Mosc¨² defiende mal a los rusos entre amigos
Las desaforadas reacciones de Rusia cuando cree ver sus intereses lastimados en unos pa¨ªses (en el B¨¢ltico, en Ucrania o en Occidente) contrastan con la pasividad o la tibieza que muestra en otros Estados amigos o altamente apreciados, en los que abandona a sus conciudadanos a su destino. La ¨²ltima manifestaci¨®n de este g¨¦nero la ha propiciado el l¨ªder de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, al detener a 33 ciudadanos rusos por perpetrar supuestamente ¡°un acto terrorista¡± en v¨ªsperas de las elecciones presidenciales del 9 de agosto.
Ante la enrevesada narraci¨®n con la que Lukashenko justifica el humillante encarcelamiento de los rusos, Mosc¨² se ha limitado a pedir una aclaraci¨®n de los hechos y ha afirmado que sus gentes (aparentemente miembros de una compa?¨ªa de seguridad) estaban de paso en Bielorrusia.
?Podr¨ªa imaginarse semejante respuesta si los 33 ciudadanos rusos hubieran sido detenidos en el Reino Unido o en Ucrania y aquellos pa¨ªses hubieran recurrido a explicaciones como las de Minsk? ?Ser¨ªa posible que Washington reaccionara como ahora lo hace Mosc¨² si 33 estadounidenses hubieran sido arrestados en M¨¦xico en semejantes circunstancias?
La d¨¦bil reacci¨®n rusa puede tener diversos motivos, entre ellos un secreto aval al juego sucio de Lukashenko para asegurarse los comicios m¨¢s dif¨ªciles de su carrera o el miedo de propiciar procesos que priven a Mosc¨² de su aliado principal en Europa. El Kremlin ya encaj¨® el encarcelamiento del banquero V¨ªctor Babariko, vinculado a intereses financieros rusos y el principal oponente de Lukashenko. Otra cuesti¨®n a medio plazo es el precio que cobrar¨¢n a Rusia los leales bielorrusos, hartos de Lukashenko.
Sean cuales sean sus razones, el Kremlin muestra inseguridad sobre c¨®mo actuar para resolver un problema concreto que afecta a sus ciudadanos cuando este problema ocurre en un territorio aliado o vinculado por una relaci¨®n ventajosa.
Dos ejemplos internacionales resultan esclarecedores en este sentido. El primero es el de la poblaci¨®n de Turkmenist¨¢n que ten¨ªa doble nacionalidad en virtud de un acuerdo de 1993 y que, en 2003, en un plazo r¨¦cord, fue obligada a elegir entre la ciudadan¨ªa turcomana o la rusa, con el agravante de que si eleg¨ªa la rusa perd¨ªa sus propiedades en el interior de aquel pa¨ªs centroasi¨¢tico. En 2003 Gazprom firm¨® un contrato para la compra de casi todo el gas turcomano por 25 a?os e, interesada como estaba en aquel combustible, Mosc¨² acab¨® por aceptar de hecho las condiciones del dictador Saparmurat Niy¨¢zov. El contrato con Gazprom fue revisado despu¨¦s, pero hasta hoy la situaci¨®n de los rusos de Turkmenist¨¢n est¨¢ a merced de las oscilaciones del mercado del gas.
Vlad¨ªmir Putin hab¨ªa firmado la denuncia del acuerdo de doble nacionalidad con su colega turcomano, pero Rusia no lo denunci¨® en su parlamento y sigui¨® repartiendo pasaportes despu¨¦s de 2003. Desde entonces, quienes poseen el pasaporte ruso en Turkmenist¨¢n (tanto los que lo obtuvieron hasta 2003 como los que lo consiguieron despu¨¦s) viven sometidos a todo tipo de sobresaltos y requieren del pasaporte turcomano para abandonar el pa¨ªs. A las 40.000 personas que obtuvieron ciudadan¨ªa rusa hasta 2003 se les sumaron despu¨¦s otras 15.000, una d¨¦cima parte de los potenciales solicitantes (incluidos armenios y t¨¢rtaros), se?alan fuentes rusas en Turkmenist¨¢n. Seg¨²n estos medios, ¡°el vergonzoso acuerdo de intercambio de ¡°gas por gente¡± de 2003, se subordina totalmente a los intereses de Gazprom. Es una situaci¨®n muy ilustrativa y muy c¨ªnica¡±.
Otro caso que demuestra los problemas del Kremlin por afirmar los intereses rusos en entornos amistosos se dio en Abjasia, la antigua autonom¨ªa de Georgia que Mosc¨² reconoci¨® como Estado en 2008. Seg¨²n medios diplom¨¢ticos rusos, m¨¢s de 40.000 personas rusas o ruso parlantes perdieron su vivienda en aquel territorio, en parte por los enfrentamientos b¨¦licos de principio de la d¨¦cada de los noventa y en parte tambi¨¦n porque despu¨¦s, a lo largo de muchos a?os, sus casas fueron ocupadas o robadas por otros habitantes locales (en su mayor¨ªa abjasios ¨¦tnicos). Una parte de los rusos v¨ªctimas de las ocupaciones en Abjasia decidi¨® defender sus intereses hasta el tribunal de derechos humanos de Estrasburgo y puso en marcha la v¨ªa judicial. Las autoridades abjasias les dieran la raz¨®n y les reconocieran como v¨ªctimas de ocupaciones ilegales, pero no hicieron nada para devolverles sus viviendas, ni siquiera tras las repetidas intervenciones de Mosc¨², de cuya ayuda Abjasia es dependiente. En 2015, un peque?o grupo de cinco familias que no hab¨ªan tirado la toalla y continuaban reclamando in¨²tilmente la devoluci¨®n de sus domicilios en Abjasia acabaron recibiendo vivienda, pero fue Rusia quien se la dio y en su territorio, cuando ni el curtido ministro de Exteriores ruso, Sergu¨¦i Lavrov, fue capaz de conseguir que los abjasios dieran su brazo a torcer. ¡°La Administraci¨®n de Vlad¨ªmir Putin hizo que nos dieran las viviendas que hab¨ªan sido construidas para voluntarios en las olimpiadas de Invierno de Sochi (en 2014)¡±, dice una de las afortunadas con un alojamiento en Krasnaya Poliana.
Los problemas concretos de los rusos en Turkmenist¨¢n y en Abjasia han estado ligados, respectivamente, al negocio del gas y al deseo de no estropear las relaciones con un territorio clave para la presencia rusa en el mar Negro. ¡°Esto ocurre porque las autoridades rusas identifican sus propios intereses de grupo con los intereses del Estado y los defienden frente a los intereses de la ciudadan¨ªa tanto en el interior de Rusia como en el extranjero¡±, afirma Svetlana G¨¢nnushkina, dirigente de la ONG ¡°Ayuda C¨ªvica¡±, que ayud¨® al colectivo de v¨ªctimas de las ocupaciones de Abjasia a defender sus intereses en Rusia. Es el turno de Bielorrusia.
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