Trump proyecta sus ansias imperiales sobre Groenlandia, Panam¨¢ y Canad¨¢
El presidente electo da un manotazo en el tablero geoestrat¨¦gico al reclamar el control sobre el canal del pa¨ªs centroamericano, resucitar su idea de comprar la isla asociada a Dinamarca y fantasear con la anexi¨®n del vecino del norte
Donald Trump es un firme creyente en la teor¨ªa de que la mejor manera de normalizar una idea, por muy descabellada que sea, es repetirla muchas veces. Y as¨ª es como el presidente electo de Estados Unidos resucit¨® este lunes su vieja aspiraci¨®n de hacerse con el control de Groenlandia, territorio aut¨®nomo perteneciente al reino de Dinamarca. Es la isla m¨¢s grande del mundo que no forma un continente: una vasta porci¨®n de tierra y hielo entre los oc¨¦anos ?rtico y Atl¨¢ntico de exigua poblac...
Donald Trump es un firme creyente en la teor¨ªa de que la mejor manera de normalizar una idea, por muy descabellada que sea, es repetirla muchas veces. Y as¨ª es como el presidente electo de Estados Unidos resucit¨® este lunes su vieja aspiraci¨®n de hacerse con el control de Groenlandia, territorio aut¨®nomo perteneciente al reino de Dinamarca. Es la isla m¨¢s grande del mundo que no forma un continente: una vasta porci¨®n de tierra y hielo entre los oc¨¦anos ?rtico y Atl¨¢ntico de exigua poblaci¨®n (56.000 habitantes), pero rica en recursos naturales y valor geoestrat¨¦gico.
Trump, que lleva con el expansionismo subido varios d¨ªas, en los que ha reclamado el control del canal de Panam¨¢, ha abierto la puerta a una invasi¨®n ¡°blanda¡± de M¨¦xico y fantaseado con anexionarse Canad¨¢, volvi¨® este lunes a poner sobre la mesa el asunto de Groenlandia. Lo hizo, casi de matute, en el interior de uno de sus mensajes en la red social de la que es due?o, Truth. En ¨¦l, anunciaba que Ken Howery ser¨¢ su embajador ante Dinamarca. Tras cantar las alabanzas de Howery, otro trasplante de Silicon Valley en el Ejecutivo estadounidense ¨Des cofundador de PayPal y del fondo de capital de riesgo Founders Fund¨D, al presidente electo le bast¨® una frase para dar un manotazo al tablero geopol¨ªtico: ¡°Para los fines de la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, Estados Unidos considera que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta¡±.
Trump ya dijo en 2019, durante su primera vuelta en la Casa Blanca, que estaba considerando la posibilidad de comprar Groenlandia. Hasta lleg¨® a cancelar un viaje de Estado a Dinamarca cuando los gobernantes del pa¨ªs escandinavo, socio fundador de la OTAN y miembro de la Uni¨®n Europea, le respondieron que la isla no se vende. Este lunes, el primer ministro de Groenlandia, M¨²te Egede, lo repiti¨® en Facebook. ¡°Groenlandia es nuestra¡±, escribi¨®. ¡°No estamos en venta y nunca lo estaremos. No debemos abandonar nuestra lucha de a?os por la libertad. Sin embargo, debemos seguir abiertos a la cooperaci¨®n y al comercio con todo el mundo, especialmente con nuestros vecinos¡±. La isla cuenta desde 2009 con la posibilidad de declarar su independencia, pero, unida por robustos v¨ªnculos a Dinamarca, nada indica que est¨¦ en sus planes ejercer ese derecho.
Trump complet¨® con el de Groenlandia una serie de anuncios que han hecho saltar las alarmas en las canciller¨ªas de medio mundo. El s¨¢bado por la noche, y de nuevo en Truth, amenaz¨® con retomar el control sobre el canal de Panam¨¢ si los barcos estadounidenses no obten¨ªan rebajas en las tarifas por usarlo. Tambi¨¦n expres¨® su deseo de evitar que el paso caiga en las ¡°manos equivocadas¡±, en referencia a China, potencia enemiga.
Los c¨¢rteles mexicanos
Al d¨ªa siguiente, repiti¨® ese mensaje en un c¨®nclave del grupo ultraconservador de proselitismo juvenil Turning Point en Phoenix (Arizona). All¨ª anunci¨® adem¨¢s que piensa designar a los principales carteles del narco mexicano como ¡°organizaciones terroristas¡±. Esta medida podr¨ªa abrir la puerta a cumplir los deseos de los miembros del ala m¨¢s dura del trumpismo, que han abogado por llevar a cabo ataques selectivos en el vecino del sur para acabar con los cabecillas de esos grupos criminales o bombardear laboratorios de fentanilo, droga que mat¨® a unos 70.000 estadounidenses en 2023.
El lunes, Trump volvi¨® sobre el canal de Panam¨¢, cuando poste¨® en Truth una imagen de la infraestructura, en cuyo gobierno rige un acuerdo de los tiempos de Jimmy Carter (1977-1981), con una bandera estadounidense ondeando en primer plano y el mensaje: ¡°?Bienvenidos al canal de Estados Unidos!¡±. El presidente paname?o, el conservador Jos¨¦ Ra¨²l Mulino, rechaz¨® de plano la sugerencia como una afrenta a la soberan¨ªa del pa¨ªs.
