Tren Maya, esperando el futuro junto a las v¨ªas

El proyecto de obra p¨²blica m¨¢s ambicioso y pol¨¦mico del Gobierno de L¨®pez Obrador cuenta con una extensi¨®n de 1.525 kil¨®metros, tendr¨¢ 18 estaciones, recorrer¨¢ cinco Estados y se prev¨¦ que crear¨¢ 100.000 puestos de trabajo. EL PA?S sigui¨® el recorrido y tuvo acceso a los planos de las modernas estaciones de cristal o bamb¨² que se levantar¨¢n

Tren MayaEsperando el futurojunto a las v¨ªas

Quintana roo Yucat¨¢n Campeche Chiapas Tabasco F. C. Puerto Bacalar Tulum Valladolid Izamal Chich¨¦n Itz¨¢ Playa del Carmen Puerto Morelos Canc¨²n M¨¦rida Maxcan¨² Campeche Xpujil Calakmul Esc¨¢rcega Palenque Tenosique
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I. Los mayas
no suben al tren

¡°Ya hemos llegado¡±, dice Manuel Puc, se?alando un trozo de selva. A Manuel se le ilumina la cara al ver el mont¨ªculo. Uno tan verde y frondoso como cualquier otro. Una loma de salvaje vegetaci¨®n por la que bajan enormes ra¨ªces que abrazan la tierra. Al fin y al cabo, la reserva de la biosfera m¨¢s grande del continente despu¨¦s de la Amazon¨ªa est¨¢ llena de mont¨ªculos como este.

Para llegar hasta aqu¨ª hay que viajar a Bacalar, en Quintana Roo, y despu¨¦s adentrarse una hora por el coraz¨®n de la reserva de Calakmul hasta Nuevo Jerusal¨¦n en el sur de la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n. Luego hay que caminar 30 minutos ¡ªdiez si quien va delante es ¨¦l¡ª por la selva que rodea su pueblo. Con zancadas de piernas cortas y duras como troncos, Manuel, de 54 a?os, dirige el paso sobre el fango. Acaba de pasar la primera tormenta tropical de 2020 y las ranas croan en el lodazal.

¡±Pasen a la casa de mis abuelos¡±, dice, moviendo las dos enormes piedras que taponan el mont¨ªculo. Entonces Manuel se encoge, mete una pierna, luego la otra y se adentra suavemente por el cr¨¢ter que se abre en la monta?a. Una vez dentro, avanza por un estrecho pasillo de 10 metros de largo y hace un quiebre, luego otro hasta que se detiene junto a una puerta que ilumina con su celular. Cuando Manuel enfoca con su tel¨¦fono, una bola negra de murci¨¦lagos comienza una alocada desbandada que deja al descubierto una impresionante pared perfectamente pulida con detalles mayas tallados hace m¨¢s de mil a?os.

En la pared donde antes pend¨ªan los bichos boca abajo se ve ahora otra puerta que conduce a una nueva sala de seis metros cuadrados. M¨¢s adelante hay otra, y otra m¨¢s. Y as¨ª, sucesivamente, aparecen siete habitaciones y pasillos en perfecto estado rematados con el caracter¨ªstico arco maya, un tri¨¢ngulo terminado en trapecio. La negritud y el calor h¨²medo son asfixiantes ah¨ª dentro.

Oculta por el salvaje verde de la selva se esconde esta majestuosa construcci¨®n de origen maya que, por su cercan¨ªa con Calakmul, podr¨ªa haberse levantado entre el a?o 600 y 900 d.c. durante el Cl¨¢sico tard¨ªo. ¡°Creemos que eran viviendas de nobles¡±, deduce Manuel. ¡°Mire estos grabados. La vivienda hasta tiene para colgar la hamaca¡±, a?ade mientras apunta con el celular hacia un travesa?o incrustado en la piedra. Estudiantes de arqueolog¨ªa de medio mundo pagar¨ªan millones por minutos as¨ª con Manuel. Aprender¨ªan, entre otras cosas, que en territorio maya la palabra ¡°abuelos¡± se pronuncia con may¨²sculas.

Manuel mide 160 cent¨ªmetros de altura y es robusto y de frente ancha. Su cuerpo, una mezcla de Messi y el Incre¨ªble Hulk, se mueve por la excavaci¨®n como por el sal¨®n de su casa. Imposible ocultar que estas puertas se hicieron para ¨¦l. Dice que los restos arqueol¨®gicos no tienen nombre ni han sido examinados nunca por ning¨²n experto. Ni siquiera han sido visitados por nadie con secundaria terminada. Tampoco ha venido un solo turista desde que hace unos a?os, moviendo unas piedras en el camino que conduce a la milpa, los vecinos descubrieron la construcci¨®n.

Entonces llamaron al prestigioso Instituto Nacional de Antropolog¨ªa e Historia (INAH) para anunciar el hallazgo, pero al otro lado del tel¨¦fono alguien les dijo que lo mejor era no tocar nada y dejarlo como est¨¢. Pero ellos desobedecieron y lo limpiaron, lo dignificaron, guardaron el secreto y nadie ha vuelto a preguntar jam¨¢s por el lugar. Manuel Puc no regala muchas sonrisas pero ¡°la casa de sus abuelos¡± le pone de buen humor. As¨ª que cuando sale, corre a taponar nuevamente la entrada, ¡°porque como lo vea L¨®pez Obrador nos pone una estaci¨®n¡±, bromea, tomando la piedra m¨¢s grande.

Nuevo Jerusal¨¦n es una comunidad de 300 familias a 60 kil¨®metros de la estaci¨®n que el tren tendr¨¢ en Bacalar. La mayor¨ªa de sus vecinos, dice, se opone al tren porque, entre otras cosas, les ha robado la palabra ¡°maya¡±. Para una peque?a comunidad como esta, decir no al tren supone mucho m¨¢s que estar en contra de una obra. Se oponen al proyecto estrella del sexenio del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador (2018-2024), un ferrocarril de 1.525 kil¨®metros que recorrer¨¢ de punta a punta toda la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n. Un megaproyecto en el que el mandatario ha empe?ado todos sus esfuerzos y con el que pretende revitalizar el sureste del pa¨ªs. Un moderno tren que circular¨¢ a 160 kil¨®metros por hora destinado a mercanc¨ªas, pasajeros locales y turistas, con el que promete traer a tres millones de extranjeros.

Zona Arqueol¨®gica de Bec¨¢n en la reserva de Calakmul. V¨ªdeo: Hector Guerrero

El dise?o oficial ha dividido la ruta en tres tramos ¡ªSelva, Golfo y Caribe¡ª que contar¨¢n con 18 paradas en cinco Estados: Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucat¨¢n. El tramo del Golfo, de 653 kil¨®metros, pasar¨¢ por sitios tan elegantes como M¨¦rida, Valladolid o Izamal, y otros tan deprimentes como Esc¨¢rcega o Tenosique, paso obligado para los migrantes de Centroam¨¦rica que van a Estados Unidos. En el Caribe, el tramo de 446 kil¨®metros ir¨¢ desde la paradisiaca laguna de Bacalar al desquiciado Canc¨²n. Y en la Selva, con 426 de kil¨®metros, el tren atravesar¨¢ la reserva de la biosfera y tendr¨¢ una estaci¨®n junto a los restos arqueol¨®gicos mayas de Calakmul, patrimonio de la Humanidad. Si todo avanza como ha prometido, entregar¨¢ la obra un a?o antes de dejar el poder.

Manuel Puc presume la casa de sus abuelos pero la que de verdad le preocupa es la de sus hijos; los recursos naturales y la selva en la que han crecido. ¡°La llegada del tren es una agresi¨®n y una falta de respeto. Insisten en decirnos lo que necesitamos sin preguntar qu¨¦ queremos o c¨®mo vemos nuestro futuro. Nos roban el t¨¦rmino ¡°maya¡± y frivolizan nuestra cultura y nuestra identidad poni¨¦ndole nombre al tren¡±, lamenta en el patio de su casa.

¡±Dicen que habr¨¢ trabajo en la construcci¨®n, pero ?qu¨¦ clase de trabajo? Construir las v¨ªas y los hoteles para que despu¨¦s de dos o tres a?os volvamos a quedar desempleados. Nos pagan salarios de miseria en la construcci¨®n que solo sirven para mantenernos igual durante generaciones. Si yo encontrara trabajo en el tren, ?de qu¨¦ cree que me van a contratar?, ?de mesero o de gerente? Al final siempre terminamos limpiando sus ba?os¡±, se responde. ¡°Por qu¨¦ tenemos que ser siempre los alba?iles o los meseros de los turistas. Tambi¨¦n queremos ser ingenieros, m¨¦dicos o ¡­. A lo mejor no queremos un tren y s¨ª buenas universidades o un hospital equipado. Esto lo ten¨ªamos que haber hecho juntos¡±, reflexiona, sentado en una silla de pl¨¢stico desde la que solo ve ceibas, mangos y caobas.

