Una granja convertida en cuartel en el frente de Avdiivka: ¡°Necesitamos armas y munici¨®n; ?dense prisa!¡±
En el lugar donde m¨¢s terreno han ganado las tropas del Kremlin en Ucrania, bajo las bombas diarias del enemigo, una pareja de agricultores da refugio, cuida y alimenta a un centenar de soldados
Donde antes hab¨ªa trigo, ma¨ªz, remolacha o girasol, los rusos han sembrado minas. En la explotaci¨®n agr¨ªcola que gestiona Rom¨¢n a un lado de la carretera que une Prokrovsk (Donestk) con Ocheretine, a menos de 10 kil¨®metros al este y ya en el frente de Donb¨¢s, no dejan de caer bombas guiadas de hasta 500 kilos, proyectiles de racimo, fuego de artiller¨ªa de diferentes calibres y hasta misiles del tipo Tochka-U, capaces de dar en el blanco a una distancia de 120 kil¨®metros y con una ojiva de hasta 450 kilos de explosivo. Desde que el 17 de febrero ...
Donde antes hab¨ªa trigo, ma¨ªz, remolacha o girasol, los rusos han sembrado minas. En la explotaci¨®n agr¨ªcola que gestiona Rom¨¢n a un lado de la carretera que une Prokrovsk (Donestk) con Ocheretine, a menos de 10 kil¨®metros al este y ya en el frente de Donb¨¢s, no dejan de caer bombas guiadas de hasta 500 kilos, proyectiles de racimo, fuego de artiller¨ªa de diferentes calibres y hasta misiles del tipo Tochka-U, capaces de dar en el blanco a una distancia de 120 kil¨®metros y con una ojiva de hasta 450 kilos de explosivo. Desde que el 17 de febrero Ucrania se retir¨® de Avdiivka, a 26 kil¨®metros de distancia, la aviaci¨®n del Kremlin no deja de bombardear sobre este punto tratando de allanar el camino a su infanter¨ªa que, solo unos kil¨®metros m¨¢s atr¨¢s, ha avanzado en los ¨²ltimos d¨ªas. ¡°?Es que en Europa no lo ven?¡±, se pregunta este granjero de 58 a?os que se niega a abandonar la tierra de sus ancestros pese al asedio. ¡°Necesitamos armas y munici¨®n. Por favor, ?dense prisa!¡±.
En las ¨²ltimas jornadas, Ucrania ha conseguido contener a Rusia en esta parte del frente que, desde la salida de Avdiivka ¡ªun suburbio de la ciudad de Donestk, el basti¨®n ruso de la Ucrania ocupada¡ª no dejaba de hacer aguas. La nueva estrategia defensiva de Kiev, dejando al enemigo la iniciativa y concentr¨¢ndose en defender sus posiciones, no terminaba de dar frutos. Las bombas guiadas del Kremlin hac¨ªan estragos en su retaguardia obligando a sus soldados a retroceder, pero en los ¨²ltimos d¨ªas, la artiller¨ªa ha recibido la munici¨®n y los cohetes que hace meses que escaseaban han logrado frenar a las tropas de Putin. Sin embargo, ¡°los orcos¡± ¡ªcomo llaman los ucranios a los rusos en referencia a los malos de la trilog¨ªa de J.R.R. Tolkien El se?or de los anillos¡ª no dejan de atacar en lo que denominan ¡°una batalla de carne¡±. A los ca¨ªdos, los sustituyen otros, y a los siguientes en caer, otros m¨¢s. ¡°Esa es su ventaja¡±, sostienen los soldados de la 47? Brigada de Ucrania destacados en esta zona. ¡°Mandan a sus hombres sin que les importe cu¨¢ntos puedan perder¡±.
Esta coyuntura ha vuelto a traer la guerra a las puertas de los pagos de Rom¨¢n, de los que nunca se ha terminado de ir desde que, en 2014, estall¨® el conflicto de Donb¨¢s. ¡°Mira lo que me he encontrado esta ma?ana¡±, dice mientras destapa el volquete de su furgoneta aparcada junto a su casa. En su interior est¨¢n las alas, los alerones traseros y el morro de una bomba guiada rusa que, por suerte, no explot¨®. Con ese veh¨ªculo, recorre sus campos para mostrar c¨®mo la guerra ha afectado a su explotaci¨®n.
Decenas de tanques y blindados ucranios se esconden camuflados en estrechas y alargadas hileras de ¨¢rboles que rodean enormes sembrados para no ser detectados, pero el granjero, sin miedo aparente, se adentra en los campos abiertos en los que uno se siente peque?o y desnudo. Un blanco perfecto para el atacante. Mientras ense?a el agujero causado en el terreno por una bomba, un avi¨®n de combate pasa en vuelo rasante con su enorme estruendo. Minutos despu¨¦s, se escucha una gran explosi¨®n. Un proyectil ha ca¨ªdo a apenas 300 metros. En los alrededores, un grupo de operarios con excavadoras amarillas cavan centenares de metros de trincheras para frenar una posible ofensiva.
