Yen¨ªn, zona de guerra en Cisjordania: drones, francotiradores, bombardeos y hospitales rodeados
El 66% de los palestinos muertos desde el 7 de octubre en ese territorio ocupado perecieron en ¡°operaciones de busca y captura¡± del ej¨¦rcito israel¨ª sobre esa regi¨®n y la cercana Tulkarem, seg¨²n la ONU
Cuando el 25 de noviembre Asaad al Damagh cay¨® fulminado en un callej¨®n del campo de refugiados de Yen¨ªn, se oyeron dos explosiones. Un primer proyectil asesin¨® a Al Damagh; el segundo derrib¨® llena de metralla a Maisa, una palestina de 30 a?os que trataba de socorrer al hombre arrastr¨¢ndolo hacia su casa. Con el cuerpo horadado por las mismas piezas met¨¢licas que convirtieron en un colador la fachada de la vivienda, la mujer logr¨® entrar en el zagu¨¢n. Su hijo mayor, Riad, de 10 a?os, cuenta que antes hab¨ªa visto ¡°algo gris en el cielo¡±. Era un dron del ej¨¦rcito israel¨ª. Maisa yace ahora en un...
Cuando el 25 de noviembre Asaad al Damagh cay¨® fulminado en un callej¨®n del campo de refugiados de Yen¨ªn, se oyeron dos explosiones. Un primer proyectil asesin¨® a Al Damagh; el segundo derrib¨® llena de metralla a Maisa, una palestina de 30 a?os que trataba de socorrer al hombre arrastr¨¢ndolo hacia su casa. Con el cuerpo horadado por las mismas piezas met¨¢licas que convirtieron en un colador la fachada de la vivienda, la mujer logr¨® entrar en el zagu¨¢n. Su hijo mayor, Riad, de 10 a?os, cuenta que antes hab¨ªa visto ¡°algo gris en el cielo¡±. Era un dron del ej¨¦rcito israel¨ª. Maisa yace ahora en una cama del hospital Ibn Sina de Yen¨ªn, una ciudad de unos 50.000 habitantes en el norte de Cisjordania. La han operado ya tres veces para sacarle la metralla del cuerpo pero no ve bien por un ojo. Otros pacientes con metralla en el cr¨¢neo, como ella, dice su marido, ¡°se han quedado ciegos¡±.
El campo de refugiados de Yen¨ªn es para muchos palestinos un feudo de la resistencia a la ocupaci¨®n israel¨ª. Para Israel, este lugar de menos de medio kil¨®metro cuadrado en el que se hacinan 14.000 desplazados, hijos y nietos de la Nakba, es un nido de ¡°terroristas¡± de Ham¨¢s, Yihad Isl¨¢mica y otras organizaciones. En la segunda militaba Al Damagh, asesinado sin preguntas y sin posibilidad de defenderse ante un tribunal. Esa categor¨ªa ¡ª¡°terrorista¡±¡ª es la que Israel aplica sistem¨¢ticamente a quienes han muerto en incursiones militares israel¨ªes en la ciudad y, sobre todo, en el campo. Esas operaciones, recurrentes desde hace d¨¦cadas, suceden ¡°sin freno¡± y hasta tres veces por semana desde el 7 de octubre, el d¨ªa que Ham¨¢s atac¨® Israel, explica Luz Saavedra, coordinadora local de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF), la ¨²nica organizaci¨®n internacional que trabaja de forma permanente en el campo. En la ¨²ltima de esas operaciones que Israel llama de ¡°busca y captura¡±, el 28 y el 29 de noviembre, el ej¨¦rcito israel¨ª anunci¨® la muerte de cuatro de esos ¡°terroristas¡±. Uno ten¨ªa ocho a?os. Se llamaba Adam Saber al Ghouk. Otro, Basil Suleiman Abu al Wafa, 15. Dos ni?os que murieron desarmados por los disparos de un soldado israel¨ª.
Desde el 7 de octubre hasta el 23 de noviembre, militares israel¨ªes hab¨ªan matado en Cisjordania a 211 personas, casi la mitad de los 452 palestinos que han perecido por el mismo motivo en 2023. De ellos, 54 eran ni?os. Otros ocho palestinos ¡ªincluido otro ni?o¡ª fueron asesinados por colonos israel¨ªes, seg¨²n un documento de la coordinaci¨®n humanitaria de Naciones Unidas (OCHA). El 66% murieron en operaciones de busca y captura, ¡°fundamentalmente en las gobernaciones de Yen¨ªn y Tulkarem¡±, separadas por 60 kil¨®metros.
