Una v¨ªctima china esclavizada por las mafias de ciberestafas en Myanmar: ¡°Muchas veces pens¨¦ que no saldr¨ªa¡±
China y Tailandia han declarado la guerra a los grupos criminales dedicados al fraude digital y liberado a miles de secuestrados. Uno de ellos relata sus meses de cautiverio


La guerra de Myanmar produce monstruos. Despu¨¦s de cuatro a?os de conflicto civil, sus zonas fronterizas con China y Tailandia, donde contin¨²a la espiral de violencia, se han convertido en una meca de las mafias vinculadas a las estafas en l¨ªnea. Para China es una creciente fuente de preocupaci¨®n: decenas de miles de ciudadanos chinos han sido atra¨ªdos a la zona mediante enga?os, para finalmente ser secuestrados y acabar siendo explotados. Sufren palizas y extorsiones; amenazados de muerte, vigilados por milicias locales y bajo el control de mafias chinas, son obligados a abrir decenas de perfiles falsos en redes sociales que usan para contactar con usuarios desprevenidos de todo el mundo, establecer una relaci¨®n de confianza y tratar de timarlos.
Son las personas que hay detr¨¢s de esos mensajes que a veces llegan por WhatsApp o Instagram: ¡°Hola¡±; ¡°Hi¡±; ¡°Hello¡±. El eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de un negocio ilegal multimillonario con capacidad de alcanzar todos los rincones del globo. Ejecutores y a la vez v¨ªctimas de trata de seres humanos: la oficina de Derechos Humanos de la ONU calculaba en 2023 que solo en Myanmar podr¨ªa haber hasta 120.000 personas retenidas, y otras 100.000 en Camboya.
¡°Muchas veces pens¨¦ que no saldr¨ªa¡±, dice Xu Bochun, de 39 a?os, que pas¨® tres meses de 2023 encerrado en un hotel en Kokang, una regi¨®n de Myanmar fronteriza con China, al servicio de uno de estos sindicatos chinos del crimen digital. Xu concede la entrevista cara a cara ¨Dno se f¨ªa ya de los contactos por redes sociales¨D en Tonglu, una localidad en la provincia de Zhejiang, en la costa este de China, donde trabaja estos d¨ªas: acaba de terminar su jornada como figurante en el rodaje de una serie. Le pagan 200 yuanes diarios, unos 26 euros. No es mucho, pero necesita ingresos: se siente en deuda con su madre, que vendi¨® su casa para pagar su rescate, y con otros familiares que aportaron grandes sumas hasta alcanzar el casi mill¨®n de yuanes (unos 131.500 euros) que cost¨® liberarle.

Su relato arranca en Shangh¨¢i, donde viv¨ªa en junio de 2023, cuando llama su atenci¨®n una oferta de trabajo en un grupo de WeChat (el Whatsapp chino), en el que suelen colgar oportunidades para int¨¦rpretes: se buscan figurantes para una serie en la provincia china de Yunnan, en el suroeste del pa¨ªs. No pagan mal. ?l no es actor profesional, pero ha trabajado ocasionalmente en roles peque?os y, como lleva meses sin empleo fijo, acepta. Quien ofrece el puesto, un se?or apodado Pang Hu (¡°Tigre gordo¡± en chino) le paga amablemente los billetes de tren hasta Xishuangbanna, en Yunnan, conocida por sus selvas, sus templos y elefantes. Y fronteriza con Myanmar.
Le costar¨¢ empezar a sospechar. Le han pedido discreci¨®n: es un rodaje confidencial de nivel, le aseguran. Y, de momento, son todo atenciones. Le dan indicaciones hasta una habitaci¨®n en un complejo residencial; varias personas lo reciben, le piden su pasaporte, su equipaje, su tel¨¦fono. Llegan otros cuatro como ¨¦l, procedentes de otras partes de China. Los suben en coches y los conducen hasta la falda de una monta?a. Al descender, Xu mira alrededor, no ve luces ni c¨¢maras ni gente. Pregunta por qu¨¦ no hay nadie en el rodaje de la serie. ¡°?Qu¨¦ serie?¡±, replica otro de los supuestos contratados. A este le han prometido trabajo en un restaurante; a un tercero, un empleo como entrenador de gimnasia. ¡°Nos dimos cuenta de que no era normal¡±, dice Xu.
