Di¨¢logo, cerveza y votaci¨®n, as¨ª intenta Nicosia derribar el ¨²ltimo muro de Europa
45 a?os despu¨¦s de la guerra con Turqu¨ªa, Chipre a¨²n est¨¢ dividida en dos. Los turcochipriotas en el norte, los grecochipriotas en el sur. Pero hay quien intenta superar las barreras que la pol¨ªtica no consigue abatir
Solo una alambrada separa la casa de Fatma Azgin de la L¨ªnea Verde, la franja desmilitarizada que divide en dos la isla de Chipre. La direcci¨®n sigue siendo Tevfik Fikret 8, pero en el mapa ya no existe. La calle ha sido engullida por la tierra bald¨ªa y la maleza. ¡°Antes la entrada estaba aqu¨ª, pero como est¨¢ bloqueada, usamos una puerta lateral¡±. Un veh¨ªculo militar pasa junto a ella a toda velocidad, pero Fatma no hace caso. Hasta que un soldado turco se asoma por la valla: ¡°No puede grabar ni hacer fotos cerca de la L¨ªnea Verde. Borre las im¨¢genes y ens¨¦?eme los documentos¡±. Azgin se sorprende. ¡°Nunca me hab¨ªa pasado¡±. Han pasado 45 a?os desde la guerra con Turqu¨ªa, y Nicosia sigue siendo la ¨²ltima capital dividida del mundo. Los turcochipriotas al norte, los grecochipriotas al sur. Entre ambos, 180 kil¨®metros de tierra de nadie custodiados por cascos azules. Una cicatriz nunca curada de recriminaciones y hostilidades en la parte m¨¢s oriental de Europa.
Al norte de la L¨ªnea Verde
Nicosia del Norte. Desde 1977, Fatma, una farmac¨¦utica de 72 a?os, vive en la frontera occidental de Nicosia Norte, a un paso de la L¨ªnea Verde que divide en dos la capital chipriota. Cuando se traslad¨® con su marido, todav¨ªa quedaban huellas del conflicto: agujeros de bala en las paredes y una trinchera en el jard¨ªn. ¡°A pesar de todo, nos gusta vivir aqu¨ª. Hay silencio y una naturaleza sin contaminar. Tenemos soldados por vecinos, pero por lo general nos dejan tranquilos¡±.
Fatma naci¨® y creci¨® en Nicosia, entre turcochipriotas. ¡°Ya entonces la capital estaba dividida en guetos. Cuando en 1960 la Rep¨²blica de Chipre se independiz¨® de Reino Unido, bailamos en la calle. Pero la euforia no dur¨® mucho. Llegaron las primeras agresiones entre las dos comunidades y cerraron las escuelas. Crec¨ª con esta a?oranza¡±.
Fatma, que se licenci¨® en Estambul, abri¨® su farmacia en 1972. Dos a?os despu¨¦s, tuvo lugar el intento fallido de anexi¨®n a Grecia que llev¨® a Ankara a ocupar el norte de la isla para proteger a la minor¨ªa turcochipriota. Al menos 6.700 personas murieron o desparecieron en ambos frentes; los turcochipriotas se vieron obligados a trasladarse al norte, los grecochipriotas al sur. ¡°En 1977 me instal¨¦ aqu¨ª. Llevo toda la vida lidiando con la divisi¨®n de Nicosia y desde entonces vivo en ella¡±.
En noviembre de 1983, la parte norte de la isla se autoproclam¨® Rep¨²blica del Norte de Chipre. El autodenominado Estado fue reconocido solo por Turqu¨ªa. En 1991, Azgin se encontraba entre los cofundadores del ¡°grupo de resoluci¨®n de conflictos turcochipriota¡±, una de las primeras iniciativas conjuntas de la isla. Turcos y grecochipriotas se pusieron por primera vez el uno en el lugar del otro para buscar juntos la paz.
