La presidencia performativa
En los ¨²ltimos d¨ªas a L¨®pez Obrador se le ha visto molesto. Tal vez tenga que ver con la erosi¨®n de las condiciones sociales que le han posibilitado su hablar performativo. Esa terca realidad que no acaba de hacerse a su palabra
En su libro La presidencia imperial, Arthur Schlesinger trat¨® de demostrar que a partir del New Deal los poderes presidenciales se hab¨ªan incrementado por la existencia de ¨®rganos administrativos dif¨ªcilmente controlables por el Congreso o la Judicatura. M¨¢s all¨¢ de sus logros, esa obra pone de manifiesto la historicidad de la instituci¨®n presidencial. Que esta forma de Gobierno haya tenido manifestaciones hist¨®ricas dependiendo de qui¨¦n ocupa el cargo y de sus interacciones con distintas variables sociales y pol¨ªticas, y que sea posible caracterizarla con una breve y precisa expresi¨®n.
El sistema presidencial norteamericano se enraiz¨® en numerosos pa¨ªses desde el siglo XIX. Las condiciones de cada uno de ellos le dieron signos institucionales y peculiaridades propias. Uno es el presidencialismo argentino y otro el mexicano. En este ¨²ltimo, uno es el de C¨¢rdenas y otro el de Echeverr¨ªa o Salinas de Gortari. Cada titular ha tenido una imagen de su lugar en la historia, su proyecto de presidencia, sus horizontes hist¨®ricos y las posibilidades de alcanzarlos. Con estas idealizaciones ha enfrentado obst¨¢culos, competido con ¨¦lites, logrado mayor¨ªas, reinventado discursos, aceptado derrotas y padecido las vicisitudes de un cargo tan importante como complicado. Sin pausa y con prisa, el presidente L¨®pez Obrador habla y declara en la capital y en los Estados todos los d¨ªas de numerosos temas. Dice lo que quiere que suceda con los programas, subsidios, obras, cancelaciones o consultas y, como es normal en los sistemas presidenciales, delega su realizaci¨®n a la Administraci¨®n p¨²blica. A sus decires deber¨ªan sobrevenir actos de autoridad concretos, fundados y motivados, para lograr la transformaci¨®n de la realidad en el sentido deseado. Adicionalmente a este modo de actuar, hay otro m¨¢s sutil y complejo. Tal vez caracterizador de su presidencia.?
En muchas de sus conferencias el presidente L¨®pez Obrador declara con rotundidad que ciertas situaciones o fen¨®menos ya se realizaron: que la guerra al narcotr¨¢fico termin¨®, el robo de combustible disminuy¨®, la corrupci¨®n concluy¨® o el neoliberalismo qued¨® abolido. El operar as¨ª implica que ciertos estados de cosas ya acontecieron y no deben realizarse acciones adicionales. ?Para qu¨¦ hablar de lo que ya pas¨®? Si como apenas el s¨¢bado dijo, las asociaciones entre autoridades y delincuentes finalizaron, ?para qu¨¦ insistir si hay tantas cosas por hacer y apenas un sexenio para lograrlas? Para explicar su proceder y las implicaciones, hago un breve par¨¦ntesis.
El fil¨®sofo ingl¨¦s John L. Austin llam¨® ¡°performativas¡± a las expresiones que al emitirse realizan el hecho que expresan. Si un sacerdote declara a una pareja casada, se le tendr¨¢ como tal para efectos de la correspondiente religi¨®n; si un ¨¢rbitro declara una anotaci¨®n o una expulsi¨®n, el marcador habr¨¢ de moverse o el jugador abandonar el campo. Lo caracter¨ªstico de estos enunciados es su condici¨®n realizativa, dependiente en mucho de la posici¨®n de quien la emite, la situaci¨®n en que se hace y la com¨²n aceptaci¨®n de las reglas que la posibilitan. ?Qu¨¦ hizo el presidente L¨®pez Obrador al decir que la asociaci¨®n entre delincuentes y autoridades hab¨ªa concluido? Desde su entendimiento, orden¨® la conformaci¨®n de la realidad a su palabra. En este suave tr¨¢nsito entre declarar hecho y ordenar hacer, encuentro la caracter¨ªstica m¨¢s relevante de su presidencia. Parte de su fuerza pol¨ªtica y de la esperanza que trasmite es la mezcla entre lo que dice har¨¢ y dice logr¨®. Esto ¨²ltimo no es verificable porque no proviene de lo acontecido. Es potente porque el presidente les da a sus decires, y parte de la poblaci¨®n acepta que tienen, capacidades realizativas. Que efectivamente lo sean, es cosa distinta, como a diario lo vemos y padecemos.
En los ¨²ltimos d¨ªas al presidente se le ha visto molesto. Desafortunadamente, no ha tenido la serenidad de responder a las interrogantes directas o a las muestras de rechazo colectivo con la agudeza o la iron¨ªa mostrada en otros a?os. Tal vez su malestar tenga que ver con la erosi¨®n de las condiciones sociales que le han posibilitado su hablar performativo. Esa terca realidad que no acaba de hacerse a su palabra.
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