¡°Por qu¨¦ tenemos que ser siempre los alba?iles o los meseros de los turistas. Tambi¨¦n queremos ser ingenieros o m¨¦dicos¡±
Manuel, campesino maya, ya tuvo ¡®su¡¯ tren hace 30 a?os cuando emigr¨® a Canc¨²n.

Manuel Puc ya tuvo su Tren Maya hace 35 a?os. Siendo un adolescente, como muchos otros j¨®venes de la regi¨®n, se fue a Canc¨²n y a la Riviera Maya, donde se gan¨® la vida construyendo palapas de palma, la profesi¨®n que hab¨ªa aprendido de su padre, en las terrazas m¨¢s chic de los grandes hoteles. Por aquel entonces, ¨¦l y las mucamas eran lo ¨²nico maya del lugar. Diez a?os despu¨¦s regres¨® a su pueblo y se revirti¨® la proporci¨®n. Solo un par de vecinos tabasque?os no se apellidan Ek, Poot, Puc, Cox, Kan, Och o K¨¢an. ¡±?Qu¨¦ es progreso? ?Canc¨²n?¡±, se pregunta. ¡°?El crimen organizado, la violencia, el tr¨¢fico de drogas...? Yo no quiero los millones de turistas ni tener la violencia qu¨¦ hay en otras zonas del pa¨ªs¡±, dice, se?alando la plaza de hierba donde unos chicos juegan al b¨¦isbol.

En los ¨²ltimos tiempos el ¨ªndice delictivo en Nuevo Jerusal¨¦n es siempre el mismo: dos casos. El a?o pasado fueron el desmadre de un borracho en Navidad y Tom¨¢s, el loco del pueblo, que volvi¨® a robarle una gallina a la se?ora de siempre. Hasta la llegada del tren, en Nuevo Jerusal¨¦n la mayor preocupaci¨®n eran las inundaciones y distinguir a tiempo si el cambio en el trino del momoto se debe a que tiene hambre o que viene el agua.

El Tren Maya es el ni?o mimado de L¨®pez Obrador. La joya de la corona de las obras p¨²blicas de una administraci¨®n que lleg¨® paralizando el aeropuerto pero que quiere dejar su legado. Un tren con el que no ha podido ni el negro panorama econ¨®mico. Por si hab¨ªa alguna duda, a mediados de mayo L¨®pez Obrador reiter¨® que ¡°llueva, truene o relampaguee¡±, el tren segu¨ªa siendo prioritario y ni la covid-19, ni la ca¨ªda de un 10% del PIB, ni la bajada del petr¨®leo ni la depreciaci¨®n del peso frenar¨ªan una inversi¨®n de 150.000 millones de pesos (unos 6.000 millones de d¨®lares). El frustrado aeropuerto de la Ciudad de M¨¦xico de Enrique Pe?a Nieto ten¨ªa un presupuesto equivalente a dos trenes, unos 12.000 millones d¨®lares, pero su cancelaci¨®n supuso casi 3.000 millones en compensaciones. En la l¨®gica del presidente, el ahorro de 9.000 millones de d¨®lares a la naci¨®n se ha destinado a la construcci¨®n del Tren Maya y a la refiner¨ªa de Dos Bocas, la otra gran obra p¨²blica de su gobierno que se construir¨¢ tambi¨¦n en Tabasco, la tierra donde el presidente naci¨® hace 64 a?os. El New Deal porfirista hab¨ªa echado a andar.

Desde que en la noche electoral L¨®pez Obrador anunci¨® su construcci¨®n y propuso una consulta p¨²blica en la regi¨®n, muchos levantaron la ceja. Dos a?os m¨¢s tarde, Yucat¨¢n se ha llenado de millones de pesos para engrasar su aceptaci¨®n, como parte de una estrategia con tres patas: programas sociales, una intensa campa?a ¡®informativa¡¯ ¡ªque incluye propaganda y operadores en el terreno¡ª y la activa presencia del mandatario en la regi¨®n. El martes 2 de junio, cuando M¨¦xico super¨® por primera vez los mil fallecidos diarios por el virus, L¨®pez Obrador daba el banderazo de salida a las obras en Canc¨²n. Frente al tsunami oficial, las voces que se oponen al tren hay que ir a buscarlas a la selva. Sus quejas hablan de la tierra, del ma¨ªz, de la falta de agua, de las abejas o de dignidad. Otras veces, la conversaci¨®n gira en torno al t¨¦rmino ¡°desarrollo¡±. No mira igual quien ve un mont¨ªculo cualquiera en la selva, que quien ve la casa de sus abuelos.

La idea de un tren recorriendo la zona no es nueva. Muchos ya hab¨ªan escuchado antes por boca de los expresidentes Ernesto Zedillo y Enrique Pe?a Nieto la idea de construir un ¡®Tren Peninsular¡¯. El Gobierno estatal del PRI incluso lo llam¨® el ¡®Tren bala de Yucat¨¢n¡¯, pero solo L¨®pez Obrador se atrevi¨® a llamarlo Maya, protesta Anastasio Oliveros, un apicultor de Conhuas, una comunidad de Calakmul, junto a la parada n¨²mero 18 de Xpuji. De colmenas como la suya en Yucat¨¢n ¡ªM¨¦xico es el tercer productor mundial de miel¡ª sale uno de los n¨¦ctares m¨¢s puros del mundo. De aqu¨ª se obtiene el caviar de las mieles que se exporta principalmente a Europa gracias a la abeja melipona y a una calidad que no han podido igualar los siropes industriales ni las imitaciones chinas de remolacha. Para producir un kilo de miel, las abejas hacen 200.000 vuelos de la colmena a la flor y viceversa y Anastasio cree que un tren a alta velocidad aturdir¨¢ a las abejas y les alterar¨¢ el radar que consigue que regresen.

Anastasio Oliveros en su casa de Conhuas, Campeche.
Anastasio Oliveros en su casa de Conhuas, Campeche.Hector Guerrero (EL PAIS)

Seg¨²n Anastasio, la producci¨®n de miel ha bajado notablemente en el ¨²ltimo a?o y el futuro de 11.000 apicultores de Yucat¨¢n est¨¢ en riesgo debido a la deforestaci¨®n, el uso de semillas transg¨¦nicas, los qu¨ªmicos que contaminan los panales y, ahora, el tren, que golpea la forma de vida de muchas comunidades ind¨ªgenas. ¡±Dicen que podremos sacar y vender mejor nuestros productos, pero esos vagones ser¨¢n para las grandes empresas: Cemex, Wall Mart, las granjas porcinas¡­ ?A poco va a ser para que pueda yo llevar mi miel o la milpa?¡±, dice junto a la chimenea de su casa.

¡ª?Y la miel deja dinero?

¡ªS¨ª¨ª¨ª¨ª, mucho ¡ªresponde, sin m¨¢s detalles.

Las gallinas corretean junto a sus pies y el agua se filtra por las paredes de madera mojando la pir¨¢mide de mazorcas de la sala. Las palabras ¡°s¨ª, mucho¡±, quedan suspendidas en el aire.

La relaci¨®n de los mayas de Yucat¨¢n con el Estado mexicano siempre ha sido compleja. Hasta la llegada de los espa?oles, los mayas ocupaban estas tierras. Y, aunque no era la civilizaci¨®n todopoderosa de anta?o, sus descendientes estaban regados por Chiapas, Guatemala, Belice y el propio Yucat¨¢n. Sometidos por los espa?oles durante a?os, el f¨¦rreo sistema de clases se mantuvo tras la independencia en 1821. Mientras la ¨¦lite yucateca se entreten¨ªa en elevadas discusiones sobre independizarse de M¨¦xico o sumarse al modelo federal, no vio venir el levantamiento maya de 1847 conocido como la Guerra de Castas, cuando los ind¨ªgenas, hartos de abusos, se fueron contra todo. Miles de personas se unieron a los caciques y en pocos d¨ªas tomaron m¨¢s de 200 poblaciones y pasaron por el machete a 250.000 espa?oles, criollos, mestizos, negros y cualquier cosa que no fuera maya.

El Gobierno de Yucat¨¢n, atrincherado en la blanca M¨¦rida, se ofreci¨® a ser parte de Estados Unidos, Jamaica y Espa?a a cambio de la ayuda militar que le salvara de la furia. Finalmente, M¨¦xico acudi¨® en su auxilio e incorpor¨® Yucat¨¢n al resto del pa¨ªs. Sin embargo, las ciudades de Chetumal, Bacalar y Carrillo Puerto siguieron medio siglo m¨¢s en manos ind¨ªgenas hasta que Porfirio D¨ªaz firm¨® la paz en 1901. Actualmente en la pen¨ªnsula hay cinco santuarios mayas regidos simb¨®licamente por un l¨ªder espiritual y otro militar que recuerdan que un d¨ªa arrasaron con todo lo que encontraron. Pero los mayas no son los ¨²nicos habitantes de Yucat¨¢n. Ni siquiera es posible conocer cu¨¢l es la posici¨®n de ¡°los mayas¡± sobre el tren: representan un tercio de la poblaci¨®n de Yucat¨¢n, el 16% de Quintana Roo y el 11% de Campeche seg¨²n los datos del Inegi de 2010. Distintas migraciones han hecho de la pen¨ªnsula un lugar de mezcla gracias a la llegada de miles de ¡°colonos¡±, como los llama L¨®pez Obrador, desde Estados como Chiapas o Tabasco en la d¨¦cada de los sesenta y setenta en busca de tierra f¨¦rtil a bajo precio.