Las calles del campo de refugiados de Yen¨ªn dan cuenta de esa retah¨ªla de muertos. Cada dos pasos, altares improvisados, fotos enmarcadas o fotocopiadas, rinden homenaje a los muchos hombres, alguna mujer y no pocos ni?os abatidos por los militares israel¨ªes por su pertenencia, real o sospechada, a grupos armados. Otros rostros de esas fotos son los de v¨ªctimas de un francotirador, del fuego cruzado entre milicianos y soldados, o de las explosiones y los bombardeos que suceden en esas operaciones ¡°de busca y captura¡± que convierten el campo de refugiados en una zona de guerra. En julio, el ej¨¦rcito israel¨ª incluso dispar¨® misiles contra el campo de refugiados desde dos helic¨®pteros de guerra Apache.
Armas de guerra
Las incursiones militares que, en las casi ocho semanas que dura tambi¨¦n la guerra de Gaza, ¡°han aumentado su frecuencia y su intensidad¡±, recalca Saavedra, empiezan con los drones, una presencia ominosa cuyo zumbido es a menudo el augurio de que el campo va a ser declarado ¡°zona militar cerrada¡± y el ej¨¦rcito israel¨ª va a irrumpir en ¨¦l. Despu¨¦s llegan los soldados al caer el sol, acompa?ados de las D-9, enormes excavadoras militares que arrasan a su paso el asfalto y el alcantarillado, incluso muros enteros de casas, que los vecinos ya ni se molestan en reparar. Mientras, los francotiradores se apostan en los tejados e incluso dentro de las casas del campo. Salah Eddine Mansour, un abogado de 28 a?os, se?ala las paredes llenas de cicatrices. Los agujeros grandes en las fachadas sirven ¡°al francotirador para sacar el ca?¨®n del arma¡±. Tambi¨¦n, por doquier, hay otros boquetes algo m¨¢s peque?os: la huella de los disparos. En algunos de esos agujeros de bala, cabe una mano. Los soldados, explican varios refugiados en la calle, usan munici¨®n de la que explota al entrar en el cuerpo.
Emm Haitham, de 66 a?os, se?ala el coche de su hijo. El veh¨ªculo tiene la mitad de su carrocer¨ªa aplastada como una lata de refresco que se ha apretado entre las manos. Un bulldozer israel¨ª le pas¨® por encima. Junto a las casas, largas lonas negras cuelgan de los cables de la luz. Intentan ocultar las calles a las c¨¢maras de los drones israel¨ªes, explica la coordinadora de MSF.
No muy lejos, una mujer abre la puerta de su casa y ense?a una pared cuya parte superior se ha volatilizado. Un cohete israel¨ª la arranc¨® de cuajo, explica. Luego se?ala al suelo y dice que, en una incursi¨®n, un hombre al que los soldados buscaban se escondi¨® en su patio. ¡°Le pegaron un tiro y se lo llevaron¡±, recuerda.
Los militares israel¨ªes no solo han incrementado desde el d¨ªa del ataque de Ham¨¢s su habitual violencia en este campo de refugiados, que fue uno de los principales escenarios de la segunda Intifada palestina hace dos d¨¦cadas. Tambi¨¦n impiden que los heridos obtengan atenci¨®n m¨¦dica r¨¢pida al bloquear las entradas de los hospitales de la ciudad, sobre todo de uno, el hospital p¨²blico m¨¢s grande de Yen¨ªn, el Jalil Suleim¨¢n, que esta pegado al campo, explica la trabajadora de MSF. Saavedra describe c¨®mo los soldados detienen las ambulancias, las registran y piden la documentaci¨®n a todos sus ocupantes. Esta humanitaria recuerda el caso de un hombre de 45 a?os con discapacidad intelectual, que recibi¨® un disparo en el abdomen durante una incursi¨®n israel¨ª, y que ingres¨® ya cad¨¢ver porque la ambulancia no lleg¨® a tiempo.
MSF apoya a las urgencias del Jalil Suleim¨¢n. Tambi¨¦n ha formado a voluntarios del campo, algunos con experiencia sanitaria previa y otros no, para que puedan ofrecer atenci¨®n b¨¢sica de urgencia a los heridos mientras llegan las ambulancias, en lo que llaman ¡°puntos de estabilizaci¨®n¡±; casas o locales habilitados para ello. De uno de ellos, bombardeado en julio por el ej¨¦rcito israel¨ª, solo quedan paredes carbonizadas y rejas retorcidas. MSF ha donado adem¨¢s a los voluntarios un cochecito como los que se usan en los campos de golf, habilitado con una camilla, para trasladar a los heridos por las angostas calles del campo.
