El refer¨¦ndum: ¡°Hay que expulsar a la bestia¡±
En general, todo presidente que se presenta a la reelecci¨®n plantea a sus conciudadanos una cierta forma de consulta popular
El trabajo del reportero suele ser bastante tonto. En muchas ocasiones consiste en andar por ah¨ª, mirar lo que pasa y hacer preguntas a desconocidos. Pong¨¢monos en un domingo por la ma?ana, en una sede municipal estadounidense. La de Miami Beach, Florida, porque al reportero le queda m¨¢s a mano. Llueve, como casi cada d¨ªa ¨²ltimamente. Hay poca afluencia entre ocho y nueve. La gente llega en coche, aparca, corre entre charcos hacia el edificio, vota y corre de regreso a su veh¨ªculo.
A ninguno le apetece detenerse a charlar con un tipo enmascarado de acento extra?o. Pero alguno concede un minuto. Lo curioso del asunto es que nadie, nadie, menciona a Joe Biden. Solamente se habla de Donald Trump. En este caso, mayormente en contra. Furiosamente en contra. Uno concluye que lo que est¨¢ desarroll¨¢ndose, m¨¢s que unas elecciones, es un refer¨¦ndum sobre la figura m¨¢s divisiva y pol¨¦mica del mundo.
En realidad, lo que va a ocurrir el pr¨®ximo 3 de noviembre ha ocurrido ya. Ocurre que a¨²n no lo sabemos.
USA Elections Project, un organismo independiente, estima que este a?o votar¨¢n unos 150 millones de electores. Eso supone el 65% del electorado. Si la previsi¨®n se cumple, ser¨¢ la mayor participaci¨®n en m¨¢s de un siglo. Al menos en ese sentido, resulta innegable que Trump est¨¢ propiciando una formidable movilizaci¨®n democr¨¢tica. Seg¨²n la contabilidad del organismo citado hace unas l¨ªneas, a d¨ªa de hoy han votado m¨¢s de 50 millones de estadounidenses, a trav¨¦s de las urnas abiertas en bibliotecas p¨²blicas y ayuntamientos o mediante el correo. O sea, han sido emitidos m¨¢s de un tercio de los votos. Con ese porcentaje es posible concluir que las elecciones tienen ya un ganador. Pero hay que esperar hasta el d¨ªa 3 (o hasta mucho m¨¢s tarde, si los resultados son ajustados y se abre una batalla legal) para que se realice el recuento y se sepa qui¨¦n vivir¨¢ en la Casa Blanca los pr¨®ximos cuatro a?os.
En general, todo presidente que se presenta a la reelecci¨®n plantea a sus conciudadanos una cierta forma de refer¨¦ndum. Ya se sabe lo que puede y no puede hacer. Se le aprueba o desaprueba. En esta ocasi¨®n, sin embargo, como en casi cualquier asunto relacionado con Trump, la aprobaci¨®n o desaprobaci¨®n alcanza extremos cercanos a la histeria. El magnate neoyorquino provoca odios feroces o entusiasmos delirantes. El domingo por la ma?ana, en la sede electoral de Miami Beach, se percib¨ªa mucho m¨¢s de lo primero. A una pregunta inocua, del tipo ¡°?cu¨¢l espera que sea el resultado?¡±, una se?ora respondi¨® que hab¨ªa que ¡°expulsar a la bestia¡±. Un hombre joven que apenas se detuvo se defini¨® como ¡°anti-Trump¡±. Otro hombre, de m¨¢s edad, fue relativamente herm¨¦tico y se limit¨® a decir que esperaba ¡°un resultado claro y sin pol¨¦micas¡±.
El reportero almorz¨® con un viejo amigo, directivo en una importante empresa de televisi¨®n. El directivo pronunci¨® la palabra ¡°refer¨¦ndum¡±. M¨¢s tarde convers¨® por tel¨¦fono con una vieja amiga, periodista prestigiosa. La periodista pronunci¨® la palabra ¡°refer¨¦ndum¡±. Uno tiene la sensaci¨®n de que, al menos hasta que se conozca el resultado, estas elecciones no tienen dos protagonistas, sino uno. El actual presidente.
Salvo entre los trumpistas furibundos, en general se reconoce que Joe Biden es un buen tipo. No mucho m¨¢s. Hay quien le critica por ser un veterano en el ¡°politiqueo de Washington¡± (como si los pol¨ªticos aficionados fueran mejores que los profesionales) y algunos le ven, a sus 77 a?os, demasiado viejo para la presidencia (Ronald Reagan termin¨® su segundo mandato a los 79 y parec¨ªa un carcamal), pero no provoca tanta polarizaci¨®n como anteriores candidatos dem¨®cratas. Barack Obama (uy, es negro) gan¨®. Hillary Clinton (uy, es Hillary) perdi¨®. Ambos suscitaban amor u odio.
Joe Biden, ese hombre apacible con vestigios de su tartamudez juvenil, evoca de alguna forma al hombre que en el a?o 41 fue nombrado emperador de Roma por la guardia pretoriana. Aquel hombre, Claudio, tambi¨¦n era tartamudo. Su gran m¨¦rito consist¨ªa en no ser Cal¨ªgula.
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