¡°Nos ve¨ªamos en la franja desmilitarizada, en el Ledra Palace, el hotel que ahora alberga el cuartel general de la misi¨®n de Naciones Unidas. Ten¨ªamos que obtener una autorizaci¨®n especial. Promov¨ªamos la diplomacia desde abajo. Pero al final, me di cuenta de que los canales oficiales tienen m¨¢s poder. Solo que los pol¨ªticos hablan, hablan, y nunca resuelven nada. Hace dos a?os, las negociaciones bajo los auspicios de la ONU no llegaron a buen puerto. Ya me he resignado a la idea de no ver esta isla reunificada¡±. Sin embargo, en 2003, hubo un paso adelante que devolvi¨® a muchos la esperanza: la apertura de los primeros puestos de control en la frontera, sellada hasta entonces. ¡°Lo primero que hice fue buscar a mi ni?era grecochipriota. Llor¨¦ porque mi madre ya hab¨ªa muerto y no pude volver a verla. Pero con la entrada de Chipre en la Uni¨®n Europea, un a?o despu¨¦s, se abrieron nuevas posibilidades, como un pasaporte que te permite viajar, estudiar y trabajar en 28 pa¨ªses sin necesidad de visado, incluidos los turcochipriotas que viven en el norte, fondos para restauraciones y seminarios en las dos comunidades. O la posibilidad de votar en las pr¨®ximas elecciones al Parlamento Europeo, instituci¨®n que ha financiado este reportaje. Y esta vez, tambi¨¦n los turcochipriotas tienen la oportunidad de hacer que su voz se oiga en Bruselas.
Un turcochipriota en el Parlamento Europeo
Nicosia del Sur. Niyazi Kizily¨¹rek creci¨® en Potami¨¢, un pueblo mixto cerca de Nicosia, donde turcos y grecochipriotas convivieron en armon¨ªa hasta 1964. ¡°La violencia entre las comunidades oblig¨® a mi familia a huir al norte. De repente me convert¨ª en un refugiado en mi propio pa¨ªs¡±. Despu¨¦s de cursar sus estudios universitarios en Alemania y pasar algunos a?os en Europa, en 1995 Kizily¨¹rek regres¨® a la isla y se convirti¨® en el primer profesor turcochipriota en dar clases en una universidad grecochipriota. ¡°Al principio no fue f¨¢cil. Los nacionalistas turcos y griegos me pusieron inmediatamente en su punto de mira¡±.
Hoy este profesor de 59 a?os ha roto otro tab¨²: se presenta como candidato al Parlamento Europeo en la lista del principal partido de la oposici¨®n grecochipriota, Akel, heredero del Partido comunista. ¡°Akel est¨¢ lanzando un poderoso mensaje: los turcochipriotas no son enemigos, son ciudadanos chipriotas y debemos incluirlos en el proceso de toma de decisiones¡±, sostiene Nicos Peristianis, copresidente de la Cyprus Academic Dialogue, organizaci¨®n que involucra a acad¨¦micos de las dos comunidades implicadas en la resoluci¨®n del conflicto. Haciendo caso omiso de las protestas nacionalistas, Kizily¨¹rek ha realizado su campa?a en los dos idiomas a ambos lados de la isla, desde Pafos en el sur, hasta la pen¨ªnsula de Karpaz en el norte. Seg¨²n los sondeos, obtendr¨¢ uno de los seis esca?os chipriotas. El profesor se define a s¨ª mismo como defensor del federalismo; la ¨²nica soluci¨®n, dice, para superar el conflicto protegiendo la diversidad. ¡°Me he presentado por Chipre porque quiero promover la reconciliaci¨®n entre las dos comunidades. Y para la Uni¨®n Europea es un gran proyecto de paz, aunque los j¨®venes lo han olvidado¡±.
