Marco Antonio S¨¢nchez Flores, ecos de una desaparici¨®n forzada
El estudiante de 18 a?os afirma en exclusiva que distintos polic¨ªas lo golpearon cuatro veces en los seis d¨ªas que estuvo desaparecido
Marco Antonio S¨¢nchez Flores pudo haber sido un n¨²mero m¨¢s. En un pa¨ªs azotado por la violencia, la barbarie se mide en cifras: los 43 estudiantes de Ayotzinapa, los tres j¨®venes de Jalisco disueltos en ¨¢cido, los 40.000 desaparecidos de M¨¦xico. La desaparici¨®n de Marco fue diferente. Su ¨²ltimo rastro era una fotograf¨ªa en la que aparec¨ªa sometido violentamente por la Polic¨ªa de Ciudad de M¨¦xico. Y eso encendi¨® las alarmas. Porque estuvo bajo custodia policial antes de que nadie supiera m¨¢s de ¨¦l. Porque ten¨ªa 17 a?os cuando pas¨® todo. Porque el caso evidenci¨® una cadena de abusos e irregularidades que se extendi¨® hasta la c¨²pula del Gobierno local. Porque cuando lo encontraron, cinco d¨ªas m¨¢s tarde, apareci¨® golpeado, confundido y acusando las secuelas de da?o psicol¨®gico severo. La versi¨®n oficial de los hechos a¨²n arrastra lagunas inexplicables y Marco, el ¨²nico que ten¨ªa las respuestas que faltaban, estuvo confinado durante meses en el cuarto de un hospital, lejos del remolino medi¨¢tico, tratando de recuperar su vida y su memoria. "Les dije que me estaban llevando, secuestrando", cuenta Marco a EL PA?S, en la primera entrevista que concede tras desaparecer el 23 de enero de 2018. "Solo quer¨ªa llegar a casa y conforme iba en mi traves¨ªa, me encontraba con polic¨ªas que me golpeaban", afirma.
¡ª ?Cu¨¢ntas veces te lastim¨® la Polic¨ªa?
¡ª Cuatro.
Marco fue hallado con lesiones psicol¨®gicas graves y admite que al d¨ªa de hoy no recuerda todo lo que sucedi¨® durante su desaparici¨®n, pero tiene claro que distintos polic¨ªas estuvieron presentes en momentos clave del caso: su arresto, los d¨ªas que estuvo deambulando por el norte de la capital y antes de ser encontrado. Salvo el episodio de la detenci¨®n, que se hizo p¨²blico, las otras tres agresiones no se incluyeron en el relato oficial de los hechos.
Las autoridades estuvieron en el punto de mira porque nunca pudieron justificar su detenci¨®n, nunca mostraron el momento en que lo liberaron y nunca admitieron haberlo agredido f¨ªsicamente. Un a?o y medio despu¨¦s de lo sucedido y un mes despu¨¦s de que un juez resolviera que hab¨ªa sido v¨ªctima de desaparici¨®n forzada, Marco afirma que recibi¨® palizas y que estuvo al menos tres veces en distintas patrullas antes de ser presentado a sus padres. "?D¨®nde estaba? No s¨¦. ?Qu¨¦ estaba haciendo? Caminando y conociendo lo m¨¢s bajo de la ciudad y de las personas. Yo no escog¨ª que me subieran a una patrulla, no escog¨ª que me desaparecieran¡ No dependi¨® de m¨ª".
Las horas previas
El martes 23 de enero de 2018, Marco sali¨® temprano de su casa, en el sur de Ciudad de M¨¦xico, para encontrarse con Bernardo, un amigo. El plan era visitar el Museo Soumaya y la lujosa zona de Polanco, en el poniente de la ciudad. Marco, un estudiante de clase media, nunca hab¨ªa estado ah¨ª. "Yo iba tomando fotos de todo, era como un turista", cuenta con una voz t¨ªmida, sin parar de sonre¨ªr. El joven subi¨® al menos 50 publicaciones de Instagram antes de su detenci¨®n, lo que permiti¨® saber d¨®nde hab¨ªa estado casi minuto a minuto antes de desaparecer.
