No debieron gustarle a Bolsonaro las manifestaciones del domingo
El presidente hubiese preferido que sus seguidores se manifestaran con m¨¢s garra, pidiendo el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal
Un periodista brasile?o que conoce como pocos al presidente Jair Bolsonaro me asegura que no debieron gustarle las manifestaciones del domingo. Le sigue como periodista desde que el hoy presidente era un an¨®nimo diputado del llamado ¡°bajo clero¡±, esa masa de congresistas a las ¨®rdenes de los cardenales de los grandes partidos que viven de las migajas de sus banquetes. Desde entonces, lo que siempre distingui¨® al exmilitar, dice, fue la pelea, la guerra, la defensa de la dictadura y de la tortura y el desprecio por los diferentes, desde los gais a los negros.
Al presidente que hab¨ªa azuzado a sus huestes m¨¢s aguerridas a salir a la calle para defenderle de quienes prefieren, seg¨²n ¨¦l, un pa¨ªs ¡°ingobernable¡±, no debi¨® entusiasmarle, en efecto, la marcha de miles de sus seguidores en Brasilia. No porque le parecieran pocos, ya que seguramente tem¨ªa que fueran menos, sino porque hubiese preferido que se manifestaran con m¨¢s garra, de forma m¨¢s radical, pidiendo en coro, por ejemplo, el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal. Lo hicieron solo un pu?ado de voces aisladas.
Fue, para su asombro, una manifestaci¨®n incluso pac¨ªfica, sin que fuera necesario gran despliegue policial, en la que se defend¨ªan banderas que no entusiasman hoy al presidente, como la aprobaci¨®n por parte del Congreso de la ley de las pensiones, indispensable para que la econom¨ªa del pa¨ªs no se desplome. Tan poco parece interesarle a Bolsonaro dicha ley que d¨ªas atr¨¢s sorprendi¨® al decir que ¨¦l ten¨ªa una propuesta mejor para el pa¨ªs. Al final result¨® ser un truco de magia rid¨ªculo sobre un presunto impuesto a la venta de inmuebles.
No debi¨® gustarle tampoco al presidente el ¨¦nfasis que sus manifestantes pusieron en exigir la aprobaci¨®n inmediata del proyecto del ministro de Justicia, el juez Moro, sobre la lucha contra el crimen y la corrupci¨®n. El gigantesco mu?eco inflable de Moro, tratado como ¡°h¨¦roe nacional¡±,?que presid¨ªa la explanada de los Ministerios, apareci¨® en el momento en que Bolsonaro parece mostrarse m¨¢s bien arrepentido de haber escogido al juez del caso?Lava Jato como uno de sus ministros bandera. Cada d¨ªa da muestras de que el juez, que aparece en las encuestas con el 60% de aprobaci¨®n nacional, el doble de la que Bolsonaro llega a conseguir, ha perdido para ¨¦l inter¨¦s y hasta empieza a darle miedo. Le defiende cada vez menos de las embestidas del Congreso que ha arrinconado su proyecto. Empieza a resultarle inc¨®modo.
La bandera, en efecto, de la lucha contra la corrupci¨®n pol¨ªtica que sus seguidores identifican con el ministro Moro, una de las que le dieron millones de votos, empez¨® a deshilacharse cuando surgieron las primeras noticias que dec¨ªan que tanto los hijos de Bolsonaro como ¨¦l y su esposa aparec¨ªan supuestamente involucrados en un esquema de corrupci¨®n pol¨ªtica y en peligrosas relaciones con las milicias violentas de R¨ªo, a cuyos cabecillas hab¨ªan condecorado como h¨¦roes. Y por si fuera poco empez¨® a caer sobre ellos la sombra del asesinato de la joven militante de izquierdas, Marielle, v¨ªctima de las milicias en cuyas aguas nadaba toda la familia del presidente. El misterio sigue en pie, mientras la gente se pregunta qu¨¦ har¨¢ Moro.
De ah¨ª que el sue?o de los hijos de Bolsonaro y de su gur¨², el fil¨®sofo ultraderechista Olavo, sea colocar en el importante Ministerio de Justicia a alguien que ellos puedan controlar mejor. Aquel imponente Moro, alzado este domingo por los suyos en Brasilia como h¨¦roe nacional, debi¨® parecerle una provocaci¨®n.
Al presidente le hubiese gustado una manifestaci¨®n m¨¢s dura, de guerra, con sus seguidores imitando, como ¨¦l, con las manos, el gesto de disparar un arma, con los ni?os arrastrando juguetes de guerra. Una manifestaci¨®n que recordara la lucha dura de la campa?a electoral de la que ¨¦l parece no querer o saber salir. Parece m¨¢s bien abominar la pol¨ªtica como la inventaron los griegos, vista como el arte del compromiso, de la negociaci¨®n, del di¨¢logo con los otros poderes y con la ¡°polis¡±.
Antes de que comenzaran las manifestaciones, en un acto del culto evang¨¦lico en R¨ªo, el presidente expres¨® lo que ¨¦l deseaba y esperaba de la marcha de sus fieles en Brasilia: ¡°[Debemos] enviarle un mensaje a aquellos que se empe?an en seguir con las viejas pr¨¢cticas que no dejan que este pueblo se libere¡±. En realidad, el mensaje que ped¨ªa y que no se dio era el de lanzar una clara amenaza de autogolpe.
Las viejas pr¨¢cticas, seg¨²n Bolsonaro, ser¨ªan la vieja pol¨ªtica de confabulaciones y corrupciones a cambio de votos en el Congreso para aprobar las leyes del Gobierno. O¨ªr, sin embargo, a Bolsonaro y a sus hijos exaltar la ¡°nueva pol¨ªtica¡±, cuando ¨¦l y su familia estuvieron hasta ayer sumergidos en la m¨¢s vieja y rancia pol¨ªtica vivida en las oscuras alcantarillas del poder, suena m¨¢s bien a escarnio. Y, al parecer por el resultado de las manifestaciones, ni siquiera todos los suyos parecen dispuestos a seguirle en esa peligrosa aventura. Ahora habr¨¢ que esperar a su pr¨®ximo desaf¨ªo en la calle. ?O le habr¨¢ bastado con el del domingo?
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