Cohen: de servil mat¨®n al peor tormento de Trump
El exabogado del presidente de EE UU est¨¢ sentenciado a tres a?os de prisi¨®n tras declararse culpable de evasi¨®n fiscal y de financiaci¨®n ilegal de la campa?a electoral por el pago a dos examantes de Trump y por reconocer haber mentido al Congreso
¡°Te lo advierto, ¨¢ndate con cuidado porque lo que har¨¦ contigo va a ser jodidamente desagradable. ?Te enteras?¡±. Michael Cohen respond¨ªa con esas palabras intimidatorias a un reportero del Daily Beast en el verano de 2015. Reci¨¦n anunciada la candidatura de Trump a las presidenciales, el peri¨®dico preparaba un art¨ªculo sobre una biograf¨ªa del candidato publicada en 1993, The Last Tycoon, en la que se dice que su exmujer, Ivana Trump, durante una vista judicial con motivo de su divorcio acus¨® a Trump de haberla violado. Aunque Ivana Trump hab¨ªa rebajado la acusaci¨®n tras firmar el acuerdo econ¨®mico, la publicaci¨®n quiso recabar la opini¨®n del equipo de campa?a del candidato. Y esa fue la respuesta, como recuerda ahora Eric Lach en The New Yorker con motivo del cr¨ªtico testimonio que ha dado ante el Congreso el pasado mi¨¦rcoles el antiguo abogado y fixer (conseguidor) del presidente de Estados Unidos.
Jodidamente desagradable, parafraseando a Cohen, debe ser ahora para Trump que su m¨¢s fiel servidor se haya convertido ahora en su peor tormento. Dispuesto a cometer cualquier ilegalidad para defender a su jefe, el hoy arrepentido Cohen est¨¢ sentenciado a tres a?os de prisi¨®n tras declararse culpable de evasi¨®n fiscal y de financiaci¨®n ilegal de la campa?a electoral por el pago a dos examantes de Trump y por reconocer haber mentido al Congreso. Una condici¨®n que los republicanos han aprovechado para deslegitimar su testimonio. En The Washington Post E. J. Dionne Jr. se?ala las diferencias entre la investigaci¨®n a Trump y el caso Watergate que hizo caer al presidente Nixon, y cuya investigaci¨®n fue propulsada por la comparecencia ante el Congreso del entonces abogado de Nixon, John Dean en junio de 1973. Dionne recuerda que entonces fue el Congreso, y no el fiscal especial del caso, el que lider¨® la investigaci¨®n y forz¨®, 14 m¨¢s tarde, la dimisi¨®n del presidente Nixon.
Nada que ver con lo que sucede ahora. Robert S. Mueller, el fiscal especial que investiga la posible intervenci¨®n de Mosc¨² en la campa?a presidencial de 2016 que dio la victoria a Trump, es quien ha logrado avanzar el caso en los ¨²ltimo dos a?os pese a las presiones sufridas. En contraste, la mayor¨ªa de los congresistas republicanos se afana en desacreditar a Cohen y se olvida de averiguar la verdad, como obliga el cargo que juraron como representantes del poder legislativo. Una rama concebida para pedir cuentas al Ejecutivo. Hoy la frontera entre el Ejecutivo y Legislativo parece cada vez m¨¢s perniciosamente desdibujada, como relata en este video muy did¨¢ctico The New Yorker.
