La pandemia expone las fracturas en la sociedad francesa
En plena tregua pol¨ªtica y con la calle en calma, la crisis lleva a la primera l¨ªnea a la Francia precaria cuyas reivindicaciones agitaron a los ¡®chalecos amarillos¡¯
Las crisis raramente cambian a los pa¨ªses, pero suelen revelar sus disfunciones y sus fortalezas: sus corrientes m¨¢s profundas, que salen a flote. En Francia, la pelea partidista ha quedado amortiguada por los llamamientos a la ¡°uni¨®n sagrada¡± ¡ªf¨®rmula empleada por el presidente, Emmanuel Macron, y sacada de la Primera Guerra Mundial¡ª y por la urgencia sanitaria. En cambio, el coronavirus ha expuesto, de manera m¨¢s aguda quiz¨¢ que en tiempos normales, una de las eternas discusiones francesas: lo que Jacques Chirac llam¨® en 1995 la fractura social: la divisi¨®n entre dos o m¨¢s Francias. Entonces, sobre todo, econ¨®mica, pero tambi¨¦n geogr¨¢fica y cultural. Hoy, visible en el perfil de quienes se exponen al virus, quienes impulsan al pa¨ªs adelante.
Desde la constataci¨®n de que quienes est¨¢n en el frente contra el virus son, con frecuencia, personas con empleos precarios y poco considerados socialmente ¡ªlos cajeros o los repartidores, muchos de ellos mujeres y de origen inmigrante¡ª, hasta el mapa desigual de las poblaciones impactadas por la pandemia, detr¨¢s del momento de unidad nacional se dibuja lo que el polit¨®logo J¨¦r?me Fourquet llama ¡°el archipi¨¦lago franc¨¦s¡±.
No son exactamente las clases sociales del pasado lo que aflora ahora: hay m¨¦dicos en la trinchera y parados en casa. Y en la calle reina la calma: confinamiento obliga.
Todo es m¨¢s complejo. El dem¨®grafo Herv¨¦ Le Bras ha escrutado el censo para estudiar en qu¨¦ espacios viven confinados los franceses, y las conclusiones son llamativas: los profesionales mejor remunerados viven en casas con una media de 1,85 habitaciones por persona; los obreros con un 1,65. La diferencia es peque?a. Esto se explica en parte porque quienes se sit¨²an en lo alto de la escala profesional tienden a vivir en apartamentos en ciudades y muchos habitantes de las afueras o las ciudades de provincia tienden a residir en casas unifamiliares. Los datos, en todo caso, sugieren un efecto nivelador de las medidas de distanciamiento social, impuestas en Francia el 16 de marzo. ¡°En el confinamiento hay m¨¢s igualdad social¡±, dice Le Bras. ¡°Y esto explica quiz¨¢ que no hay una gran agresividad social¡±, a?ade.
La casa iguala, pero el trabajo no, o no siempre. Fourquet, en un art¨ªculo publicado en Le Figaro junto con Chlo¨¦ Morir, de la Fundaci¨®n Jean Jaur¨¨s, demuestra la correspondencia entre la sociolog¨ªa de los trabajadores precarios que siguen activos y no pueden permitirse el teletrabajo, y los chalecos amarillos, el movimiento de protesta de la Francia de las clases medias empobrecidas en las peque?as ciudades y pueblos de provincias. ¡°Obreros, trabajadores independientes, asalariados con pocos diplomas o ninguno estaban sobrerrepresentados tanto entre los chalecos amarillos como entre los que est¨¢n hoy en el frente¡±, escriben Fourquet y Morin.
Los autores los describen como ¡°los primeros de la trinchera¡±, una alusi¨®n a la expresi¨®n que Macron emple¨® en el verano de 2018 para defender a las capas sociales m¨¢s innovadoras y emprendedoras de la sociedad, los que supuestamente arrastran al resto hacia la excelencia y el progreso. ¡°Los primeros de la cordada¡±, dijo. Hoy muchos antiguos ¡°primeros de la cordada¡± teletrabajan. Y son otros quienes sostienen los servicios m¨ªnimos para que funcione la m¨¢quina social: los sindiploma o, para usar el t¨¦rmino del periodista estadounidense Chris Arnade, los back row kids, los que en la escuela se sentaban en los pupitres de atr¨¢s, los malos estudiantes.