¡°Ayer mismo mand¨¦ 75 cerdos a una granja de Dnipr¨®¡±, cuenta mientras muestra su piara, en la que los animales restantes permanecen bajo un precario tejado agujereado por los impactos. ¡°Si los rusos los matan, quiero conservar algo para volver a empezar¡±, dice. Junto a la nave, Rom¨¢n abre la puerta de la casita en la que guarda los aperos y el pienso para los animales, pero no hay nada de eso. El inmueble ha sido transformado en un inmenso dormitorio para soldados con decenas de literas de campa?a tiradas por el suelo con sacos de dormir, cuerdas para tender y un inmenso desorden de restos de comida, cajetillas de tabaco, fusiles y ropa de color caqui. En el centro, una salamandra de le?a calienta la enorme habitaci¨®n. Cada una de las naves de su granja, en las que antes se guardaba la maquinaria o se almacenaba el grano, sirve ahora para acomodar a combatientes cuando no est¨¢n en sus posiciones o en las trincheras. En total, cerca de un centenar de hombres se oculta en cada esquina de su terreno.
La comida est¨¢ lista. Sobre la mesa de la cocina, dos de las empleadas que trabajan en esta granja-cuartel disponen un plato de salo ¨Del tocino salado t¨ªpico de Ucrania¨D con ajo y cebolla y otro con rodajas de pescado frito capturado en los lagos de alrededor. Tambi¨¦n otras tres enormes fuentes con manteca de cerdo ali?ada para untar en el pan, ensaladilla de patata del tipo Olivier y otra m¨¢s a base de remolacha. Mientras los soldados, que comen por turnos, empiezan a picar, las mujeres preparan un rancho a base de pasta con menudillos de cerdo que los hombres engullen como si no hubiera ma?ana. De beber les dan uvar, una infusi¨®n fr¨ªa a base de agua, az¨²car y diferentes frutas y hierbas. Tambi¨¦n les lavan la ropa cuando lo necesitan. ¡°Todos estos chicos se han convertido ahora en nuestros hijos¡±, afirma Rom¨¢n. ¡°Llevan una vida muy dura en el frente e intentamos que aqu¨ª descansen bien y tengan todo lo que necesitan¡±.
Las maletas hechas
En las habitaciones que el granjero y Yulia, su mujer, ocupan, todo es provisionalidad. Las maletas est¨¢n hechas y sus objetos m¨¢s valiosos, empaquetados, por si hay que salir corriendo. Algunas de sus cosas las han mandado ya a sitios m¨¢s seguros. El poco tiempo que les dejan los soldados lo dedican a embotar comida ¡ªsalsa de tomate, verduras, estofado de cerdo (el tushonka t¨ªpico de los pa¨ªses del este)¡ª en grandes tarros que almacenan en estanter¨ªas bajo una trampilla con garrafas de aceite y otros productos no perecederos en el refugio antia¨¦reo que se han construido en el s¨®tano. Sus dos hijas, una estudiante de 18 a?os y la otra, de 31, casada con un instructor del ej¨¦rcito, est¨¢n a salvo en la ciudad de Dnipr¨®, 240 kil¨®metros al oeste, donde la guerra apenas se siente. ¡°Para nosotros eso es lo m¨¢s importante, que las ni?as est¨¦n bien mientras nosotros sigamos aqu¨ª¡±, asegura Rom¨¢n junto a su esposa.
Yulia, con los ojos empa?ados, cuenta que ellas les llaman cada d¨ªa pidi¨¦ndoles que se vayan de una vez de all¨ª. Que no tiene sentido estar en peligro. Que los rusos podr¨ªan llegar e ir¨ªan a por ellos. Pero esta mujer de aspecto fuerte en seguida se repone. ¡°Vivimos bien aqu¨ª. Nos gusta estar con los soldados y darles de comer cada d¨ªa comida casera para que se sientan como en casa. Les estamos muy agradecidos porque est¨¢n luchando por nosotros y lo que queremos es ayudarlos con todo lo que tenemos¡±, dice la mujer. ¡°Sabemos perfectamente el peligro que corremos, pero estamos preparados por si se acercan. Hoy mismo hemos escuchado aviones y ha habido varias explosiones, pero ?y qu¨¦? Aqu¨ª cuidamos de los chicos y estamos en nuestra casa. ?Vamos a dejar todo esto abandonado? No, por ahora, no nos vamos a ir¡±.
Tras dos a?os de intensos combates, la vida de los militares del frente de Avdiivka es muy precaria. Pese a jugarse la vida cada d¨ªa por su pa¨ªs, los que no tienen la suerte de estar con personas como Yulia y Rom¨¢n tienen que alquilar sus propias casas con sus sueldos, si no quieren vivir permanentemente al raso, en las trincheras. Las antenas Starlink que les proporcionaba el ej¨¦rcito ahora escasean, y son ellos los que se tienen que pagar el tel¨¦fono y el acceso a internet. Los pocos v¨ªveres que les proporcionan, los completan con su presupuesto y ellos los cocinan. Incluso conseguir un nuevo uniforme es una quimera cuando se deterioran los que llevan.
Sentado en la mesa de su cocina, Rom¨¢n, con aspecto cansado, se frota la cara y la cabeza con las manos y reflexiona en alto. ¡°Tenemos que ganar esta guerra, no podemos dejar este problema a nuestros hijos y a nuestros nietos¡±, dice. ¡°Si nuestros aliados no quieren mandarnos soldados, que al menos nos den las armas y las municiones que necesitamos para seguir peleando, pero que se den prisa¡±, contin¨²a. ¡°Si no lo hacen, tarde o temprano ser¨¢n ellos los que tendr¨¢n que combatir con los rusos en el campo de batalla¡±. Mientras, Yulia, tapa los ¨²ltimos tarros de cristal con comida reci¨¦n sacados del horno. Ma?ana habr¨¢ que volver a alimentar a los cerdos, vigilar los cultivos, ir a por le?a y preparar comida para los soldados. Proteger y cuidar su explotaci¨®n agr¨ªcola. Defender su patria.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.