La mejor prueba de ello: el ataque indiscriminado contra Cohen del congresista republicano Jim Jordan, a quien Ed Pilkington, corresponsal de The Guardian, llama bully-in-chief. Jordan fue el encargado de vociferar la ira de los republicanos contra Cohen y de intentar por todos los medios desacreditar su testimonio. Pero la furia del congresista se volvi¨® en su contra: en Twitter le reprocharon que nunca se mostr¨® tan escandalizado ni tan siquiera movi¨® un dedo cuando sufrieron abusos sexuales los estudiantes que formaban el equipo de lucha libre en la Universidad de Ohio entre 1986 y 1994, ¨¦poca en la que ¨¦l ejerc¨ªa de asistente del entrenador. So much for Jordan¡
Dos d¨ªas antes del clave testimonio de Cohen ante el Congreso, el New York Times public¨® un art¨ªculo de investigaci¨®n que intenta demostrar las presiones a Mueller y otras pr¨¢cticas intimidatorias y mafiosas por parte de Trump y su entorno. Mark Mazzetti, Maggie Haberman, Nicholas Fandos y Michael S. Smith firman un trabajo que detalla las m¨²ltiples maniobras de Trump para zafarse de las investigaciones abiertas en torno a ¨¦l desde su llegada al poder. Tras consultar a docenas de funcionarios y altos cargos pol¨ªticos, concluyen que el presidente ha atacado el aparato judicial de su propia Administraci¨®n como ning¨²n otro en su cargo en la historia de EE UU. Sus armas: la intimidaci¨®n, la coerci¨®n o la humillaci¨®n. Los esfuerzos de Trump por dificultar la investigaci¨®n de algunos de los esc¨¢ndalos que le rodean, como reflejan algunos de los casos que documentan, podr¨ªan exponer al presidente a ser acusado de obstruir la justicia una vez el fiscal Mueller termine su investigaci¨®n sobre la trama rusa.
Y citan varios episodios. Como cuando Trump pidi¨® a finales del a?o pasado al entonces fiscal general del Estado en funciones, Matthew G. Whitaker, que pusiera a su amigo y aliado Geoffrey S. Berman, fiscal del distrito Sur de Manhattan, al frente de la investigaci¨®n sobre c¨®mo en la campa?a de 2016 compr¨® el silencio de dos mujeres con las que supuestamente hab¨ªa mantenido relaciones sexuales. Un asunto que supone un delito de financiaci¨®n ilegal que estaba siendo investigado en ese momento por varios fiscales federales. O la petici¨®n que le hizo en febrero de 2017 a Jim Comey, director del FBI entonces, para que cerrara la investigaci¨®n sobre Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional, cesado en el cargo por sus sospechosos contactos con Rusia y los oscuros servicios prestados al Gobierno de Turqu¨ªa. Comey no cerr¨® el caso y fue destituido por Trump a los tres meses. Whitaker, que relev¨® al dimisionario Jeff Sessions, ha sido ahora sustituido por William Barr. Tres fiscales generales y dos directores del FBI en dos a?os. Todo un r¨¦cord.
Tampoco la pol¨ªtica exterior dio esta semana un respiro a Trump. La prometedora cumbre en Han¨®i de Trump con su amigo y admirado l¨ªder norcoreano Kim Jong Un acab¨® en fracaso. Pero parad¨®jicamente (para Trump, claro) este desenlace ha sido bien recibido por la oposici¨®n dem¨®crata en el Senado y algunos congresistas republicanos (una coincidencia extra?a en los tiempos que corren). Ambos grupos tem¨ªan que Trump levantara las sanciones a Corea del Norte sin asegurarse un compromiso claro de desnuclearizaci¨®n a cambio. Matthew Choi y Katie Galioto analizan la cuesti¨®n en Politico. Trat¨¢ndose de un presidente que ha alarmado a los l¨ªderes mundiales con pol¨ªticas err¨¢ticas, la guerra comercial contra China y sus aliados o sus amenazas de salir de la OTAN, la noticia de que se haya levantado de la mesa de negociaci¨®n con Corea del Norte ha sido recibida con alivio. A cuenta de esta reuni¨®n, Dana Milbank se pregunta en el Washington Post por qu¨¦ Trump s¨®lo se enamora de los malos. Y analiza la fascinaci¨®n del presidente por los l¨ªderes autoritarios. Si el poder es un gran afrodis¨ªaco, el poder absoluto como el que ostenta el dictador coreano para personalidades como la de Trump es lo m¨¢ximo a lo que se puede aspirar. Quiz¨¢s esa es la raz¨®n que inspir¨® la ins¨®lita decisi¨®n de la Casa Blanca de excluir a los periodistas de Reuters, Associated Press, Bloomberg y Los Angeles Times, de la cena entre Trump y Kim Jong Un con la que se concluy¨® la fallida cumbre. Los reporteros censurados forman parte de la prensa que sigue a la Casa Blanca y que viaja habitualmente con el presidente, pero durante el d¨ªa preguntaron a Trump sobre el testimonio de Cohen ante el Congreso. El supuesto presidente del free world no estaba dispuesto, parece, a que la prensa libre le humillara ante el l¨ªder de una dictadura. Y les censur¨®.