Para entonces han llegado 10 hombres vestidos de camuflaje que se ocupan de la situaci¨®n, y el relato aqu¨ª se acelera: son guiados monte arriba (¡°seg¨²n supe luego, al cruzar esa monta?a llegamos a Myanmar¡±); cambian de captores, atraviesan una alambrada por un agujero, los suben en motos, descienden la monta?a, los introducen en coches Toyota, donde va una persona china (¡°que lleva dinero¡±) y otra de Myanmar (¡°con una pistola¡±). Pasan controles militares donde los chinos con dinero pagan en yuanes; ellos piden ayuda, pero los militares no hacen caso; tampoco los ni?os de un pueblo que atraviesan: ¡°Otro grupo de chinos secuestrados¡±, dicen al verlos pasar. El trayecto concluye en el patio de una casa donde los esperan hombres con uniformes militares armados con fusiles y picanas. ¡°Ah¨ª empez¨® mi pesadilla¡±.
Pasar¨¢ unas dos semanas hacinado en una habitaci¨®n donde llegar¨¢ a contar 41 personas; entre ellas hay menores; se escuchan llantos, hay tipos ensangrentados y esposados, los envuelve un olor nauseabundo; orinan y defecan en un ¨²nico agujero en el centro. Por los acentos que distingue, la mayor¨ªa son chinos. Esta habitaci¨®n infecta ejerce de oficina de empleo: acuden jefes locales de las distintas casas de fraude para elegir mano esclava. Entran con mascarilla; preguntan: ¡°?Hablas mandar¨ªn? ?Sabes escribir en un teclado?¡±. Los despose¨ªdos levantan la mano, se llevan a unos cuantos. Entran nuevos cada d¨ªa.
Reciben palizas diarias: los sacan al patio, y les golpean en nalgas y piernas. Nunca en la cara, porque puede servir para las ciberestafas; tampoco en la espalda porque, seg¨²n le cuentan a Xu, quienes no sean aptos para las estafas digitales pueden ser ¨²tiles para extraerles sus ri?ones (ONG han denunciado el tr¨¢fico de ¨®rganos en Myanmar). Ser¨¢ testigo de un intento de mot¨ªn que acaba con cuatro muertos y siete heridos. Finalmente, uno de los jefes que acude lo elige. Pasa una semana en una cama reponi¨¦ndose de golpes y heridas, antes de ser enviado al hotel Honglian (el Loto Rojo, en chino), en la localidad de Laukkai, en la regi¨®n birmana de Kokang, fronteriza con China: una de las sucursales del timo digital repartidas por el pa¨ªs.
La escala del tr¨¢fico de personas es descomunal. La polic¨ªa tailandesa afirmaba en 2023 que unos 70.000 chinos eran v¨ªctimas de trata desde su pa¨ªs hacia Myanmar cada a?o, seg¨²n Ta Kung Pao, un diario hongkon¨¦s. En China se ha convertido en una preocupaci¨®n de primer orden que ha obligado a Pek¨ªn a actuar. En noviembre de 2024, los medios estatales aseguraban que 53.000 chinos hab¨ªan sido detenidos en Myanmar por supuesta vinculaci¨®n con estas mafias, en operaciones realizadas en colaboraci¨®n entre las autoridades chinas y birmanas. La Rep¨²blica Popular tambi¨¦n ha intensificado su labor diplom¨¢tica para pacificar las zonas lim¨ªtrofes, donde a¨²n combaten la Junta Militar birmana, que controla el pa¨ªs, y guerrillas de minor¨ªas ¨¦tnicas y fuerzas prodemocr¨¢ticas.
En enero, una historia similar a la de Xu conmocion¨® al pa¨ªs: un mensaje en las redes sociales afirmaba que Wang Xing, un joven actor chino, hab¨ªa desaparecido en Mae Sot, un distrito en el noroeste de Tailandia fronterizo con Myawaddy (Myanmar), uno de los mayores centros de ciberestafas. Hab¨ªa sido invitado a un rodaje; el mensaje de auxilio lo escrib¨ªa su novia. La historia se hizo viral; ante la alerta p¨²blica, el Gobierno chino intercedi¨® y la polic¨ªa tailandesa logr¨® su liberaci¨®n poco despu¨¦s. Las familias frustradas de otros secuestrados chinos se organizaron en los d¨ªas siguientes y reunieron nombres de casi 1.800 chinos presuntamente retenidos, seg¨²n Reuters.
