Un matrimonio roto por las minas, un estudiante fil¨¢ntropo y un teatro que nunca cierra: la heroica resistencia del pueblo ucranio recibe el premio S¨¢jarov
La poblaci¨®n del pa¨ªs invadido por Rusia recibe este mi¨¦rcoles el principal galard¨®n de las instituciones europeas a la libertad de conciencia
El matrimonio formado por Sergii Mikolaiovich, de 69 a?os, y Luvob Shevchenko, de 65, paseaba el 19 de julio por el campo en los alrededores de su casa de Mila, a las afueras de Kiev. Trataban de recuperar el tiempo perdido por la guerra, que destroz¨® su apartamento en un bombardeo el 3 de marzo. Ambos se aireaban mientras recog¨ªan frambuesas por un lugar que hab¨ªa estado en manos de los invasores rusos, pero que, desde que fueron expulsados en abril, hab¨ªa vuelto a ser territorio familiar en los ratos de asueto vespertinos de estos dos jubilados. Tambi¨¦n de otros vecinos de la zona. De repente, ella salt¨® por los aires y grit¨® en medio de una nube de humo. ¡°Corr¨ª y vi sus piernas destrozadas¡±, rememora Sergii mientras una enorme gr¨²a opera delante de su da?ado edificio. El equipo m¨¦dico de la ambulancia no se atrevi¨® a avanzar hasta el lugar de la explosi¨®n por miedo a las minas como la que acababa de estallar. La mujer tuvo que ser llevada a rastras medio kil¨®metro por su marido y unos polic¨ªas con ayuda de una especie de camilla que les facilitaron los sanitarios. Tardaron como una hora en sacarla, calcula ¨¦l. De camino al hospital, la vida de Luvob se apag¨® para siempre.
Este mi¨¦rcoles tiene lugar en Estrasburgo la ceremonia de entrega del Premio S¨¢jarov, el m¨¢s importante que conceden las instituciones de la Uni¨®n Europea. En la presente edici¨®n recae sobre el pueblo de Ucrania, liderado por el presidente Volod¨ªmir Zelenski, por la defensa heroica de su pa¨ªs ante la invasi¨®n rusa. Sin buscarlo ni saberlo, Sergii Mikolaiovich y su difunta esposa son, por tanto, dos de los destinatarios del galard¨®n. ?l desconoce la existencia de este premio instituido en 1988, pero s¨ª sabe qui¨¦n fue Andr¨¦i S¨¢jarov, quien, tras fabricar la primera bomba de hidr¨®geno para la URSS, se convirti¨® en disidente y activista por los derechos humanos, lo que le vali¨® el premio Nobel de la Paz en 1975. Como parte del duelo, el propio Sergii ayud¨® a las autoridades a marcar la zona en la que su mujer result¨® mortalmente herida y que ahora se halla vedada para los visitantes.
Hay cientos de historias a pie de calle que sirven para explicar esa resistencia de Ucrania frente a la ocupaci¨®n a gran escala lanzada el 24 de febrero por el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin. El frente de batalla va mucho m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea de confrontaci¨®n de ambos ej¨¦rcitos. La invasi¨®n ha sumido al pa¨ªs en una dolorosa catarsis, ha roto miles de familias y ha impulsado una sociedad civil que extiende sus tent¨¢culos hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de los m¨¢s de 600.000 kil¨®metros cuadrados que ocupa Ucrania. Solo los 15 millones de ucranios que han sido desplazados, la mitad de ellos fuera del pa¨ªs, suponen ya el mayor movimiento de poblaci¨®n en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
A Oleksii Rudenko, de 25 a?os, la invasi¨®n le pill¨® en Lituania durante una de las etapas de su programa de doctorado en Historia. Como muchos otros, de inmediato se puso manos a la obra con un grupo de amigos y conocidos e improvis¨® una cadena de financiaci¨®n desde Polonia. ¡°Hemos recaudado en total 10 millones de grivnas (algo m¨¢s de 250.000 euros) para uniformes, chalecos antibalas, cascos, aparatos GPS, tabletas o visores nocturnos¡±, explica por tel¨¦fono desde la regi¨®n de J¨¢rkov, donde se encuentra estos d¨ªas. En sus campa?as han llegado a participar jugadores de f¨²tbol o grupos de m¨²sica como Kalush Orchestra, banda ucrania ganadora del ¨²ltimo Festival de Eurovisi¨®n.