Bernardo, que estudiaba en el Colegio de Bachilleres de El Rosario, uno de los barrios m¨¢s conflictivos y peligrosos de la ciudad, ten¨ªa que pagar un examen y pidi¨® a Marco que lo acompa?ara. Pasaron a casa del amigo para cambiarse de ropa y salieron rumbo a la escuela, una zona que Marco no sol¨ªa frecuentar. "Bernardo me dijo antes de pasar por ah¨ª que los polic¨ªas se pasaban mucho de lanza y que hab¨ªa que tener cuidado", recuerda: "Sus premoniciones se cumplieron". En los d¨ªas que siguieron a su desaparici¨®n, EL PA?S recopil¨® testimonios de alumnos del Colegio que se quejaban de extorsiones por parte del sector Hormiga, los polic¨ªas que patrullaban la zona: revisiones arbitrarias de mochilas, "siembra" de drogas, trato agresivo y robo de pertenencias a cambio de dejarlos ir. Otros medios de comunicaci¨®n dieron cuenta de que la misma patrulla que tuvo a Marco hab¨ªa sido acusada en redes sociales de extorsionar a transe¨²ntes y vendedores ambulantes de El Rosario.
El arresto
A las cuatro de la tarde, Marco y Bernardo llegaron a los alrededores de la escuela y siguieron tomando fotos. Marco vio un grafiti que le gust¨® y le dijo a una persona que pasaba por ah¨ª que quer¨ªa retratarla frente a ese muro. A partir de ese momento, las versiones del joven y de la Polic¨ªa dejan de coincidir. Los uniformados afirman que un ciudadano les pidi¨® auxilio porque le hab¨ªan robado y cuando vieron a los dos chicos, se acercaron a inspeccionarlos. ¡°Fueron arbitrarios y prepotentes, nos pidieron que sac¨¢ramos todas nuestras cosas y nos empezaron a revisar, me quer¨ªan arrebatar mi celular¡±, relata Marco. Los presentes reconocen que el joven estaba asustado y nervioso: "Me ech¨¦ a correr lo m¨¢s r¨¢pido que pude".
La persecuci¨®n se extendi¨® durante unos 300 metros. Marco corri¨® hacia la estaci¨®n de Metrob¨²s de El Rosario, muy cerca del Colegio de Bachilleres. Siempre seg¨²n esta versi¨®n, Marco subi¨® al anden y empez¨® a gritar: "?Ayuda! ?Me quieren robar!". Uno de los polic¨ªas discuti¨® con ¨¦l y le pidi¨® que se callara, que "no hiciera las cosas m¨¢s grandes de lo que eran" y le insist¨ªa que "hab¨ªa hecho algo malo". El otro agente lleg¨® en motocicleta hasta la estaci¨®n e intent¨® sujetarlo por detr¨¢s. Los uniformados y Marco, que practicaba Tae Kwon Do, empezaron a forcejear. "Me pegaron primero en el hombro, yo le solt¨¦ una patada a uno y le baj¨¦ la visera del casco, despu¨¦s me dieron un cabezazo", asegura. Marco cuenta que no entend¨ªa qu¨¦ hab¨ªa hecho mal y en ese momento empez¨® a llorar. Esa fue, en sus palabras, la primera agresi¨®n f¨ªsica de la Polic¨ªa.
La patrulla
Los polic¨ªas del sector Hormiga pidieron el apoyo de una patrulla, que lleg¨® un par de minutos despu¨¦s. Bernardo pudo tomar una fotograf¨ªa de la detenci¨®n antes de que esposaran a Marco y lo subieran a una patrulla. Los uniformados no pudieron encontrar a quien hab¨ªa hecho la denuncia a pie de calle y avanzaron unos metros en la unidad. "Me estuvieron dando vueltas", cuenta Marco: "Recuerdo que les estaba gritando, ellos solo me dec¨ªan que me callara". Los polic¨ªas dicen que estuvo de cinco a diez minutos dentro del veh¨ªculo, Marco no lo recuerda con claridad. "Para m¨ª fue una eternidad. En ese momento ya no sent¨ªa el tiempo. El aire que respiraba, incluso, era diferente. Yo iba pensando que a lo mejor no deb¨ª haber salido de mi casa, no deb¨ª de haber visto a Bernardo, no deb¨ª haber venido hasta ac¨¢, deb¨ª haberme ido a mi casa", afirma. Lo que sucedi¨® dentro de la patrulla nunca qued¨® claro en el relato oficial. La Polic¨ªa aseguraba que la c¨¢mara instalada al interior no funcionaba y los cuatro agentes involucrados no ahondaron en lo que pas¨® durante el traslado.
Marco asegura que minutos despu¨¦s lleg¨® otra patrulla y que unos seis polic¨ªas empezaron a discutir para decidir si lo dejaban ir o lo llevaban al ministerio p¨²blico, otro hecho que no se conoc¨ªa en las versiones anteriores. Marco fue bajado de la patrulla y camin¨® hasta el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de Azcapotzalco, a unos dos kil¨®metros del Colegio de Bachilleres. "Ya no ten¨ªa nada: llaves, dinero, tel¨¦fono, me lo quitaron todo", afirma. En este punto, ambas versiones vuelven a coincidir: Marco fue liberado por los agentes poco despu¨¦s de la detenci¨®n.