El asunto se ha colado en lo m¨¢s alto de la agenda pol¨ªtica: fue uno de los temas tratados entre el presidente chino, Xi Jinping, y la primera ministra tailandesa, Paethongtarn Shinawatra, durante su entrevista a principios de febrero en Pek¨ªn. Altos funcionarios chinos visitaron poco despu¨¦s la zona fronteriza entre Tailandia y Myanmar, y se han implicado en la desarticulaci¨®n de las redes tras formar un grupo de trabajo con las autoridades tailandesas y birmanas. M¨¢s de 7.000 personas de numerosas nacionalidades esperan estos d¨ªas a ser transferidos desde Myanmar a Tailandia; la mayor¨ªa son chinos, seg¨²n trabajadores humanitarios citados por la agencia Reuters. Los medios de la Rep¨²blica Popular han publicado im¨¢genes espeluznantes de las palizas a las v¨ªctimas. Al menos 200 chinos ya han cruzado a Tailandia y volado a casa, seg¨²n la prensa china.
A Xu Bochun, estos episodios le han hecho revivir el trauma. El Hotel del Loto Rojo, en Myanmar, la sede de la empresa dedicada a las estafas, era un edificio de siete plantas, con dos equipos de unos 100 hombres y mujeres en cada una: unas 1.400 personas retenidas seg¨²n sus c¨¢lculos, divididos en peque?os grupos, cada uno dedicado a un tipo de fraude. El suyo se encargaba de contactar con gente para convencerla de que invierta en USDT (una criptomoneda vinculada al d¨®lar): el enga?o consist¨ªa en pasar un enlace falso que ingresaba el dinero a la mafia.
Trabajaba con cuatro m¨®viles conectados a un ordenador; en cada uno ten¨ªa que abrir cinco perfiles falsos de Instagram con fotos tomadas de internet; esas im¨¢genes deb¨ªan ser de personas que preferiblemente hubieran publicado tambi¨¦n v¨ªdeos: as¨ª ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil, llegado el caso, generar grabaciones mediante inteligencia artificial para dar credibilidad a la estafa. Su jornada era de 10.00 a 2.00 de la madrugada. Cada d¨ªa deb¨ªa enviar al menos 300 saludos desde sus 20 perfiles. Un ¡°hello¡± gen¨¦rico para, seg¨²n el idioma en que respondieran, continuar mediante traductor. El objetivo diario era lograr siete respuestas. Resultaba complicado cumplir, por lo que recib¨ªan palizas diarias al terminar la jornada. En los m¨¢s de dos meses que pas¨® all¨ª Xu no logr¨® enga?ar a nadie, asegura.
Se encontraban vigilados por tipos locales armados con fusiles. Los jefes eran chinos, igual que la mayor¨ªa de presos, aunque hab¨ªa otras nacionalidades, como vietnamitas. Manten¨ªan un rayo de esperanza porque les aseguraban que quedar¨ªan libres si lograban estafar un mill¨®n de yuanes. Muchos perd¨ªan la fe. Durante su estancia, dos mujeres decidieron suicidarse mordi¨¦ndose la lengua, aunque solo lograron quedar heridas. Una o dos veces al mes, se les permit¨ªa contactar con sus familias para asegurarles que todo iba bien: lo hac¨ªan con sus propios tel¨¦fonos, que las mafias ten¨ªan retenidos. Aprovechando un instante mientras su supervisor iba al ba?o, ¨¦l envi¨® un mensaje a una amiga de infancia por WeChat: ¡°Myanmar Norte, Kokang, Laukkai, Hotel Honglian, s¨¦ptimo piso, s¨¢lvame¡±. Luego borr¨® el historial.
Xu no fue rescatado en ninguna operaci¨®n: su familia pag¨® una enorme suma de dinero por su libertad, despu¨¦s de una larga b¨²squeda, y de innumerables contactos y negociaciones. El intercambio se consum¨® tras la entrega de fajos de billetes a intermediarios en Yunnan. Entre los diferentes documentos que Xu env¨ªa para acreditar su historia, hay una foto del instante en que su madre hace la entrega en una habitaci¨®n de hotel. Y por eso ha venido estos d¨ªas: a Tonglu: sigue sin conseguir un trabajo estable; a veces ejerce como gu¨ªa tur¨ªstico de colegios en Shangh¨¢i; otras, le salen empleos espor¨¢dicos como figurante. Aunque su familia no se lo reclama, ¨¦l quiere ganar dinero para saldar la deuda. Y desde su liberaci¨®n no ha parado de difundir su historia: ¡°Cuanta m¨¢s gente la conozca, menos secuestrados habr¨¢¡±.
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