Algo de esa obsesi¨®n por el poder hegem¨®nico de Trump debe estar detr¨¢s de la guerra comercial declarada a China. El presidente, presionado por la ca¨ªda en picado de la bolsa en los ¨²ltimos meses de 2018 por temor a las consecuencias de esa guerra comercial, ha cedido algo y alargado la fecha l¨ªmite del 1 de marzo dada a China para negociar un acuerdo que evite la subida de los aranceles a bienes importados de China por valor de 200.000 millones de d¨®lares (casi la mitad de lo que EEUU importa del gigante asi¨¢tico). El profesor Jeffrey Sachs de la Universidad de Columbia advierte en un art¨ªculo en Horizons, publicaci¨®n trimestral del Centro de Relaciones Internacionales y Desarrollo Sostenible (CIRSD), de que EE UU, bajo el gobierno de Trump, ha cambiado de forma radical su estrategia con respecto a China.?
Nixon, el gur¨² tan citado por Trump, defini¨® su visita en 1972 a China como ¡°la semana que cambi¨® el mundo¡±. Fij¨® un marco de relaciones de respeto mutuo que se ha mantenido durante casi cinco d¨¦cadas y sobrevivido a cambios traum¨¢ticos como el final de la Guerra Fr¨ªa o la crisis financiera de 2008. Pero los EEUU de Trump (y la China de Xi Ping) han declarado el fin de esta etapa. Washington no s¨®lo ve a China como un rival comercial. La teme por su tama?o, su influencia geopol¨ªtica, y su creciente poder econ¨®mico y militar. Tanto es as¨ª que est¨¢ a punto de ocupar en el imaginario del gigante americano el espacio que dej¨® la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, con toda su carga de hostilidad y enfrentamiento. Sachs cree que si nada cambia, estamos abocados a iniciar una Guerra Fr¨ªa entre las dos potencias con perversas consecuencias econ¨®micas en el resto del mundo. El profesor critica la paranoia que siempre ha condicionado la pol¨ªtica exterior estadounidense. La tendencia a exagerar la amenaza exterior, como el miedo a los bolcheviques tras la Primera Guerra Mundial, los a?os de persecuci¨®n al comunismo con McCarthy, la guerra global contra el terrorismo desatada tras los atentados del 11 de Septiembre o, ahora, el miedo al creciente poder de China. A¨²n as¨ª, Sachs no pierde la esperanza y conf¨ªa en que parad¨®jicamente la eg¨®latra personalidad de Trump permita evitar el peor de los escenarios. Que cualquier concesi¨®n que haga China en materia comercial, el presidente la venda en casa como una gran conquista que le permita sellar la paz comercial con el gigante asi¨¢tico, de forma que las grandes empresas estadounidenses, ya sea exportadoras o dependientes de la importaci¨®n de componentes de origen chino, puedan respirar tranquilas. La inc¨®gnita, seg¨²n Sachs, es si la animosidad contra China que ha alimentado Trump est¨¢ tan ampliamente extendida en la sociedad estadounidense como para que no haya vuelta atr¨¢s en esta irresponsable escalada. ¡°Seremos de hecho muy afortunados si logramos frenar la creciente animosidad y desconfianza entre China y Estados Unidos en los pr¨®ximos a?os¡±. Only time will tell¡
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