La desaparici¨®n
Cuando los padres de Marco logran contactar a Bernardo, ¨¦l les cuenta lo que sucedi¨® y ellos llaman para ver si se encontraba en alg¨²n ministerio p¨²blico. Ninguna agencia ministerial ten¨ªa registro de la detenci¨®n. Los oficiales aseguran que anotaron el encuentro en una bit¨¢cora de uso interno. Lo cierto es que ninguna autoridad reaccion¨® ni se responsabiliz¨® ni apoy¨® a sus padres en las primeras horas despu¨¦s de su desaparici¨®n, en el momento cr¨ªtico para encontrarlo. La oficina especializada en personas extraviadas y ausentes insinu¨® a los padres que Marco "se habr¨ªa ido con una noviecilla" y les pidieron que dejaran pasar entre 48 y 72 horas para levantar la ficha para denunciar su desaparici¨®n. Pasaron dos d¨ªas para que se indagara sobre el paradero del joven.
Desesperada por la inacci¨®n de las autoridades, la familia fue a los medios y a las redes sociales para denunciar que su hijo no hab¨ªa llegado a casa. "?D¨®nde estaba? No s¨¦. ?Qu¨¦ estaba haciendo? Caminando y conociendo lo m¨¢s bajo de la ciudad y de las personas, tambi¨¦n", responde Marco. El estudiante estaba habituado a caminatas largas y segu¨ªa asustado del encuentro con los polic¨ªas. "Cre¨ª que podr¨ªa llegar a casa y no me detuve a pedir dinero ni ayuda, igual nadie se detuvo a ver qu¨¦ pasaba", agrega.
"Ten¨ªa los pies destrozados de tanto caminar", dice con la mirada fija en el piso. Para este punto de la entrevista, Marco apenas ha levantado la cabeza. Confiesa que los recuerdos son abrumadores y que hay destellos aislados de lugares en el norte de la ciudad que no conoc¨ªa. El parque Tezoz¨®moc, el CCH Azcapotzalco, el centro comercial Town Center de El Rosario y las laber¨ªnticas calles de Ciudad Sat¨¦lite, en las afueras de la capital. Dice que hilar esos sitios a momentos espec¨ªficos le cuesta mucho trabajo. "?Qu¨¦ me pas¨®? ?Por qu¨¦ ten¨ªa ropa diferente? ?Por qu¨¦ estaba con polic¨ªas la mayor¨ªa de las veces? ?Por qu¨¦ tienen que ser polic¨ªas los que te golpeen? ?Por qu¨¦ no puedo ser como una persona normal, en la calle?". Las preguntas se precipitan una tras otra, en cascada. "Es como un estigma, una sombra que me sigue", cuenta en un tono que oscila entre la duda y la desesperaci¨®n.
En ese mar de recuerdos difusos, Marco trae a colaci¨®n la segunda golpiza que, asegura, fue dos d¨ªas despu¨¦s del arresto. "Fue en una avenida poco transitada, se acercaron y me dijeron: 'A ver, hijo de tu puta madre, ?qu¨¦ est¨¢s haciendo? ?qu¨¦ escondes?", relata. "Me soltaron un golpe en la nariz y me dijeron: '?Sabes correr?' y yo les dije que s¨ª. 'Pues corre antes de que pase algo peor'. Me ech¨¦ a correr". El joven se?ala que en esos d¨ªas no comi¨® pr¨¢cticamente nada y que dorm¨ªa en la calle. Una vez, acostado en un camell¨®n. Otra, recargado en unas piedras. Las otras, simplemente sentado en la banqueta. "Pesaba 75 kilos antes de que pasara todo y despu¨¦s llegue a pesar 55 o 60", cuenta.
En uno de los v¨ªdeos que se difundieron del caso, Marco aparece desorientado tocando timbres al azar en los l¨ªmites entre Ciudad de M¨¦xico y Estado de M¨¦xico. La tercera paliza fue cuando intent¨® meterse a un edificio de oficinas que estaba en alquiler. "Volvi¨® a llegar la Polic¨ªa, para ese entonces ya ni sent¨ªa la cara, hac¨ªa mucho fr¨ªo", relata.