Este a?o hay nueve candidatos turcochipriotas a las elecciones europeas. Entre ellos se encuentran tambi¨¦n el director del peri¨®dico Afrika, ?ener Levent, y otros cinco miembros de su movimiento, Jasmin. Levent, a quien el Parlamento Europeo concedi¨® en 2018 el Premio al ciudadano europeo, es una de las voces m¨¢s duras contra la ocupaci¨®n militar turca. Hace solo unos d¨ªas fue absuelto del delito de difamaci¨®n del que se le acusaba por publicar una vi?eta sat¨ªrica anti-Erdogan. Los electores en potencia turcochipriotas son unos 89.000, pero para votar deber¨¢n a acudir a los nueve puntos de control abiertos a lo largo de la franja desmilitarizada, donde se han preparado 50 urnas especiales. Hace cinco a?os solo votaron 1.700. ¡°Hab¨ªa que apuntarse con antelaci¨®n¡±. ¡°Esta vez ser¨¢ suficiente mostrar un documento¡±, promete Kizily¨¹rek. ¡°Los chipriotas griegos y turcos votar¨¢n juntos por primera vez. Ser¨¢ un momento muy simb¨®lico. Seg¨²n los sondeos, ser¨¦ el primer turcochipriota que ocupe un esca?o en el Parlamento Europeo¡±.
Hacia el Premio Nobel de la Paz
Nicosia del Norte. ¡°Si se elige a un turcochipriota, llevar¨¢ su idioma y sus necesidades al Parlamento Europeo. Ser¨¢ una oportunidad para ampliar el horizonte de la izquierda en Bruselas¡±. Sevg¨¹l Uluda?, de 60 a?os, activista turcochipriota por las mujeres y la paz, nos cita a pocos pasos de los puestos de control del Ledra Palace Hotel. La Rep¨²blica de Chipre y la Rep¨²blica turca de Chipre del Norte est¨¢n tan cerca que se pueden o¨ªr las campanas de una iglesia ortodoxa griega inmediatamente despu¨¦s de la llamada del muec¨ªn desde el minarete de una mezquita.
Uluda?, con un corte de pelo atrevido y camiseta arco iris, intenta escabullirse cuando le recordamos que acaban de nombrarla candidata al Premio Nobel de la Paz. Periodista desde hace 39 a?os, lleva 19 investigando sobre el destino de las casi 2.000 personas desaparecidas en los enfrentamientos entre comunidades. Empez¨® a escribir sobre ello cuando descubri¨® que el padre de un querido amigo suyo llevaba desaparecido desde 1963; su familia nunca lo hab¨ªa mencionado. ¡°Las personas desaparecidas eran tab¨². Mis investigaciones fueron un terremoto. Los grecochipriotas no sab¨ªan que hubiera desaparecidos entre los turcochipriotas, y viceversa. He demostrado que estaban unidos por el mismo dolor. No un dolor turco, ni un dolor griego. Un dolor humano¡±.
Desde 2006, Uluda? siempre lleva consigo dos tel¨¦fonos m¨®viles, uno con tarjeta turca y otro grecochipriota, porque desde ambos lados pueden enviarle informaci¨®n an¨®nima sobre las fosas. As¨ª ayud¨® al Centro para Personas Desaparecidas, cofinanciado en dos tercios por la Uni¨®n Europea, para localizar los restos de centenares de desaparecidos y dar a los supervivientes una tumba en la que llorar. ¡°Los familiares de las personas desaparecidas est¨¢n paralizados. Necesitan una prueba de la muerte para poder seguir¡±.
Uluda? ha sufrido amenazas de muerte y campa?as denigratorias, pero tambi¨¦n ha recibido el apoyo de ambas comunidades, que ahora promueven su candidatura al Nobel. ¡°Esto demuestra que las personas pueden unirse en torno a un tema humanitario. Para m¨ª el pa¨ªs no se puede dividir en dos, es uno solo. No os dej¨¦is enga?ar por el cielo azul, el mar maravilloso o el sol; Chipre es un lugar muy fr¨¢gil y peligroso. Todos los pa¨ªses de nuestro alrededor se incendian y estamos sentados en medio del Mediterr¨¢neo como si no pasara nada Los puntos de control est¨¢n abiertos, pero bastar¨ªa una m¨ªnima provocaci¨®n para que se cerraran al instante. Hay demasiadas partes involucradas; Gran Breta?a, Grecia, Turqu¨ªa. Necesitamos urgentemente la paz, antes de que esta isla se convierta en otra Siria¡±.
