¡°Una tumba de sue?os palestinos¡±: La guerra hunde a los refugiados del campo de Aida
El ej¨¦rcito de Israel, apostado detr¨¢s del vecino muro de hormig¨®n, incrementa las incursiones y las detenciones en una comunidad de 5.500 habitantes, donde la mitad son menores
¡°Aida es una tumba de sue?os de los palestinos¡±, describe Said Zain, de 25 a?os, vestido de negro de arriba a abajo. ¡°Aqu¨ª hay solo dos salidas: o te vuelves loco o te vuelves muy imaginativo y creativo¡±. ?l prefiere lo segundo y es a lo que se dedica en su faceta de psic¨®logo en el Centro de la Juventud del campo de refugiados de Aida (Cisjordania). Su discurso recoge una retah¨ªla de calamidades, todas con las que tropiezan en su d¨ªa a d¨ªa. Pero desde que estall¨® la guerra el pasado 7 de octubre, ese mundo de infortunios va de mal en peor, a?ade. Las incursiones militares de Israel, aunque con menor violencia que en otros campos cisjordanos como el de Yen¨ªn o Tulkarem, tienen lugar varias veces a la semana.
Esta semana, de momento, los soldados hab¨ªan entrado el lunes y el martes. Los vecinos muestran v¨ªdeos de las dos jornadas. Los detenidos en Aida desde que estall¨® la guerra llegan casi al medio centenar y entre ellos hay algunos menores. Adem¨¢s, un disparo acab¨® con la vida de un adolescente el 10 de noviembre. El creciente grado de violencia y de presencia militar ha frenado casi por completo las actividades culturales, de ocio y deportivas que se desarrollan de manera cotidiana especialmente con los menores, que representan en torno a la mitad de la poblaci¨®n de Aida, unas 5.500 personas.
Entre los detenidos en los ¨²ltimos d¨ªas, se encuentran los dos m¨¢ximos responsables del Centro de Juventud que, al mismo tiempo, son dos de los l¨ªderes de la comunidad. En la noche del lunes los uniformados se llevaron de su casa a Munther Amari de despu¨¦s de agredir a uno de sus hermanos y encerrar en una dependencia a su mujer y sus hijos, seg¨²n detalla Said Zain. Amari es un conocido activista por la paz miembro del Comit¨¦ de Coordinaci¨®n de la Lucha Popular, un movimiento de resistencia no violenta en Palestina. El 28 de noviembre el ej¨¦rcito se hab¨ªa llevado a Anas Abu Srour. Los dos se encuentran bajo detenci¨®n administrativa, es decir sin cargos ni derecho a abogado. ¡°Con ellos dos detenidos estamos perdidos, bloqueados¡¡±, lamenta Zain, al tiempo que destaca el trabajo de ambos en todo tipo de labores de ayuda y de mantener cohesionados a los habitantes. ¡°Buscan el colapso de la comunidad, creo que no hay otra raz¨®n¡±, concluye el joven hundiendo la cabeza sobre el teclado del ordenador.
¡°Tras el 7 de octubre se han incrementado los arrestos y las incursiones. A veces entran en las casas de los menores que tienen encarcelados (en Israel) y cometen destrozos. Los soldados est¨¢n siendo muy agresivos. Se sienten impunes y eso es muy peligroso¡±, se?ala Mohamed Alazaa, de 33 a?os, director del Centro Cultural Lajee (que significa refugiado en ¨¢rabe). Su sede fue asaltada en la redada del pasado d¨ªa 10. Una de sus secciones de esta instituci¨®n de Aida que ha tenido que interrumpir su actividad es la de f¨²tbol, cuyo equipo el Lajee Celtic (o Aida Celtic). Toma el nombre de su vinculaci¨®n con la Brigada Verde del Celtic de Glasgow escoc¨¦s, una afici¨®n abiertamente propalestina.
Durante un partido de la UEFA Champions League en 2016, recibieron con banderas palestinas al rival, el Hapoel Beersheva israel¨ª. Fueron multados con 10.000 euros, pero la Brigada Verde logr¨® recaudar m¨¢s de 200.000. Parte de ese dinero fue donado al Aida Celtic. Alguna de las siete torres de vigilancia del muro israel¨ª se asoma sobre el terreno de c¨¦sped artificial donde estos d¨ªas ha ca¨ªdo alg¨²n bote de humo, como muestra Alazaa. ¡°Por responsabilidad, hemos tenido que parar¡±, argumenta mientras se acaricia la cicatriz que un disparo le dej¨® en el rostro en 2013 cuando se asom¨® al balc¨®n del centro cultural. Pero no solo el asedio de ej¨¦rcito preocupa a la poblaci¨®n de Aida, reconoce Alazaa con un ojo puesto en Gaza. ¡°No tiene sentido mantener nuestra vida normal con lo que est¨¢ ocurriendo all¨ª¡±, sentencia.