La ¨²ltima golpiza, seg¨²n su relato, fue antes de ser llevado a un juzgado en el municipio conurbado de Tlalnepantla, en donde fue captado por las c¨¢maras de seguridad un d¨ªa antes de ser encontrado. Esta vez, los golpes fueron en las costillas, donde ten¨ªa una herida que hab¨ªa empeorado con el paso de los d¨ªas. Quienes lo encontraron dijeron que lo vieron en un puente peatonal y que tem¨ªan que se suicidara. "No me dijeron nada, no me pidieron mis huellas ni mi nombre y as¨ª como entr¨¦, sal¨ª", asegura. Para entonces, el caso era una noticia nacional, pero aparentemente ning¨²n trabajador del juzgado lo identific¨® como desaparecido. Marco afirma que el modus operandi de las golpizas siempre fue el mismo: le pegaban, lo sub¨ªan a una patrulla y despu¨¦s lo bajaban de la unidad. La ¨²nica excepci¨®n fue cuando los polic¨ªas le pidieron que se echara a correr.
El hallazgo
Despu¨¦s de d¨ªas de confusi¨®n y zozobra, de carecer de pistas sobre el paradero del muchacho, el caso dio un giro inesperado durante la tarde del domingo 28 de enero cuando el Gobierno anunci¨® que lo hab¨ªan encontrado. "Tuve la oportunidad de hablar con su mam¨¢ y me dijo que s¨ª es su hijo", asever¨® Miguel ?ngel Mancera, el jefe de Gobierno.
Uno de los misterios m¨¢s grandes del caso es que Marco fue encontrado en el municipio de Melchor Ocampo, a m¨¢s de 30 kil¨®metros de donde hab¨ªa sido detenido. Tendr¨ªa que haber caminado durante horas y sin parar para llegar hasta ah¨ª. Pero no lo hizo, de acuerdo con su testimonio. "El ¨²ltimo viaje que recuerdo [en una patrulla] fue antes de que me encontraran", afirma. "Llegu¨¦ a una tienda, lleg¨® una unidad y despu¨¦s me llevaron paseando hasta llegar a un lugar fr¨ªo, no s¨¦ d¨®nde era. Despu¨¦s me subieron a otra patrulla. Ah¨ª me vistieron". Le dieron unas botas, unos pantalones, una sudadera y un chaleco: "Cuando me tomaron la foto, ya estaba disfrazado totalmente".
La imagen de la mirada perdida de Marco, con golpes en la cara y la boca abierta dio la vuelta a M¨¦xico. El joven asegura que esa foto fue tomada a bordo de un veh¨ªculo policial porque en el fondo se alcanzan a asomar unos barrotes. Marco se acuerda de la nube reporteros que se hab¨ªan dado cita a su presentaci¨®n, del pan y las papas que le dio su familia, del reencuentro con su padre, de la muestra de orina que le tomaron. "Dicen que aparec¨ª en Melchor Ocampo y cuando lo busqu¨¦, jam¨¢s en mi vida hab¨ªa visto un lugar as¨ª", dice Marco antes de llegar al l¨ªmite de su memoria: "Ah¨ª s¨ª qui¨¦n sabe qu¨¦ pas¨®".
Un elusivo regreso a la normalidad
En los d¨ªas que siguieron, la desaparici¨®n de Marco Antonio S¨¢nchez pas¨® de ser un punto en la oscuridad a una noticia de inter¨¦s nacional. El hallazgo llev¨® la discusi¨®n p¨²blica del caso a otros terrenos. Gran parte de los medios pos¨® sus ojos en las aficiones y en la vida privada de un adolescente de 17 a?os: si ten¨ªa problemas en casa o no, si consum¨ªa drogas o no, si era agresivo o no, si le gustaba el deporte o no, si era un buen estudiante o no, si "se lo hab¨ªa merecido" o no. "No me importa c¨®mo me ven las otras personas", defiende: "Era un estudiante regular, no era excelente ni p¨¦simo, era un chico que trataba de pasar el a?o y disfrutar de su vida".
"Mi culpa es ser yo, haber nacido", dice sin ocultar la tristeza, como si en verdad lo creyera, con el anhelo desesperado de dejar todo atr¨¢s.?De pronto, el joven al que le costaba trabajo hablar y al que le gusta pasar desapercibido, se pone a rapear y ense?a orgulloso las canciones que compuso para lidiar con esta nueva realidad.?Va a cursar en agosto el ¨²ltimo a?o antes de entrar a la universidad y quiere estudiar M¨²sica y Tecnolog¨ªa Art¨ªstica.
A la espera de que terminen las investigaciones del caso, mientras la capital se enluta tras los asesinatos de Leonardo Avenda?o ¡ªun estudiante de 29 a?os¡ª y Norberto Ronquillo ¡ªun universitario de 22 a?os¡ª en el ¨²ltimo mes, Marco solo espera volver a la normalidad. "A veces me pongo a pensar qu¨¦ hubiera pasado si no hubiera aparecido", reflexiona antes de despedirse: "Espero que alg¨²n d¨ªa la gente no me conozca por el chico que desapareci¨®, sino por el que hace muy buenas canciones".