Ser alcalde en el exilio
Nicosia del Sur. En agosto de 1974, el tiempo se detuvo en Varosha, el distrito de vacaciones de Famagusta. Despu¨¦s de la invasi¨®n turca, los habitantes grecochipriotas fueron obligados a abandonar la ciudad. Han pasado 45 a?os y Varosha sigue siendo una zona prohibida. Un pueblo fantasma cristalizado en el pasado. Una Pompeya sin lava. Una fila de hoteles desiertos ahora en ruinas domina el Mediterr¨¢neo y una cerca impide el acceso a la playa que en otros tiempos visitaron Elizabeth Taylor o Paul Newman. ¡°Era una peque?a Miami en el Mediterr¨¢neo¡±. Aquel verano, Alexis Galan¨®s, 78 a?os, ex secretario general del Partido Dem¨®crata Diko y expresidente de la C¨¢mara chipriota, fue uno de los ¨²ltimos en irse. ¡°Mi padre era un poco sordo, no o¨ªa los bombardeos. Esper¨¦ hasta el ¨²ltimo momento para llev¨¢rmelo¡±.
Elegido por los habitantes grecochipriotas obligados a reconstruir sus vidas en la parte sur de la isla, Galan¨®s ha desempe?ado el cargo de alcalde de Famagusta en el exilio durante 13 a?os. ¡°Hay que mantener viva la memoria¡±. Durante a?os se neg¨® a volver a su ciudad. ¡°No quer¨ªa presentar el pasaporte como si entrara en un pa¨ªs extranjero. Volver ha sido muy doloroso. Varosha se ha convertido en una ciudad de ratas y serpientes. En griego la llamamos Am¨®jostos, que significa ¡°enterrado en la arena¡±. No debajo de la alfombra, como ocurre ahora¡±.
La historia de Galan¨®s no es un caso aislado; en 1974 m¨¢s de 200.000 personas fueron expulsadas de sus hogares. ¡°Soy hu¨¦rfano porque soy un refugiado en mi pa¨ªs. Un prisionero a la inversa. Me gustar¨ªa ver caer este muro, igual que en Berl¨ªn. Yo no soy Reagan, pero desear¨ªa poder decirle a Erdogan: ¡°Vete de esta ciudad, es mi ciudad¡±. Galan¨®s cree en la Uni¨®n Europea, pero tambi¨¦n tiene mucho de qu¨¦ quejarse. ¡°El esp¨ªritu de solidaridad debe prevalecer. Europa no puede permitir que uno de sus Estados miembros se convierta en protectorado de Turqu¨ªa. El empleo no es solo un problema chipriota, es un problema europeo¡±.
Lerotheos Papadopulos, jefe de la representaci¨®n de la Comisi¨®n de la Uni¨®n Europea en Chipre, es consciente de la singularidad de la isla. ¡°Tenemos un Gobierno leg¨ªtimo que controla solo dos tercios del territorio; un Estado no reconocido; y Turqu¨ªa es un pa¨ªs candidato a la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea desde 2005, que no reconoce a un Estado miembro. Pero nos guste o no, debemos cooperar con Ankara, es un socio estrat¨¦gico. Aunque tambi¨¦n hay que recordarle que, si quiere unirse a nosotros, debe comportarse como un pa¨ªs europeo y respetar nuestros valores. Bruselas est¨¢ dispuesta a asistir a las negociaciones, siempre que las dos comunidades lo soliciten¡±. Mientras tanto, la Comisi¨®n ya ha previsto revisar el presupuesto en caso de reunificaci¨®n. ¡°Desde 2006 hemos destinado m¨¢s de tres millones, pero la UE es ante todo una garant¨ªa de seguridad. Los chipriotas lo saben¡±.