¡°Todos somos terroristas¡±
¡°Aqu¨ª, la situaci¨®n siempre ha sido muy mala: detenciones, destrucci¨®n de viviendas, falta de privacidad, disparos, gases lacrim¨®genos¡ Pero desde ese d¨ªa, todo ha empeorado. Los j¨®venes somos un peligro en los controles militares, todos somos considerados terroristas, por eso tengo mucho m¨¢s miedo que antes¡±, explica Zain. El mes pasado le afect¨® much¨ªsimo enterarse de c¨®mo los militares detuvieron a su vecino, Jader Lofti, padre de tres hijas. Le vendaron los ojos, lo maniataron, le obligaron a arrodillarse y empezaron a golpearle repetidamente en el est¨®mago hasta que se derrumb¨® mientras uno de ellos lo grababa todo. Seguidamente, para escarnio de la familia y de los vecinos de Aida, lo publicaron en redes sociales. ¡°Si son capaces de hacer esto delante de la c¨¢mara, imagina detr¨¢s¡±, comenta mientras muestra las im¨¢genes.
Una enorme llave negra sobre un arco en forma de cerradura da la bienvenida al campo de Aida, a las afueras de Bel¨¦n. Representa la expulsi¨®n de los palestinos de sus casas en 1948, cuando naci¨® Israel, y la determinaci¨®n por regresar. Pero no solo la llave, todo Aida es un machac¨®n recordatorio de que, aunque hayan pasado 75 a?os y las originales tiendas de campa?a sean ahora casas de ladrillo, se trata de un asentamiento provisional. El espacio de 0,71 kil¨®metros otorgado en 1950 por la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) para que se establecieran poco m¨¢s de un millar de expulsados de una veintena de pueblos, es la misma parcela en la que hoy se hacinan unas 5.500.
¡°Nac¨ª aqu¨ª y crec¨ª aqu¨ª¡±, relata Said Zain. ¡°Mi abuelo fue expulsado de Jerusal¨¦n y, aunque estamos a solo siete kil¨®metros, no la he pisado en mi vida. Tampoco he visto el mar. Ese es mi sue?o¡±, a?ade. Otro m¨¢s enterrado en esa tumba a la que se refiere. Es consciente de que la playa se encuentra a solo 50 kil¨®metros, una distancia infranqueable para alguien que, como ¨¦l, vive bajo la ocupaci¨®n israel¨ª. ¡°Muchas ma?anas me levanto y pienso ?Por qu¨¦ me ha tocado a m¨ª esta vida?¡±. Su prioridad ahora mismo, sin embargo, es tratar de sacar adelante a los ni?os, cuyas condiciones de vida, ya complicadas en circunstancias normales, se han visto salpicadas por la guerra. ¡°Est¨¢n traumatizados y los mejor para tratarlos ser¨ªa sacarlos de este ambiente, pero eso es imposible. No hay posibilidad de que reciban el tratamiento adecuado¡±, describe haciendo referencia al callej¨®n sin salida en el que viven.
El 100% de los 236 habitantes de Aida que se sometieron en 2017 a un estudio de la Universidad de California, en Berkeley (EE UU), afirmaron haber estado sometidos a los gases lacrim¨®genos. Los vecinos aseguran que con la actual contienda el lanzamiento de botes de humo se sucede casi a diario. La gran cantidad de casquillos que dispara el ej¨¦rcito llev¨® a un joyero local a aprovecharlos para realizar objetos como colgantes o pendientes de recuerdo que se venden en su comercio, The key of return (la llave del regreso).
Un cuadro de cer¨¢mica tradicional palestina indica en la puerta del Centro Cultural Lajee que Jerusal¨¦n se encuentra a 7,8 kil¨®metros. Delante, a unos metros del edificio, el gran monstruo de hormig¨®n del muro israel¨ª recuerda que esa distancia es estos d¨ªas m¨¢s falsa que nunca, pues la carretera est¨¢ cortada por la guerra. En el asalto a la sede del club el 10 de diciembre, los soldados subieron a la azotea y arrancaron, m¨¢stil incluido, la bandera palestina que ondeaba. Esa barra la emplearon para poner sobre el muro una bandera israel¨ª. ¡°Tuvimos dudas de si deber¨ªamos volver a colocarla. Hab¨ªa cierto miedo a que vinieran de nuevo y causaran destrozos o detuvieran a alguien. Pero ese mismo d¨ªa la repusimos. Esta es m¨¢s grande todav¨ªa¡±, afirma desafiante Mohamed Alazaa con la mirada puesta en las posiciones de las tropas israel¨ªes, all¨ª donde se llevaron el m¨¢stil. ¡°Y hemos decidido que, si la vuelven a quitar, llenaremos todo Aida de banderas palestinas. No es solo una bandera, es el s¨ªmbolo de todos los palestinos¡±, resuelve con decisi¨®n.
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