Faustino Garc¨ªa es el presidente ejidal de Silvituc, una comunidad ubicada entre las futuras estaciones 4 y 18, dos modernas construcciones de cristal y techos a dos alturas en Esc¨¢rcega y Xpujil con ¨¢reas ajardinadas y zona de caf¨¦ para los viajeros, seg¨²n pudo ver este peri¨®dico en las oficinas centrales del tren en Ciudad de M¨¦xico. Sentado en una banca de madera frente a su casa, Don Faustino, de 70 a?os, es un buen ejemplo del perfil m¨¢s extendido a lo largo de miles de pueblos por los que pasar¨¢ el tren. Don Faustino es el presidente ejidal de una comunidad en la que el ¨²nico futuro para los j¨®venes es irse de ¡®mojado¡¯ a Estados Unidos, tal y como hizo hace 15 a?os su hijo, al que no ha vuelto a ver. Con este panorama, a su edad, Don Faustino no imaginaba que un tren le ¡°har¨ªa tanta ilusi¨®n¡±, dice, moviendo las manos manchadas de tierra.

Actualmente, en casa de Don Faustino entran seis programas sociales cada mes: cinco mil pesos de ¡°Sembrando vida¡± (unos 220 d¨®lares), dos pensiones de 1.800 pesos (80 d¨®lares), otra ayuda similar para su esposa enferma con poliomielitis, y dos pagas m¨¢s de 1.500 pesos (unos 67 d¨®lares) por cada nieto. El presidente ejidal fue toda la vida del PRI, pero dice que cambi¨® de parecer cuando hace tres a?os pudo darle personalmente a L¨®pez Obrador un sobre donde le ped¨ªa ayuda para un problema con el seguro agrario, durante la eterna campa?a en la que estuvo inmerso el mandatario.

Hasta el momento, el ¨²nico dato oficial para conocer el apoyo popular al tren ha salido de la consulta organizada por el Gobierno en diciembre, seg¨²n la cual el 92% de la poblaci¨®n quiere la llegada del ferrocarril. Los datos se pueden confirmar f¨¢cilmente con el poco cient¨ªfico m¨¦todo de preguntar a todo lo que se mueva: taxistas, estudiantes, ganaderos, apicultores, campesinos, hoteleros, vendedores ambulantes o alcaldes.

Durante esta encuesta a lo largo de 1.500 kil¨®metros, ocho de cada diez personas se mostraron entusiasmados ante la llegada del tren. ¡°Por fin voy a poder conocer Canc¨²n¡±, dijo Yesenia Luna, una limpiadora de hoteles de Palenque de 40 a?os. ¡°Nos va a traer turismo¡±, dijo Esteban P¨¦rez, un obrero de 34 a?os en Campeche. ¡°Va a devolver la vida a toda la regi¨®n¡±, dijo Juan Garc¨ªa, un vendedor ambulante de Esc¨¢rcega. ¡°Volver¨¦ a subirme a un tren¡±, dijo Natividad Goisanchez, un ganadero de Xpujil de 63 a?os. ¡°Llegar¨¢ m¨¢s gente y habr¨¢ m¨¢s dinero¡±, dijo Ana Mar¨ªa, recepcionista en un hotel de M¨¦rida. De igual forma, ocho de cada diez personas no han visto jam¨¢s las urnas de la consulta y desconocen el trayecto, el impacto y la dimensi¨®n de la obra, o fueron incapaces de se?alar d¨®nde estar¨¢ la estaci¨®n que, en los planos, est¨¢ dibujada junto a sus casas.

En la consulta del Gobierno realizada en diciembre para legitimar el proyecto participaron casi 100.000 personas: el 2,8% del padr¨®n electoral. Aunque la cifra alcanza el m¨ªnimo requerido para una consulta de este tipo, Naciones Unidas reproch¨® que la votaci¨®n no cumpli¨® con los m¨ªnimos est¨¢ndares: solo se inform¨® del impacto positivo que tendr¨ªa la obra, ¨²nicamente votaron alcaldes y delegados y las traducciones en lenguas ind¨ªgenas estaban mal hechas, entre otras fallas.

A 100 kil¨®metros de la casa de Faustino est¨¢ Xpujil, un pueblo sencillo con algunos hoteles para los turistas que visitan los restos arqueol¨®gicos de Calakmul, una maravilla de la arquitectura maya al nivel de Cop¨¢n o Palenque con m¨¢s de 6.000 construcciones, de las que solo han visto la luz unas pocas. Una ciudad levantada en el cl¨¢sico tard¨ªo ¡ªentre el 500 d.C y el 900 d.C¡ª, cuando el imperio se extend¨ªa por cinco pa¨ªses centroamericanos.

Hace algunos a?os, L¨®pez Obrador hizo un viaje a Calakmul con la que era su reciente esposa, Beatriz Guti¨¦rrez M¨¹ller. El presidente qued¨® tan deslumbrado con la belleza del lugar que decidi¨® que todo el mundo deb¨ªa conocer ¡°el Nueva York de los mayas¡±. Finalmente lleg¨® a lo m¨¢s alto y cumplir¨¢ su palabra de levantar la estaci¨®n n¨²mero 18 junto a la zona arqueol¨®gica, a solo unos kil¨®metros de tanto amor. Este no ser¨¢ el ¨²nico gui?o familiar: la parada estar¨¢ cerca de Constituci¨®n, el pueblo donde vive su t¨ªo y est¨¢ enterrado su abuelo.

El trayecto que une Palenque-Esc¨¢rcega-Calakmul y Bacalar es una carretera de pavimento perfecto que atraviesa la reserva. A?os de PRI han hecho de M¨¦xico un amante de las grandes infraestructuras y cualquier nuevo gobierno sabe que se la juega en esto. El tramo est¨¢ regado de carteles pidiendo precauci¨®n a los conductores por el paso de tigres, ocelotes, tapires o saraguatos. Los carteles, ecol¨®gicamente dise?ados en madera, incluyen los logotipos de todos los gobiernos anteriores y de una larga lista de organizaciones de defensa del medio ambiente. En paralelo a la carretera, a unos 50 metros del arc¨¦n, discurre el tendido el¨¦ctrico y ser¨¢ ah¨ª, entre ambos, entre las torres de alta tensi¨®n y el pavimento, por donde circular¨¢ el tren con doble v¨ªa. A simple vista, la promesa del presidente de hacerlo ¡°sin tirar un solo arbolito¡±, parece solo una promesa.

Los 273 kil¨®metros de este trayecto que habr¨¢ de levantarse desde cero estar¨¢ a cargo del Ej¨¦rcito. De hecho, las Fuerzas Armadas juegan un papel fundamental en el proyecto. Desde que lleg¨® al poder, L¨®pez Obrador ha adjudicado al Ej¨¦rcito, entre otras obras, la construcci¨®n y explotaci¨®n del nuevo aeropuerto de la Ciudad de M¨¦xico y dos tramos del Tren Maya: este que atraviesa la selva y el que une Bacalar y Tulum, de 213 kil¨®metros. La fe del mandatario en los militares ha hecho incluso que cuente con ellos como mediadores en las disputas que ha sostenido Fonatur, el organismo encargado del proyecto, y las empresas concesionarias de las autopistas.

Una de las pol¨¦micas que rodean la obra es la ausencia de un estudio de impacto ambiental (MIA) sobre una v¨ªa que atravesar¨¢ un tesoro verde que envidiar¨ªa cualquier pa¨ªs: las Reservas de Kin y Balam K¨², en Campeche, el Parque Nacional de Palenque, en Chiapas, las ?reas de Protecci¨®n del Ca?¨®n del Usumacinta, los Manglares de Nichupt¨¦ o Yum Balam, en Quintana Roo. Adem¨¢s las Reservas de la Biosfera de Sian Ka?an, en Quintana Roo y los Petenes y Calakmul, considerado Patrimonio de la Humanidad. Paralelamente el tren pasar¨¢ por ciudades protegidas por la Unesco como M¨¦rida, Valladolid o Campeche, el pueblo M¨¢gico de Bacalar o cientos de cenotes.