El mapa del virus en Francia muestra otra diferencia no evidente a primera vista. Las regiones m¨¢s afectadas son el llamado Gran Este ¡ªdonde el virus se difundi¨® durante una reuni¨®n de una iglesia evang¨¦lica en la ciudad de Mulhouse a finales de febrero¡ª y en la regi¨®n de Par¨ªs, la m¨¢s globalizada de Francia. En el Gran Este y en Par¨ªs hab¨ªan muerto el viernes 5.252 de las 8.598 personas fallecidas en hospitales. A este total hay que a?adir los 4.599 muertos en residencias de ancianos, cifra no contabilizada hasta hace dos semanas y a¨²n incompleta.
Segundas residencias
Las diferencias sociales aparecen en el mapa de exceso de muertes respecto al a?o anterior. No significa que todas las muertes en exceso sean por coronavirus, pero el dato es indicativo. En el departamento administrativo de Seine-Saint-Denis ¡ªla banlieue de Par¨ªs, zona de alta densidad, ingresos bajos, servicios p¨²blicos deteriorados y poblaci¨®n de origen inmigrante¡ª el aumento de muertes respecto a 2020 es del 61,6%, el segundo m¨¢s alto del pa¨ªs despu¨¦s del Alto-Rin, el departamento de Mulhouse. All¨ª el aumento ha sido del 128,1%, seg¨²n el Instituto nacional de estad¨ªsticas y estudios econ¨®micos (Insee).
Las desigualdades se han manifestado tambi¨¦n en el desplazamiento de parisinos hacia las segundas residencias en el campo y la playa. Seg¨²n un an¨¢lisis estad¨ªstico realizado por el operador telef¨®nico Orange, y citado por Le Monde, en torno a 1,2 millones de habitantes del ¨¢rea metropolitana de Par¨ªs la abandonaron entre el 13 y el 20 de marzo. En destinos cl¨¢sicos de las clases acomodadas de la capital, como la isla de R¨¦, la poblaci¨®n aument¨® un 30%. Las autoridades no desalentaron este movimiento, que no parece haber tenido un impacto excesivo en los centros sanitarios de los lugares de destino. Pero, en un pa¨ªs como Francia, sacudido durante el invierno del 2018 y 2019 por una revuelta, la de los chalecos amarillos, que enfrentaba al campo y la ciudad, al pa¨ªs llamado real y a las ¨¦lites cosmopolitas, el ¨¦xodo refuerza prejuicios.
La paz social se ha impuesto despu¨¦s de los convulsos meses de los chalecos amarillos y de las protestas contra la reforma de las pensiones. El perenne clima de queja se ha congelado. ¡°No creo que los franceses se tomen peor lo que ahora sucede que otros pa¨ªses. No tengo la impresi¨®n que sean m¨¢s pesimistas¡±, dice Le Bras, autor de Se sentir mal dans une France qui va bien (Sentirse mal en una Francia que va bien), un ensayo que contrasta la infelicidad de sus compatriotas con los datos sobre el estado del pa¨ªs. En un mundo confinado y ante la recesi¨®n global, el malestar franc¨¦s ya no es un rasgo distintivo.
Lecturas sobre la anulaci¨®n de las municipales
Los bailes de cifras de muertos, la falta de material sanitario, los mensajes contradictorios sobre el uso de m¨¢scaras, las imprevisiones de los dirigentes desde que en enero llegaron las se?ales de la epidemia desde China: muchos de los reproches que estos d¨ªas se dirigen a los Gobiernos de pa¨ªses golpeados por el coronavirus tambi¨¦n acechan al Gobierno franc¨¦s. Uno de los puntos cr¨ªticos en Francia fue el mantenimiento de la primera vuelta de las elecciones municipales el 15 de marzo (la segunda se anul¨® finalmente ante el avance de la pandemia). ¡°El presidente de la Rep¨²blica y el primer ministro est¨¢n muy apegados, en tiempos de crisis, a que los pilares que fundan nuestra democracia puedan seguir funcionando¡±, dijo esta semana, en una conversaci¨®n con EL PA?S y otros diarios Sibeth Ndiaye, secretaria de Estado y portavoz del Gobierno de Emmanuel Macron.
Ndiaye defendi¨® que el mantenimiento de la primera vuelta de los comicios locales contaba con el consenso de los dem¨¢s partidos y estaba avalado por los cient¨ªficos que analizaban la situaci¨®n del coronavirus en el pa¨ªs. ¡°Hay que ir con cuidado con las lecturas retrospectivas¡±, a?adi¨® la portavoz.
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