Cisjordania entierra a las v¨ªctimas del mayor ataque israel¨ª en 24 a?os: ¡°Todo alrededor eran cuerpos y restos humanos¡±
Los vecinos de Tulkarem narran el horror de una operaci¨®n que mat¨® a 18 palestinos. Israel defiende que varios eran ¡°terroristas¡± de Ham¨¢s y otros grupos que preparaban un atentado
¡°Todo alrededor estaba lleno de cuerpos y restos humanos¡±. Abdal¨¢ Mohamed Kanaan, de 58 a?os, es uno de los testigos del ¨²ltimo gran ataque israel¨ª en Tulkarem, en la Cisjordania ocupada. Sucedi¨® en la noche del jueves, mientras el ej¨¦rcito sigue castigando Gaza, al sur, y L¨ªbano, al norte. Kanaan relata lo vivido braceando, agach¨¢ndose, gesticulando y elevando la voz para enfatizar lo incre¨ªble de la escena que presenci¨® en medio de una nube de polvo y humo. La explosi¨®n de una bomba lanzada por un avi¨®n israel¨ª le oblig¨® a salir corriendo de su casa y, a su vez, hizo salir despedidos por el aire a los que se hallaban en el interior de un caf¨¦ frente a su vivienda. En total, 18 muertos.
Al menos siete de las v¨ªctimas eran ¡°terroristas¡±, integrantes de la resistencia armada palestina que, seg¨²n la versi¨®n oficial israel¨ª, celebraban un encuentro en el establecimiento para preparar un ataque que iban a efectuar estos d¨ªas. Entre los muertos tambi¨¦n hab¨ªa cinco miembros de una familia. Hac¨ªa 24 a?os que Cisjordania no viv¨ªa un bombardeo de la aviaci¨®n israel¨ª tan devastador como el del jueves, seg¨²n la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Kanaan se indigna mientras avanza con el relato acelerado de lo sucedido. De la fachada de su vivienda cuelga una gran lona con el rostro de su hijo Mohamed, de 14 a?os, muerto por un disparo de las tropas de ocupaci¨®n el mes pasado. Lo recuerda entre l¨¢grimas mientras no para de mostrar fotos del chaval, un prometedor jugador de futbol, detalla en medio del ruido de dos excavadoras que tratan de apartar escombros. El edificio de tres alturas donde se hallaba el caf¨¦ fue atravesado de arriba abajo por el proyectil israel¨ª. Por el camino, acab¨® con la vida de la referida familia: dos progenitores, sus dos hijos peque?os y la hermana de la madre. De su muerte no hablan las autoridades israel¨ªes.
¡°Justo despu¨¦s de la explosi¨®n hubo mucho humo blanco. No se ve¨ªa nada. Cuando sal¨ª, la calle era una gran nube de polvo. Hubo un momento en que era complicado hasta respirar¡±, detalla Kanaan, que todav¨ªa luce en el costado izquierdo la herida cubierta con gasa y esparadrapo del disparo recibido por los israel¨ªes cuando, en vano, trat¨® el mes pasado de salvar la vida de su hijo. A su alrededor, un hervidero de vecinos, curiosos, bomberos, sanitarios, empleados de los servicios de emergencia y un pu?ado de reporteros locales e internacionales. Dentro de lo que era el local del caf¨¦, algunos efectivos del despliegue sanitario y de seguridad buscan todav¨ªa restos de los cuerpos de las v¨ªctimas, algunos apenas identificables por c¨®mo quedaron de desmembrados. Remueven escombros en medio de la polvareda, conscientes de que no va a aparecer nadie con vida.
Muerte en el campo de refugiados
La muerte y su olor se pasean con cierta familiaridad por este campo de refugiados de Tulkarem, uno de los principales objetivos del ej¨¦rcito israel¨ª durante la presente guerra en Cisjordania, donde han muerto m¨¢s de 700 personas en los ¨²ltimos 12 meses. La contienda, que comenz¨® el pasado 7 de octubre, sigue batiendo r¨¦cords. Lo hace no solo por los 1.200 asesinados en el ataque liderado por Ham¨¢s en territorio israel¨ª aquel d¨ªa o los m¨¢s de 41.000 asesinados en Gaza por la reacci¨®n israel¨ª. Tambi¨¦n por este ataque en el campo de refugiados, el m¨¢s mortal en casi un cuarto de siglo.