¡±Claro que hemos hecho un estudio de impacto ambiental¡±, dice Rogelio Jim¨¦nez Pons, director de Fonatur. ¡°?Alguien puede pensar que no lo ¨ªbamos a hacer? Lo que ocurre es que primero tenemos que hacer el dise?o de la obra para conocer cu¨¢l ser¨¢ ese impacto¡±, explica en su despacho de la Ciudad de M¨¦xico. Unos d¨ªas antes de la entrevista, el 7 de junio, Fonatur argument¨® que estaba ¡°exento¡± de realizar dicho informe ya que el Tren Maya no es una obra nueva sino la ¡°rehabilitaci¨®n y mejoramiento¡± de la v¨ªa existente, seg¨²n una nota de prensa. Muchos se llevaron las manos a la cabeza y, adem¨¢s del impacto ecol¨®gico, exigieron otro estudio sobre impacto social dadas las consecuencias de un proyecto que incluye 1.525 kil¨®metros de v¨ªa, 18 estaciones y siete ¡°polos de desarrollo¡±, un ambiguo t¨¦rmino en el que cabe desde una maquila a una central nuclear, enfocado en reordenar o crear municipios nuevos para acoger a miles de trabajadores. Tras la pol¨¦mica, dos semanas despu¨¦s del inicio de las obras, Fonatur cambi¨® de parecer y anunci¨® la existencia de un estudio medioambiental que puede ser consultado en sus oficinas en Yucat¨¢n.

¡ª?Y c¨®mo se construye un nuevo pueblo?

¡±Palenque es un buen ejemplo¡±, dice Jim¨¦nez Pons, en referencia al municipio donde L¨®pez Obrador tiene su finca y donde estar¨¢ la estaci¨®n n¨²mero 1, seg¨²n los planos.

La localidad chiapaneca, de 112.000 habitantes, es una mancha urbana en la selva que ha crecido ca¨®ticamente en las ¨²ltimas d¨¦cadas al calor de la ganader¨ªa y los restos mayas que atraen a miles de turistas. El encargado del proyecto considera que ¡°hay que poner orden¡±, dice. Entonces, el funcionario toma un mapa y se?ala: ¡°Vamos a crear el nuevo centro aqu¨ª¡±, dice, apoyando el dedo sobre una zona pintada de verde fuera del casco urbano, donde se levantar¨¢ una vanguardista estaci¨®n de metacrilato y tejados triangulares con forma de estela prehisp¨¢nica, alrededor de la que habr¨¢ un centro comercial y viviendas de bamb¨². ¡°?Y cu¨¢l es nuestra ma?a (estrategia) para conseguir el arraigo de la poblaci¨®n al nuevo casco? Nos llevaremos el Palacio Municipal a la estaci¨®n¡±, dice, se?alando el mapa. ¡°Y ahora nosotros somos el centro¡±.

A 1.220 kil¨®metros del dedo del funcionario en la capital, un apicultor yucateco mira la lluvia y se balancea con las piernas cruzadas en su hamaca mientras habla del tema que altera su comunidad. Anastasio tiene sus colmenas junto a las impresionantes pir¨¢mides de Calakmul y est¨¢ disgustado por el mal ambiente que ha generado el tren. ¡°No puedes criticarlo o hablar mal de L¨®pez Obrador porque te miran como alguien que no piensa o que te opones al progreso¡±, dice, sobre la reacci¨®n de algunos vecinos de Conhuas. ¡°Y yo creo que tenemos derecho a la luz, al agua potable o a una buena escuela sin que tenga que ser a cambio de tragarnos el tren¡±.

¡±El tren es solo la nariz de un proyecto mucho m¨¢s grande¡±, dice Pedro Uc en Buctzotz, a 500 kil¨®metros de la miel de Anastasio. El poeta maya se refiere a los hoteles, las f¨¢bricas, las bodegas de grano, los almacenes de cemento, los mataderos o los centros comerciales que surgir¨¢n alrededor. La f¨®rmula de negocio pactada entre el gobierno mexicano y las empresas privadas para financiar el tren consiste en que estas pagar¨¢n la infraestructura a cambio de explotar todos los negocios que surjan alrededor de la estaci¨®n.

Frente a la biblioteca de su casa, a media hora de donde estar¨¢ la estaci¨®n n¨²mero 6, Pedro Uc explica que est¨¢ en contra del tren y acusa al Gobierno de manipular a la poblaci¨®n con programas sociales. En la ¨²ltima Navidad, el poeta que escribe a las flores y los p¨¢jaros en n¨¢huatl, recibi¨® una amenaza de muerte en el celular y desde entonces cuenta con un bot¨®n de p¨¢nico en su casa y medidas de protecci¨®n destinadas a los defensores de derechos humanos.

Otro apicultor maya, Manuel Pech, explica inocentemente que sale desconcertado cada vez que asiste a una reuni¨®n informativa. ¡°Me dicen que el tren va a ser bueno para todos y que me dar¨¢n un trabajo pero es que... yo ya tengo uno¡±, dice con aire de disculpa, junto a sus panales en una comunidad cerca de M¨¦rida, donde estar¨¢ la estaci¨®n dise?ada por el prestigioso arquitecto Enrique Norten.

Frente al discurso oficial, una peque?a comunidad en mitad de la selva ha llamado la atenci¨®n en Alemania. Cerca de la estaci¨®n n¨²mero 16 de Bacalar, un encantador pueblo de 400 familias llamado Nuevo B¨¦cal, ubicado en el centro de la reserva de la biosfera, obtuvo en mayo el primer certificado comunitario de M¨¦xico otorgado por el Forest Stewardship Council (FSC). El reconocimiento internacional es un espaldarazo a su forma de cuidar sus 52.000 hect¨¢reas de bosque con un manejo forestal que genera empleos, se?ala la organizaci¨®n fundada en Bonn hace 27 a?os. Sin embargo, ning¨²n responsable del tren ha llegado jam¨¢s por aqu¨ª para saber c¨®mo lo est¨¢n haciendo, explica la esposa del antiguo alcalde.

Antes de sentarse a mirar la lluvia en la hamaca, Anastasio se desprende de su uniforme de apicultor, un equipo tan poco sofisticado como el de tres pantalones, tres camisas y tres chaquetas superpuestas y un casco con una malla. Mientras se quita pacientemente cada prenda, describe el programa Sembrando Vida lanzado por el Gobierno para repoblar la selva con ¨¢rboles frutales y maderables a cambio de 225 d¨®lares por campesino y en el que participan muchos de sus vecinos. ¡°Est¨¢n da?ando el medioambiente porque, al final, te hacen quitar una vegetaci¨®n para poner otra¡±, cr¨ªtica. ¡°Ellos quieren ¨¢rboles en l¨ªnea¡±.

¡ª?En Internet?

¡ªNo, alineados ¡ªaclara. Su espont¨¢nea explicaci¨®n termina siendo el retrato de un modelo paternalista dise?ado en los despachos de la capital.


II. El Caribe Saturado

La tormenta tropical Crist¨®bal golpea la costa de Quintana Roo por tercer d¨ªa consecutivo y a principios de junio Tulum es una sombra de lo que fue. ¡°?Atenci¨®n! ?Atenci¨®n!¡±, grita un meg¨¢fono en la v¨ªa p¨²blica, que recuerda que se trata de una zona de alto contagio y exhorta a la poblaci¨®n a quedarse en casa como si fueran las horas previas al estallido de Chernobyl.

Primero la pandemia, y ahora el agua y los vientos de 100 kil¨®metros por hora, han reducido el lugar m¨¢s cool del caribe mexicano a un espacio inerte donde se han paralizado todas las actividades. Todas menos una: de madera de teca, en piedra caliza, con adornos del Rey Pakal, con dos, seis, ocho habitaciones, con albercas en forma de tr¨¦bol, ba?o turco, gimnasio¡­ la construcci¨®n de elegantes departamentos no se detiene y cientos de alba?iles sueldan, alicatan y martillean bajo el agua como si nada de lo anterior sucediera. Un grupo pega ladrillos en un garaje sumergidos en el barro hasta las rodillas.

A vista de dron, la imagen de Tulum es la de una mancha urbana de 40.000 personas que crece de forma fren¨¦tica contra cualquier cosa verde que se interponga entre el municipio y el mar, a tres kil¨®metros. Al ritmo actual, en menos de una d¨¦cada se prev¨¦ que la poblaci¨®n se multiplicar¨¢ por cinco. En pocos a?os Tulum ha pasado de ser una playa para mochileros donde dormir en una hamaca por diez d¨®lares a convertirse en una cita obligada para los DJ¡¯s de medio mundo. A pie de calle, la estampa no es mejor. Obreros, camiones, gr¨²as y hormigoneras se cruzan fren¨¦ticamente en el lodazal, donde cientos de alba?iles chiapanecos duermen al pie de las construcciones.

A 210 kil¨®metros al sur siguiendo la costa, en la laguna de Bacalar, la imagen tiene ingredientes similares. El sitio donde hace dos d¨¦cadas viv¨ªa un peque?o grupo que recibi¨® a los primeros viajeros que se apartaban de la ruta cl¨¢sica, es ahora un pueblo m¨¢gico donde se combinan una tranquila plaza y un fuerte del siglo XVI, con el desenfrenado popurr¨ª de hostales, restaurantes y centros de terapias naturales frente al agua.

Conocida como la Laguna de los Siete Colores por la m¨¢gica combinaci¨®n de azules que logra gracias a los estromatolitos, Bacalar tiene ahora ocho. El octavo es el marr¨®n de las heces desbordadas del c¨¢rcamo municipal que llegan hasta el agua. No hace falta ser un furibundo ecologista para saber que la cosa no va bien.