De tierra de nadie a tierra de todos
La franja desmilitarizada. Cada ma?ana Hayriye Ruzgar y Andri Christofides caminan hacia la franja desmilitarizada que divide la isla desde antes de que nacieran. Ruzgar, un turcochipriota de 28 a?os, cruza el puesto de control del norte; Andri Jristofides, grecochipriota de 25 a?os, el del sur. Se encuentran a mitad de camino, en el Hogar para la Cooperaci¨®n (H4C), un edificio de dos pisos frente al Ledra Palace Hotel. Es el ¨²nico sitio donde la gente puede verse sin tener que cruzar ambas fronteras. Un lugar simb¨®lico y neutral creado en 2011 por la Asociaci¨®n para el di¨¢logo hist¨®rico y la investigaci¨®n (Ahdr) gracias a los fondos europeos. Aqu¨ª es donde ONG, acad¨¦micos y artistas se re¨²nen para intercambiar ideas y promover la reconciliaci¨®n. Empezando desde abajo, y siguiendo las huellas de los seminarios comjuntos de Azgin. En el pasado, este edificio de dos pisos era el hogar de una familia armenia. En la fachada todav¨ªa se ven los agujeros de bala y en el tejado hay una torre con el letrero UN. ¡°Era ¡®tierra de nadie¡¯ y la hemos convertido en ¡®tierra de todos¡¯¡±, exclama Ruzgar. ¡°Cualquiera puede venir aqu¨ª para, entre dos alambradas, o¨ªr m¨²sica o comer. Parec¨ªa inimaginable. Para nosotros es un ejemplo de c¨®mo podr¨ªa ser Chipre alg¨²n d¨ªa¡±.
Loizos Lukadis, de 36 a?os, originario de Pafos, coordinador de programas educativos de Ahdr, lo resume bien: ¡°Cada proyecto que llevamos a cabo es un peque?o paso hacia la reconciliaci¨®n. Para m¨ª, la paz no es una firma en un pedazo de papel. Es la gente que convive codo a codo, sin odio. Es haber transformado esta zona muerta en un ¨¢rea animada, din¨¢mica. Hay un muro, ?y qu¨¦ hacemos nosotros? Quitamos el primer ladrillo para que la gente se mire a los ojos¡±.
Ozge Ozogul, de 29 a?os, turcochipriota, ha estado trabajando en Ahdr durante un a?o y medio. Es consciente del reto. El anacronismo de una barrera f¨ªsica en una ¨¦poca en la que ya no existe el muro de Berl¨ªn, lo reconcome¡±. ¡°Al vivir en el norte te sientes invisible. El mundo no sabe nada sobre ti. Te sientes atrapado. No es solo un problema f¨ªsico. Es un l¨ªmite mental¡±. Sin embargo, la entrada en la Uni¨®n Europea ayud¨® a quitar varios ladrillos. ¡°Nosotros los turcochipriotas, dice Ruzgar, viv¨ªamos en un territorio no reconocido. Era dif¨ªcil salir de este espacio aislado. Europa nos da esta posibilidad¡±.
Cerveza para la paz
Nicosia del Norte. Tambi¨¦n los hermanos Ogun y Orcun Cananoglu intentan derribar el muro. Junto a Costas Siahinian y con una pinta de cerveza en la mano, la edici¨®n chipriota de Drink for peace [Bebe por la paz], una iniciativa alemana que involucra a las cervecer¨ªas de pa¨ªses divididos, como Bosnia y Herzegovina. ¡°Tengo un pub en Nicosia Sur. Me preguntaron si conoc¨ªa a alguien al otro lado del muro e inmediatamente pens¨¦ en los hermanos Cananoglu¡±, cuenta Costas. ¡°El objetivo es promover la reunificaci¨®n. Cuanto m¨¢s nos relacionamos, m¨¢s nos acercamos a la soluci¨®n. No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢¡±, responde Orcun.
