Comer en zona de guerra: encurtidos, sopas y ¡®hot dogs¡¯ sostienen la moral del colectivo ucranio
El enviado de EL PA?S relata c¨®mo es la cocina de los soldados y civiles en las zonas de combate
La mejor sopa de mi vida la com¨ª el pasado mayo en la estaci¨®n de bomberos de Huliaipole, un pueblo a 7 kil¨®metros del frente de guerra en Ucrania. Era una solianka preparada por un bombero que hac¨ªa las funciones de cocinero. La solianka, hecha a base de caldo, encurtidos y carne de cerdo, la comimos en la sala de reuniones de la base, con el ruido de fondo de un generador el¨¦ctrico que serv¨ªa a los pocos vecinos que quedaban en el lugar para cargar sus m¨®viles.
Los bomberos no recordaban con exactitud cu¨¢ndo se interrumpi¨® el suministro el¨¦ctrico, eran demasiados meses de combates y fuego de artiller¨ªa destruyendo Huliapole. S¨ª recordaban el d¨ªa en el que un proyectil ruso perfor¨® el hangar de sus dos camiones, da?ando uno de los veh¨ªculos y haciendo a?icos las ventanas. Aquel almuerzo a base de solianka, cebollino y pan con embutidos sab¨ªa a gloria, no solo porque la sopa era excelente, sobre todo porque comer en zona de guerra es un ejercicio de fraternidad imprescindible para sostener la moral del colectivo.
Los soldados ucranios sufren m¨²ltiples adversidades: el peligro de morir, de caer heridos, las inclemencias del tiempo y los trastornos mentales. Pero no les falta comida. El rancho del d¨ªa aparece puntual en furgonetas a lo largo de todo el frente. Los soldados recogen las raciones en peroles o en ollas. No solo reciben estas raciones, toneladas de alimentos industriales (pan de molde, botellas de agua, chocolatinas o conservas) llegan a cada brigada por parte de organizaciones de voluntarios. Pero lo que m¨¢s agradece la tropa es la comida casera y los alimentos que les obsequian o les venden familias de las aldeas donde est¨¢n destinados.
Ucrania es uno de los cinco mayores pa¨ªses exportadores agr¨ªcolas. Su tierra, sobre todo en el este, es conocida por ser f¨¦rtil como pocas en el mundo. En cualquier rinc¨®n, en una parcela junto a una v¨ªa de tren, en un parterre de un pueblo o en el jard¨ªn de cualquier casa, los ucranios plantan y la tierra les devuelve lo sembrado en abundancia. Verduras y frutas en conserva se almacenan en las despensas de las bases, en las cocinas de las casas que los soldados ocupan temporalmente, en los b¨²nkeres donde viven o en frigor¨ªficos improvisados bajo tierra: cavan un agujero, entierran la vaina de un proyectil de artiller¨ªa ya usado y dentro introducen la comida, que aislar¨¢n con alg¨²n pl¨¢stico.
Cebollino, pepinillos, ajos y tomates no pueden faltar en una mesa ucrania, tampoco en las de los militares. Son encurtidos y vegetales frescos acompa?ando los guisados y la carne. Huevos de gallina y de otras aves como ocas, que predominan en los corrales en el frente, tambi¨¦n son habituales en la dieta. Y tampoco falta el salo, grasa del lomo del cerdo curada durante unas pocas semanas y que, idealmente, se sirve en finas tiras casi congeladas. El salo es un acompa?amiento obligatorio en los rituales ucranios para beber vodka, en los que se brinda por la familia, por las mujeres y por los compa?eros que han muerto. Es sobre todo en este ¨²ltimo brindis que se llora o se hace un silencio que rompe el alma porque cualquier persona entiende que alguien muri¨® luchando codo a codo.
El alcohol est¨¢ prohibido en las Fuerzas Armadas Ucranias, pero siempre hay una botella escondida para celebrar alguna ocasi¨®n especial. Si algo agradece la tropa es, adem¨¢s de cartones de tabaco, un par de botellas de licores caseros. La mayor¨ªa de los hogares rurales de Ucrania destilan sus propios licores con lo que ellos mismos cultivan, ciruelas, uvas, nueces o patatas. Todo es ¨²til para elaborar un aguardiente, un vino o un vodka que servir¨ªa de combustible para poner en marcha un tractor.