No obstante, Tulum, Bacalar y su hermano mayor, Canc¨²n, la estaci¨®n n¨²mero 11, son las joyas de la corona del Tren Maya en su tramo del Caribe, un trayecto de 347 kil¨®metros que sube en paralelo a la costa. Este tramo, que tambi¨¦n construir¨¢ y explotar¨¢ el Ej¨¦rcito, se har¨¢ casi por completo entre la carretera y la red el¨¦ctrica para aprovechar el ¡®derecho de v¨ªa¡¯ que posee el Estado sobre ambas. Aunque, seg¨²n el proyecto oficial, el tren servir¨¢ para mover mercanc¨ªas, pasajeros locales y turistas, en el momento en que L¨®pez Obrador encarg¨® a Fonatur su construcci¨®n, qued¨® claro que en su imaginaci¨®n el tren ir¨ªa cargado de viajeros llenos de d¨®lares. Desde ese momento, la oficina paraestatal, que en el pasado se encarg¨® de dise?ar Canc¨²n, Huatulco o Los Cabos, atrajo la mayor inversi¨®n del sexenio.

El trayecto, las licitaciones, las obras, la construcci¨®n de los ¡°polos de desarrollo¡±, la consulta a los pueblos ind¨ªgenas o los procesos judiciales abiertos pasan por las manos de Jim¨¦nez Pons, director de Fonatur. A pesar del evidente acento tur¨ªstico, lugares como Tulum y Bacalar hace tiempo que muestran agotamiento y pocos pueden aclarar c¨®mo se absorber¨¢n los tres millones de nuevos turistas proyectados anualmente, que se sumar¨¢n a los 14 millones que visitan cada a?o la regi¨®n. Un escenario colapsado desde antes de que el tren empiece a rodar.

Bacalar no tiene sistema de saneamiento ni un plan urban¨ªstico y en Tulum los hoteles no tienen tratamiento de aguas y la basura va directamente al Caribe. La coqueta playa, la ¨²nica con unos restos arqueol¨®gicos mayas frente al mar, se queda sin electricidad continuamente y los motores de di¨¦sel suenan d¨ªa y noche para mantener el aire acondicionado en habitaciones que pueden llegar a los 2.000 d¨®lares. El basurero, construido para los pr¨®ximos cinco a?os, colaps¨® solo 18 meses despu¨¦s. Tampoco hay buenas infraestructuras y las filas de coches son continuas para acceder a la zona hotelera, pero las paradas 14 y 16 ya est¨¢n pintadas en el mapa.

¡±El Tren Maya es un collar de perlas al que solo le falta el hilo que las engarce¡±, dijo cursimente el jefe de obras del grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, cuando el 2 de junio dio arranque a las obras junto al presidente. El collar, sin embargo, ha polarizado a la poblaci¨®n y enfrenta varios obst¨¢culos. En Bacalar, por ejemplo, ejidatarios y ambientalistas rechazan el tren por motivos distintos. Mientras los due?os de la tierra negocian privilegios, los ecologistas ven con espanto la llegada de miles de turistas diarios por el desgaste que supone.

¡°La laguna est¨¢ al borde del colapso. Las letrinas se desbordan en las casas cuando llueve porque no hay ni siquiera un sistema de saneamiento y la laguna est¨¢ cada vez m¨¢s seca¡±, explica Sara Cuervo, del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS). ¡°No se trata solo del Tren Maya, sino de todo lo que generar¨¢ alrededor: hoteles, centros comerciales, alquileres de coches, restaurantes de comida r¨¢pida... Es un golpe mortal a la forma de vida en Yucat¨¢n, donde m¨¢s del 50% de la tierra est¨¢ en manos de ejidatarios (de propiedad colectiva)¡±, denuncia la activista junto a la laguna.

Vista de la laguna de Bacalar y los colores que forman las aguas con sedimentos y aguas negras en ¨¦poca de lluvias.V¨ªdeo: Hector Guerrero

En la orilla de enfrente ¡ªliteral¡ª el due?o de un hotel de 500 pesos la noche (unos 25 d¨®lares) a una cuadra de la laguna defiende que ¡°el tren es bueno para Bacalar y traer¨¢ empleo y turistas, pero hay quienes no quieren prosperar y nos quieren imponer su forma peque?a de ver el progreso¡±, dice, refiri¨¦ndose a la llegada de las grandes cadenas hoteleras. ¡°Los mediocres y los seudoecologistas se oponen al progreso porque no quieren tener competencia¡±, a?ade. El hombre, de unos cuarenta a?os, se imagina un futuro mejor en el que pueda montar un negocio de motos de agua ah¨ª mismo, y se?ala con el ment¨®n una esquina cualquiera, una donde ahora una mujer vende chalupas de camar¨®n.

A unas cuadras de ah¨ª, sobre la carretera 186, dos mujeres con la cabeza cubierta y largas faldas aguardan sobre un carro de caballos a la sombra de un flamboy¨¢n. Esperan junto a ni?os perfectos que regresen de la tienda los hombres de camisas de cuadros y tirantes. Antes que el tren, el progreso lleg¨® a Bacalar hace a?os en forma de semilla de Monsanto. Los menonitas, un grupo ultrarreligioso que lleg¨® hace 15 a?os, ha ido comprando poco a poco miles de hect¨¢reas para el cultivo de soja cerca de la laguna.

La gesti¨®n ultraproductiva de estas 300 familias que llegaron desde Chihuahua y Belice ha inundado de transg¨¦nicos el mercado y ha roto las formas de cultivo tradicional de Yucat¨¢n. Ellos ser¨¢n unos de los colectivos m¨¢s beneficiados. La vida de los menonitas seguir¨¢ viajando en carro de caballos pero su dinero lo har¨¢ en un tren de alta velocidad. Durante a?os, los mismos ambientalistas que hoy se oponen al tren denunciaron la llegada de la palma africana o de las agresivas t¨¦cnicas menonitas. Tambi¨¦n entonces les gritaron que estaban contra el progreso.

El Tren Maya pretende revitalizar una industria tur¨ªstica en horas bajas que ha dado de comer al pa¨ªs durante d¨¦cadas. En los ¨²ltimos a?os la zona ha recibido dos golpes que han dejado herido un sector tan sensible a los virus como a Instagram. El primer impacto fue el sargazo, la alfombra f¨¦tida de algas que invade el Caribe y provoca un insoportable olor a huevo en la orilla. El sector mira con espanto c¨®mo llegan cada d¨ªa a Quintana Roo inmensas manchas de algas del Amazonas que siempre terminan en sus playas e imposibilitan el acceso al agua, destrozan los corales y espantan a los clientes. El boca a boca y el poder de las redes sociales han hecho su efecto y en los ¨²ltimos tiempos al Caribe mexicano llegan cada a?o entre un 2 y un 4% menos de turistas, seg¨²n cifras del sector.

Cuando a principios de junio L¨®pez Obrador lleg¨® a Canc¨²n para dar el banderazo a las obras, dijo que el sargazo era cosa del pasado. A esa misma hora, siete trabajadores limpiaban con rastrillos las algas formando monta?as m¨¢s altas que su cabeza en los pocos metros que quedan de playa p¨²blica en Tulum.

Acostumbrada a los millones de turistas, el coronavirus ha dado el golpe m¨¢s reciente y pone en cuarentena el modelo All inclusive dada su dependencia de aerol¨ªneas, cruceros y operadores tur¨ªsticos, y que se apoya en la bonanza de la clase media en Estados Unidos y Europa. A nivel local, en el imaginario colectivo, Canc¨²n ¡ªla parada n¨²mero 11 del tren¡ª es la f¨¢brica que ha alimentado al sudeste las cinco ¨²ltimas d¨¦cadas. Para el mundo, sin embargo, es una marca registrada que el a?o pasado atrajo a casi siete millones de turistas que tambi¨¦n pasaron por Riviera Maya, Cozumel, Isla Mujeres o Mahahual. Otros siete millones de turistas llegaron en cruceros y dejaron sus d¨®lares en restaurantes, artesan¨ªas, masajes en la playa o en propinas a camareros que llevan la bebida hasta el agua.

Hace menos de 50 a?os, Canc¨²n era solo una peque?a y alargada isla de pescadores, unida a tierra por dos puntos, donde puso los ojos un grupo de empresarios. Poco tiempo despu¨¦s comenzaron a levantarse los primeros hoteles y Canc¨²n se convirti¨® en el gran legado tur¨ªstico del presidente Luis Echeverr¨ªa, en una ¨¦poca en la que los mandatarios acostumbraban a despedirse del cargo con un fara¨®nico proyecto, como tambi¨¦n lo fue el Acapulco de Miguel Alem¨¢n, Puerto Vallarta, Huatulco o Los Cabos.