El mapa de las ambiciones imperiales de Trump 2.0 lo completa Canad¨¢. El presidente electo dijo la semana pasada ¨Duna vez m¨¢s, en su red social¨D que ¡°muchos canadienses quieren convertirse en el estado n¨²mero 51¡±. En noviembre, amenaz¨® al vecino del norte con la imposici¨®n de aranceles del 25% a las importaciones, lo que desemboc¨® en una visita a Mar-a-Lago del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que ocupa el puesto desde 2015 y que este a?o se enfrenta debilitado a la reelecci¨®n.
A Trump, cuyo talento para la crueldad est¨¢ fuera de duda, le divierte llamarlo ¡°gobernador¡± del ¡°Gran Estado de Canad¨¢¡± y no oculta su deseo de que pierda en las urnas. No parece dif¨ªcil que algo as¨ª suceda: Trudeau afronta debilitado la campa?a, acosado por una crisis de la vivienda, un sistema de salud en decadencia, una inmigraci¨®n creciente y la misma guerra ideol¨®gica entre progresistas y conservadores que se libra sin cuartel en muchas sociedades avanzadas.
Como explica el historiador Daniel Immerwahr, si bien Estados Unidos est¨¢ fundado sobre el mito del antiimperialismo (la independencia de los ingleses), se trata de un pa¨ªs cuya historia puede contarse a trav¨¦s de las aspiraciones expansionistas como las que ahora subyugan a Trump. Primero fue la conquista del Oeste y el mordisco tejano a M¨¦xico. Despu¨¦s, las aventuras de ultramar, con la anexi¨®n de decenas de islas deshabitadas en el Caribe y el Pac¨ªfico, la compra de Alaska, la absorci¨®n en 1898 de los restos del imperio espa?ol, la suma de Haw¨¢i, la isla de Wake y Samoa Americana, y las islas V¨ªrgenes de Estados Unidos. La ¨²ltima fase lleg¨® al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial, cuando la superficie del pa¨ªs hab¨ªa llegado a su apogeo, unos 135 millones de estadounidenses viv¨ªan fuera de la zona continental, y Washington decidi¨® soltar la mayor¨ªa de esos territorios. Filipinas obtuvo su independencia, Puerto Rico se convirti¨® en Estado libre asociado y Alaska y Haw¨¢i pasaron a ser Estados por derecho propio.
¡°No s¨¦ hasta qu¨¦ punto son cre¨ªbles esas aspiraciones de Trump¡±, explic¨® Immerwahr este martes en un correo electr¨®nico. ¡°S¨ª creo que estamos ante una vuelta a una visi¨®n m¨¢s antigua del poder, donde la seguridad se logra a trav¨¦s de la superficie. Despu¨¦s de 1945, Estados Unidos ha buscado formas m¨¢s difusas de influencia, a trav¨¦s de pactos comerciales, asociaciones de seguridad, flujos de armas y bases. Todo esto requiere conexiones estrechas con gobiernos extranjeros. La visi¨®n de Trump de una Am¨¦rica fuerte, en cambio, parece ser una gran extensi¨®n de tierra, encerrada entre altos muros. Quiere poder sobre el mundo, pero no presencia en ¨¦l. As¨ª que, en lugar de obtener el beneficio estrat¨¦gico de Groenlandia operando una base militar o comerciando con Dinamarca, est¨¢ tratando de comprarla de nuevo¡±.
Al historiador, todo esto le retrotrae ¡°a los d¨ªas sangrientos de [el presidente] Teddy Roosevelt [1901-1909]¡±. Y aunque considera ¡°tentador¡± verlo como ¡°el regreso [de Estados Unidos] a una era imperial¡±, recomienda no olvidar ¡°los cientos de bases militares que el pa¨ªs tiene fuera de sus fronteras como una especie de imperio¡±. Un ¡°imperio puntillista¡±, lo llama en su libro. ¡°Trump claramente se siente m¨¢s c¨®modo con una forma m¨¢s antigua de proyecci¨®n de poder¡±.
Algunas de las ganancias de territorio estadounidense fueron posibles gracias a acuerdos de compraventa como el que ahora acaricia Trump. En 1803, Washington compr¨® Luisiana a Francia por 15 millones de d¨®lares y, 84 a?os despu¨¦s, Alaska a Rusia por 7,2 millones. Las islas V¨ªrgenes estadounidenses provienen de un pago en 1917 de 25 millones a¡ Dinamarca. Trump ni siquiera es el primer presidente que pone sus ojos en Groenlandia: Harry Truman lleg¨® a ofrecer 100 millones de d¨®lares por la isla en 1946.
Hoy, como entonces, durante el apogeo de la Guerra Fr¨ªa y de la pugna con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se trata de un pedazo de tierra codiciado por su ubicaci¨®n estrat¨¦gica. Y no solo en virtud de la vieja rivalidad de las potencias: el deshielo del ?rtico promete abrir nuevas v¨ªas de navegaci¨®n, as¨ª como una competencia comercial y naval de la que Pek¨ªn no piensa quedarse fuera. Tambi¨¦n es novedoso el valor de las reservas de minerales de tierras raras de Groenlandia, necesarios para el dise?o de la tecnolog¨ªa m¨¢s avanzada.
A un mes de que vuelva al poder, es dif¨ªcil saber cu¨¢nto de serio tiene lo que Trump promete, o amenaza, en materia de pol¨ªtica internacional. Es parte de su estrategia: soltar ideas descabelladas, repetirlas hasta que no lo sean tanto, y despu¨¦s esperar a ver cu¨¢les cumple. En el caso de Groenlandia, la idea de su compra fue recibida en 2019 casi como un chiste. Esa broma podr¨ªa no tener tanta gracia ahora, con el regreso a la Casa Blanca de Trump desencadenado.