Drones y tomates macerados
Hubo una noche de septiembre en el frente de guerra de Kupiansk que empez¨® con fuego de artiller¨ªa y termin¨® con un fest¨ªn de pasta casera rellena de queso y patata. El todoterreno de Vladislav, comandante de una bater¨ªa de misiles grad de la 14? Brigada Separada Mecanizada ucrania, recorr¨ªa a toda velocidad un camino de bosque para retornar a su base, una casa en una aldea ocupada por el ej¨¦rcito. Las prisas no eran porque fuera la hora de cenar, era porque ten¨ªamos que salir pitando de la posici¨®n desde donde la unidad de Vladislav hab¨ªa disparado sus cohetes contra las tropas rusas. En cualquier momento, el enemigo pod¨ªa devolver el fuego disparando contra esa zona.
El todoterreno de Vladislav aparc¨® camuflado bajo unos ¨¢rboles. Fue bajar del veh¨ªculo y o¨ªr el caracter¨ªstico sonido de h¨¦lices de un dron: era un aparato de reconocimiento ruso aproxim¨¢ndose. Los disparos de armas cortas empezaron a romper la puesta de sol, las balas subiendo hacia el cielo desde el bosque. Vladislav dio la orden de correr los 100 metros que nos separaban de la casa. Al entrar, dejamos atr¨¢s la lluvia y la amenaza del dron. Las ventanas estaban cubiertas con papel, para que los drones no distinguieran si alguien habitaba la vivienda. Un joven suboficial me dio una calurosa bienvenida mostr¨¢ndome dos bandejas de varenikis preparados por una vecina de la zona. Los varenikis son empanadillas de masa fresca, tradicionales ucranias, que se hierven y que pueden comerse con cebolla y crema agria.
Los soldados de Vladislav sirvieron adem¨¢s unos tomates macerados como no los he comido nunca, obsequio de otro vecino. El hombre dej¨® los tomates de su huerto a remojo durante cinco d¨ªas, en un cubo, con agua, sal, az¨²car, cebolla, ajo, pimienta, hojas de laurel, cerezo y de ar¨¢ndano. El toque m¨¢gico era a?adirle una o dos aspirinas. El resultado era una combinaci¨®n de sabores ¨²nica en la que predominaba un punto ¨¢cido.
Los familiares de los militares tambi¨¦n pueden enviar alimentos. En octubre almorc¨¦ en la casa donde resid¨ªa un comandante de batall¨®n de la 1? Brigada Blindada. Era una humilde granja en el margen de un bosque del frente de Zaporiyia. Las tripulaciones de los tanques viv¨ªan en refugios excavados bajo tierra, junto a sus tanques. El comandante, uno de los oficiales m¨¢s laureados de Ucrania, orden¨® a su cocinero y ayudante para todo que nos preparara una cena op¨ªpara. No pod¨ªa faltar una sopa borsch (de remolacha y crema agria), el plato por excelencia de Ucrania ¡ªque aquel d¨ªa fue tambi¨¦n parte del rancho de sus hombres¡ª un trigo sarraceno con panceta, embutidos, pepinillos encurtidos por la madre del comandante y unos pastelitos tambi¨¦n horneados por la madre.
La casa estaba hecha unos zorros, con planchas de madera en el suelo en vez de baldosas. En una habitaci¨®n contigua a la de reuniones donde cen¨¢bamos estaba instalado el puesto de mando, con seis pantallas que informaban en directo del movimiento del enemigo por tierra y aire. Cuando vieron que husmeaba las pantallas mientras pretend¨ªa estar distra¨ªdo saboreando un pastelito de la madre del comandante, corrieron raudos la cortina que aislaba la habitaci¨®n ¡ªno hab¨ªa puertas.
