Goodbye, Boris?
Las decisiones del primer ministro brit¨¢nico en el ¨¢mbito nacional fueron las que finalmente propiciaron su ca¨ªda
Boris Johnson se dedic¨® durante a?os a cultivar una imagen de buf¨®n bienintencionado, simp¨¢tico y exc¨¦ntrico, como si de un personaje procedente de las p¨¢ginas de una novela de Agatha Christie se tratase. Junto con su pelo desali?ado y sus desajustados trajes, sus frecuentes (e inapropiados) comentarios se convirtieron en parte esencial del personaje. En lugar de restarle importancia a la educaci¨®n privilegiada que hab¨ªa recibido, la mostr¨® siempre que pudo...
Boris Johnson se dedic¨® durante a?os a cultivar una imagen de buf¨®n bienintencionado, simp¨¢tico y exc¨¦ntrico, como si de un personaje procedente de las p¨¢ginas de una novela de Agatha Christie se tratase. Junto con su pelo desali?ado y sus desajustados trajes, sus frecuentes (e inapropiados) comentarios se convirtieron en parte esencial del personaje. En lugar de restarle importancia a la educaci¨®n privilegiada que hab¨ªa recibido, la mostr¨® siempre que pudo.
A lo largo de su carrera (y con su naturaleza de L¨¢zaro puede ser prematuro hablar en pasado), Johnson ha demostrado, de manera consistente, una ambici¨®n desmedida y una gran capacidad para sacrificar tanto la lealtad como sus supuestos principios en el altar de su ambici¨®n. Poco tiene esto que ver con el modelo de caballero ingl¨¦s.
La iron¨ªa es que este pol¨ªtico populista alcanz¨® el poder bajo la promesa de otorgar al pueblo lo que merec¨ªa. Con una habilidad incuestionable, elabor¨® un relato en el que tanto el Parlamento como el poder judicial hab¨ªan conspirado contra la ciudadan¨ªa, rob¨¢ndoles su voto en el Brexit. Su estrategia no solo ignor¨® las funciones de los dem¨¢s poderes del Estado, sino que persigui¨® socavarlos.
Como primer ministro, sus intentos por silenciar al legislativo colisionaron con la soberan¨ªa parlamentaria, principio constitucional fundamental brit¨¢nico. Aun cuando te¨®ricamente respet¨® al poder judicial, en la pr¨¢ctica se enfrent¨® con ¨¦l. Por ejemplo, con la sentencia Miller II del Tribunal Supremo, que impidi¨® al Ejecutivo suspender el Parlamento en 2019, no tuvo pudor en reavivar el sentimiento antijudicial, que la prensa amarilla hab¨ªa instigado durante la saga del Brexit con aquel infame titular ¡°Enemigos del pueblo¡±. Recientemente, su Gobierno ha abogado por una posible sustituci¨®n del Human Rights Act, norma que incorpora la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos en la legislaci¨®n nacional, por una Bill of Rights (brit¨¢nica), caracterizando t¨¢citamente a los jueces como intrusos. Huelga decir que ning¨²n Estado democr¨¢tico comprometido con los derechos fundamentales se puede permitir tal desprecio.
La indiferencia de Johnson hacia el principio de legalidad no culmin¨® aqu¨ª. Tampoco tuvo reparo en comentar que el respeto al derecho internacional (por ejemplo, el protocolo de Irlanda del Norte) pod¨ªa dispensarse. Tales declaraciones provocaron un rechazo un¨¢nime de cuatro jefes de Gobierno anteriores: Major, Blair, Brown y May, evidenciando la gravedad de las declaraciones, y aglutinando a la clase pol¨ªtica m¨¢s all¨¢ de diferencias ideol¨®gicas.
En cualquier caso, sus decisiones en el ¨¢mbito dom¨¦stico fueron las que finalmente propiciaron su ca¨ªda. El impacto de los esc¨¢ndalos por las fiestas celebradas en el 10 de Downing Street durante la pandemia condujo a un rechazo frontal de muchos ciudadanos que confiaron en ¨¦l en 2019. Igualmente, su conocimiento de posibles alegaciones sobre el comportamiento sexual inapropiado del parlamentario Chris Pincher, con anterioridad a la incorporaci¨®n de este al Gobierno, fue letal. A pesar de que Johnson segu¨ªa aduciendo que era la voz de los ciudadanos, la indignaci¨®n frente a estas pr¨¢cticas no se ha circunscrito a los muros de Westminster. Hasta tal punto este clamor ha sido poderoso que cabe la posibilidad de que no se le permita continuar como primer ministro interino y que la oposici¨®n lidere un vote of no confidence.
Adem¨¢s de este escenario, Johnson podr¨ªa ser expulsado por sus propios compa?eros antes de septiembre (cuando se calcula, aproximadamente, que el nuevo l¨ªder de los tories sea nombrado). Su incapacidad para asumir su responsabilidad y dimitir, esc¨¢ndalo tras esc¨¢ndalo, as¨ª como para exigir la salida de sus ac¨®litos cuando incumplieron los est¨¢ndares requeridos en la vida p¨²blica, ha llevado inevitablemente al anuncio del pasado jueves.
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