Natividad Goisanchez cruza la v¨ªa con su caballo. | En video, Rogelio Jim¨¦nez Pons explica el proyecto tren maya a detalle. V¨ªdeo: H¨¦ctor Guerrero

Con casi 900.000 habitantes, Canc¨²n es, con Cuba, el principal destino del Caribe, y de sus playas sale el 25% del dinero que entra en el pa¨ªs por turismo, segunda fuente de ingresos de M¨¦xico despu¨¦s de las remesas, seg¨²n la Secretar¨ªa de Econom¨ªa. Aquel pueblo en el que los primeros aviones de turistas aterrizaban gracias a la torre de control levantada con palmas y palos, mov¨ªa ¡ªhasta que lleg¨® la pandemia¡ª 18 aviones cada hora y produc¨ªa el 2,5% del PIB nacional. Pero despu¨¦s de cinco d¨¦cadas, Canc¨²n, tambi¨¦n creado por Fonatur, es al mismo tiempo una mina de oro y una picadora de carne.

El a?o pasado, el crimen organizado ejecutaba cada mes a diez personas y se suicidaban otras cinco. El antiguo balneario es una de las ciudades con mayor n¨²mero de suicidios del pa¨ªs y los psic¨®logos lo atribuyen a la llegada de miles de hombres solos de Chiapas o Tabasco que trabajan atendiendo buf¨¦s kilom¨¦tricos y vuelven a dormir cada noche a una habitaci¨®n de chapa y concreto. En estos casi 50 a?os la ciudad ha crecido de forma desigual: a un lado hay 40.000 cuartos en exclusivos hoteles y, al otro, casi un mill¨®n de personas llegadas de fuera que prestan servicios a la zona. Seg¨²n el plan oficial, ser¨¢n los turistas quienes costear¨¢n el precio del pasaje local y parte del transporte de mercanc¨ªas. Sin embargo, la Organizaci¨®n Mundial del Turismo asegura que se han terminado las vacas gordas y el turismo se contraer¨¢ un 11%. En los pr¨®ximos a?os, los ciudadanos de Estados Unidos, Canad¨¢ o Europa viajar¨¢n menos y lo har¨¢n en viajes m¨¢s cortos y nacionales. El pujante turismo chino, el ¨²nico que podr¨ªa romper la situaci¨®n, es visto hoy con recelo en cualquier aduana.

A 70 kil¨®metros de Bacalar hay un trozo de selva que encoge el alma. Son los cientos de hect¨¢reas de palma aut¨®ctona que rodean los restos arqueol¨®gicos de Kohunlich, arrasadas por un incendio. Donde antes hab¨ªa tapires, tlacuaches o monos aulladores, se mueven ahora las primeras hormigas y ni siquiera las lluvias han logrado que regrese remotamente el verde. Los troncos del corozo y otros ¨¢rboles centenarios parecen ba?ados en brea hasta donde se pierde la vista. En abril de este a?o, los vecinos del ejido Francisco Villa intentaron desesperadamente apagar un fuego que dur¨® varios d¨ªas y que lleg¨® a las puertas de la zona arqueol¨®gica. Finalmente la carretera ejerci¨® de cortafuegos, pero ahora el frondoso bosque arrasado ser¨¢ lo primero que ver¨¢n los 20 ¨® 30 entusiastas de la arqueolog¨ªa que suelen venir en temporada alta a ver estas escondidas pir¨¢mides.

Sentado en su tienda de comestibles, la sensaci¨®n del alcalde del pueblo es que el tren a¨²n no ha empezado a rodar pero ya se sienten las consecuencias. ¡±Cada vez hay m¨¢s incendios provocados. Apagas por un lado y aparecen brotes en otro¡±, asume cabizbajo junto a su tienda Luis Espinosa, presidente municipal del Ejido Francisco Villa, al que pertenece el paraje arrasado. ¡°Ha comenzado la especulaci¨®n por la tierra¡±, dice sobre este lugar ubicado entre las paradas 16 y 17.

M¨¦xico es una potencia medioambiental, cuenta con 12 ecosistemas diferentes, 58 tipos de vegetaci¨®n ¡ªm¨¢s que sus dos vecinos norteamericanos Estados Unidos y Canad¨¢ juntos¡ª y un buen n¨²mero de especies end¨¦micas que no se encuentran en ning¨²n otro lugar del planeta. Su posici¨®n geogr¨¢fica, bisagra entre las zonas tropicales y templadas de Am¨¦rica; dos grandes oc¨¦anos, el Pac¨ªfico y el Atl¨¢ntico; su relieve, desde costa a picos de 5.000 metros; y su variedad clim¨¢tica lo hacen un lugar ¨²nico en el mundo. Sin embargo, en los ¨²ltimos 30 a?os, ha perdido la tercera parte de sus selvas y la cuarta parte de bosques, uno de los argumentos del Gobierno para decir que tampoco hasta ahora se estaba haciendo bien. Pero las razones a favor de la conservaci¨®n no parecen ser suficientes para frenar el tren. Lo supieron todos los ecologistas desde que Jim¨¦nez Pons resumi¨®, en febrero del a?o pasado, la filosof¨ªa que mueve el megaproyecto: ¡°No ganamos nada como pa¨ªs con jaguares gordos y ni?os fam¨¦licos¡±.

Alfredo Arellano, el secretario de Medioambiente de Quintana Roo, lleva tres a?os luchando contra las talas ilegales, la protecci¨®n de los corales, los cenotes o la recuperaci¨®n del jaguar. Se trata de un viejo conocido de los ambientalistas que ahora ocupa un puesto de responsabilidad. ¡±Tenemos que reconsiderar el modelo de turismo masivo¡±, dice Arellano en su oficina de Chetumal. ¡°La poblaci¨®n de Canc¨²n crece cada a?o un 10% y la de Tulum ha llegado a hacerlo a un ritmo del 20%. Para garantizar la sostenibilidad del modelo es necesario diversificar. Bajarle al sol y la playa y apostar por un turismo cultural o de naturaleza¡±. Mientras habla, el funcionario proyecta en la computadora im¨¢genes a¨¦reas de Quintana Roo que muestran un lugar horadado, donde la masa forestal ha dado paso a amplias manchas marrones debido a la construcci¨®n de edificios junto a mar, la tala ilegal, los incendios, la desaparici¨®n de r¨ªos o la agricultura transg¨¦nica de los menonitas.

Seg¨²n Arellano, con la llegada del tren, la laguna de Bacalar, la reserva de Calakmul y los cenotes junto a Tulum ser¨¢n los m¨¢s afectados. Para la laguna o los manglares de Canc¨²n, ni siquiera hay recuperaci¨®n posible, admite.

¡ª?Le ha solicitado Fonatur alg¨²n estudio de impacto ambiental?

¡ªNo, solo un peque?o informe t¨¦cnico.

¡ª?Y qu¨¦ le contestaron?

¡ªNada

¡ª?Le han consultado sobre las zonas m¨¢s sensibles?

¡ªNo, no he hablado con nadie.

¡ª?Me puede se?alar d¨®nde estar¨¢n las ocho paradas que pasar¨¢n por Quintana Roo?

¡ªNo sabr¨ªa decirle con precisi¨®n. No tengo informaci¨®n oficial al respecto, concluye.

La paradoja del modelo tur¨ªstico es que incluso aunque llegaran en tren los millones de extranjeros que se prev¨¦, y los d¨®lares regaran la pen¨ªnsula, muchos ejidatarios ni siquiera saben c¨®mo podr¨¢n beneficiarse. ¡°En mi comunidad tenemos un cenote en el que caben 40 personas¡±, dice un ejidatario de San Antonio Mulix, refiri¨¦ndose al espectacular agujero azul que gestiona con sus vecinos y que en verano deja casi 900 d¨®lares mensuales a la comunidad. ¡°Aunque vinieran mil turistas m¨¢s y se construyera un hotel, en el cenote solo caben 40 personas¡±, dice con aplastante l¨®gica.

En Felipe Carrillo Puerto, en la parada n¨²mero 15 del tramo Caribe ¡ªque ser¨¢ un espectacular edificio de columnas con una gran circunferencia abierta en el centro¡ª, el borrach¨ªn de la plaza ofrece tal vez la explicaci¨®n m¨¢s contundente a favor del tren. ¡°?Da?o ecol¨®gico? Destruye m¨¢s la construcci¨®n de una carretera¡±, responde. ¡°?Apropiaci¨®n de la palabra maya? ?Qui¨¦n es el due?o del t¨¦rmino? Los mayas no solo est¨¢n en Yucat¨¢n, sino que abarcan seis Estados mexicanos y llegan a Guatemala, El Salvador o el norte de Nicaragua¡±, explica. ¡°?Qui¨¦n es maya? Seg¨²n la Constituci¨®n se considera ind¨ªgena el que habla la lengua y se identifica como tal¡±, a?ade meci¨¦ndose la barba junto a su perro negro y una botella de alcohol barato. Con mucho menos, Paulo Coelho hubiera escrito una trilog¨ªa.

