara con los uniformados, solo separados por los escudos. Muy pronto, lanzaron las primeras bombas de gas lacrim¨®geno. Con los ojos y las gargantas a¨²n ardiendo, se desat¨® la fren¨¦tica estampida sobre la estrecha estructura de concreto. El primer intento hab¨ªa fracasado, la gente se hab¨ªa dispersado, algunos ca¨ªdos sobre el asfalto, y los chalecos azules, los voluntarios de Guaid¨®, intentaban poner orden en el caos.
El diputado y m¨¦dico Jos¨¦ Manuel Olivares, siempre en primera l¨ªnea, como hab¨ªan prometido los encargados de Guaid¨® en cada uno de los cuatro pasos de Colombia a Venezuela que anhelaban coronar, atend¨ªa alg¨²n herido y regresaba al frente. Las rondas de gases y las detonaciones aumentaban su intensidad. En la boca del puente, la llegada de los camiones cargados con suministros impregnaba optimismo y desataba un c¨¢ntico de ¡°libertad¡± que no se correspond¨ªa con la batalla campal que se libraba sobre el r¨ªo T¨¢chira, con los grupos armados ya muy pr¨®ximos a los militares.
Del lado colombiano abundaron los encapuchados, bien para esconder su rostro bien para protegerse de los gases lacrim¨®genos. Los voluntarios comenzaban a resignarse a que del otro lado les estaban ¡°cayendo a plomo¡±, y no contar¨ªan con la calle que necesitaban para enlazar alg¨²n tipo de cadena humana. En los pilares del puente, los encapuchados lanzaban incursiones a pedradas, mientras los gases lanzados desde Venezuela estallaban cada vez m¨¢s en el lado colombiano.
En el primer par de horas qued¨® claro que el puente era escenario de una batalla de desgaste. A trav¨¦s de ese puente o por las trochas, los senderos irregulares que unen los dos pa¨ªses, llegaban por goteo, como una necesaria consolaci¨®n, nuevas deserciones recibidas con j¨²bilo y gritos de ¡°s¨ª se puede¡±. El punto ¨¢lgido lleg¨® cuando un miembro de un colectivo chavista, agarrado por la turba enfurecida, termin¨® del lado colombiano. El diputado Olivares y otros chalecos azules fueron zarandeados y golpeados por protegerlo para evitar que lo lincharan. Al final del d¨ªa, 61 miembros de las diferentes Fuerzas Armadas de Venezuela desertaron de sus puestos y buscaron refugio en Colombia.
Con mayor frecuencia que las deserciones pasaron los heridos, por traumatismos, fracturas, golpes en la cabeza o balas de goma. De cuando en cuando se prend¨ªan llamaradas que no llegaron a salirse de control. Al caer el sol, era claro que las ayudas no iban a poder pasar y hab¨ªa un saldo de 285 lesionados. Sus impulsores decidieron entonces proteger la vida de los voluntarios. La decisi¨®n de replegarse, y de regresar los camiones al centro de acopio, no cay¨® muy bien entre la turba incontrolable, que se resist¨ªa a alejarse del humo y las detonaciones. Las ayudas acabaron salvaguardadas una vez m¨¢s en las bodegas de acopio del puente de Tienditas. De vuelta al punto de partida.
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