La comida tampoco escasea en las primeras l¨ªneas del frente. Los turnos de los soldados en los puestos m¨¢s avanzados pueden ser de uno a cuatro d¨ªas. En las trincheras y en los b¨²nkeres almacenan comestibles, conservas y tambi¨¦n alimentos que pueden cocinarse r¨¢pido con una sart¨¦n y un camping gas. En julio de 2022, en un puesto avanzado de una compa?¨ªa de la 17? Brigada Blindada en la ofensiva hacia Nova Kajovka (frente sur), el artillero de un tanque T-72 pregunt¨® a su superior si le hab¨ªan tra¨ªdo ¡°a un periodista o a un mendigo espa?ol¡±. Tras doce horas sin parar ni un instante, a la hora de cenar llegamos a un bosque en el que seis blindados aguardaban ¨®rdenes a 5 kil¨®metros de los rusos para realizar acciones de artiller¨ªa. En la mesa que hab¨ªan improvisado con cuatro maderas ten¨ªan servida la comida, pepinillos y tomates, embutidos, pan, pescado en salaz¨®n y kvas casero tambi¨¦n obsequiado por familias de la provincia. El kvas es una bebida dulce y refrescante popular en todo el mundo eslavo, hecha a partir de miel, centeno o malta. Com¨ª m¨¢s aquella tarde que los tres miembros de la tripulaci¨®n del T-72 juntos.
En las posiciones m¨¢s expuestas del frente, las que se encuentran a 500 metros del enemigo, o en operaciones que requieren horas de combate, la comida pueden ser las raciones militares que ambos ej¨¦rcitos empaquetan para sus soldados o que han sido donadas por ej¨¦rcitos de la OTAN. El contenido es muy parecido en ambos ej¨¦rcitos, conservas o comida envasada para comer al instante. Algunos expertos ucranios consultados por EL PA?S ¡ªes decir, soldados en el frente¡ª aseguran que la calidad de sus raciones es mucho mejor que la rusa, excepto por un producto, el t¨¦. En mis visitas al frente he ido recogiendo bolsitas de t¨¦ del ej¨¦rcito ruso, precintadas con su estrella distintiva verde, que he encontrado entre los escombros de aldeas que hab¨ªan sido ocupadas. Me hice una promesa: me beber¨¦ este t¨¦ cuando termine la guerra.
El recetario tradicional ucranio es tan rico que ayuda a sobrellevar las miserias de la vida castrense. Pero hay algo que a los soldados gusta m¨¢s, sobre todo a los m¨¢s j¨®venes, y eso es la comida r¨¢pida de la cultura estadounidense. Los hot dog que preparan en las gasolineras son un s¨ªmbolo de Ucrania como lo es el borsch, con la salchicha dentro de un pan largo, con las salsas rebosando por el orificio. En la retaguardia hay pocos comercios abiertos, pero siempre encontrar¨¢s alguna gasolinera abierta, porque aportan el combustible necesario para los miles de veh¨ªculos en los que se trasladan los soldados. Son embajadas de civilizaci¨®n, de la vida que desde hace casi dos a?os han dejado atr¨¢s.
Devoci¨®n por McDonald¡¯s
Pero si hay algo en lo que sue?an estos militares ucranios m¨¢s j¨®venes es en una hamburguesa de McDonald¡¯s. La cadena de comida r¨¢pida es un mito en Ucrania como lo ha sido en Rusia, un icono de las esperanzas que el capitalismo promet¨ªa al mundo postsovi¨¦tico, insignia en unos pa¨ªses que se abr¨ªan al mundo. McDonald¡¯s ha cerrado en Rusia como acci¨®n de boicot contra la invasi¨®n, pero en Ucrania han cerrado en las regiones del este por la amenaza de las bombas. Los establecimientos m¨¢s pr¨®ximos al frente oriental se encuentran en la ciudad de Dnipr¨®, y es all¨ª donde muchos soldados peregrinan, desde J¨¢rkov o Zaporiyia, si tienen unos d¨ªas de libranza. Hacen hasta tres horas de carretera para comer en McDonald¡¯s.
A Emil Prykhodko, un amigo de 27 a?os de Zaporiyia que de vez en cuando se escapa a Dinpr¨® para zamparse un men¨² de McDonald¡¯s, le pregunt¨¦ por la devoci¨®n ucrania por esta comida r¨¢pida: ¡°Es que es de muy buena calidad, mejor que en otros pa¨ªses de Europa, como Alemania o Francia. All¨ª es una porquer¨ªa. McDonald¡¯s en Ucrania no tiene nada que ver¡±. En octubre, finalmente, fui a un McDonald¡¯s de Kiev. Ped¨ª raciones de seis productos diferentes y me parecieron la misma ¡°porquer¨ªa¡± que en cualquier otro lugar. Entend¨ª que un plato con frecuencia no solo se aprecia por su calidad sino por el componente emocional que lo acompa?a. Como la solianka que disfrut¨¦ tanto aquel mediod¨ªa con los bomberos de Huliaipole.
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