III. Viviendo junto a la v¨ªa

Un hombre de manos anchas y brazos fuertes con un tatuaje en el hombro cuelga la ropa mojada en la estaci¨®n. Un extremo de la cuerda est¨¢ anudado a los barrotes de la taquilla y el otro a las agujas que hace 30 a?os serv¨ªan para cambiar el rumbo del tren. Francisco Javier Rodr¨ªguez, de 64 a?os, es uno de los ¨²ltimos ferroviarios que tuvo el pa¨ªs cuando llevaba pasajeros, y todav¨ªa no ha dejado las v¨ªas. Francisco es capaz de diferenciar un durmiente de madera de uno de concreto por la vibraci¨®n. Tambi¨¦n se acuerda perfectamente que, a las 7 de la ma?ana del 18 de noviembre de 1985, empez¨® a trabajar en la empresa de ferrocarriles y dej¨® de hacerlo 31 a?os despu¨¦s, cuando a las 6 de la tarde, como los porteros de f¨²tbol, colg¨® los guantes. As¨ª, como su matrimonio o el nacimiento de sus hijas, tiene marcada la fecha.

Francisco se infla cuando habla de los buenos tiempos del ferrocarril: ¡°La gente pod¨ªa ir por poco dinero a los pueblos o a trabajar en las f¨¢bricas cercanas. Me gustar¨ªa volver a ver actividad en la estaci¨®n, gente con equipaje, vecinos llevando productos, visitando a los parientes¡­ que vuelva la gente como antes¡±, dice. ¡°Estoy feliz con la llegada del tren. Es un gran proyecto para revitalizar la zona. El tren es mejor que el ADO (el autob¨²s) porque es m¨¢s econ¨®mico y puedes caminar¡±, aclara, al pie de una estaci¨®n abandonada.

El paradero donde vive mantiene intacta la estructura de siempre; las taquillas, la sala de espera, la oficina del jefe de estaci¨®n, el cuarto del telegrafista, el ¨¢rea del revisor o la caseta de tel¨¦fono: su casa. Junto a la estaci¨®n, m¨¢s de cien familias de la colonia Jes¨²s Garc¨ªa viven en un barrio congelado en el tiempo adaptado a la escasez y al aire de velorio. La antigua residencia de ingenieros es ahora la escuela y, a un costado, las viviendas de cientos de trabajadores que tuvieron un pasado mejor y ahora, dicen, tambi¨¦n un futuro.

Francisco lleg¨® a la estaci¨®n con 27 a?os, tras una temporada en la escuela de grumetes de Veracruz que le dej¨® como recuerdo el ancla tatuada. Era 1979 y lleg¨® a Esc¨¢rcega buscando suerte en una ciudad que por entonces ofrec¨ªa trabajo en el matadero, en el aserradero, en la f¨¢brica de acero o en cualquiera de las industrias que mov¨ªa el tren, hoy todas ellas cerradas. ¡±Antes hab¨ªa m¨¢s billete¡±, dice sobre una ¨¦poca en la que ¡°ganaba bien por estibar durmientes y era posible salir de vacaciones o ir a un restaurante con la familia¡±. Su historia es la de miles de migrantes llegados a Yucat¨¢n en los a?os sesenta y setenta desde Tabasco, Veracruz o Chiapas. Una pol¨ªtica de colonizaci¨®n de la pen¨ªnsula alimentada desde la ¨¦poca de Porfirio D¨ªaz para frenar la tentaci¨®n independentista y el levantamiento de ind¨ªgenas.

Juan Manuel Morales se mueve entre los hierros a los 66 a?os con la soltura de un adolescente. Tambi¨¦n fue ferroviario hasta que la crisis termin¨® con su oficio, y hoy vigila el antiguo taller donde se reparaba el tren. ¡°Aqu¨ª se sancochaban los durmientes, ah¨ª se inyectaba l¨ªquido, ah¨ª se correg¨ªa, ah¨ª se tiraba el chapapote...¡±, explica mientras se?ala y recorre el taller abandonado repleto de oxidados ra¨ªles, sierras y tornos llenos de polvo, hornos industriales, chimeneas ennegrecidas y monta?as de tornillos del tama?o de un brazo. Hoy, sin embargo, Juan Manuel est¨¢ contento porque vuelve a haber vida: 200 trabajadores de la constructora Carso, encargada de este tramo, han desembarcado en el lugar y trabajan en lo que ser¨¢n los nuevos talleres del Tren Maya, y probablemente vuelva a conseguir un trabajo de lo que m¨¢s le gusta.

Lo m¨¢s moderno de Esc¨¢rcega es el Burguer King y el enorme cartel de hamburguesa visible desde cualquier lugar. La localidad de 30.000 habitantes, la estaci¨®n n¨²mero 4, es un claro ejemplo de que el tramo dedicado al Golfo tiene dos partes. Una elegante, hist¨®rica y con cierto glamur que pasa por ciudades como M¨¦rida, Campeche, Valladolid o Uxmal, patrimonio de la Unesco, donde se revive la herencia colonial y las antiguas haciendas de palo de tinte y chicle. Y otra fea, con barro, animales correteando junto a la v¨ªa, migrantes huyendo y familias que secan la ropa de lado a lado de los vagones abandonados. En este tramo, Fonatur reconoci¨® que tumbar¨¢ 6.600 ¡°individuos arb¨®reos¡± a pesar de que ya hay v¨ªa construida y ni siquiera es el m¨¢s frondoso.

Uno de los atractivos del Tren Maya es que cuenta con todos los gui?os hist¨®ricos que le gustan al presidente. El primer ferrocarril de M¨¦xico fue inaugurado por Benito Ju¨¢rez en 1870. Aquel primer tren que uni¨® la Ciudad de M¨¦xico con Veracruz comenz¨® rodeado por la corrupci¨®n cuando fue concesionado a una empresa que, 12 a?os despu¨¦s, no hab¨ªa construido ni un solo kil¨®metro. Finalmente fueron Maximiliano ¡ªcon m¨¢s de 200 kil¨®metros¡ª y Porfirio D¨ªaz ¡ªcon 20.000 kil¨®metros de trenes¡ª quienes impulsaron el transporte masivo en el pa¨ªs. De consumarse el Tren Maya, L¨®pez Obrador entrar¨¢ en la historia como el segundo presidente de M¨¦xico que m¨¢s kil¨®metros de tren habr¨¢ construido.

Durante la Revoluci¨®n el tren tambi¨¦n fue fundamental. Se suele decir que la conquista se hizo con el crucifijo y la espada y la Revoluci¨®n a caballo y con el tren. Gracias a las viejas m¨¢quinas de vapor, Pancho Villa y los suyos se movilizaron por todo el pa¨ªs en los vagones que pertenec¨ªan a las empresas estadounidenses. A?os m¨¢s tarde, el general L¨¢zaro C¨¢rdenas, otra de las referencias del mandatario, adem¨¢s del petr¨®leo nacionaliz¨® los ferrocarriles y desde ese mismo d¨ªa se dej¨® tambi¨¦n de invertir en el por lo que fue entrando en una paulatina decadencia que lleg¨® hasta los a?os ochenta y noventa.

Al conflicto sindical se sum¨® el desprecio oficial que apostaba por las carreteras y el petr¨®leo (del que M¨¦xico era productor) como motor de desarrollo. En aquellas d¨¦cadas se potenciaron los aeropuertos, el transporte en autob¨²s y la construcci¨®n de grandes autopistas de peaje hasta que, en 1998, Ernesto Zedillo decidi¨® ¡°desincorporar¡± el tren del aparato del Estado. Cuando tom¨® la decisi¨®n ya solo operaba el 10% de las l¨ªneas f¨¦rreas del pa¨ªs. Desde entonces se han mantenido en activo algunos tramos para el transporte de mercanc¨ªas.

Hasta ese d¨ªa, Esc¨¢rcega hab¨ªa sido un importante nudo ferroviario que debe incluso su nombre al tren. El ingeniero Francisco Esc¨¢rcega fue el encargado de transformar en los a?os 30 un campamento fundado por un grupo de familias dedicadas al palo de tinte, en un municipio digno desde el que se conectar¨ªa la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n con Coatzacoalcos, en Veracruz, y la Ciudad de M¨¦xico. El fin del tren fue tambi¨¦n el fin de las f¨¢bricas, los jefes de estaci¨®n, los guardagujas, los interventores, los enganchadores, los guardabarreras, los capataces, los sobrestantes, los avisadores, los telefonistas, los maquinistas, los fogoneros, los jefes de vag¨®n, los interventores, los estibadores, los soldadores o los guardafrenos que requer¨ªa el ferrocarril. Junto a ellos, tambi¨¦n fue el final para miles de obreros que viv¨ªan del nudo que conectaba el sureste con la capital, hoy a 13 horas en coche. De aquella ¨¦poca lo ¨²nico que queda son las celebraciones de cada 7 de noviembre, D¨ªa del Ferrocarrilero, cuando recuerdan con una g¨¦lida ofrenda floral y un convivio que un d¨ªa fueron importantes.