El Estado jud¨ªo ha informado de que en ese ataque, coordinado por los militares y los servicios secretos, mataron a Zahi Yaser Abd al-Razeq Oufi, al que consideran uno de los jefes locales de Ham¨¢s, y a Jit Radwan, de la Yihad Isl¨¢mica, as¨ª como a otros cinco integrantes de la resistencia palestina. En el momento de lanzar la bomba desde el avi¨®n, estaban preparando un ataque que pretend¨ªan ejecutar estos d¨ªas, a?ade el ej¨¦rcito en redes sociales. Ham¨¢s, por su parte, ha pedido seguir manteniendo la resistencia armada ante la ocupaci¨®n ¡°con muestras masivas de ira¡± y una ¡°escalada del conflicto¡±, seg¨²n un comunicado.
Tulkarem permanece el viernes cerrada por huelga, pero varios miles de personas asisten a los multitudinarios funerales, cuyo cortejo ¡ªsolo masculino¡ª parte del hospital Thabed, asaltado tambi¨¦n varias veces por las tropas israel¨ªes en los ¨²ltimos meses. Tras una oraci¨®n, las camillas sobre las que van los cuerpos parten casi a la carrera hacia el campamento de refugiados, donde resid¨ªan los muertos, entre disparos al aire y gritos de venganza.
Los cad¨¢veres van cubiertos con banderas de Ham¨¢s o Yihad Isl¨¢mica y otros grupos armados de la resistencia palestina. Sobre alguno, sus compa?eros y familiares depositan a ratos un fusil. Algunos llevan el rostro descubierto dejando ver las heridas. Otros, los que m¨¢s golpeados quedaron por la explosi¨®n, van tapados por completo. Tras una breve parada en la residencia de cada uno, donde las mujeres aprovechan para despedirse en una breve y sentida ceremonia, la multitud se dirige a un edificio donde, por unos minutos, son depositados en el suelo los cuerpos. Finalmente, otro rezo y al cementerio. Una liturgia funeraria ca¨®tica y barroca, pero que la poblaci¨®n ha repetido ya en varias ocasiones durante la presente guerra.
Por los callejones del campo de refugiados de Tulkarem se amarran las cuentas de las v¨ªctimas entre el ir y venir de j¨®venes, algunos encapuchados, con su rifle en bandolera, uniforme paramilitar y aspecto desafiante. Se suceden las filas de sillas de pl¨¢stico a las puertas de las casas ocupadas por hombres, donde se dan las condolencias unos a otros. Los habitantes estiman que 12 de los 18 muertos eran milicianos. Sus retratos se van a unir a las decenas que aparecen por todos lados en carteles, camisetas, pegatinas o colgantes en recuerdo de otros integrantes de la resistencia y vecinos muertos. Todos ellos son considerados shajid (m¨¢rtir, en ¨¢rabe). Tambi¨¦n lo son las otras seis v¨ªctimas mortales del bombardeo, entre los que algunos citan al due?o del caf¨¦. Tambi¨¦n la familia formada por Mohamed Ab¨² Zahra, el padre, Sajaa, la madre, y los peque?os Karam y Sham. Junto a ellos se encontraba la hermana de Sajaa.
Han transcurrido pocas semanas tras la ¨²ltima gran operaci¨®n del ej¨¦rcito israel¨ª en Cisjordania, que caus¨® en torno a un centenar de muertos. Tulkarem fue uno de los principales escenarios. Las sucesivas incursiones en el ¨²ltimo a?o han dejado el campo de refugiados arrasado, sin asfalto, con el tendido el¨¦ctrico por los suelos y los negocios y casas echadas abajo. Este viernes, como ajenos a ese interminable ciclo de violencia, los ni?os se divierten en medio de los charcos y el fango mientras las tuber¨ªas rotas no paran de verter sus chorros a la v¨ªa p¨²blica. De fondo los disparos, las promesas a gritos de seguir luchando frente a la ocupaci¨®n israel¨ª.
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