Tirar a matar
El hospital Jalil Suleim¨¢n tiene los ventanales de sus escaleras quebrados por los balazos. Su director, Wisam Bakr, explica que los militares israel¨ªes no solo impiden a las ambulancias entrar sino que han llegado a llevarse detenidos a heridos que estaban en su interior. Tanto utilizar armas como bombas con metralla o misiles en zonas urbanas civiles, como atacar hospitales e impedir que se socorra a los heridos, pueden constituir cr¨ªmenes de guerra.
¡°Desde el ataque de Ham¨¢s¡±, deplora el doctor Bakr, los soldados israel¨ªes ¡°disparan a matar¡± y lo hacen incluso hacia personas que est¨¢n en el hospital. Un hombre que vend¨ªa caf¨¦ en la entrada del recinto muri¨® hace poco por el disparo de un francotirador, explica el m¨¦dico, que ense?a un v¨ªdeo de las c¨¢maras del hospital que registraron ese asesinato. A su lado, Jaled Musarwe, un conductor de ambulancias de 43 a?os, relata c¨®mo los soldados israel¨ªes le han detenido, esposado y maltratado cuando trataba de evacuar heridos en varias operaciones de busca y captura. En una ellas, un francotirador le peg¨® un tiro al veh¨ªculo, sostiene. ?l sali¨® ileso.
Sabreen Zaid, de 32 a?os, tuvo peor suerte. Esta param¨¦dica, ingresada en el otro gran hospital de Yen¨ªn, el Ibn Sina, sobrevivi¨® a los disparos de un francotirador israel¨ª, que la alcanz¨® el 9 de noviembre. La mujer estaba tambi¨¦n dentro de una ambulancia de la Media Luna Roja Palestina, cuyo personal trataba de asistir a otros dos palestinos heridos de bala. Los proyectiles atravesaron la carrocer¨ªa y dos de ellos se alojaron en su zona lumbar. Uno le roz¨® la m¨¦dula espinal y, desde entonces, no puede mover una pierna. Tambi¨¦n Sabreen tiene un v¨ªdeo del tiroteo. En ¨¦l, se oye el silbido de una lluvia de balas y unos pavorosos gritos de dolor.
En las urgencias del Jalil Suleim¨¢n, el jefe de enfermeros, Qassem Jomah Bani Garrah, ha perdido la cuenta de los heridos de bala que ha tratado. En una operaci¨®n de busca y captura, recuerda, entraron por urgencias 108 pacientes en 47 horas, casi todos con heridas de bala y de metralla. ¡°Desde el 7 de octubre, nos llegan pacientes en pedazos por explosiones o con metralla en el coraz¨®n. A un chico le tuvimos que amputar las dos piernas y a otro, una bala explosiva le arranc¨® el antebrazo¡±, recuerda el enfermero.
Hass¨¢n, de 13 a?os, est¨¢ sentado en una silla de ruedas en otra habitaci¨®n del hospital Ibn Sina. Tambi¨¦n ¨¦l recibi¨® dos disparos en el abdomen de soldados israel¨ªes, en la misma incursi¨®n en la que result¨® herida la param¨¦dica, el 9 de noviembre. El chico se r¨ªe cuando le hablan de su equipo, el Bar?a, pero su gesto se torna serio cuando explica c¨®mo un francotirador le dispar¨®. Luego echa la cuenta de a cu¨¢ntos de sus amigos han matado los soldados: cinco, dice, y a?ade: ¡°A otros tres tambi¨¦n les han disparado¡±
En una casa del campo de refugiados, una mujer limpia unas alfombras con un cepillo. Su hija Sadil, de 15 a?os, muri¨® tambi¨¦n por un disparo en la cabeza. Cuando se le pregunta por ella, el cepillado se torna fren¨¦tico y la mujer llama a Malak, una amiga de la adolescente muerta, para que hable con este diario. La joven explica que su hermano fue el primero que vio a Sadil en el suelo. En ese momento, se acerca un hombre joven.
- ?Este hombre es tu hermano, el que encontr¨® a Sadil?
- No, responde. Y se echa a llorar.
- ?Por qu¨¦ lloras?
- A mi hermano lo mataron los israel¨ªes hace dos semanas.
Cuando se atraviesa la L¨ªnea Verde, la frontera imaginaria entre Israel y Cisjordania, ¡°si eres palestino, pierdes inmediatamente 20 a?os de esperanza de vida¡±, dice la coordinadora de MSF. La causa es ¡°la violencia de la ocupaci¨®n israel¨ª¡±. La mayor¨ªa de los refugiados del campo de Yen¨ªn nunca ha atravesado esa frontera de hecho establecida en 1949 entre Israel y estos territorios ocupados. Para salir de Cisjordania, necesitan un permiso que Israel sistem¨¢ticamente les niega. La playa est¨¢ a unos 50 kil¨®metros. Muchos adolescentes del campo de refugiados de Yen¨ªn han muerto sin haber visto nunca el mar.
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