El centro de Esc¨¢rcega es un ca¨®tico flujo de comerciantes, mototaxis pitando y vecinos deambulando entre peque?os negocios junto a las v¨ªas. Las tres estatuas de la ciudad ¡ªa los mayas, a los Ni?os H¨¦roes y a los recolectores de chicle¡ª son lo ¨²nico capaz de soportar bajo el sol el asfixiante calor de media ma?ana.

La pesca es una de las grandes actividades de Campeche. V¨ªdeo: Hector Guerrero

Si el Gobierno ejecutara estrictamente el ¡°derecho de v¨ªa¡± en Esc¨¢rcega ¡ª20 metros de lado a lado, 40 en total¡ª desaparecer¨ªan del centro la terminal de combis, la peluquer¨ªa Reyes, PolloCruji estilo norte?o, la fruter¨ªa Cristy y la taquer¨ªa D¡¯mario¡¯s (as¨ª, con doble ap¨®strofe). Pero en el Detroit ferroviario de M¨¦xico el tren ¡°es la mejor noticia que ha llegado en mucho tiempo¡±, dice Juan Garc¨ªa, un vendedor ambulante de 43 a?os que lee el peri¨®dico en una silla en la v¨ªa.

El due?o de la peluquer¨ªa, Andr¨¦s Reyes, de 44 a?os, est¨¢ a favor del tren pero dice que solo con dinero y una casa digna podr¨¢n sacarlo de su local, que ha quedado fagocitado por el crecimiento urbano y est¨¢ en el centro del municipio. ¡°Esc¨¢rcega se ha quedado atrasada y el tren nos traer¨¢ trabajo. Vendr¨¢n ingenieros, obreros, turistas y eso ser¨¢ bueno para todos¡±, dice en la butaca de una peluquer¨ªa con m¨¢s polvo que clientes.

A 147 kil¨®metros de ah¨ª, en la parada n¨²mero 5, Lourdes Ganso despliega sobre la mesa una larga lista de documentos, oficios, fotograf¨ªas, demandas, informes y hasta una carta firmada por el general L¨¢zaro C¨¢rdenas, en la que agradece a su abuelo la ¡®donaci¨®n¡¯ de parte de su finca al Estado para facilitar el paso del tren. Ella Insiste en que su familia vive ah¨ª hace m¨¢s de cien a?os, cuando lo que hoy es el centro de Campeche eran huertas sin valor alguno y entonces se indigna y da un golpe en la mesa: ¡°No nos van a hacer lo mismo que nos hizo Porfirio D¨ªaz. No nos vamos a dejar¡±, dice en el porche de su casa. Un lugar tan cercano a la v¨ªa, que si estira la pierna podr¨ªa colocarla en los ra¨ªles.

Lourdes pertenece al grupo de vecinos de Campeche que se han unido para que el tren no pase por su barrio. Son 300 familias nacidas y criadas en los barrios del Camino Real, Santa Luc¨ªa y La Ermita, que llevan toda la vida peleando para que el tren de carga salga de la ciudad. Sin embargo, la respuesta que ha recibido es que Campeche ser¨¢ la estaci¨®n n¨²mero 5 y el tren que pasar¨¢ frente a su puerta m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s frecuente. ¡°Que sepa el presidente que de esta casa salieron cinco votos para su candidatura y ahora nos encontramos con esto. Hemos pedido que se desv¨ªe el trayecto y rodee la ciudad pero no quieren escuchar. No entiendo la cerraz¨®n de los encargados del Tren Maya por pasar los vagones por el centro de la ciudad¡±, protesta Lourdes junto a un grupo de vecinos.

Unas calles hacia el este vive Guadalupe C¨¢ceres, una maestra jubilada de 62 a?os reconvertida en lideresa vecinal. ¡°No somos invasores de la v¨ªa, no hemos llegado a ocupar nada. Fue la v¨ªa la que nos invadi¨® a nosotros¡±, dice molesta, en referencia a quienes los acusan de ocupar ilegalmente un espacio que sab¨ªan que les pertenec¨ªa al Estado. ¡°Llevamos casi cien a?os viviendo en esta casa y es un atropello lo que est¨¢n haciendo¡±, dice, y se?ala una vitrina donde hay unas velas y las fotograf¨ªa de sus padres y abuelos. ¡°Se?or periodista, que quede claro, aqu¨ª no hay invasi¨®n¡±, insiste. Desde que tiene uso de raz¨®n, Guadalupe no desayuna hasta que no est¨¢ segura de que ha pasado el tren, para que no le derrame el caf¨¦.

Jim¨¦nez Pons, el hombre fuerte del Tren Maya, explic¨® que desviar el tren ser¨ªa muy caro porque habr¨ªa que hacer un t¨²nel ¡°pero conf¨ªo en que lo solucionaremos integrando y convenciendo a los vecinos¡±, dijo a EL PA?S. Pons considera que con dinero y propuestas para convertirlos en socios del proyecto, se resolver¨¢ el conflicto vecinal m¨¢s organizado que enfrenta la megaobra.

La estrategia de los opositores al tren es torpedear con amparos judiciales las obras por construir durante la pandemia, por los errores en la consulta o por las afectaciones a los grupos ind¨ªgenas. Algunos de estos amparos han salido adelante parcialmente y el ¨²ltimo, a finales de junio, ha obligado a frenar las obras en el tramo sur. El abogado Jorge Fern¨¢ndez, del colectivo Indignaci¨®n, que agrupa a muchos de quienes se oponen al tren, considera que ¡°este gobierno repite las formas y maneras del pasado con licitaciones opacas, sin consulta popular y con un gran desprecio a quienes est¨¢n en contra del tren¡±, explica en su despacho de M¨¦rida. Fern¨¢ndez cree que la suma de amparos llevar¨¢ el Tren Maya hasta la Suprema Corte.

Mientras se resuelve la situaci¨®n judicial a lo largo de la ruta hay cientos de familias que viven al borde de la v¨ªa entre el nerviosismo y la ilusi¨®n, el tema que altera sus vidas. A Yesenia Luna, de 40 a?os, nunca le han preguntado qu¨¦ piensa del tren. Hace 20 a?os lleg¨® con su familia a Palenque, en el Estado de Chiapas, buscando un pedazo de tierra. Y la encontr¨® aqu¨ª, junto a las v¨ªas, en el ¨²nico sitio que no hab¨ªa que pagar. ¡°Creo que nos van a dar una casa nueva. Yo no tengo inconveniente en moverme¡±, dice sentada junto a los ra¨ªles, donde conversaba con sus vecinas, ahora que baj¨® el calor.

¡°El tren es bueno para todos. Es cierto que habr¨¢ m¨¢s gente y cambiar¨¢n algunas cosas y habr¨¢ m¨¢s bulla, pero la bulla se puede soportar pero no tener trabajo, no¡±. Yesenia paga una renta de 36 d¨®lares mensuales por una habitaci¨®n junto a la v¨ªa y otros 18 d¨®lares de luz. Trabaja una semana s¨ª y otra no por 5 d¨®lares diarios limpiando un hotel del centro.

¡ª?C¨®mo se imagina el nuevo tren?

¡ªPues as¨ª como el de M¨¦xico, como el Metro ¡ªcontesta.

¡ª?A d¨®nde le gustar¨ªa ir?

¡ªA Canc¨²n. Tengo ganas de ver el mar y pasear por los hoteles porque me han dicho que en la playa hay una atracci¨®n muy divertida...

Justo cuando Yesenia comenzaba a describir a sus vecinas el ambiente en la orilla, la conversaci¨®n se interrumpe por la ruidosa aparici¨®n de La Bestia, el imponente tren de carga que aparece en las v¨ªas con cientos de toneladas de cemento y 15 migrantes centroamericanos colgados de los hierros.

Cuando ponen un pie en tierra, los adolescentes corren asustados para ocultarse de la Guardia Nacional y del Instituto de Migraci¨®n (INM) desplegados en la zona, cerca de la frontera con Guatemala. ¡°Le dec¨ªa¡±, prosigue Yesenia, ¡°que en la playa hay unas atracciones, que son como bananas de pl¨¢stico tiradas por una lancha¡­.¡±, contin¨²a contando a sus comadres con la naturalidad de quien cada d¨ªa ve pasar a decenas de centroamericanos con cara de p¨¢nico.

El comienzo de las obras del Tren Maya suponen una apuesta por el sudeste del pa¨ªs y el cumplimiento de una promesa de campa?a de la que el mandatario puede presumir. L¨®pez Obrador asegur¨® tambi¨¦n que dar¨ªa empleo a miles de migrantes para disuadir las caravanas pero la realidad es que hay promesas electorales que solo son eso, promesas, y hoy M¨¦xico deporta m¨¢s que nunca. Tambi¨¦n al borde de la v¨ªa, como en los viejos trenes, hay clases.


CR?DITOS:

Coordinaci¨®n: Javier Lafuente

Edici¨®n: Javier Lafuente / Eliezer Budasoff

Texto: Jacobo Garc¨ªa

Fotos y v¨ªdeos: H¨¦ctor Guerrero

Dise?o y front-end: Alfredo Garc¨ªa

Desarrollo: Iv¨¢n Mendoza

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