L¨²pulo arom¨¢tico, levadura, malta, un toque de naranja para darle un ¡°sabor chipriota¡± y, como insisten los alemanes, tolerancia. Estos son los ingredientes de Drink for peace, un proyecto puesto en marcha por ambas comunidades y premiado por la Fundaci¨®n filantr¨®pica de Stelios Haji-Ioannou, el fundador de Easyjet, que naci¨® de padres chipriotas y se siente obligado a corresponder a la sociedad por haber triunfado en la vida. Solo el a?o pasado asign¨® medio mill¨®n de euros para financiar 50 iniciativas conjuntas. ¡°Creo que la mejor manera de construir una paz duradera en la isla es acercar a las dos comunidades¡±, dice por tel¨¦fono desde M¨²nich. ¡°No espero una soluci¨®n r¨¢pida. Es una carrera de fondo¡±.
¡°No s¨¦ si ayuda al panorama general, pero nos ayuda a nosotros. Estamos construyendo algo. ¡°El progreso viene de abajo¡±, responde Costas. Ogun y Orcun est¨¢n convencidos. Acaban de conseguir financiaci¨®n europea para peque?as empresas turcochipriotas. Esperan comprar maquinaria nueva y ya piensan a lo grande. ¡°Esta cerveza puede derribar el muro. Alg¨²n d¨ªa¡±, dice Ogun, ¡°ser¨¢ la cerveza nacional de Chipre unido¡±.
Al sur del muro
Nicosia del Sur. En Nicosia los caminos terminan de repente en callejones sin salida. Mueren frente a torres de vigilancia abandonadas y montones de barriles devorados por el ¨®xido, de los que surgen matas de vegetaci¨®n rebelde. Carteles en diferentes idiomas advierten de que hay que mantenerse a distancia de la l¨ªnea de alto el fuego, mientras los soldados se observan desde los huecos de las posiciones fortificadas. Entre los arbustos y la mara?a de la alambrada de vez en cuando se abren brechas en la inaccesible L¨ªnea Verde: una moto abandonada que se pudre ante de una casa en ruinas, ventanas abiertas a rect¨¢ngulos de cielo, una trinchera derribada, una tumba solitaria.
Jristos Stratis, jubilado grecochipriota, viudo, con el rostro marcado por la edad y el duelo reciente, vive en una casa de finales del siglo XIX en el borde de la franja desmilitarizada. Igual que le ocurre, al otro lado, a Fatma Azgin. Duerme con un fusil por miedo a que Erdogan invada la isla ¡°Me gustar¨ªa matar a todos los soldados turcos, solo a los soldados. Me asustan, me tiran piedras¡±. Las recoge y las guarda en casa.
Tuvo que cegar las puertas y ventanas que daban al norte, a la calle Agiou Georgiou, otro camino hundido en la tierra de nadie que es la L¨ªnea Verde. ¡°Espero poder reabrirlas alg¨²n d¨ªa. Mi suegra naci¨® en esta casa. Durante la guerra, el techo se cay¨® y tuvimos que irnos¡±. Jristos no volvi¨® a vivir all¨ª hasta 2002, despu¨¦s de que la Uni¨®n Europea, Naciones Unidas y la Agencia de Desarrollo estadounidense la restauraran. Pero es de Karavas, distrito de Kyrenia, en el norte del pa¨ªs. ¡°Los turcos mataron a mi madre Se llevaron todo. No he vuelto a Karavas, ni siquiera cuando se volvi¨® a abrir la frontera. Jam¨¢s mostrar¨¦ a los turcos mi documento para poder ver mi casa¡±. Se?ala una bandera griega y se santigua. ¡°Alg¨²n d¨ªa, espero que no muy lejano, si Dios quiere, me envolver¨¦ en ella y regresar¨¦ a Karavas como un hombre libre¡±.
Traducci¨®n: News Clips.
Este art¨ªculo se publica en el marco de la alianza de medios LENA.