Rudenko regres¨® a su pa¨ªs en agosto, pero no ha podido volver a salir m¨¢s, ni como estudiante ni para formar parte de eventos a los que es invitado por su actividad filantr¨®pica. ¡°Una semana despu¨¦s de mi vuelta se anunci¨® que hab¨ªa muchos falsos estudiantes que quer¨ªan salir, as¨ª que los agentes fronterizos o el Gobierno decidieron cerrar las fronteras para todos los estudiantes, aunque tuvi¨¦ramos toda nuestra documentaci¨®n o, como en mi caso, solo se tratara de continuar los estudios fuera¡±, lamenta. Otros j¨®venes consultados por EL PA?S confirman como ¨¦l que muchos lograron escapar del pa¨ªs para no ser llamados a filas matricul¨¢ndose en falso en universidades o m¨¢steres en el extranjero. Algunos de los perjudicados son precisamente estudiantes que se hab¨ªan beneficiado de becas Erasmus que no han logrado salir de Ucrania hacia sus destinos en universidades de otros pa¨ªses de Europa. ¡°No hay motivo para que en casos como el m¨ªo no podamos salir, pero tenemos que acatar¡±, zanja resignado, pero decidido a no perder el tiempo en lamentos.
La heroica resistencia premiada con el Premio S¨¢jarov encuentra tambi¨¦n acomodo en la escena cultural. El s¨®tano de Kiev que acoge el ¨²nico teatro del pa¨ªs en el que se representan obras en ingl¨¦s ya no es solo ese refugio en el que en los primeros d¨ªas de la guerra se resguardaron los vecinos del barrio. El peligro inminente de ocupaci¨®n militar de la capital ha quedado atr¨¢s ¨Dno as¨ª los bombardeos sobre la urbe, que siguen siendo frecuentes¨D, lo que ha permitido retomar las actividades en este proEnglish Theatre. Dando una vuelta de tuerca m¨¢s, la semana pasada la peque?a sala fue escenario para el estreno en Ucrania de la adaptaci¨®n al ingl¨¦s de una obra de la autora local Neda Nezhdana. Pussycat in Memory of Darkness (gatito en recuerdo de la oscuridad) narra la historia reciente de un pa¨ªs a la sombra del conflicto que se desat¨® en 2014.
La ¨²nica protagonista, sin nombre, est¨¢ interpretada por una poderosa Kristin Milward que, tras representar la obra en Londres, ha viajado a la capital de Ucrania. La actriz brit¨¢nica, que llega a levantar el pu?o desde detr¨¢s de una barricada mientras luce un casco y ondea la bandera de Ucrania, arranca las l¨¢grimas de algunos de los que ven representados en el escenario un conflicto que viven en primera persona. La propia Milward acaba emocionada: ¡°Me siento muy afortunada. Es un privilegio, un honor. Gracias por vuestra generosidad¡±.
Con mucha m¨¢s frialdad, Sergii Mikolaiovich muestra la joya que es el ¨¢lbum de fotos familiar en el que desempe?a un papel esencial su mujer. Insuperable para la ocasi¨®n del Premio S¨¢jarov, el tomo con hojas de cartulina moradas alberga un compendio de la vida de Ucrania durante m¨¢s de un siglo, desde antes del nacimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ¡ªque cumplir¨ªa 100 a?os el pr¨®ximo d¨ªa 30¡ª hasta ahora, algo m¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s de su desintegraci¨®n. Sergii se detiene en las im¨¢genes de su boda, celebrada en 1985 a la sombra de la hoz y el martillo. Esas fotos presentan ya esos colores apagados que tanto buscan a veces los filtros de Instagram. Tambi¨¦n se?ala la primera instant¨¢nea de la familia completa. Fue tras el nacimiento de su hijo en 1988, que se un¨ªa a la hija que tuvieron dos a?os antes.
A su hijo fue al primero al que llam¨® desde dentro de la ambulancia aquel 19 de julio, cuando comprob¨® que una doctora se giraba para tapar el cuerpo de Luvob para que su marido no fuera testigo desde el asiento del copiloto de sus ¨²ltimos h¨¢litos de vida. De nada hab¨ªan servido los dos torniquetes que improvis¨® Sergii en medio del bosque para tratar de frenar la sangr¨ªa de los miembros amputados. Uno, con la correa de un bolso; otro, con la tela que obtuvo tras cortarle apresurado los pantalones. ¡°Mi mujer estaba todav¨ªa consciente. Le di un poco de agua¡±, detalla sin querer verter culpas en los servicios de emergencia que no se atrevieron a adentrarse en el campo minado con la ambulancia. ¡°Solo Rusia es responsable¡±.
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